jueves, 18 de abril de 2013

entre sueños, capitulo veinticinco FINAL


La mansión era bellísima.
Todo lo que Rochi había imaginado viendo su exterior, se le quedó pequeño al encontrarse en el interior con un amplio hall, una escalera de mármol y una enorme lámpara de brazos y lágrimas de cristal.
Pablo disfrutaba viendo su rostro sorprendido. Se sentía dichoso. El día anterior rochi había regresado al piso que compartía con Lali. Opinaba que ése era un paso importante. Que ahora le tocaba a él. Tenía que volver a enamorarla, convencerla de que seguía siendo el hombre de su vida. No le cabía ninguna duda de que lo conseguiría. Por lo pronto, sus ruegos habían conseguido que esa tarde le acompañara a ver su regalo.
—He hablado con expertos —dijo, siguiéndola por la escalera—. Con muy pocos cambios se podrá convertir en un hotel, y siempre respetando el carácter de la casa. Aunque todo se hará como tú quieras, mi amor. Tiene que quedar tal y como siempre lo has imaginado.
Rochi no respondió. La entrada al palacete la había enmudecido y continuó igual de callada mientras recorría las estancias del piso superior. Se fijó en la riqueza con la que estaban decorados techos y paredes, y descubrió que hasta los muebles quedarían perfectos en un hotel de lujo bien diferenciado de todos cuantos había visto.
Su contención contrastaba con la euforia de Pablo.
—Que no te preocupe el dinero, cariño —dijo él con satisfacción—. Puedes contratar a los mejores profesionales. Yo correré con todos los gastos —aseguró, acercándose a uno de los ventanales.
Descorrió las cortinas para que el frondoso jardín invadiera la habitación, y se detuvo ante el cristal para admirar el espectáculo.
Rochi contempló su figura, perfecta y elegante, dibujada sobre los hermosos colores del otoño. No lo imaginaba limpiando cuadras. En realidad no lo concebía haciendo algo que no careciera de glamour. Él había nacido para vestir carísimos trajes, conducir coches de lujo, desayunar con caviar y champán. Daba igual cómo había conseguido llegar hasta allí, porque, sin ninguna duda, aquel era su sitio.
Pablo dejó de observar el exterior y se volvió. La felicidad de encontrarse con la sonrisa y la mirada de admiración de rochi le incitó a ir un poco más lejos. Se acercó a ella despacio, con su eterno aire seductor, y la tomó por la cintura.
—Vamos a ser muy felices, mi amor—susurró, acariciándola con los ojos—. Por fin tendremos todo lo que hemos soñado. Y estaremos juntos para siempre.
Se inclinó para besarla y todo su cuerpo se estremeció en cuanto rozó sus labios.
De pronto, todo lo que había padecido por su larga ausencia quedaba en el olvido y sólo podía pensar en que volvía a ser suya, esta vez para siempre. Porque estaba seguro de que ya no cometería ni un solo error con ella. El ya no era esclavo de nadie, ni siquiera de sí mismo. Era un hombre libre, rico y poderoso que soñaba con que llegara el momento de encadenarse para siempre a su amada rochi.
Después ordenaría que fundieran la llave que cerraba los grilletes.



Dormir en la habitación de Rochi era una tortura, pero Gaston seguía haciéndolo cada noche desde que ella se había ido. Si cerraba los ojos y se dejaba envolver por el aroma que quedaba entre las sábanas, casi podía creer que aún la tenía a su lado. Era un martirio, sí, pero él quería sufrirlo. Quería atormentarse con su olor porque sabía que pronto desaparecería y entonces sólo le quedaría el recuerdo, como una cicatriz imborrable.
Tres noches amándola y llorándola en silencio comenzaban a pasarle factura. No era sólo el aspecto desaliñado de su barba de esos tres días. Era la tristeza de sus ojos verdes, sus profundas ojeras, sus hombros caídos, su caminar cansado...
Buscaba trabajos absurdos para mantenerse ocupado todo el día. Creía que si la noche le encontraba muerto de cansancio, conseguiría dormir; pero nada cambiaba. La mayor parte de las horas las pasaba en vela, con la mirada en las sombras del techo y pensando en ella. Sólo en ella.
Eran cerca de las seis de la mañana cuando sonó el móvil que tenía sobre la mesilla. El fatigado corazón de
Gaston se comprimió al ver el nombre de nicolas en la pantalla.
Respiró tranquilo en cuanto escuchó su grito de euforia.
