La mansión era bellísima.
Todo lo que Rochi había
imaginado viendo su exterior, se le quedó pequeño al encontrarse en el interior
con un amplio hall, una escalera de mármol y una enorme lámpara de brazos y
lágrimas de cristal.
Pablo disfrutaba viendo su
rostro sorprendido. Se sentía dichoso. El día anterior rochi había regresado al
piso que compartía con Lali. Opinaba que ése era un paso importante. Que ahora
le tocaba a él. Tenía que volver a enamorarla, convencerla de que seguía siendo
el hombre de su vida. No le cabía ninguna duda de que lo conseguiría. Por lo
pronto, sus ruegos habían conseguido que esa tarde le acompañara a ver su
regalo.
—He hablado con expertos —dijo,
siguiéndola por la escalera—. Con muy pocos cambios se podrá convertir en un
hotel, y siempre respetando el carácter de la casa. Aunque todo se hará como tú
quieras, mi amor. Tiene que quedar tal y como siempre lo has imaginado.
Rochi no respondió. La
entrada al palacete la había enmudecido y continuó igual de callada mientras
recorría las estancias del piso superior. Se fijó en la riqueza con la que
estaban decorados techos y paredes, y descubrió que hasta los muebles quedarían
perfectos en un hotel de lujo bien diferenciado de todos cuantos había visto.
Su contención contrastaba
con la euforia de Pablo.
—Que no te preocupe el
dinero, cariño —dijo él con satisfacción—. Puedes contratar a los mejores
profesionales. Yo correré con todos los gastos —aseguró, acercándose a uno de
los ventanales.
Descorrió las cortinas para
que el frondoso jardín invadiera la habitación, y se detuvo ante el cristal
para admirar el espectáculo.
Rochi contempló su figura,
perfecta y elegante, dibujada sobre los hermosos colores del otoño. No lo
imaginaba limpiando cuadras. En realidad no lo concebía haciendo algo que no
careciera de glamour. Él había nacido para vestir carísimos trajes, conducir
coches de lujo, desayunar con caviar y champán. Daba igual cómo había conseguido
llegar hasta allí, porque, sin ninguna duda, aquel era su sitio.
Pablo dejó de observar el
exterior y se volvió. La felicidad de encontrarse con la sonrisa y la mirada de
admiración de rochi le incitó a ir un poco más lejos. Se acercó a ella
despacio, con su eterno aire seductor, y la tomó por la cintura.
—Vamos a ser muy felices, mi
amor—susurró, acariciándola con los ojos—. Por fin tendremos todo lo que hemos
soñado. Y estaremos juntos para siempre.
Se inclinó para besarla y
todo su cuerpo se estremeció en cuanto rozó sus labios.
De pronto, todo lo que había
padecido por su larga ausencia quedaba en el olvido y sólo podía pensar en que
volvía a ser suya, esta vez para siempre. Porque estaba seguro de que ya no
cometería ni un solo error con ella. El ya no era esclavo de nadie, ni siquiera
de sí mismo. Era un hombre libre, rico y poderoso que soñaba con que llegara el
momento de encadenarse para siempre a su amada rochi.
Después ordenaría que
fundieran la llave que cerraba los grilletes.
Dormir en la habitación de Rochi
era una tortura, pero Gaston seguía haciéndolo cada noche desde que ella se
había ido. Si cerraba los ojos y se dejaba envolver por el aroma que quedaba
entre las sábanas, casi podía creer que aún la tenía a su lado. Era un
martirio, sí, pero él quería sufrirlo. Quería atormentarse con su olor porque
sabía que pronto desaparecería y entonces sólo le quedaría el recuerdo, como
una cicatriz imborrable.
Tres noches amándola y
llorándola en silencio comenzaban a pasarle factura. No era sólo el aspecto
desaliñado de su barba de esos tres días. Era la tristeza de sus ojos verdes,
sus profundas ojeras, sus hombros caídos, su caminar cansado...
Buscaba trabajos absurdos
para mantenerse ocupado todo el día. Creía que si la noche le encontraba muerto
de cansancio, conseguiría dormir; pero nada cambiaba. La mayor parte de las
horas las pasaba en vela, con la mirada en las sombras del techo y pensando en
ella. Sólo en ella.
Eran cerca de las seis de la
mañana cuando sonó el móvil que tenía sobre la mesilla. El fatigado corazón de
Gaston se comprimió al ver
el nombre de nicolas en la pantalla.
Respiró tranquilo en cuanto
escuchó su grito de euforia.
—¡Soy padre! Tengo la nena
más bonita del mundo —exclamó, henchido de felicidad.
