Capítulo 3
::Rochi::
toda mi bravuconería
imaginada de princesa guerrera se
desvanece cuando soy
derribada por la puerta gigantesca de
Geekstuff.com.
Mientras paso por ella me golpea hacia
adelante como una
muñeca de papel. Es todo lo que puedo hacer para
salvarme de caer sobre
mi cara en el oscuro vestíbulo. Los contenidos de
mi bolso crean una
cascada de basura y papel. Me las arreglo para
mantener mi máscara de
compostura manteniendo mis ojos calificados en
el disperso desastre.
Envases de maquillaje
y mi preciado iPhone han sido disparados
como balas. Viajan lo
más lejos, viniendo a parar en la base del mesón con
forma de gota, y por
suerte, vacío.
No escapa de mí en
este campo de batalla con aire acondicionado
que mi respiración
suena embarazosamente irregular junto a las muy
calmadas y adecuadas
inspiraciones estables de Gaston.
Está en algún lugar a
mi derecha.
Miro a través de mis
pestañas y encuentro sus Converse azul marino
moviéndose al
epicentro de mi desastre. Me muevo en dirección contraria.
Mientras se agacha
para recoger algunas de mis cosas, estoy
completamente
consciente de que el tipo tiene acceso directo a mis
secretos de
entrevista.
Esto me hace sentir
enferma, y enojada conmigo misma por perder
el control de mis
cosas.
Y de mí misma. Nunca
pierdo control de eso.
Tengo pánico por un
momento y miro dentro de mi bolso,
relajándome un poco
cuando me doy cuenta de que es sólo mi maquillaje y
muestras de productos
(como veinte pegatinas de parachoques) las que se
han caído. Los
currículum y la lista ridícula de «Cómo Ser Normal» que mi
siempre útil hermana me
pasó esta mañana todavía debe estar al fondo de
mi bolso.
A salvo.
Estoy orgullosa de las
pegatinas de parachoques así que… dejémoslo
mirar. Tal vez lo
intimidarán.
Porque no estoy
preparada para tener cualquier tipo de sesión de
confrontación
comprensible: una sesión que debe pasar pronto, voy detrás
de mis otras cosas.
Recojo mi teléfono y
el polvo sunshine glow mineral primero. Este
elemento ha estallado
en bolitas de polvo beige algunas veces en mi bolso.
Estoy feliz de
encontrar que está intacto y no sobre toda la alfombra color
berenjena. Odio la
basura, pero es el único producto que puede borrar los
círculos oscuros
permanentes que tengo bajo mis ojos por no dormir en la
noche.
Recojo el envase de
rubor después. Es necesario porque tiene el
espejo y los
refrescantes tonos rosa que mis mejillas de color gris ansían.
Mi brillo labial,
luego las gotas para los ojos que disminuyen el
enrojecimiento son lo
último. Meto los objetos en los bolsillos de mi falda
y me siento levemente
consolada por su presencia. No que sea vanidosa o
algo; es sólo que sin
estos productos luzco como el muerto caminante.
Una vez que estoy
segura que mi expresión es sólida y calmada, me
obligo a girarme y ver
a mi oponente.
Gaston ha recogido
casi todas mis pegatinas de parachoque. En lugar
de lucir impresionado
y derribado por mis muestras de productos
geniales, tiene el
valor de tener una expresión confusa. También está
sacudiendo su cabeza.
Con una mirada rápida
de rayo hacia mí primero, lee una pegatina
de parachoques: —¿Miembro:
CLM. Los Chicos en los Libros son
Mejores? —Sacude su
cabeza de nuevo—. No sabía que tú hacías estas
pegatinas de
parachoques. Este ha estado en tu auto desde el mes pasado.
Jadeo antes de que
pueda detenerme. —¿Cómo sabes eso?
—Me gustan los autos y
amo los Jeeps.
Sus ojos revolotean a
mi rostro de nuevo y sus mejillas se ponen
todas rojas. Esta vez
está intentando mantener mi mirada así que yo me
mantengo en la suya en
un cruce de miradas y no respondo. El silencio
siempre enloquece a
las personas.
Se encoje de hombros
como si no lo hubiera notado y continúa: —Tu Jeep es el vehículo más adornado
de la escuela entera. —Mueve mi
pegatina en el aire—.
Pegaste este mismo tipo de tontería de cinta
adhesiva justo en la
pintura. Se llaman pegatinas de parachoques por una
razón. Van en el
parachoques. A pesar de que con tu paquete cromado ni
siquiera haría eso.