—¡Soy padre! Tengo la nena más bonita del mundo —exclamó, henchido de felicidad.
La noticia le alegró y trató de sonreír, pero no pudo hacerlo. Era como si, al intentarlo, en lugar de curvar los labios doblara sobre sí mismo su agonizante corazón... y dolía. Sonreír le provocaba un dolor más inclemente que el que le mortificaba cuando se dejaba ahogar por las lágrimas.
—Felicidades, papá—bromeó sin fuerzas, apartando el teléfono del oído—. ¿Eugenia está bien?
—Está perfecta, estupenda, feliz —dijo, ya sin gritar—. La nena tenía prisa y no ha querido esperar otro mesecito, pero todo ha salido bien. Tienes la sobrina más preciosa que te puedas imaginar.
A Gaston, la feliz noticia le sabía agridulce. Tenía tanta tristeza en el cuerpo que se le mezclaba con el resto de sus sentimientos. Comenzaba a creer que se había diluido en su sangre y que no podría deshacerse nunca de ella.
Ninguna de sus respuestas supo transmitir lo que de verdad sentía. nico aguardó hasta asegurarse de que no eran imaginaciones suyas.
—Te encuentro extraño —dijo al fin— ¿Qué está pasando?
—Son imaginaciones tuyas —respondió Gaston, frotándose el escozor de los ojos—. Me has pillado medio dormido y me has emocionado.
—¡No jodas, tío! —aulló con impaciencia—. Nos conocemos bien y sé que te pasa algo.
—Vamos, nico —exclamó, mostrándose animado—. ¿Todos los padres os volvéis tan sobreprotectores o sólo tú? —emitió una risa que sonó muy veraz—. Se me han pegado las sábanas. Eso es todo.
—¿Es por la finca? —insistió, haciendo caso omiso a su disculpa—. Si es por eso sabes que yo estoy dispuesto a ayudarte.
—Tenemos que hablar del dinero que puedo llegar a necesitar, es cierto —reconoció. Se sentía en la obligación de cumplir la promesa que le hizo a Ignacio—. Pero éste no es el momento. Acabas de ser padre y tienes que celebrarlo junto a tu preciosa mujer. Y vuelvo a decirte que todo está bien, nada me preocupa.
—Si te estuviera ocurriendo algo me lo dirías, ¿verdad? —preguntó con voz grave.
—Claro que te lo contaría—dijo Gaston apretando los párpados—. Siempre lo he hecho, ¿no?
Se hizo un silencio en el que Pablo sopesó las respuestas. Al final se rindió a la evidencia: sólo podía creerle, de momento.
—Lo comprobaremos en cuanto vengas a conocer a tu sobrina.
No era un farol. Cara a cara ninguno de los dos hermanos era capaz de ocultarse nada. Ni lo bueno ni lo malo. Ya en su visita, Gaston no había logrado convencerle de que no estaba enamorado de Rochi. Lo supo cuando se apartó, fingiendo interesarse por el parque y nico le respondió con silencio.
Por eso, antes de colgar, Gaston le dijo que iría a verles en uno o dos días; cuando dejara en marcha algunas cosas que no detalló. Pero él sabía que necesitaría mucho más que unos días si no quería presentarse ante la familia en aquel estado lamentable.
Una sobrina. ¿Por qué no podía mostrar la alegría que le causaba la noticia?, se preguntaba Gaston, enterrando el rostro contra la almohada. ¿Iba a ser siempre así; la tristeza iba a dominar al resto de sus emociones? Pensó que tal vez de ese modo se comenzaba a morir de pena.
Perfecto, dijo en voz alta. La muerte lo iba a pasar en grande con él, porque su dolor era inmenso y sus ganas de luchar, ninguna.
La puerta de la borda se abrió de golpe. Gaston levantó la cabeza y escuchó los pasos acelerados por el corto pasillo. Nachito, con el rostro desencajado y la respiración agitada, irrumpió en la habitación.
—¡El lobo!
Gaston saltó de la cama como si las sábanas se hubieran transformado en las llamas del infierno.
Maldiciendo en todos los idiomas que conocía, se puso el pantalón y se calzó las botas. No había tiempo para ajustarse nada. Con el torso desnudo y el resto de ropas en las manos, corrió a por el botiquín mientras ordenaba a Nachito que pusiera en marcha el Land Rover.


