¿Conoces esos shows de la naturaleza donde la bonita suricata está
paseando en sus bonitas cuatro patitas de suricata para volver a
su
madriguera donde todo el drama, a la familia y a las pequeñas
políticas de
suricata, y esta enorme águila aparece volando por encima…?
La pequeña, lista suricata corre a cubierto y espera que la enorme
águila
pase.
Un tiempo pasa, y la suricata finalmente decide que el águila se
aburrió y
se fue a asustar a otra pequeña suricata. Así que, la suricata
sale
arrastrándose de su escondite para seguir felizmente su camino.
Y justo cuando la pequeña suricata pensaba que se encontraba en
casa
libre, la enorme águila desciende y la atrapa en sus enormes
garras.
Bueno… sé exactamente cómo se sintió esa pequeña suricata…
Gaston no volvió a llamar, ni a mandar un mensaje de texto, ni un
correo
electrónico. Pasé los siguientes días manteniéndome ocupada,
peleando
con mi manuscrito, borrando capítulos que un chico de octavo grado
podría haber escrito, limpiando el apartamento de arriba a abajo,
y
aprovechando la distracción que era el Festival con Lali.
Fuimos al Teatro , fuimos
a una exhibición, me trajo recuerdos de Candela, Vicco y yo
pasando el tiempo allí. Intenté permitirme disfrutar de la
multitud del
festival, los turistas por todas partes, el aroma del café, la
cerveza, y la
comida caliente por todos lados.
También hice una visita traumática a mi terapista y hablé sobre
Mery por
primera vez.
Sí. No quería pensar en eso.
Basta decir que para cuando llegó el jueves me las había arreglado
para
convencerme a mí misma de que Gaston sólo había estado jugando
conmigo. Después de todo, si hubiera estado hablando en serio me
hubiera mandado al menos un mensaje de texto para asegurarse de
que
no lo había olvidado, pero no. Nada. Nada.
Había cambiado mis turnos en el trabajo de los jueves y viernes a
los
viernes y sábados a la noche para poder estar libre para quedarme
en
casa. Cuando Lali me dijo que iba a pasar la noche en lo de su
mamá
porque sentía que quería estar con su familia, estúpidamente no vi
nada
extraño en eso. No estaba preparada. Me relajé, pensando que
Gaston se
había olvidado de mí.
Metí mi estúpida cabeza en mi estúpida guarida.
Fue en ese momento, que Gaston descendió como un águila enorme.
El apartamento se encontraba en silencio excepto en la sala, donde
estaba
enroscada en un sillón, sorbiendo de un vaso de vino y mirando 300 de
Zack Snyder. Me doy cuenta ahora de qué tan mala idea había sido.
Todos
esos músculos y el efecto lánguido del vino… los culpé por lo que
sucedió
después.
—Sabes, realmente deberías cerrar la puerta con llave cuando estás
sola
en casa.
—¡Mierda! —Di un salto, derramando vino sobre mis jeans. Salí del
sillón
de un salto, fulminando a Gaston con la mirada, quien estaba de
pie junto
a la puerta, luciendo para nada divertido. ¿Por qué se sentía
molesto? ¡No
se habían arruinado sus jeans favoritos!—. Jesús C, Gaston, por
última
vez, ¡podrías golpear la puerta!
Sus ojos fueron a mis jeans manchados antes de volver a mi rostro.
—Si prometes cerrar la puerta con llave cuando estés sola en casa.
Me quedé quieta, observando su expresión seria. ¿Se había…
preocupado
por mí? Fruncí el ceño, y bajé la vista a mi vaso casi vacío en la
mesa de
café.
—De acuerdo —murmuré, insegura de qué hacer con eso.
—Lali se ha ido por la noche.
Mis ojos fueron rápidamente a su rostro y lo encontré observándome
intensamente. Vestía un traje, pero lucía un poco arrugado, como
si
hubiera trabajado por horas y hubiera venido a verme sin hacer una
parada técnica. Mi estómago dio un salto cuando me di cuenta.
—¿Orquestaste eso?
El lado izquierdo de su boca se levantó.
—Para referencias futuras, Lali puede ser comprada con una caja de
trufas de champagne.
Iba a matar a la traidora.
Especialmente porque Gaston lucía tan condenadamente bien. Eso, y
el
hecho de que el departamento de vestuario de 300 había afectado a mi
libido, causaron el desastre hormonal que se encontraba de pie
frente a
Gaston. Me obligué a tomar el consejo de la Dra. Pritchard y dejar
de
pensar cincuenta pasos más adelante. Me dije a mí misma que vivía
la vida
en el presente porque planear un futuro era simplemente tan
aterrador.