No tengo idea de lo
que está hablando. ¿Qué es un paquete
cromado?
Sorprendentemente, el tipo no rompe mi mirada a pesar de las
balas de hielo que le
he lanzado. Tal vez no está usando sus lentes, o está
demasiado oscuro aquí
para que sea apropiadamente efectiva. Es todo lo
que puedo hacer para
mantener un rostro plano y las chispas saliendo.
Estoy perdiendo el
control de nuevo. Esto es porque he registrado dos
cosas por sobre y más
allá de sus hipnóticos ojos verdes y voz ardiente de
estrella de rock.
1. Su perfectamente
cuadrada barbilla tiene uno de esos pequeños
espacios limpios al
medio.
2. Es más alto, y
ancho por los hombros de lo que había pensado.
Mi corazón se eleva en
un tipo de privado granizo.
Mi lista no va a
parar.
3. Su cabello todavía
está húmedo de la ducha. Está hecho de
pequeños rizos—una
sorprendente cantidad de ellos.
4. Los mudos ojos no son
simplemente verdes. Son como un estallido
de arcoíris de verdes
y dorados y marrones. En una inspección más
cercana, él… él es
simple y completamente alucinante y… sólo lo diré
de nuevo: SANTO. SANTO. GUAU.
—Así que… Rochi
Igarzabal… ¿el gato se comió tu lengua? ¿Realmente le
crees a esa pegatina
de parachoques? ¿Es por eso que lo pusiste en tu Jeep?
¿Que los chicos en los
libros son realmente… mejores? —Me dispara una
pequeña sonrisa.
Tengo que esconder un
segundo jadeo de sorpresa. No puedo creer
que este chico de
aspecto perfecto conozca mi nombre tan bien como mi
Jeep, ¡y qué pegatina
le he puesto! ¿Quééé DOBLE-M?
Me encojo de hombros.
—Sip. Lo creo. Estoy sorprendida de que
puedas leer esos.
Tienen grandes palabras, Gaston Dalmau —disimulo,
lanzándole su nombre
completo de vuelta y ocultándome en el sarcasmo
mientras trabajo para
controlar el temblor amenazante en mi voz.
Siento como si
estuviera a punto de ir dentro del modo flaqueo y
temblores. No puedo
creer que he alcanzado este estado —no de una
pesadilla— ¿sino que
porque encuentro a un tipo despampanante? ¿O es
porque un chico dijo
mi nombre? Necesito recomponerme lo suficiente
para asegurarme de que
Gaston entienda que no estoy aquí para charlar o
para hacer amigos
—¡sin importar cuán lindo es! No tengo suficiente
energía en mí hoy para
conversaciones como esta.
—¿Te importaría
devolverme mis cosas? —le digo en mi más
malvada voz. Bajando
mis cejas en un modo de ataque. Me acerco,
intentando muy duro en
no pestañear. También trabajo en mantener mis
hombros bajos y mi
expresión aburrida. Muy aburrida, y llena de
completo disgusto y
desdén.
Una vez más, el tipo
no hace lo que espero.
En su lugar me
encuentra en el medio de la habitación y sostiene
arriba dos pegatinas
de parachoques más. —¿Preferiría estar en Forks?
¿Compro en la HOB?
¡¿Qué siquiera significan estas?!
Tiempo para terminar
esto, justo ahora. Todo está de pronto muy
cerca.
Eso, o él está
demasiado cerca de mí. Nunca dejo que nadie entre a
mi burbuja, pero este
chico casi la ha reventado. Destruido.
Está tocando todas mis
cosas y huele a limas… o algo como champú o
jabón. Levanto una
ceja, trabajando para alcanzar el correcto tono de
superioridad
intelectual. —Si nunca has leído los libros de Crepúsculo o
la serie de Los Juegos
del Hambre no entenderías. Ni. Siquiera. Un. Poco.
Son historias
complejas. Grandes palabras. Probablemente más allá de ti.
—Oye, ningún tipo con
respeto propio leería esos libros, o admitiría
leerlos. —Él ríe. No
respondo. En su lugar, me agacho para crear algún
tipo de distancia
mientras recojo el resto del montón de pegatinas de
parachoques todavía en
el suelo. Estoy horrorizada de notar que uno de
mis curriculum se ha
escapado. Levanto la mirada para ver si tiene algún
papel impreso en sus
manos. No lo hace, gracias a Dios.