Antes de que Nachito detuviera por completo el todoterreno, Gaston abría la portezuela y descendía de un salto para correr hacia el rebaño. La angustia le desgarraba las entrañas y le comprimía los pulmones. Respiraba como si la distancia entre la borda y la sierra la hubiera hecho a la carrera y en línea recta, escalando las empinadas laderas de la montaña.
Durante el ascenso en el Land Rover, habían organizado cómo harían las cosas.
Vicco y Nachito saldrían para reagrupar al ganado que con toda seguridad habría huido despavorido. Gaston se encargaría de atender a las ovejas heridas y de acabar con el sufrimiento de la que no tuviera solución antes de incorporarse a la búsqueda. Luca no se presentó.
Al parecer, el chico pasaba algunas noches fuera de casa y el desastre le había descubierto. Su hermano le había dejado mensajes en el móvil explicándole lo ocurrido. Ahora confiaba en que los viera antes de que llegara a la finca y entrara a los establos fingiendo que acababa de levantarse.
En la cima les recibió el olor acre e irrespirable de la muerte y una imagen desoladora. Sólo un pequeño grupo de ovejas permanecía allí, apretadas unas contra otras, como si pretendieran fundirse en una sola. No demasiado lejos, los cuerpos ensangrentados y sin vida de otras tres daban una idea del terror que había empujado al resto del grupo a huir en estampida. No estaban devoradas. Tan sólo tenían el desgarro mortal en sus gargantas. Eso les hizo pensar que, a pesar de todo, Thor había conseguido hacerlos huir.
El corazón de Gaston se encogió hasta caberle en un puño al no ver al mastín. Si se encontraba bien estaría intentando reunir a los ejemplares perdidos. Pero, ¿y si no estaba bien? Ese pensamiento aumentó su angustia. Emitió un fuerte silbido que se dispersó por la montaña que emergía de entre la niebla matinal que aún cubría el valle. No obtuvo respuesta y maldijo entre dientes mientras se agachaba junto al ganado herido, oteando a su alrededor por si aparecían Vicco, Nachito... Thor.
Con el contenido de la pequeña maleta de cuero que acondicionaba el botiquín, fue desinfectando mordiscos y dolorosos desgarros, estos últimos más difíciles y lentos de sanar. Por fortuna, ninguno de ellos había sido hecho en el cuello. Una oveja lastimada de esa forma no cuenta con ninguna posibilidad de salvación. A los animales que encontró en peor estado, después de una primera cura los metió en la parte trasera del Land Rover. Desde allí silbó de nuevo, esta vez con toda la potencia de la que fue capaz.
Terminó de curar el resto de las lesiones con la ansiedad clavada en tantos frentes que continuaba sin poder respirar con normalidad. Estaba en estado de alerta, apretando la mandíbula y agudizando el oído. De modo continuo levantaba la cabeza en busca de alguna señal, de alguna presencia.
Oteaba una vez más el ondulante horizonte que se dibujaba sobre las montañas cuando la imagen del mastín apareció sobre una ladera, y al fin respiró con alivio en medio de tanta desolación. El animal asomaba con aspecto lastimoso, cojeando y con su hermoso pelaje blanco ensangrentado. Se emocionó cuando le vio sacar fuerzas, sólo Dios supo de dónde, para arrancar a correr hacia él, hacia su amo, hacia su cobijo.
Se levantó para recibirle y evitar que su fuerza le lanzara contra el suelo. Volvió a agacharse cuando lo tuvo quieto, a su lado.
—Me alegra verte, amigo —dijo, tratando de tranquilizarle con caricias—. Te has portado como un valiente.
Buscó heridas. Las más visibles y escandalosas estaban en el hocico y en las mejillas. Pero había más.
Tenía dentelladas en los hombros y en la grupa. Eso no se lo había hecho un solo animal. Por suerte, Thor era un perro fuerte y astuto. Con cualquier otro las primeras bajas habrían ascendido a mucho más que a tres ovejas muertas.
—Tranquilo. Saldremos de ésta —prometió cuando le oyó gemir de dolor—. Tú y yo somos duros. No podrán con nosotros ni alimañas ni... ni la ausencia de ninguna mujer—dijo, cuando sentía que entre el ataque al ganado y la soledad que le estaba matando, se le cerraban todas las salidas por las que salir a flote.
Le costó que se tumbara en el suelo para examinarlo con cuidado. Comenzaba a derramar desinfectante sobre el hocico cuando escuchó el sonido de la moto de Luca. Ese muchacho se estaba convirtiendo en un hombre sin que se hubieran dado cuenta. Pensó que tal vez debería encontrar un momento para hablar con él y...