Pero mientras vivía mi vida en el presente, me preocupaba
constantemente
por lo que me esperaba mañana, y creo que la buena doctora sugería
que
tomara mi propio, maldito consejo, y viviera el hoy.
Pero, ¿con Gaston?
Era demasiado peligroso. Yo ya sabía que no quería una relación
con él.
—¿Supongo que no me esperabas? —preguntó Gaston mientras se
acomodaba en el sofá.
Sin querer parecer intimidada, me deslicé de nuevo en mi asiento.
—No. Me las arreglé para convencerme a mí misma a través de deseos
de
que hubieras terminado con lo que sea que fuera que sucedió antes…
Se sacó la chaqueta.
—¿Te refieres a cuando te monté en seco contra la pared?
Mi mandíbula se cerró con fuerza con irritación. Si él hubiera
sido un
personaje en un libro, hubiera odiado su boca sucia.
—Sabes, Gaston, te he observado en los últimos meses y eres un
caballero
con todos excepto conmigo. ¿Qué hay con eso?
—Te quiero en mi cama. Los caballeros son aburridos en la cama.
Buen punto.
—Los caballeros son caballeros en la cama. Se aseguran de que la
pases
bien.
—Me aseguraré de que lo pases bien, y de que estés de acuerdo con
lo que
estamos haciendo. Sólo que no seré educado al respecto.
Mi estómago saltó, mi vientre se apretó.
—Creí que ya habíamos discutido esto. Tú y yo no va a suceder.
Me frunció el ceño, inclinándose hacia adelante, los codos en las
rodillas y
las manos apretadas entre ellas. Las mangas de su camisa estaban
enrolladas una vez más. Era como si él supiera lo que eso me
hacía.
—No hemos discutido nada aún.
Suspiré pesadamente.
—me gustas, en serio. Sí, eres un imbécil autoritario y dices lo
que sea que se te venga a la mente sin filtrar las groserías, pero
pareces un
buen tipo, y eres un buen hermano para Lali. —Nuestros ojos se
encontraron, y yo casi me estremezco ante la punzada de atracción
pasó
silbando por mi pecho—. Lali se ha convertido en una amiga
realmente
buena y amo vivir aquí con ella. No quiero arruinar eso. Y no
quiero estar
en una relación. Con nadie.
Me miró en silencio por tanto tiempo, que no supe si de hecho iba
a
responder. Había decidido que lo mejor sería abandonar la
habitación y
dejar a Gaston con sus pensamientos, cuando se relajó contra el
sofá. Sus
ojos se oscurecieron. Conocía esa expresión. Uh oh.
—Es bueno entonces que no esté proponiendo una relación.
Es seguro decir que se hallaba completamente confundido.
—Bueno, ¿Qué estás proponiendo?
—Sólo sexo.
¿Qué?
—¿Qué?
—Tú y yo. Sólo sexo. Cuando quiera que lo queramos. Sin ataduras.
—Sólo sexo —repetí, sintiendo las palabras rodar en mi boca y en
mi
cerebro. Sólo sexo. Sexo con Gaston cuando quisiera sin ataduras—.
¿Qué
hay de todo lo demás? ¿Lali, el apartamento, con que todo el grupo
salga
junto?
Gaston se encogió de hombros.
—Nada de eso tiene que cambiar. Seremos amigos que salen juntos y
que
tienen sexo.
—¿Y qué le diríamos a la gente?
—No es el maldito asunto de nadie.
Incliné la cabeza, exasperada.
—Me refería a Lali.
—La verdad. —Me observó con cautela—. No le miento a mi hermana.
—No le gustará.
Gaston soltó una risa ahogada.
—No me importa una mierda si a Lali le gusta o no. De hecho,
preferiría
que mi hermanita se mantuviera alejada de mis asuntos sexuales.
—Eso será algo difícil debido a que la persona con la que quieres
tener
sexo vive con ella.
Eso no le preocupó en lo absoluto.
—Sus cuartos están en lados opuestos del apartamento. Y siempre puedes
visitar mi cama en mi apartamento.
Hmm. El apartamento de Gaston. Me sentía curiosa por verlo.
¡No! ¡No,
detente!
—No puedo.
—¿No puedes o no lo harás? —Sus ojos se entrecerraron
peligrosamente.