La noticia le alegró y trató
de sonreír, pero no pudo hacerlo. Era como si, al intentarlo, en lugar de
curvar los labios doblara sobre sí mismo su agonizante corazón... y dolía.
Sonreír le provocaba un dolor más inclemente que el que le mortificaba cuando
se dejaba ahogar por las lágrimas.
—Felicidades, papá—bromeó
sin fuerzas, apartando el teléfono del oído—. ¿Eugenia está bien?
—Está perfecta, estupenda,
feliz —dijo, ya sin gritar—. La nena tenía prisa y no ha querido esperar otro
mesecito, pero todo ha salido bien. Tienes la sobrina más preciosa que te
puedas imaginar.
A Gaston, la feliz noticia
le sabía agridulce. Tenía tanta tristeza en el cuerpo que se le mezclaba con el
resto de sus sentimientos. Comenzaba a creer que se había diluido en su sangre
y que no podría deshacerse nunca de ella.
Ninguna de sus respuestas
supo transmitir lo que de verdad sentía. nico aguardó hasta asegurarse de que
no eran imaginaciones suyas.
—Te encuentro extraño —dijo
al fin— ¿Qué está pasando?
—Son imaginaciones tuyas
—respondió Gaston, frotándose el escozor de los ojos—. Me has pillado medio
dormido y me has emocionado.
—¡No jodas, tío! —aulló con
impaciencia—. Nos conocemos bien y sé que te pasa algo.
—Vamos, nico —exclamó,
mostrándose animado—. ¿Todos los padres os volvéis tan sobreprotectores o sólo
tú? —emitió una risa que sonó muy veraz—. Se me han pegado las sábanas. Eso es
todo.
—¿Es por la finca?
—insistió, haciendo caso omiso a su disculpa—. Si es por eso sabes que yo estoy
dispuesto a ayudarte.
—Tenemos que hablar del
dinero que puedo llegar a necesitar, es cierto —reconoció. Se sentía en la
obligación de cumplir la promesa que le hizo a Ignacio—. Pero éste no es el
momento. Acabas de ser padre y tienes que celebrarlo junto a tu preciosa mujer.
Y vuelvo a decirte que todo está bien, nada me preocupa.
—Si te estuviera ocurriendo
algo me lo dirías, ¿verdad? —preguntó con voz grave.
—Claro que te lo
contaría—dijo Gaston apretando los párpados—. Siempre lo he hecho, ¿no?
Se hizo un silencio en el
que Pablo sopesó las respuestas. Al final se rindió a la evidencia: sólo podía
creerle, de momento.
—Lo comprobaremos en cuanto
vengas a conocer a tu sobrina.
No era un farol. Cara a cara
ninguno de los dos hermanos era capaz de ocultarse nada. Ni lo bueno ni lo
malo. Ya en su visita, Gaston no había logrado convencerle de que no estaba
enamorado de Rochi. Lo supo cuando se apartó, fingiendo interesarse por el
parque y nico le respondió con silencio.
Por eso, antes de colgar, Gaston
le dijo que iría a verles en uno o dos días; cuando dejara en marcha algunas
cosas que no detalló. Pero él sabía que necesitaría mucho más que unos días si
no quería presentarse ante la familia en aquel estado lamentable.
Una sobrina. ¿Por qué no
podía mostrar la alegría que le causaba la noticia?, se preguntaba Gaston,
enterrando el rostro contra la almohada. ¿Iba a ser siempre así; la tristeza
iba a dominar al resto de sus emociones? Pensó que tal vez de ese modo se
comenzaba a morir de pena.
Perfecto, dijo en voz alta.
La muerte lo iba a pasar en grande con él, porque su dolor era inmenso y sus
ganas de luchar, ninguna.
La puerta de la borda se
abrió de golpe. Gaston levantó la cabeza y escuchó los pasos acelerados por el
corto pasillo. Nachito, con el rostro desencajado y la respiración agitada,
irrumpió en la habitación.
—¡El lobo!
Gaston saltó de la cama como
si las sábanas se hubieran transformado en las llamas del infierno.
Maldiciendo en todos los
idiomas que conocía, se puso el pantalón y se calzó las botas. No había tiempo
para ajustarse nada. Con el torso desnudo y el resto de ropas en las manos,
corrió a por el botiquín mientras ordenaba a Nachito que pusiera en marcha el
Land Rover.
Antes de que Nachito
detuviera por completo el todoterreno, Gaston abría la portezuela y descendía
de un salto para correr hacia el rebaño. La angustia le desgarraba las entrañas
y le comprimía los pulmones. Respiraba como si la distancia entre la borda y la
sierra la hubiera hecho a la carrera y en línea recta, escalando las empinadas
laderas de la montaña.