Levantó la cabeza y su corazón, que ya bombeaba acelerado desde que escuchó nombrar al lobo, se precipitó hasta hacerle creer que acabaría estallándole en el pecho.
Nadie le había preparado para aquello. Nadie habría podido hacerlo.
Sus pulmones de quedaron sin aire y, aún rodeado de aquella inmensidad, no fue capaz de llenarlos de nuevo. Sintió que se ahogaba, como un indefenso pez sin agua. Detuvo las manos, de pronto congeladas, sobre el cuerpo caliente de Thor, y respiró despacio, con una calma que ocultaba un interior agitado y confundido.
Ella estaba allí, detrás de Luca, como si de modo inconsciente buscara su protección. Protección tal vez contra la angustia de encontrarse con una tragedia inenarrable, la angustia de descubrir que el plácido mundo en el que había vivido durante meses también podía romperse y desangrarse.
Sin embargo no miraba a su alrededor, sino a él. Lo hacía con ojos húmedos y la barbilla temblorosa, con aspecto de estar necesitando consuelo. Pero él no podía dárselo; tenía el alma llena de amargura. Una amargura que llevaba mortificándole tres días, que lo seguiría haciendo cuando Rochi se hubiera ido después de esa inesperada y dolorosa llegada.
Sólo la había mirado un instante.
Un instante que bastó para que ella pudiera ver en sus ojos un sufrimiento denso, un vacío mortal. No imaginó que si hubiera llegado una hora antes, cuando el desastre en el que le encontraba sumido aún no había ocurrido, esos ojos habrían mostrado el mismo padecimiento, la misma desolación.
Luca sintió la necesidad de disculparse. La dificultad la encontró en el orden en el que debía hacerlo.
—Siento el retraso, Gaston —metió las manos a los bolsillos, ladeando la cabeza hacia Rochi—. La encontré en la finca y... —Ninguno de los dos le miraba ni le atendía—. Bueno... creo que... voy a buscar al ganado. —Por fin reaccionó, alejándose a la velocidad del rayo. El momento era dramático y no había tiempo que perder.
Rochi, sobrecogida por la situación y por la indiferencia que le mostraba Gaston, no se atrevió a moverse. Fue él quien rompió el silencio que parecía separarles más de lo que lo habían hecho, durante los últimos días, los quinientos kilómetros reales.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, con voz tan poco firme como los dedos con los que abría un nuevo paquete de gasas.
—Lamento haber llegado en un momento así—dijo, a punto de entrar en llanto—. Vine porque quería hablar contigo, pero... —resopló varias veces seguidas para tranquilizarse. De pronto se fijó en las ovejas muertas—. Esto es horrible.
Su sobresalto y el temblor de su voz le bastaron a Gaston para entender lo que le ocurría.
—No las mires —aconsejó sin levantar la cabeza—. No es un espectáculo agradable —suspiró mientras empapaba unas gasas en yodo—. No deberías estar aquí.
—No sabía esto cuando salí hace un rato. Pero ya que he venido —dijo, incapaz de explicarse de otro modo—, dime en qué puedo ayudar.
—Ayudarás si no haces nada —dijo en tono seco mientras oteaba a su alrededor por si alguno de los chicos regresaba con peores noticias de las que ya tenían.
Rochi no dejó que su aspereza la hiriera. Podía disculparle cualquier cosa después de ver el desastre que afrontaba y el dolor en el que se estaba ahogando.
—Sé que éste no es un buen momento... Necesito hablar contigo, pero... pero no quiero molestar.
—No lo haces —sonó más brusco de lo que pretendía, pero no hizo nada por cambiar el tono—. Si quieres decirme algo hazlo ahora, porque no pienso estar toda la vida hablando de algo que ya terminó. Creí que lo habíamos dejado todo claro.
Rochi se encogió en el interior de su cazadora y buscó con los ojos la siempre fiel serenidad de las montañas. Se puso a hablar sin demasiadas esperanzas de que Gaston la atendiera. Pensó que en aquel momento su cabeza debía de estar en tantas cosas, que no le quedaría ni espacio ni deseos de interesarse por sus reclamaciones.
—Quiero rehacer mi vida —empezó a explicar—; romper con todo y comenzar de nuevo.