Mi estómago saltó, mi vientre se apretó. Cerré los ojos. Pude
sentir su
cuerpo apretado contra el mío una vez más, sentir su lengua
acariciando
la mía, y su mano delicada pero firme contra mi pecho. Oh, Dios.
Mis ojos
se abrieron de repente y descubrí que su vista se había suavizado.
—¿Sólo sexo?
Pude decir que intentaba contener una sonrisa, como si supiera que
ganaba.
—Bueno… casi.
¿Qué?
—¿Casi?
—Necesito alguien que me acompañe a cenas de negocios y cualquier
evento social insulso. Sería agradable ir con alguien que no estuviera
esperando una propuesta de matrimonio o un collar de diamantes al final de la
noche.
—Eso no es sólo sexo. Eso es como un arreglo. Como el arreglo que
usualmente tienes con todas esas Barbies con las que sales. Lo
cual hace
que me pregunte, ¿por qué yo? Gaston, tienes un montón de dinero y
no
eres exactamente duro a la vista, aunque dudo que necesites que te
diga
eso y te de algo más por lo qué ser un arrogante bastardo, así
que, ¿por
qué no vas y te consigues una de esas altas, delgadas rubias que
saltarían
ante la oportunidad de saltarte encima?
La sorpresa brilló en el rostro de Gaston y bajó la cabeza.
—Uno, porque necesitan que las cuide. Quieren que hable de mis
sentimientos, y quieren que les compre mierda. Nosotros estamos
hablando de lo que está fuera de la imagen, lo cual funciona para
ambos.
Y dos: ¿en serio?
Fruncí el ceño, preguntándome por qué me preguntaba “en serio”.
—Bueno. —Sacudió la cabeza, sonriendo ahora—. Siempre me
sorprendes.
—¿Cómo es eso?
—Simplemente asumí que sabías cuán sexy eres. Aparentemente, no es
así.
Guau. Me ruboricé por dentro y puse los ojos en blanco, como si
sus
palabras no hubieran penetrado mi armadura de acero.
—Como sea.
Mi respuesta indiferente no lo desalentó. Estaba decidido a
responder mi
pregunta.
—No, no luces como una mujer normal. Y sí, me gustan las piernas
largas.
Y las tuyas son cortas.
Lo fulminé con la mirada.
Gaston sonrió.
—en el taxi cuando llevabas esos
pequeños shorts….. Y de nuevo cuando los llevabas en casa de Silvia
y
Pedro…..
Mi boca se abrió.
—Estás mintiendo.
Sacudió la cabeza, disfrutando.
—Tienes piernas geniales, Rocio. Una sonrisa increíble cuando la
usas
en ocasiones. Y tetas fantásticas. Y sí, usualmente salgo con
rubias. Pero
tú eres rubia. Creo. —Rió cuando mi ceño fruncido se convirtió en
una
mirada completamente furiosa—. No importa el color. Nunca lo
llevas
suelto, y no pueda sacarme de la cabeza la idea de tú debajo de
mí, y ese
cabello esparcido sobre mi almohada mientras me muevo dentro de
ti.
Oh. Dios.
—Pero creo que mayormente son tus ojos. Quiero algo de ellos que
nadie
más obtiene.
—¿Y qué es eso? —pregunté, mi voz baja, casi ronca. Sus palabras
me
habían afectado tan profundamente como cualquier afrodisíaco.
—Suavidad. —Su propia voz se había hecho más profunda con la
atmósfera altamente sexual—. Suave en la forma en que sólo una
mujer
puede estar después de que ha acabado para mí.
Tragué saliva. Por fuera, incliné la cabeza con una sonrisa
irónica.
—Eres bueno con las palabras, te otorgo eso.
—Soy bueno con mis manos. ¿Cuándo me dejarás darte eso?
Reí y su sonrisa se ensanchó, malvada y hermosa. Suspiré, y sacudí
la
cabeza una vez más.
—Suena a más que sólo sexo, Gaston. Estás pidiendo compañía. Eso
complica las cosas.
—¿Por qué? Sólo son dos amigos saliendo a un par de citas y
teniendo
sexo después. —Sintió mi duda inmóvil sobre eso porque se encogió
de
hombros—. Mira, ¿cuándo he estado en serio con una mujer? Te
deseo, tú
me deseas. Eso pensé sobre lo que debería haber sido una amistad
perfectamente agradable, así que simplemente lidiemos con esto.
—¿Pero agregarle citas nocturnas? ¿Eso no extiende el período de
tiempo
de esta cosa?