—Así que… ¿no me vas a
decir qué significan? Vamos. ¿Qué es la
Hob? ¿Por qué Forks?
Cuando me paro, cambio
a mi descaradamente grosero tono de eres
un idiota. Este es el
que siempre molesta a mi mamá. Para estar segura de
que no está
perdiéndose mi insulto esta vez, además cruzo mis brazos y
hablo muy lento como
si estuviera hablándole a un niño. —La Hob es de
los libros de Los
Juegos del Hambre. Es el mercado bajo tierra donde los
personajes
intercambian comida e información. Forks sería el pueblo en
Crepúsculo. La locación.
En habla de chico, Forks equivale al planeta
Tatooine de Star Wars.
Tú sabes, ¿la casa de la niñez de Anakin
Skywalker? ¿O no te
suenan ninguno de los grandes éxitos globales de
taquilla? Supongo que
puedo usar Plaza Sésamo o Pokémon de referencia…
¿Si eso te ayudara a
entender mejor?
Bam. Eso debería
sellarlo. No podría haber sonado más como una
completa perra.
Él asiente. —No, lo
tengo. Mi habitación fue Tatooine por todo el
tercero y cuarto
grado. Habla de chico… eso es gracioso. —Se ríe de nuevo,
y suena tan cálido y…
y… ¡no del todo ofendido!
Peor, la risa me ha
desorientado de nuevo. —¿Oh? —Se convierte en
mi tonta respuesta
incontrolada. De pronto tengo cientos de preguntas
sobre cómo su
habitación debe haberse visto.
—Sí —continúa como si
pudiera leer mi mente—. Cubrí mis
paredes con estas
horribles sábanas color canela para hacer que las tierras
de desierto continúen
para siempre. Era más un riesgo de fuego más que
nada bueno. —Su mirada
ahora se pegó de nuevo en mi rostro como si
estuviera buscando
algo, esperando que haga algo.
Pero, ¿qué?
Bajé la mirada y jugué
con el cierre de mi bolso, esperando que no
haya descifrado que
estoy en territorio absolutamente desconocido aquí.
Para hora, aún los más
duros chicos estarían corriendo en la otra
dirección. Por último
estarían dándome tratamientos silenciosos. Tal vez
tendría que hacer esto
directamente. Podía intentarlo: No había razón por
la que tuviéramos que
hablarnos. Así que sólo detengámonos. Sólo así.
Para siempre. No me
hables, yo no te hablo. ¿Trato?
Se aclara la garganta
como señalando mi turno, pero cuando me
niego a comprometerme
continúa: —De cualquier modo… Crepúsculo, Los
Juegos del Hambre. Esos libros fueron
leídos por treinta millones de niñas
y sus mamás. Los
chicos que admiten estar dentro de la basura romántica
están mintiendo o
alardeando. ¿Cómo está eso para habla de chico? ¿Y esas
películas? Tienes que
admitir que eran extrañas.
Cometí el error de
levantar la mirada entonces, preparada para
atacarlo por el
comentario de ‗basura romántica‘ y me aturde hasta la
estupidez. Está en la
mitad de una completa: con la cara entera
involucrada… ojos
arrugados… sonrisa contenta. Sonriendo y feliz por mí,
¿supongo?
—Tatooine, ¿huh?
Asombroso que sepas hechos de Star Wars —
agrega sonriendo—.
¿Alguna vez miras las cosas animadas?
Sonrisa. Sonrisa.
Sonrisa.
Estoy en serio riesgo
de un desmayo a la antigua. Santo-¿QUÉ
DEMONIOS? Mi cuello y
mis mejillas están calientes como volcán.
Mi pecho es un
enjambre de un incontrolable ataque de mariposas.
Disturbio de
mariposas.
Masacre de mariposas.
Persona masacrada: Yo.
Método utilizado: Hoyuelo.
El tipo tiene un
hoyuelo. Claro que tiene uno. Para combinar con la
barbilla perfecta de
Hollywood. Para hacer que el chichón en mi frente
lata con más fuerza.
Puntos de Gaston Dalmau:
300 trillones, multiplicado por un millón al
cubo.
Di algo Rochi. Algo.
Y justo cuando estaba
pensando en qué iba a decir, mi boca moverse
por sí misma, como si
estuviera poseída. —Los efectos especiales de la
Guerra de las Galaxias
es mi favorito —dije—.Me encanta como dibujaron
a los personajes, como
todo es tan lineal y…
Las palabras se me
mezclan, y mi cerebro por fin logra que mi boca
se cierre.