Gaston contuvo la respiración. Por un breve instante sus ojos se alzaron hacia ella, pero dominó aquella debilidad. Con la cabeza baja asimiló el significado de sus palabras: su historia con Pablo había terminado. Se alegró por ella..., se alegró por él mismo. La tortura eterna de saberla en brazos de otro hombre sería menos lacerante si no la imaginaba en los de alguien que no la mereciera. Había renunciado a ella para que fuera feliz; feliz por completo.
—No puedo hacerlo si voy dejándome puertas abiertas —insistió Rochi ante su silencio—, y... hay una duda que no me deja cerrar la nuestra.
Gaston no hizo ningún gesto que mostrara que estaba prestando atención. La inquietud que le provocó su última frase se fundió con el caos doloroso que descarnaba su interior. ¿Qué más tenía que hacer, además del sacrificio inmenso de mantenerse lejos de ella? ¿Pasar otra vez por el cruel proceso de perderla? Cómo hacerlo, si no sabía de dónde iba a sacar la fortaleza que necesitaba para herirla y herirse de nuevo.
Tomó una gran bocanada aire mientras lanzaba una mirada fugaz hacia la zona por la que había desaparecido Traian. Terminó de aplicar yodo en las heridas del hocico de Thor para comenzar a desinfectarle las dentelladas del hombro.
Pero Rochi sabía muy bien lo que ella buscaba. Si tenía que aprender a vivir sin Gaston, lo haría, pero sin incertidumbres. Recordaba todas sus declaraciones de amor, todas sus promesas de felicidad, pero ni una sola vez le había oído decir «aquellas» palabras. Necesitaba escuchárselas para no torturarse con ideas estúpidas; para enterrar aquella esperanza que a veces se empeñaba en resucitar.
—He repasado multitud de veces todo lo que ocurrió los últimos días entre nosotros —reconoció sin pudor—, y en ningún momento me dijiste que... que no me amabas.
No se lo dijo entonces ni se lo diría ahora. Gaston rogó por que no le pidiera una prueba tan simple y a la vez tan condenadamente difícil de realizar. Respiró aliviado cuando las palabras de Rochi parecieron cambiar de rumbo.
—Ayer estuve con Bessolla —dijo, y buscó con dedos temblorosos en el interior de un bolsillo—. He dado muchas vueltas a mi herencia y al final he entendido que lo más justo es que todo pase a tus manos. Es lo que el abuelo deseaba de todo corazón y es lo que tu fidelidad hacia él y hacia este sitio merece.
Gaston se sintió avergonzado. Comprender hasta qué punto le amaba esa mujer le hacía juzgarse pequeño y miserable. Él sólo le había provocado dolor y, a cambio, Rochi reaccionaba entregándole la prueba más palpable de que no existía en el mundo nada que le importara más que él. Había pensado que Pablo no la merecería, y ahora descubría que a él le ocurría lo mismo. Ningún hombre era merecedor de un amor tan grande y desinteresado.
Continuaba atendiendo a Thor con dedos trémulos mientras esperaba que alguno de los chicos apareciera con ganado o con noticias, cuando escuchó el sonido de un papel al ser desdoblado.
—Este documento lo redactó Bessolla —explicó Rochi—. Puedes leerlo y verás que todo está en orden. Sólo quiero algo a cambio —suspiró, y aguardó en vano a que él la mirara—: Dime que no me amas, que no me has amado nunca, y todo por lo que llevas años luchando será tuyo.
Rochi soltó el papel, que se balanceó en el aire hasta caer con suavidad sobre las piernas de Gaston. El apretó la mandíbula. ¿Qué quería ella que hiciera? ¿Vender su alma a cambio de unas tierras y ganado? Se tragó un grito de rabia al entender que eso era lo que él había conseguido; que ella lo considerara un rastrero codicioso.
Debía de sentirse satisfecho por su logro, pero no lo estaba. Le dominaban sentimientos contradictorios. Quería que ella dejara de amarle, pero a la vez le espantaba la idea de que lo hiciera.
Incapaz de responder, pasó a desinfectar la herida de la grupa del mastín.
Rochi suspiró con fuerza. Era consciente del sufrimiento en el que estaba hundido, y entendía que no tuviera la cabeza para preocuparse por herencias.
—Sé lo que esto significa para ti —dijo ella con una profunda pena—. Entiendo que hoy tienes mucho que hacer y no puedes pensar en lo que te estoy proponiendo. Hablaremos cuando te encuentres mejor.
Resignada, se dispuso a bajar caminando hacia el valle.
Gaston escuchó sus pasos alejándose mientras se preguntaba cómo podía ser tan necio. Él le había fallado y, aun así, ella estaba allí para mostrarle una vez más sus sentimientos. A cambio sólo esperaba la misma honestidad aunque lo que tuviera que escuchar resultara despiadado.