Pensé haber visto un destello de molestia en sus ojos, pero se fue
con un
aleteo de sus pestañas.
—¿Quieres ponerle un período de tiempo?
—Un mes.
Y luego sonrió, dándose cuenta de que me estaba rindiendo.
Mierda. Estaba rindiéndome.
—Seis.
Resoplé.
—Dos.
—Tres.
Nos miramos y como si de repente nos diéramos cuenta de que
hablábamos sobre cuánto tiempo pretendíamos explorar una relación
sexual, la tensión ya caliente entre nosotros quemó aún más
profundo, y
espesó el aire. Era como si alguien hubiera lanzado un lazo alrededor
de
nosotros y tirara y tirara, intentando acercarnos. Una imagen de
nosotros
en mi cama, desnudos y retorciéndonos, pasó por mi mente y mi
cuerpo
respondió instantáneamente.
Los ojos de
Gaston bajaron a mis pechos y comenzaron a arder antes de regresar
a mi
rostro.
—Hecho —murmuré.
Su siguiente respuesta fue inesperada pero práctica.
—¿Estás tomando la píldora?
Había tenido períodos fuertes e irregulares así que tomaba la
píldora para
detener eso.
—Sí.
—¿Te has hecho exámenes?
—Sí. ¿Tú?
—Después de cada relación.
—Entonces supongo que podemos comenzar.
Las palabras apenas habían abandonado mi boca antes de que Gaston
estuviera de pie sobre mí, su gran mano extendiéndose hacia la
mía, su
rostro decidido, serio. Los ojos ardiendo.
—¿Qué? ¿Ahora? —chillé, para nada preparada.
Arqueó una ceja.
—¿Quieres esperar?
—Sólo… pensé que tendría tiempo para prepararme.
—¿Prepararte?
—Ya sabes… perfume, bonita lencería…
Con un gruñido divertido, Gaston tomó mi muñeca y me sacó con
fuerza
de la silla. Mi pequeño cuerpo golpeó contra el suyo y sus brazos
instantáneamente me rodearon, sosteniéndome contra él. Una mano se
deslizó hacia abajo por mi cadera y alrededor de mi trasero. Lo
apretó
ligeramente y me presionó contra él.
Ahogué un gemido, inclinando la cabeza hacia atrás para encontrar
su
mirada.
—Cariño, la lencería bonita es para seducir a un hombre. Ya estoy
condenadamente seducido.
—De acuerdo, pero…
Su boca me interrumpió, aplastándome contra él, su lengua buscando
entrada inmediata. Su beso fue profundo y mojado y decía “esto no
es una
cita, esto es sexo”. Eso me parecía bien. Gemí y deslicé mis
brazos
alrededor de su cuello y Gaston tomó eso como mi consentimiento.
En un momento estaba en el suelo, al siguiente estaba en brazos de
Gaston, las piernas alrededor de su cintura, las manos en su
cabello
mientras nos besábamos y mordíamos y mordisqueábamos y lamíamos la
boca del otro, aprendiendo el sabor y la sensación del otro.
—Mierda —respondió Gaston, el áspero sonido de la
palabra vibrando
contra mis labios.
Sin tiempo para quejarme porque su boca abandonaba la mía, sentí
el aire
soplar entre mi cabello y estábamos yendo hacia el corredor, por
él, hacia
mi cuarto y luego caía. Golpeé el colchón con un “oof” sorprendido
y miré a
Gaston con indignación.
—¿Era eso necesario?
—Desnúdate —respondió bruscamente, desprendiendo su camisa con
dedos rápidos y ágiles.
—¿Perdón?
Dejó de hacer lo que estaba hacía y se inclinó sobre mí, las manos
a cada
lado de mis caderas en el colchón, su rostro sobre el mío.
—Una segunda propuesta: cuando estemos en la cama, no discutas
conmigo.
—Pe…
—Rocio —murmuró con advertencia.
Mis ojos fueron a su boca, la boca que quería una vez más sobre la
mía. Si
eso significaba no discutir durante el sexo, de acuerdo. Sólo
discutiría con
él cuando no estuviéramos teniendo sexo.
—¿Por qué insistes en llamarme Rocio? —Me aseguré de que mi tono
no
fuera argumentativo, sólo curioso. Porque me sentía curiosa.
Sus labios tocaron los míos, suaves, delicados, y retrocedió, esos
pálidos
ojos suyos brillantes de calor.
—Rochi es un nombre de chica. Posiblemente el nombre de una
marimacho.—Sonrió—. Rocio, por otro lado, es un nombre de mujer. El nombre de una
mujer realmente sexy. —Retrocedió—. Así que desnúdate, Rocio.