Durante el ascenso en el
Land Rover, habían organizado cómo harían las cosas.
Vicco y Nachito saldrían
para reagrupar al ganado que con toda seguridad habría huido despavorido. Gaston
se encargaría de atender a las ovejas heridas y de acabar con el sufrimiento de
la que no tuviera solución antes de incorporarse a la búsqueda. Luca no se
presentó.
Al parecer, el chico pasaba
algunas noches fuera de casa y el desastre le había descubierto. Su hermano le
había dejado mensajes en el móvil explicándole lo ocurrido. Ahora confiaba en
que los viera antes de que llegara a la finca y entrara a los establos
fingiendo que acababa de levantarse.
En la cima les recibió el
olor acre e irrespirable de la muerte y una imagen desoladora. Sólo un pequeño
grupo de ovejas permanecía allí, apretadas unas contra otras, como si
pretendieran fundirse en una sola. No demasiado lejos, los cuerpos
ensangrentados y sin vida de otras tres daban una idea del terror que había
empujado al resto del grupo a huir en estampida. No estaban devoradas. Tan sólo
tenían el desgarro mortal en sus gargantas. Eso les hizo pensar que, a pesar de
todo, Thor había conseguido hacerlos huir.
El corazón de Gaston se
encogió hasta caberle en un puño al no ver al mastín. Si se encontraba bien
estaría intentando reunir a los ejemplares perdidos. Pero, ¿y si no estaba
bien? Ese pensamiento aumentó su angustia. Emitió un fuerte silbido que se
dispersó por la montaña que emergía de entre la niebla matinal que aún cubría
el valle. No obtuvo respuesta y maldijo entre dientes mientras se agachaba junto
al ganado herido, oteando a su alrededor por si aparecían Vicco, Nachito...
Thor.
Con el contenido de la
pequeña maleta de cuero que acondicionaba el botiquín, fue desinfectando
mordiscos y dolorosos desgarros, estos últimos más difíciles y lentos de sanar.
Por fortuna, ninguno de ellos había sido hecho en el cuello. Una oveja
lastimada de esa forma no cuenta con ninguna posibilidad de salvación. A los
animales que encontró en peor estado, después de una primera cura los metió en
la parte trasera del Land Rover. Desde allí silbó de nuevo, esta vez con toda
la potencia de la que fue capaz.
Terminó de curar el resto de
las lesiones con la ansiedad clavada en tantos frentes que continuaba sin poder
respirar con normalidad. Estaba en estado de alerta, apretando la mandíbula y
agudizando el oído. De modo continuo levantaba la cabeza en busca de alguna
señal, de alguna presencia.
Oteaba una vez más el
ondulante horizonte que se dibujaba sobre las montañas cuando la imagen del
mastín apareció sobre una ladera, y al fin respiró con alivio en medio de tanta
desolación. El animal asomaba con aspecto lastimoso, cojeando y con su hermoso
pelaje blanco ensangrentado. Se emocionó cuando le vio sacar fuerzas, sólo Dios
supo de dónde, para arrancar a correr hacia él, hacia su amo, hacia su cobijo.
Se levantó para recibirle y
evitar que su fuerza le lanzara contra el suelo. Volvió a agacharse cuando lo
tuvo quieto, a su lado.
—Me alegra verte, amigo
—dijo, tratando de tranquilizarle con caricias—. Te has portado como un valiente.
Buscó heridas. Las más
visibles y escandalosas estaban en el hocico y en las mejillas. Pero había más.
Tenía dentelladas en los
hombros y en la grupa. Eso no se lo había hecho un solo animal. Por suerte,
Thor era un perro fuerte y astuto. Con cualquier otro las primeras bajas
habrían ascendido a mucho más que a tres ovejas muertas.
—Tranquilo. Saldremos de
ésta —prometió cuando le oyó gemir de dolor—. Tú y yo somos duros. No podrán
con nosotros ni alimañas ni... ni la ausencia de ninguna mujer—dijo, cuando
sentía que entre el ataque al ganado y la soledad que le estaba matando, se le
cerraban todas las salidas por las que salir a flote.
Le costó que se tumbara en
el suelo para examinarlo con cuidado. Comenzaba a derramar desinfectante sobre
el hocico cuando escuchó el sonido de la moto de Luca. Ese muchacho se estaba
convirtiendo en un hombre sin que se hubieran dado cuenta. Pensó que tal vez
debería encontrar un momento para hablar con él y...