¡Di algo, pero no eso
loca!
—La Guerra de las
Galaxias. Yo también la amo. ¿No? Siii —
¡Respondió con voz de
Yoda!
Parpadeo.
Sus ojos muestran
amabilidad, brillan con risa, y siguen siendo muy
verdes.
¡Verde del tipo Yoda!
¿Estoy perdiendo mi
toque? ¿Por qué este chico no puede actuar
como todos los demás?
Quiero reír tontamente
y sonreírle; y toma toda mi fuerza de
voluntad para no
hacerlo y en vez dar una mirada penetrante. Para no
hacer otra cosa
estúpida, me doy media vuelta, y comienzo a guardar
todas las muestras de
productos en mi bolso, cuando un tipo que se parece
a un umpa-lumpa con
pelo canoso sale por la puerta de atrás del
mostrador.
—Genial, están los dos
aquí —dice el tipo, parando para
acomodarse los
lentes—. Estaba preocupado pensando que se habían ido…
—No, Señor Foley. De
ninguna forma. Es bueno verlo otra vez. —
Gaston da un paso
hacia delante y le da un apretón de manos.
Siento como si me
hubieran apuñalado en el corazón. Me doy cuenta
de mi gran desventaja.
¿Cómo puede ser que Gaston ya conozca al Señor
Foley?
Me aseguro de que mi
rodete sigue en perfectas condiciones y
camino en su dirección
mientras pongo una sonrisa que muestra
confianza.
El Señor Foley me
salva al hablar primero. —Debes ser rocio
Igarzabal. —Me da un
apretón de manos—. Escuché que tuviste una
entrevista
espectacular ayer. Mi gerente dice que eres fantástica. ¡No
estuvo tan emocionada
desde que pusimos acrílico a las réplicas de
espadas de fuego de
dragón! No puedo esperar a ver tus stickers de nerd.
Espero que los hayas
traído…
Dándole a Gaston una
sonrisa engreída, digo: —Obviamente. Es un
honor conocerlo Señor
Foley.
—Sí. Genial —dice el
Señor Foley dice, y parece estar dándome un
buen vistazo.
Espero que apruebe mi
conjunto de muynerds.com, mi
condenadamente larga
pollera de color morado que me costó $42.50. Mi
blusa de oficina color
blanco que me costó $34.00. Una prenda que sigue
de moda por dos años
consecutivos. Algo que no puedo esperar para decir
en la entrevista.
El Señor Foley sonríe
y asiente, dándose cuenta de que no solo soy
una candidata, sino
que también soy una compradora muy importante.
50 mil tropecientos
puntos para mí. ¡JA, a ver qué haces ahora
Dalmau.
—¿Ustedes se conocen?
—Nos señala el Señor Foley.
—Sí —dice Gaston, en
un tono que parece sarcástico.
—No —le dí una mirada
asesina a Gaston. Que pare con estos juegos,
ahora.
—¿Entonces es un sí o
un no? —pregunta el Señor Foley
confundido, rascándose
su cabeza medio calva.
—Algo así —digo.
—Sí… eso es lo que
quería decir —dice Gaston. Mira hacia otro lado y
se ruboriza.
—Vamos a la misma
escuela —agregó.
—Bien. Eso hace lo que
voy a decir menos incómodo. —Sonríe el
Señor Foley.
Me tengo que obligar a
no poner los ojos en blanco.
Si esta mañana se pone
más incómoda, podría prenderme fuego.
El Señor Foley
continúa. —Nuestro sistema de cumplimiento de
pedidos y estuve ayudando
en control de calidad con su base de datos.
Por eso hoy llegué tan
tarde. ¿Pueden esperar aquí hasta que termine?
—No hay problema.
—Asiento, esperando que mi expresión esté
dividida entre
preocupación y algo que diga: «contrátame a mí, NO A ÉL».
Miro de reojo a Gaston,
y me doy cuenta de que parece completamente
incómodo con el nuevo
plan. Nos quedamos sin temas extraños para
hablar. Me imagino que
no está esperando con ansias el próximo
momento que tenga que
estar solo conmigo.
Estar a solas con él
tampoco es la cosa número uno en mi lista, pero
no voy a dejar que
alguien se entere al tener una mala cara de póquer. Si el
Señor Foley se da
cuenta de cómo se siente Gaston, va a ser otro punto para
mí. Le doy a Gaston
una sonrisa de burla, y sigo hablando. —Tengo todo el
día Señor Foley,
tómese su tiempo.