De acuerdo. Podía llamarme Rocio.
Me senté y levanté el borde de mi camisa, levantándola sobre mi
cabeza.
La lancé al otro lado del cuarto y me tomé un momento para
observar a
Gaston sacarse su propia camisa. La dejó caer al suelo y la miré,
antes de
dejar que mis ojos fueran hacia arriba. Sonreí con anticipación
ante la
vista y luego mi boca se secó cuando asimilé su torso desnudo.
Gaston se ejercitaba. Realmente se ejercitaba.
La cintura de sus pantalones colgaba bajo mostrando su abdomen
plano y
el sexy corte en v de sus músculos ahí. Me mordí mi labio. Quería
tocarlo.
Mis ojos siguieron su sixpack hasta un pecho fuerte y hombres
anchos. Y
se encontraba envuelto agradablemente en una intachable piel.
—Mierda, Rocio. —Miré hacia arriba y encontré su mirada ardiente
aun
más brillante que antes—. Si sigues mirándome así, esto va a
terminar
mucho más rápido de lo que me gustaría.
Hmm. Eso me gustó. Me gustó que tuviera poder sobre él.
—Bueno, no podemos tener eso. —Sonreí descaradamente, y alcancé
alrededor para desabrochar mi sujetador. El aire frío golpeó mis
pechos
desnudos al dejar caer el sujetador a un lado de la cama y esta
vez fui
tratada por el escrutinio de Gaston.
Sus ojos se desviaron de mi pecho a mi cara y de repente parecía
un poco
enfadado. Me puse rígida en sorpresa.
—¿Sabes lo que ha sido para mí desde aquel día en el piso? Sentado
frente
a ti en los bares, en la cena, sabiendo que debajo de toda la
actitud esta la
fantasía de todo maldito hombre.
Oh, él era bueno.
Sus ojos se estrecharon mientras alcanzaba los botones y
cremallera en
sus pantalones de su traje. La cremallera se deslizó hacia abajo
con
fuerza.
—Voy a hacerte pagar por hacerme esperar para tenerte.
Suena bien.
Alcancé con mi mano y desenrollé mi pelo, dejándolo caer alrededor
de mis
hombros en toda su gloria, temblando mientras la necesidad en los
ojos de
Gaston se agudizaba.
—Bien —concordé con voz ronca.
No sé quién de nosotros se quitó los pantalones más rápido después
de
eso, pero un minuto yo trataba de recuperar algo de control con
toda mi
actitud sexy y pelo. Al siguiente minuto me encontraba sin bragas
en mi
espalda, mis pechos presionados contra el pecho de Gaston, mis muslos
extendidos abiertos para acomodarlo entre mis piernas... y me
miraba
fijamente a los ojos, sin aliento con anticipación.
—¿Qué estás esperando? —murmuré.
Me dio una sonrisa irónica.
—Que te retractes.
Resoplé con molestia.
—Estoy desnuda ¿no?
—¿Y? Lo has estado antes.
—¡Gaston! —Golpeé su hombro mientras se reía suavemente,
Jadeé al pulso de placer que la provocación de la acción causó y
Gaston
gimió en respuesta, sus labios cayendo sobre los míos. Estoy
segura que el
beso iba a ser lento, sexy, atormentando. Comenzó de esa manera.
Pero
semanas anticipando este momento nos hizo a los dos un poco
impacientes. El beso se hizo agresivo, duro, mis manos agarrando
firmemente su cabello, sus manos masajeando mi cintura, mis
costillas,
mis pechos. Mis pechos eran particularmente sensibles, y cuando su
pulgar rozó mi pezón, mis caderas se sacudieron contra él.
—Te gusta eso, nena —murmuró, en realidad no preguntando ya que la
respuesta era obvia. Sus labios dejaron un camino de besos por mi
mandíbula y cuello, mis manos deslizándose fuera de su pelo hasta
los
hombros mientras se detuvo en mi pecho derecho. Colocó un suave,
deliberado beso a la subida de él y juro que dejé de respirar.
Otro beso.
Otro.
—Gaston… —rogué.
Lo sentí sonreír contra mi pecho justo antes de sentir el calor
húmedo de
su lengua contra mi pezón mientras sus labios se cerraron alrededor
de él,
tirando profundamente. Una lanza afilada de la lujuria se disparo
a través
de mi .
—¡Dios, Gaston!