Levantó la cabeza y su
corazón, que ya bombeaba acelerado desde que escuchó nombrar al lobo, se
precipitó hasta hacerle creer que acabaría estallándole en el pecho.
Nadie le había preparado
para aquello. Nadie habría podido hacerlo.
Sus pulmones de quedaron sin
aire y, aún rodeado de aquella inmensidad, no fue capaz de llenarlos de nuevo.
Sintió que se ahogaba, como un indefenso pez sin agua. Detuvo las manos, de
pronto congeladas, sobre el cuerpo caliente de Thor, y respiró despacio, con
una calma que ocultaba un interior agitado y confundido.
Ella estaba allí, detrás de Luca,
como si de modo inconsciente buscara su protección. Protección tal vez contra
la angustia de encontrarse con una tragedia inenarrable, la angustia de
descubrir que el plácido mundo en el que había vivido durante meses también
podía romperse y desangrarse.
Sin embargo no miraba a su
alrededor, sino a él. Lo hacía con ojos húmedos y la barbilla temblorosa, con
aspecto de estar necesitando consuelo. Pero él no podía dárselo; tenía el alma
llena de amargura. Una amargura que llevaba mortificándole tres días, que lo
seguiría haciendo cuando Rochi se hubiera ido después de esa inesperada y
dolorosa llegada.
Sólo la había mirado un
instante.
Un instante que bastó para
que ella pudiera ver en sus ojos un sufrimiento denso, un vacío mortal. No
imaginó que si hubiera llegado una hora antes, cuando el desastre en el que le
encontraba sumido aún no había ocurrido, esos ojos habrían mostrado el mismo
padecimiento, la misma desolación.
Luca sintió la necesidad de
disculparse. La dificultad la encontró en el orden en el que debía hacerlo.
—Siento el retraso, Gaston
—metió las manos a los bolsillos, ladeando la cabeza hacia Rochi—. La encontré
en la finca y... —Ninguno de los dos le miraba ni le atendía—. Bueno... creo
que... voy a buscar al ganado. —Por fin reaccionó, alejándose a la velocidad
del rayo. El momento era dramático y no había tiempo que perder.
Rochi, sobrecogida por la
situación y por la indiferencia que le mostraba Gaston, no se atrevió a
moverse. Fue él quien rompió el silencio que parecía separarles más de lo que
lo habían hecho, durante los últimos días, los quinientos kilómetros reales.
—¿Qué haces aquí? —preguntó,
con voz tan poco firme como los dedos con los que abría un nuevo paquete de
gasas.
—Lamento haber llegado en un
momento así—dijo, a punto de entrar en llanto—. Vine porque quería hablar
contigo, pero... —resopló varias veces seguidas para tranquilizarse. De pronto
se fijó en las ovejas muertas—. Esto es horrible.
Su sobresalto y el temblor
de su voz le bastaron a Gaston para entender lo que le ocurría.
—No las mires —aconsejó sin
levantar la cabeza—. No es un espectáculo agradable —suspiró mientras empapaba
unas gasas en yodo—. No deberías estar aquí.
—No sabía esto cuando salí
hace un rato. Pero ya que he venido —dijo, incapaz de explicarse de otro modo—,
dime en qué puedo ayudar.
—Ayudarás si no haces nada
—dijo en tono seco mientras oteaba a su alrededor por si alguno de los chicos
regresaba con peores noticias de las que ya tenían.
Rochi no dejó que su
aspereza la hiriera. Podía disculparle cualquier cosa después de ver el
desastre que afrontaba y el dolor en el que se estaba ahogando.
—Sé que éste no es un buen
momento... Necesito hablar contigo, pero... pero no quiero molestar.
—No lo haces —sonó más
brusco de lo que pretendía, pero no hizo nada por cambiar el tono—. Si quieres
decirme algo hazlo ahora, porque no pienso estar toda la vida hablando de algo
que ya terminó. Creí que lo habíamos dejado todo claro.
Rochi se encogió en el
interior de su cazadora y buscó con los ojos la siempre fiel serenidad de las
montañas. Se puso a hablar sin demasiadas esperanzas de que Gaston la
atendiera. Pensó que en aquel momento su cabeza debía de estar en tantas cosas,
que no le quedaría ni espacio ni deseos de interesarse por sus reclamaciones.
—Quiero rehacer mi vida
—empezó a explicar—; romper con todo y comenzar de nuevo.