Esperó hasta que comprendió que ella no se detendría si él continuaba en silencio.
—Ya lo hice una vez —dijo con voz desgarrada y sin levantar los ojos.
Rochi se estremeció al escucharle; esa voz herida le había atravesado la espalda hasta alcanzarle el corazón. Se giró despacio. Él seguía arrodillado junto a Thor, con la cabeza baja y las manos ocupadas en reparar daños.
Gaston escuchó los pasos que se acercaban despacio, y continuó:
—Dejé que alguien que me amaba renunciara a sus sueños por quedarse a mi lado. Y ése fue el principio del fin.
Rochi suspiró, sobrecogida. Se detuvo junto a él, acariciándole con los ojos la nuca que dejaba al descubierto su cabeza inclinada.
—Ella había estudiado periodismo... Era su pasión —contó en voz baja—. Durante la carrera participó con pequeñas colaboraciones en algunos periódicos. —Thor gimió y Gaston le acarició el lomo. Después puso más cuidado al impregnarle la herida con yodo—. Vivíamos juntos cuando la llamaron de una de esas publicaciones. Tenían una vacante que querían ocupar con un extranjero. Casi sin tiempo para pensarlo, tenía que responder sí o no, y era definitivo, porque ella era la primera en una lista en la que nadie contestaría con una negativa.
Agrupó en un extremo del botiquín las gasas usadas, cerró recipientes, ordenó utensilios. Y lo hizo despacio, como si cada gesto le provocara algún padecimiento. Era el esfuerzo de mostrarse distante lo que le mortificaba. Comprendía que ninguna dificultad, ninguna pérdida, ningún dolor podía compararse al profundo tormento que le estaba destrozando desde que había escogido agonizar lejos de ella. No importaba si el cielo se le caía encima o el suelo se abría bajo sus pies. Respirar sin ella sería eternamente su mayor angustia.
Rochi llegó a pensar que no continuaría con su explicación. Verle tan hundido le partía el alma. Miró hacia el valle, cubierto aún por una esponjosa niebla matinal y sobre ella las montañas, unas tapizadas de verde y otras rocosas, que se dibujaban con orgullo sobre un amanecer azul.
Inspiraba para aguantar las lágrimas cuando volvió a escuchar su voz.
—Yo tenía mi clínica veterinaria —dijo, acariciando a Thor con suavidad—. Era un momento crucial y no podía acompañarla. Le pedí que se quedara —agitó la cabeza con pesar—. Y lo hizo.
—Te amaba —expresó Rochi abrazándose a sí misma para controlar sus temblores.
—Sí—respondió Gaston, mirándola al fin con una profunda tristeza—. Me amaba, y eso debió haberme bastado para pedirle que se fuera en busca de su gran sueño. Pero no lo hice.
—A veces el amor es más importante que el resto de cosas —opinó, comprendiendo que aquella mujer hubiera querido dejarlo todo por él.
—Eso no es cierto —dijo con amargura, poniéndose en pie—. Eso es muy hermoso y altruista al principio. Después la frustración comienza a carcomerte por dentro y empiezas a buscar culpables. —Cerró los ojos y se frotó la mandíbula y el cuello. Rochi pudo escuchar el roce áspero contra su barba—. Al final el amor se acaba y sólo queda resentimiento por lo que la otra persona te hizo —aseguró bajando la cabeza.
—¿Y qué tiene que ver esto con nosotros?
—Mucho. Todo —dijo, casi con rabia—. No quiero volver a sentirme verdugo de nadie. —La miró, y sus ojos mostraron el peso de esa responsabilidad—. Y menos aún... el tuyo —susurró.
—No sería así... —comenzó a decir.
—Claro que lo sería —afirmó con rotundidad—. Siempre lo supe, pero cuando me confesaste que me querías fui tan egoísta que lo olvidé. Luego, cuando Pablo me dijo lo de la mansión de...
Esa era la explicación de todo, dedujo Rochi mientras él continuaba diciendo que no podía interponerse entre ella y sus sueños. Comprendió que el temido encuentro entre los dos hombres había tenido lugar, y Pablo había jugado sucio.
—...y durante días tú no hiciste otra cosa que empujarme hacia sus brazos —dijo Rochi en voz baja, como si expresara un pensamiento.
