martes, 29 de enero de 2013

Un Matrimonio Diferente... Capitulo 40







Rocío no podía creer lo que oía. No era el tipo de afirmación que pudiera hacer Gastón. Bebió nuevamente el zumo.
- ¿Sabes? Eres magnífico... – murmuró Rocío como si hablase sola, y era verdad, no había más que verlo tan alto, rubio.
Gastón se sentó más cerca y le tomó la mano.
- Quiero que me perdones por mi actitud de ayer.
Rocío sentía que Gastón le estaba diciendo lo que ella quería oír. Y había algo que le decía que no era sincero. “Mi matrimonio está en juego”. No podía ser.
De pronto se dio cuenta de que hasta que el certificado no apareciera, Gastón querría seguir casado con ella. El día antes, ella, por primera vez, se había enfrentado a Gastón. Y tal vez él temiera que Rocío estuviera dispuesta a separarse sin medir las consecuencias para su familia y para él mismo.
- No debes decir eso. En realidad yo fui un poco insensible.
- No, fui yo el insensible.
- Pero yo...
- Fue culpa mía – la volvía a interrumpir, un poco irritado.
- Pero yo debí...
- No quiero oír una palabra más – dijo él con una sonrisa increíblemente atractiva.
Pero Rocío notaba el enojo que él apenas podía reprimir y que tensaba la atmósfera.
- Gastón... No voy a dejarte otra vez – le dijo ella, sintiéndose culpable por el hecho de que él se viese obligado a frenar sus supuestos impulsos a marcharse de su lado -. Sé que no puedo, a no ser que encuentre ese certificado.
- Imposible – dijo él, cortante.
- Pero tú me dejarías ir inmediatamente si apareciera.
- Yo no diría eso.
- ¿Abrirías una botella de champaña y bailarás, entonces?
- No digas tonterías.
Gastón sostuvo el vaso que ella estuvo a punto de tirar, y luego lo dejó a un lado.
- ¿Es ésa la misma iglesia de antes? ¿No estará perdido Giorgio?
Gastón descolgó el teléfono y le dijo algo al chofer.
Rocío movió los hombros y se quitó los zapatos.
Luego se preguntó por qué había hecho algo así. Y la verdad era que se sentía muy relajada, y a 
la vez excitada.
Gastón la observaba. Luego le tomó la mano. La sangre de Rocío se aceleró. Sus pechos se pusieron 
alerta. Sus pezones se habían vuelto más sensibles.
Hubo u silencio largo. Y luego, Gastón, en un movimiento rápido, se aferró a las caderas de Rocío, 
y la puso encima de él. Entonces la besó apasionadamente, desesperadamente.
Rocío le miraba como si estuviera al margen de la escena.
- ¿Gas?
- No sabes lo que estás haciendo... – murmuró él.
- Sé lo que quiero hacer – entonces Rocío se rió, y le lamió la línea de la boca.
Las manos de Gastón se posaron en los antebrazos de ella, y en un movimiento que pareció }apartarla, la apretó aún más contra él. La volvió a besar con pasión. Rocío disfrutaba de su beso, y la excitación 
creciente se iba apoderando de ella como una ola que la envolviese.
De pronto él se paró, apoyando su cara contra la de ella, y le dijo.
- Soy un desgraciado... Soy todo lo que tú me has llamado y más, y ahora daría diez años de mi vida por hacer el amor contigo. Es una agonía...
Rocío pensó que a la frase seguramente seguiría un “pero”.
- En tu naranja había vodka, Rocío.

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