Gaston contuvo la
respiración. Por un breve instante sus ojos se alzaron hacia ella, pero dominó
aquella debilidad. Con la cabeza baja asimiló el significado de sus palabras:
su historia con Pablo había terminado. Se alegró por ella..., se alegró por él
mismo. La tortura eterna de saberla en brazos de otro hombre sería menos
lacerante si no la imaginaba en los de alguien que no la mereciera. Había
renunciado a ella para que fuera feliz; feliz por completo.
—No puedo hacerlo si voy
dejándome puertas abiertas —insistió Rochi ante su silencio—, y... hay una duda
que no me deja cerrar la nuestra.
Gaston no hizo ningún gesto
que mostrara que estaba prestando atención. La inquietud que le provocó su
última frase se fundió con el caos doloroso que descarnaba su interior. ¿Qué
más tenía que hacer, además del sacrificio inmenso de mantenerse lejos de ella?
¿Pasar otra vez por el cruel proceso de perderla? Cómo hacerlo, si no sabía de
dónde iba a sacar la fortaleza que necesitaba para herirla y herirse de nuevo.
Tomó una gran bocanada aire
mientras lanzaba una mirada fugaz hacia la zona por la que había desaparecido
Traian. Terminó de aplicar yodo en las heridas del hocico de Thor para comenzar
a desinfectarle las dentelladas del hombro.
Pero Rochi sabía muy bien lo
que ella buscaba. Si tenía que aprender a vivir sin Gaston, lo haría, pero sin
incertidumbres. Recordaba todas sus declaraciones de amor, todas sus promesas
de felicidad, pero ni una sola vez le había oído decir «aquellas» palabras.
Necesitaba escuchárselas para no torturarse con ideas estúpidas; para enterrar
aquella esperanza que a veces se empeñaba en resucitar.
—He repasado multitud de
veces todo lo que ocurrió los últimos días entre nosotros —reconoció sin
pudor—, y en ningún momento me dijiste que... que no me amabas.
No se lo dijo entonces ni se
lo diría ahora. Gaston rogó por que no le pidiera una prueba tan simple y a la
vez tan condenadamente difícil de realizar. Respiró aliviado cuando las
palabras de Rochi parecieron cambiar de rumbo.
—Ayer estuve con Bessolla
—dijo, y buscó con dedos temblorosos en el interior de un bolsillo—. He dado
muchas vueltas a mi herencia y al final he entendido que lo más justo es que
todo pase a tus manos. Es lo que el abuelo deseaba de todo corazón y es lo que
tu fidelidad hacia él y hacia este sitio merece.
Gaston se sintió
avergonzado. Comprender hasta qué punto le amaba esa mujer le hacía juzgarse
pequeño y miserable. Él sólo le había provocado dolor y, a cambio, Rochi
reaccionaba entregándole la prueba más palpable de que no existía en el mundo
nada que le importara más que él. Había pensado que Pablo no la merecería, y
ahora descubría que a él le ocurría lo mismo. Ningún hombre era merecedor de un
amor tan grande y desinteresado.
Continuaba atendiendo a Thor
con dedos trémulos mientras esperaba que alguno de los chicos apareciera con
ganado o con noticias, cuando escuchó el sonido de un papel al ser desdoblado.
—Este documento lo redactó Bessolla
—explicó Rochi—. Puedes leerlo y verás que todo está en orden. Sólo quiero algo
a cambio —suspiró, y aguardó en vano a que él la mirara—: Dime que no me amas,
que no me has amado nunca, y todo por lo que llevas años luchando será tuyo.
Rochi soltó el papel, que se
balanceó en el aire hasta caer con suavidad sobre las piernas de Gaston. El
apretó la mandíbula. ¿Qué quería ella que hiciera? ¿Vender su alma a cambio de
unas tierras y ganado? Se tragó un grito de rabia al entender que eso era lo
que él había conseguido; que ella lo considerara un rastrero codicioso.
Debía de sentirse satisfecho
por su logro, pero no lo estaba. Le dominaban sentimientos contradictorios.
Quería que ella dejara de amarle, pero a la vez le espantaba la idea de que lo
hiciera.
Incapaz de responder, pasó a
desinfectar la herida de la grupa del mastín.
Rochi suspiró con fuerza.
Era consciente del sufrimiento en el que estaba hundido, y entendía que no
tuviera la cabeza para preocuparse por herencias.
—Sé lo que esto significa para
ti —dijo ella con una profunda pena—. Entiendo que hoy tienes mucho que hacer y
no puedes pensar en lo que te estoy proponiendo. Hablaremos cuando te
encuentres mejor.
Resignada, se dispuso a
bajar caminando hacia el valle.