Hizo lo mismo con el otro pecho y me encontré inclinando mis
caderas
contra él, parecía incluso más impaciente. Por otra parte, había
sido más
tiempo para mí.
—Amor —su voz retumbó por encima de mí mientras su mano se deslizó
hasta mi cadera, deteniéndome—, ¿estás lista para mí ya, Rocio?
Sí. Dios sí. —Gaston…
—Respóndeme. —Podía sentir su mano moviéndose hacia abajo; sentir
el
roce de sus dedos alto en la cara interna de mi muslo,
provocándome—.
Dime que estás lista para mí.
Cuando pensé acerca de esto más tarde, no podía creer que no
estaba
avergonzada por su pregunta, o su demanda. O cuán excitada cedía a
esa
demanda.
—Estoy lista para ti —susurré contra su boca.
Satisfecho me beso, un beso profundo, explorador, y su lengua se
deslizó
sobre la mía mientras sus dedos recorrieron una pulgada más arriba.
Me
sacudí al primer toque de ellos rozándome.
En respuesta, el beso de Gaston se hizo más
duro, su toque más suave. Mis labios se separaron de los suyos en
un
gemido
sus labios en mi cuello mis manos se aferraban a la espalda
desnuda de Gaston mientras buscaba ese “más”.
—Más —supliqué.
Y me dio más,
—Sí —suspiré, sintiéndolo enroscarse y apretar.
Se frotó contra mí, provocativamente, y quería agarrar su trasero
y obligarlo a entrar.
Pero se aferraba a mis muñecas, sonriendo como si supiera
exactamente lo
que pensaba. Como tortura, movió sus caderas, provocándome más.
—Gaston —gruñí con impaciencia.
Esto sólo lo hizo reír.
—¿Qué, nena?
—Si no te das prisa, voy a retractarme.
—Bueno, no podemos tener eso. —Empujó duro dentro de mí y gemí,
poniéndome rígida ante el estremecimiento de incomodidad que sentí
mientras mi cuerpo luchaba por aceptar su tamaño.
El cuerpo de Gaston se tensó, sus ojos en mí.
—¿Estás bien?
Asentí, exhalando mientras mi cuerpo se relajaba a su alrededor.
Su agarre en mis muñecas aflojó, pero no me dejó ir. En su lugar,
hizo un
movimiento hacia adelante tentativamente, su mandíbula
bloqueándose,
sus ojos cerrándose como si estuviera en dolor.
—Jesús, Rocio —susurró con voz ronca—. Estás tan jodidamente
apretada.
Levanté mis caderas, incitándole a moverse, sintiendo el placer
comenzar a
enrollarse de nuevo, sintiéndome llena de él y desesperada por
satisfacción.
Bajó su cabeza y me besó suavemente y cuando se retiró su
sonrisa arrogante estaba en su lugar. Entró más profundo dentro de
mí,
sus manos moviéndose hacia arriba de mis muñecas para que sus dedos
pudieran enredarse con los míos. De esta manera, me sostuvo
mientras se
movía suavemente dentro de mí y
tirándome hacia atrás.
—Más fuerte —jadeé.
Sus labios rozando mi oído.
—Pídelo, Rocio.
—Gaston, más fuerte. más duro.
Levanté mis caderas y Gaston se estrelló de nuevo en mí. Grité,
arqueando
mi cuello. Gimió contra mi oído mientras empujaba duro, nuestros
cuerpos tan enfocados en alcanzar el clímax, sus manos soltaron
las mías.
Inmediatamente agarré firmemente sus caderas y tomó mi trasero,
inclinándome más alto para que su pene pudiera deslizarse más
profundo.
—Gaston, Gaston...¡Oh Dios! —grité
Sus ojos se agrandaron mientras me miraba
Cerré mis ojos, desesperada
por romper la conexión entre
nosotros en ese momento y sentí la cabeza de Gaston caer en el
hueco de
mi cuello mientras se estremecía, su gruñido profundo
Se relajó en mí, su aliento caliente en mi cuello mientras ambos
luchábamos por respirar con normalidad. Mis músculos se sentían
cálidos
mis muslos descansaban contra los bordes superiores de los
suyos. Olíamos a sudor fresco y sexo, y yo todavía latía a su alrededor.
Guau.
El. Mejor. Sexo. Que. He. Tenido.
Gaston besó mi cuello y levantó su cabeza, sus rasgos suaves con
satisfacción.
—Rocio —murmuró antes de que me besara lentamente, húmedo y
profundo. Cuando se retiró, se deslizó fuera de mí con cuidado,
rodando a
su lado, su mano acariciando tiernamente a través de mi vientre al
hacerlo.