—¡No! —gritó Gaston, y sonó más a sollozo que a protesta—. Hacia sus brazos no; hacia tus sueños. Quiero que cumplas tus sueños, Rochi. Y no lo harás si te quedas aquí.
Si toda la preocupación de Gaston era que ella fuera feliz, entonces la estaba queriendo como nadie la había querido nunca, se atrevió a pensar Rochi, llena de esperanza.
—Estás equivocado —musitó. No podré cumplir ninguno de mis sueños si no estoy contigo.
—Mira a tu alrededor —le pidió en voz baja, y esperó a que lo hiciera—. Esto que ves es todo lo que yo soy. Y no quiero ser otra cosa. —Con los ojos clavados en los suyos, negó con la cabeza—. Yo no te puedo comprar mansiones ni...
—No quiero que lo hagas —musitó con ternura—. Yo me enamoré de lo que eres, pero también de lo que nunca serás.
—Palabras, Rochi. Palabras hermosas que mueren a la vez que lo hacen los sueños. Cometí el error una vez. No volveré a hacerlo. No contigo.
—¿No te sería más sencillo decir que no me quieres? —le desafió ella, buscando la respuesta por la que había viajado hasta allí.
—Sí—reconoció Gaston—. Al menos sería más rápido. Pero no podría decirlo aunque me torturaran. Porque te amo como jamás pensé que podría llegar a amar a nadie. Porque desde que supe que tenía que alejarte de mí estoy muriendo un poco cada día. Porque te quiero tanto que renunciar a ti es lo único que puedo hacer.
Ella cerró los ojos para soportar el estallido de felicidad.
Comprendió que todas sus declaraciones de amor habían sido ciertas. La amaba, pero la amaba tanto que aquél era el problema. Inspiró despacio, aquietando el entusiasmo que sentía antes de volver a mirarle.
—... para que cumpla mis sueños —dijo, controlando el deseo de lanzarse a sus brazos.
—Para que seas feliz y para que no malgastes tu vida a mi lado —aclaró él, bajando la voz.
Se pasó las manos por el cabello para dominar su desesperación y se volvió para que ella no le viera las lágrimas que se le agolpaban en los ojos.
—Sé lo que significa vivir con lo justo —dijo Rochi, mirando las manos que él tensaba sobre su nuca—. Gracias a lo generoso que fue Pablo durante nuestra relación, también sé lo que es vivir como una princesa consentida a la que le basta desear para poseer. Incluso ahora, si vendiera la herencia que dejó el abuelo, podría seguir viviendo rodeada de lujos. —Suspiró ante el grandioso espectáculo de naturaleza en el que se dibujaba la figura de Gaston—. También he probado lo que es vivir aquí, contigo, compartiendo esta otra riqueza que tú me has enseñado a ver. Y esto es lo que quiero, porque en todo lo que yo sueño estás tú.
Recordó la majestuosa mansión de Aranjuez, y a Pablo junto al ventanal.
Recordó el momento en el que, contemplándole a él y al frondoso jardín a través del cristal, había descubierto que no era ésa la vegetación que quería ver. Allí no estaban los pastos, ni los bosques, ni las montañas, ni el infierno verde en el que ella deseaba despertar cada mañana. Examinando la perfecta imagen de seguridad de Pablo en aquella ostentosa decoración, había comprendido que ni siquiera el palacio era ya el que aparecía en sus sueños. Y es que la grandiosidad que ella había imaginado se había ido transformando día a día, poco a poco, hasta tomar la forma de lo que era y sería siempre su verdadero sueño.
—Rochi... —suplicó Gaston, negando con la cabeza y sin volverse.
—No, por favor. Deja que acabe —dijo ella mientras comenzaba a caminar—. Hace tiempo que descubrí que el hotel que quiero es pequeño, íntimo. —Suspiró cuando se detuvo a su lado—. Ése, y no otro, es mi sueño. Un lugar al que los huéspedes deseen volver cada vez que se vayan. Un sitio acogedor en el que pueda cocinar y encender el fuego en las habitaciones mientras tú llevas a los visitantes a cabalgar, a ascender montañas, a descender por esos ríos o a cualquiera de las locuras que tú hagas —sonrió, mirándole a los ojos—. Un sitio donde pueda esperarte con amor y ropa seca cuando llegues empapado y muerto de frío porque te hayas caído en esas aguas de hielo que agita el diablo. Eso es lo que yo sueño —susurró—, y si no lo tengo contigo, no lo tendré con nadie.