Gaston escuchó sus pasos alejándose
mientras se preguntaba cómo podía ser tan necio. Él le había fallado y, aun
así, ella estaba allí para mostrarle una vez más sus sentimientos. A cambio
sólo esperaba la misma honestidad aunque lo que tuviera que escuchar resultara
despiadado.
Esperó hasta que comprendió
que ella no se detendría si él continuaba en silencio.
—Ya lo hice una vez —dijo
con voz desgarrada y sin levantar los ojos.
Rochi se estremeció al
escucharle; esa voz herida le había atravesado la espalda hasta alcanzarle el
corazón. Se giró despacio. Él seguía arrodillado junto a Thor, con la cabeza
baja y las manos ocupadas en reparar daños.
Gaston escuchó los pasos que
se acercaban despacio, y continuó:
—Dejé que alguien que me
amaba renunciara a sus sueños por quedarse a mi lado. Y ése fue el principio
del fin.
Rochi suspiró, sobrecogida.
Se detuvo junto a él, acariciándole con los ojos la nuca que dejaba al
descubierto su cabeza inclinada.
—Ella había estudiado
periodismo... Era su pasión —contó en voz baja—. Durante la carrera participó
con pequeñas colaboraciones en algunos periódicos. —Thor gimió y Gaston le
acarició el lomo. Después puso más cuidado al impregnarle la herida con yodo—.
Vivíamos juntos cuando la llamaron de una de esas publicaciones. Tenían una
vacante que querían ocupar con un extranjero. Casi sin tiempo para pensarlo,
tenía que responder sí o no, y era definitivo, porque ella era la primera en
una lista en la que nadie contestaría con una negativa.
Agrupó en un extremo del
botiquín las gasas usadas, cerró recipientes, ordenó utensilios. Y lo hizo
despacio, como si cada gesto le provocara algún padecimiento. Era el esfuerzo
de mostrarse distante lo que le mortificaba. Comprendía que ninguna dificultad,
ninguna pérdida, ningún dolor podía compararse al profundo tormento que le
estaba destrozando desde que había escogido agonizar lejos de ella. No
importaba si el cielo se le caía encima o el suelo se abría bajo sus pies.
Respirar sin ella sería eternamente su mayor angustia.
Rochi llegó a pensar que no
continuaría con su explicación. Verle tan hundido le partía el alma. Miró hacia
el valle, cubierto aún por una esponjosa niebla matinal y sobre ella las
montañas, unas tapizadas de verde y otras rocosas, que se dibujaban con orgullo
sobre un amanecer azul.
Inspiraba para aguantar las
lágrimas cuando volvió a escuchar su voz.
—Yo tenía mi clínica
veterinaria —dijo, acariciando a Thor con suavidad—. Era un momento crucial y
no podía acompañarla. Le pedí que se quedara —agitó la cabeza con pesar—. Y lo
hizo.
—Te amaba —expresó Rochi
abrazándose a sí misma para controlar sus temblores.
—Sí—respondió Gaston,
mirándola al fin con una profunda tristeza—. Me amaba, y eso debió haberme
bastado para pedirle que se fuera en busca de su gran sueño. Pero no lo hice.
—A veces el amor es más
importante que el resto de cosas —opinó, comprendiendo que aquella mujer
hubiera querido dejarlo todo por él.
—Eso no es cierto —dijo con
amargura, poniéndose en pie—. Eso es muy hermoso y altruista al principio.
Después la frustración comienza a carcomerte por dentro y empiezas a buscar
culpables. —Cerró los ojos y se frotó la mandíbula y el cuello. Rochi pudo
escuchar el roce áspero contra su barba—. Al final el amor se acaba y sólo
queda resentimiento por lo que la otra persona te hizo —aseguró bajando la
cabeza.
—¿Y qué tiene que ver esto
con nosotros?
—Mucho. Todo —dijo, casi con
rabia—. No quiero volver a sentirme verdugo de nadie. —La miró, y sus ojos
mostraron el peso de esa responsabilidad—. Y menos aún... el tuyo —susurró.
—No sería así... —comenzó a
decir.
—Claro que lo sería —afirmó
con rotundidad—. Siempre lo supe, pero cuando me confesaste que me querías fui
tan egoísta que lo olvidé. Luego, cuando Pablo me dijo lo de la mansión de...
Esa era la explicación de
todo, dedujo Rochi mientras él continuaba diciendo que no podía interponerse
entre ella y sus sueños. Comprendió que el temido encuentro entre los dos
hombres había tenido lugar, y Pablo había jugado sucio.
—...y durante días tú no
hiciste otra cosa que empujarme hacia sus brazos —dijo Rochi en voz baja, como
si expresara un pensamiento.