Lo miré fijamente, preguntándome muchas cosas.
¿Había sido tan desestabilizador para él?
¿Y qué pasó ahora? ¿Por qué se encontraba tendido allí, mirándome?
Levanté la vista hacia el techo, desconcertada por esa mirada
suave en sus
ojos.
—Um... gracias.
Sintiendo el colchón agitarse, volví mi cabeza en la almohada para
encontrar a Gaston riéndose de mí.
—¿Qué?
Negó con la cabeza, claramente divertido por mí por alguna razón.
Se
inclinó y presionó otro beso en mi boca.
—De nada. —Sonrió, su pulgar rozando mi labio inferior—. Y
gracias.
Malditamente buen sexo, nena.
Me eché a reír. Por alivio. Por histeria. Por incredulidad.
Acababa de tener sexo, sexo fenomenal, con Gaston Dalmau. Y estaba
bastante segura de que íbamos a hacerlo de nuevo en algún momento.
Y
yo quería.
Pero en mis términos.
—Voy a limpiar. —Salí de la cama, imperturbable por mi desnudez
desde
que había dejado perfectamente claro que le gustaba lo que veía.
Mientras
paseaba casualmente por el pasillo hasta el cuarto de baño,
esperaba que
Gaston supiera lo que “voy a limpiar" realmente quería decir:
para el
momento en que volviera a la habitación, estuviera
vestido y listo para salir.
Pero cuando regresé del baño, estaba todavía en la cama,
esperando por mí.
Tiré mis manos a mis caderas, poniendo mala cara frunciendo el
ceño.
—¿Qué estás haciendo? ¿No deberías estar vestido?
Esbozó una sonrisa burlona en mi dirección.
—¿Sabes lo sexy que estás ahora?
Puse los ojos en blanco.
—Gaston.
A mi tono de advertencia, su sonrisa desapareció y se sentó.
—No me voy todavía.
—¿Pero te vas a ir?
No respondió verbalmente. En su lugar, se acercó y agarró mi mano,
arrastrándome a la cama. Demonios era fuerte.
—Gaston —me quejé cuando me encontré a su lado, con los brazos
alrededor de mí.
Me besó en la frente.
—Hueles bien.
Uh ¿qué?
Eché un vistazo por debajo de mis pestañas para ver que había
cerrado los
ojos.
¿Hablaba en serio? ¿Pensaba que iba a dormir conmigo?
Me retorcí fuera de su agarre y me di la vuelta, meneándome, mi
espalda
hacia él, esperando que tomara mi insinuación. No hubo suerte.
Segundos
después, su fuerte brazo estaba alvededor de mi cintura, con la
mano
plana contra mi estómago, y mi cuerpo se deslizaba a través de la
sabana,
chocando contra el suyo.
Su brazo se apretó alrededor de mí, su frente caliente contra mi
espalda.
Sentí el estremecedor tacto suave de sus labios contra mi hombro.
—Buenas noches, nena.
Aturdida, me quedé en silencio por un momento.
Esto no era lo que yo había esperado. No en absoluto. Ciertamente
no
gritaba: “¡somos compañeros sexuales solamente!”.
Y se sentía bien.
Y atemorizante.
—¿Estamos... acurrucándonos? —pregunté en voz alta, tratando de
insertar mordacidad en mi tono y fallando.
Sentí el resoplido de su aliento en mi cuello.
—Duérmete, nena.
¡Uh... no!
Como si sintiera mi escape inminente, Gaston tiró de mí con más
fuerza
contra él, empujando su pierna entre las mías, enganchando alrededor
de
una de ellas.
—Ve. A. Dormir.
Un idiota mandón.
—Acurrucarse no estaba en los términos de nuestro acuerdo.
Me ignoró. Después de un minuto o dos de silencio oí su
respiración se
equilibro. ¡Realmente iba a dormir! Traté de moverme pero sus
músculos
sólo se flexionaron en señal de advertencia y no fui lo
suficientemente
fuerte como para escapar.
Así que me quedé allí, esperando.
Me sentía maravillosamente cansada por todo el sexo increíble, y
el sueño
parecía el cielo, pero estaba determinada a que no iba a dormir en
sus
brazos. Eso era sólo un poco demasiado... como una relación.
Obligándome a permanecer despierta, me quedé en sus brazos durante
media hora, hasta que sentí su cuerpo relajarse completamente.