Gaston contuvo la respiración, pero no pudo hacer lo mismo con el galope emocionado de su corazón. Las palabras de Rochi eran la promesa de una vida tan perfecta, que no podría creerlo si no se lo escuchaba decir de nuevo.
—¿Estás segura? —preguntó con la esperanza y el miedo combatiendo en su interior—. ¿De verdad es esto lo que quieres? —dijo, dirigiendo la vista hacia la belleza de las montañas y del valle, pero también hacia el mermado y maltrecho rebaño.
—Sí—susurró Rochi, acercándose un poco más—. Pero sólo si tú estás a mi lado.
Un lastimoso gemido de alivio escapó de la garganta de Gaston a la vez que la estrechaba contra su cuerpo. La presión del abrazo dejó sin aire los pulmones de Rochi, pero a ella no le importó. Respiraba del pecho de su hombre, del golpear de los latidos con los que la recibía su corazón, del calor de su aliento junto a su cuello.
—Quiero estar a tu lado —le susurró Gaston al oído—. Quiero pasar el resto de mis días a tu lado. —La miró con ojos brillantes, pero ya sin sombras—. Quiero vivir y morir a tu lado.
Rochi le rodeó el cuello con los brazos y le besó en la boca, gimiendo de emoción. Gaston la ciñó por la cintura y la alzó del suelo, poniéndola a su altura para devorarla con verdadera codicia. Fue un beso largo, profundo, intenso, que contenía el sabor de todos los besos que llegaron a creer que nunca se darían; y es que la felicidad de tenerse era tan grande como inmenso había sido el dolor de perderse.
—Te amo, te amo, te amo —susurró Gaston, abrazándola con fuerza—. No me va a alcanzar con una vida para demostrarte cuánto te amo.
—Eso quiere decir que no tenemos tiempo que perder —dijo ella, llorando y riendo sobre su hombro—, porque a mí me va a ocurrir lo mismo.
Gaston dejó que apoyara los pies en el suelo y se apartó un poco para borrarle las lágrimas con los pulgares. Era la segunda vez que la veía llorar de felicidad entre sus brazos, y en ese instante se juró que la llenaría de motivos para que lo hiciera muchas más veces... todas las veces que pudieran caber en una vida.
—¿De verdad me darás calor cada vez que vuelva empapado y congelado a casa? —preguntó mientras sus dedos se quedaban con el último resto de humedad.
—Sí —respondió ella, riendo—. Te quitaré la ropa mojada, te secaré todo el cuerpo con toallas suaves, te...
Él volvió a besarla en la boca para acallarla. Quería que eso se lo explicara más despacio y con más detalles, pero después, cuando ya estuvieran en la borda.
—Creo que me aficionaré a dejarme caer al río al final de cada descenso —susurró junto a sus labios cuando tuvo que apartarse para respirar.
—Pues tengo más sueños que te iré contando poco a poco —dijo ella con un emocionado misterio—, porque tú estás en todos ellos —añadió, mimosa.
—Pues tú no estás en los míos —dijo Gaston, con una tierna sonrisa—; tú eres mi sueño. —Encerró el rostro de Rochi entre sus manos y le susurró junto al oído—: «No morir sin haberme vuelto loco de amor correspondido.» Ése es mi gran sueño que sólo puedo cumplir contigo. Y es que después de ti no puede haber nadie más.
Volvieron a besarse a la vez que la niebla pegada al valle se iba disipando. Las brujas, cansadas de contar los pelillos de las eguzkilore durante toda la noche, ya habían huido para protegerse de la luz del día; las lamias terminaban de peinar sus cabellos y se sumergían en las aguas de los ríos y las fuentes, mientras, Gaston y Rochi, con el nuevo y brillante amanecer, comenzaban a crear su propia e inmortal leyenda en el corazón de una tierra llena de magia.
Fin.                                                                                                     adaptacion

4 comentarios:

  1. No puedo crees que ya haya terminado. Me encanto la novela y el final. Ame que terminaran juntos.

    ResponderEliminar
  2. Woow. Woow y màs woooow... Ame completamente esta historia!! fue tan linda y tan perfectamente contada que me emociono hasta las lagrimas!
    Ojala haya muchas màs novelas como esta..! :) BUEN FINAL!

    ResponderEliminar
  3. fue un gran final me encanto esta novela, todas tus adaptaciones son lo mas espero leer mas de estas noves

    ResponderEliminar
  4. Me encanto la nove, es una de las mejores que me he leido, el final es perfecto :))

    ResponderEliminar