—¡No! —gritó Gaston, y sonó
más a sollozo que a protesta—. Hacia sus brazos no; hacia tus sueños. Quiero
que cumplas tus sueños, Rochi. Y no lo harás si te quedas aquí.
Si toda la preocupación de Gaston
era que ella fuera feliz, entonces la estaba queriendo como nadie la había querido
nunca, se atrevió a pensar Rochi, llena de esperanza.
—Estás equivocado —musitó.
No podré cumplir ninguno de mis sueños si no estoy contigo.
—Mira a tu alrededor —le
pidió en voz baja, y esperó a que lo hiciera—. Esto que ves es todo lo que yo
soy. Y no quiero ser otra cosa. —Con los ojos clavados en los suyos, negó con
la cabeza—. Yo no te puedo comprar mansiones ni...
—No quiero que lo hagas
—musitó con ternura—. Yo me enamoré de lo que eres, pero también de lo que
nunca serás.
—Palabras, Rochi. Palabras
hermosas que mueren a la vez que lo hacen los sueños. Cometí el error una vez.
No volveré a hacerlo. No contigo.
—¿No te sería más sencillo
decir que no me quieres? —le desafió ella, buscando la respuesta por la que
había viajado hasta allí.
—Sí—reconoció Gaston—. Al
menos sería más rápido. Pero no podría decirlo aunque me torturaran. Porque te
amo como jamás pensé que podría llegar a amar a nadie. Porque desde que supe que
tenía que alejarte de mí estoy muriendo un poco cada día. Porque te quiero
tanto que renunciar a ti es lo único que puedo hacer.
Ella cerró los ojos para
soportar el estallido de felicidad.
Comprendió que todas sus
declaraciones de amor habían sido ciertas. La amaba, pero la amaba tanto que
aquél era el problema. Inspiró despacio, aquietando el entusiasmo que sentía
antes de volver a mirarle.
—... para que cumpla mis
sueños —dijo, controlando el deseo de lanzarse a sus brazos.
—Para que seas feliz y para que
no malgastes tu vida a mi lado —aclaró él, bajando la voz.
Se pasó las manos por el
cabello para dominar su desesperación y se volvió para que ella no le viera las
lágrimas que se le agolpaban en los ojos.
—Sé lo que significa vivir
con lo justo —dijo Rochi, mirando las manos que él tensaba sobre su nuca—.
Gracias a lo generoso que fue Pablo durante nuestra relación, también sé lo que
es vivir como una princesa consentida a la que le basta desear para poseer.
Incluso ahora, si vendiera la herencia que dejó el abuelo, podría seguir
viviendo rodeada de lujos. —Suspiró ante el grandioso espectáculo de naturaleza
en el que se dibujaba la figura de Gaston—. También he probado lo que es vivir
aquí, contigo, compartiendo esta otra riqueza que tú me has enseñado a ver. Y
esto es lo que quiero, porque en todo lo que yo sueño estás tú.
Recordó la majestuosa
mansión de Aranjuez, y a Pablo junto al ventanal.
Recordó el momento en el
que, contemplándole a él y al frondoso jardín a través del cristal, había
descubierto que no era ésa la vegetación que quería ver. Allí no estaban los
pastos, ni los bosques, ni las montañas, ni el infierno verde en el que ella
deseaba despertar cada mañana. Examinando la perfecta imagen de seguridad de Pablo
en aquella ostentosa decoración, había comprendido que ni siquiera el palacio
era ya el que aparecía en sus sueños. Y es que la grandiosidad que ella había
imaginado se había ido transformando día a día, poco a poco, hasta tomar la
forma de lo que era y sería siempre su verdadero sueño.
—Rochi... —suplicó Gaston,
negando con la cabeza y sin volverse.
—No, por favor. Deja que
acabe —dijo ella mientras comenzaba a caminar—. Hace tiempo que descubrí que el
hotel que quiero es pequeño, íntimo. —Suspiró cuando se detuvo a su lado—. Ése,
y no otro, es mi sueño. Un lugar al que los huéspedes deseen volver cada vez
que se vayan. Un sitio acogedor en el que pueda cocinar y encender el fuego en
las habitaciones mientras tú llevas a los visitantes a cabalgar, a ascender
montañas, a descender por esos ríos o a cualquiera de las locuras que tú hagas
—sonrió, mirándole a los ojos—. Un sitio donde pueda esperarte con amor y ropa
seca cuando llegues empapado y muerto de frío porque te hayas caído en esas
aguas de hielo que agita el diablo. Eso es lo que yo sueño —susurró—, y si no
lo tengo contigo, no lo tendré con nadie.