Mordiendo mi labio para sofocar cualquier respiración pesada que
pudiera
ser causada por el esfuerzo de tener que moverme como un ninja,
levanté
su brazo con la mayor suavidad posible y moví mi pierna de debajo
de la
suya.
Me congelé.
Juro que pensé escuchar su respiración cambiar.
Escuché cuidadosamente, relajándome a los sonidos de su
respiración
equilibrada.
Furtivamente, en silencio, me moví alejándome de él, flotando
cerca de la
orilla, mis piernas descendiendo hasta el suelo. Mi trasero estaba
justo
fuera de la cama cuando me encontré de nuevo siendo tirada con tal
fuerza que reboté en el colchón con un grito ahogado.
Mi corazón latía con fuerza contra mis costillas mientras Gaston
expertamente me reacomodaba de nuevo, moviéndose tan rápido que
estaba debajo de él en cuestión de segundos, mis muñecas clavadas
por
encima de mi cabeza y su cuerpo a horcajadas sobre el mío.
No se veía feliz.
—¿Mierda, podrías dormirte?
Lo fulminé con la mirada.
—No contigo en mi cama. Esto no era parte del trato.
—Uno: Compré la cama. Dos: es sólo dormir, Rocio.
Ignoré el comentario de la cama ya que era verdad.
—No. Es acurrucarse. Dijiste que era sólo sexo. No acurrucarse.
nos divertimos, te vas a casa. Ese es el trato.
Me estudió con atención por un momento y luego bajó la cabeza
hasta que
sus labios casi se tocaban los míos.
—
nos divertimos y luego nos acurrucamos. No voy a casa. No
voy a casa porque a veces en mitad de la noche me despierto, y cuando
me
despierto, quiero hacerlo de nuevo. Y por alguna razón
incomprensible, la persona que
quiero eres tú. Ahora, sólo voy a decir esto una vez más.
Duérmete.
Me dejó ir sólo para caer a mi lado y acercarme de nuevo contra
él.
Acurrucándome.
Apreté la mandíbula.
—¿Y que si no quiero ser despertada para que puedas tenerlo a tu
manera
conmigo?
Presionó su cara en mi cuello y lo sentí sonreír contra mi piel.
Me dio un
beso y se retiró.
—Por qué no te doy un adelanto de lo que pretendo hacer con el fin
de
despertarte.
Y entonces yo estaba de espaldas otra vez mientras Gaston besó su
camino por mi cuerpo. Sabiendo lo sensible que era, se detuvo en
mis
pechos, una mano jugando con mi pezón, su boca chupando el otro.
Suspiré, iluminándome por él, la pelea totalmente olvidada.
mis caderas inquietas. Y él lo sabía también.
Levantando su cabeza de mis pechos, besó entre ellos y siguió una
línea
invisible por mi torso, metiendo su lengua en mi ombligo, y
moviéndose
más abajo
—Gaston —gemí —¡Gaston! —exploté contra él
Mi cuerpo se estremeció con más espasmos mientras se
arrastraba de vuelta a mi lado.
Bueno, eso había sido igual “fuera de este mundo increíble” como
el último
que me había dado.
Me quedé allí jadeando, mirando al techo en un aturdimiento
maravilloso
hasta que Gaston apareció sobre mí de nuevo. No dijo una palabra,
pero
cuando se inclinó y me besó,
movía su lengua contra la mía, sentí como si la profundidad de ese
beso lo
decía todo por él.
Había hecho su punto.
Mis miembros inútiles no protestaron cuando me encontré en sus
brazos
otra vez.
Acurrucándome.
—Buenas noches, nena. —Su voz retumbó en mis oídos.
—Buenas noches —murmuré, mis ojos revoloteando cerrándose.
Luego fueron apagadas las luces. adaptacion.

ASDFGHJKAETOPADGKJFGJGHDGJFGK. Que gran capitulo. Rocio es muy testaruda, no se, nunca use esa palabra pero creo que da a la ocasión. Y Gaston, nada, es tan lo más el chabon. Este capitulo se paso, se re paso. Quiero el proximo!
ResponderEliminarAhh bueeee.. Que capitulo!!!!... Mas que solo sexo ahí hay mas... Gastón lo dejo claro. Espero el próximo capppp.
ResponderEliminarme encanto!!!! subi pronto el proximo besos
ResponderEliminarsos una genia
ahhh bueno, estan one fire!!!!!
ResponderEliminarquiero el proximo yaaa!!!!
no tardes en subirlo, amo la nove!!!!
besos :)