Gaston contuvo la
respiración, pero no pudo hacer lo mismo con el galope emocionado de su
corazón. Las palabras de Rochi eran la promesa de una vida tan perfecta, que no
podría creerlo si no se lo escuchaba decir de nuevo.
—¿Estás segura? —preguntó
con la esperanza y el miedo combatiendo en su interior—. ¿De verdad es esto lo
que quieres? —dijo, dirigiendo la vista hacia la belleza de las montañas y del
valle, pero también hacia el mermado y maltrecho rebaño.
—Sí—susurró Rochi,
acercándose un poco más—. Pero sólo si tú estás a mi lado.
Un lastimoso gemido de
alivio escapó de la garganta de Gaston a la vez que la estrechaba contra su
cuerpo. La presión del abrazo dejó sin aire los pulmones de Rochi, pero a ella
no le importó. Respiraba del pecho de su hombre, del golpear de los latidos con
los que la recibía su corazón, del calor de su aliento junto a su cuello.
—Quiero estar a tu lado —le
susurró Gaston al oído—. Quiero pasar el resto de mis días a tu lado. —La miró
con ojos brillantes, pero ya sin sombras—. Quiero vivir y morir a tu lado.
Rochi le rodeó el cuello con
los brazos y le besó en la boca, gimiendo de emoción. Gaston la ciñó por la
cintura y la alzó del suelo, poniéndola a su altura para devorarla con
verdadera codicia. Fue un beso largo, profundo, intenso, que contenía el sabor
de todos los besos que llegaron a creer que nunca se darían; y es que la
felicidad de tenerse era tan grande como inmenso había sido el dolor de
perderse.
—Te amo, te amo, te amo
—susurró Gaston, abrazándola con fuerza—. No me va a alcanzar con una vida para
demostrarte cuánto te amo.
—Eso quiere decir que no
tenemos tiempo que perder —dijo ella, llorando y riendo sobre su hombro—,
porque a mí me va a ocurrir lo mismo.
Gaston dejó que apoyara los
pies en el suelo y se apartó un poco para borrarle las lágrimas con los
pulgares. Era la segunda vez que la veía llorar de felicidad entre sus brazos,
y en ese instante se juró que la llenaría de motivos para que lo hiciera muchas
más veces... todas las veces que pudieran caber en una vida.
—¿De verdad me darás calor
cada vez que vuelva empapado y congelado a casa? —preguntó mientras sus dedos
se quedaban con el último resto de humedad.
—Sí —respondió ella,
riendo—. Te quitaré la ropa mojada, te secaré todo el cuerpo con toallas
suaves, te...
Él volvió a besarla en la
boca para acallarla. Quería que eso se lo explicara más despacio y con más
detalles, pero después, cuando ya estuvieran en la borda.
—Creo que me aficionaré a
dejarme caer al río al final de cada descenso —susurró junto a sus labios
cuando tuvo que apartarse para respirar.
—Pues tengo más sueños que
te iré contando poco a poco —dijo ella con un emocionado misterio—, porque tú
estás en todos ellos —añadió, mimosa.
—Pues tú no estás en los
míos —dijo Gaston, con una tierna sonrisa—; tú eres mi sueño. —Encerró el
rostro de Rochi entre sus manos y le susurró junto al oído—: «No morir sin
haberme vuelto loco de amor correspondido.» Ése es mi gran sueño que sólo puedo
cumplir contigo. Y es que después de ti no puede haber nadie más.
Volvieron a besarse a la vez
que la niebla pegada al valle se iba disipando. Las brujas, cansadas de contar
los pelillos de las eguzkilore durante toda la noche, ya habían huido para protegerse
de la luz del día; las lamias terminaban de peinar sus cabellos y se sumergían
en las aguas de los ríos y las fuentes, mientras, Gaston y Rochi, con el nuevo
y brillante amanecer, comenzaban a crear su propia e inmortal leyenda en el
corazón de una tierra llena de magia.
Fin. adaptacion

No puedo crees que ya haya terminado. Me encanto la novela y el final. Ame que terminaran juntos.
ResponderEliminarWoow. Woow y màs woooow... Ame completamente esta historia!! fue tan linda y tan perfectamente contada que me emociono hasta las lagrimas!
ResponderEliminarOjala haya muchas màs novelas como esta..! :) BUEN FINAL!
fue un gran final me encanto esta novela, todas tus adaptaciones son lo mas espero leer mas de estas noves
ResponderEliminarMe encanto la nove, es una de las mejores que me he leido, el final es perfecto :))
ResponderEliminar