—Sí, todo lo que
necesite —dice Gaston.
Gaston responde a mi
desafío con una sacudida de cabeza y una
extraña media sonrisa.
Lo golpearon muy fuerte en la cabeza, es la única
forma de que sea así.
—¿Somos los únicos
para la entrevista final? —pregunta Gaston. Me
está dando la espalda.
Creo que quiere bloquear mi vista del Señor Foley
con su enorme… enorme
figura.
—Sí. Ustedes dos son
los mejores del grupo. Ojalá tuviera el dinero
suficiente para contratar
a ambos. Esta decisión va a ser muy difícil. —El
Señor Foley suspira y
se saca los anteojos para limpiarlos con su camisa.
Me paro al lado de Gaston
para estar en el campo de vista el Señor
Foley, pero Gaston
empieza a hablar antes que yo otra vez.
—¿Podemos hacer algo?
¿Capaz que se necesitan un par de manos
más? —Suena
condenadamente inteligente.
—Sí. ¿Puedo ayudar?
—pregunto, pero sé que sueno nada original,
como si estuviera
repitiendo para quedar bien.
¡Porque lo estoy
haciendo! No puedo creer que subestimé tanto a
Gaston.
Casi no puedo aguantar
mi sonrisa con los dientes apretados, pero el
Señor Foley no se da
cuenta.
¿POR QUÉ?
Porque no me está
mirando. Está ocupado sonriendo con Gaston como
si hubieran hecho
alguna broma privada en la entrevista de ayer.
¡Como si Gaston Dalmau
hubiera ido a su casa a cenar, hubiera conocido
a su esposa, y hubiera
salvado a su perro de ahogarse! Como premio de
consolación, mi NO
FUTURO asiente en mi dirección, pero responde la
pregunta de Gaston, no
la mía. —Capaz que te deje, hijo mío. Perdón por
todo esto. Pero no voy
a tardar mucho, sólo esperen hasta que vuelva… —
Nos da una última
mirada triste y un pequeño saludo con la mano, y se va
por la puerta.
Quiero llorar.
Señor Foley acaba de
llamar a mi única competencia hijo mío.
¿HIJO MÍO?
Aparentemente perdí el
trabajo. Miro los músculos la espalda tensa
de Gaston y me
pregunto qué le estará molestando.
¿No se puede dar
cuenta? Es el favorito del Señor Foley.
Gaston va hacia la
parte más alejada de mí posible. Lo escuché
murmurar la palabra ―mierda‖ más de seis veces.
Como si él fuera el que se
tiene que preocupar
ahora.
Pienso que estuvo
fingiendo estar relajado cerca de mí pero no
puede esconder más el
hecho de que yo lo hice retroceder y lo hice
temblar con miedo como
debería.
Genial. Esperemos que eso
sea verdad. No puedo irme de aquí sin
trabajo.
Capaz que lo puedo
empujar más: convencerlo de irse. Sin es tan
estúpido como para no
darse cuenta de que ya lo eligieron, no se lo voy a
decir. Voy a decirle
lo contrario.
Doy un largo suspiro,
para llamar la atención, y cruzo mis brazos
sobre mi pecho, para
seguir pareciendo arrogante y que irradio confianza
cuando interiormente
estoy tragando el nudo de mi garganta llena de
nervios.
—Entonces… ¿Te quieres
confesar? ¿Quedar blanco? Tenemos
bastante tiempo
—jadea, como si lo hubiera asustado.
—Yo… ¿q-qué
q-q-quieres dec-cir?
¡Sí! ¡Tartamudeo!
Vuelvo al ring, y estoy lista para el round 2. Esta
vez, se todos su
trucos, hoyuelos, marcas, sonrisas, y adorables patas de
gallo. Empecemos.
Cuando se da vuelta, está extremadamente pálido, y mi
confianza se recarga.
Doy otro suspiro, el
aburrido, el que el psicólogo da antes de decir:
—Creo que con esto
terminamos la sesión Jessica.
Y digo: —Sabes que no
perteneces aquí. Ni siquiera eres un nerd.
Creo que deberías
decirme porque creíste que era apropiado tirarte sobre
mi auto. ¿Querías
asustarme?
—No, pensé… y yo… —Se
ruboriza, todavía tartamudeando—. Yo…
No le dejo acabar.
—Sólo dilo; estabas
tratando de hacerme fracasar en la entrevista.
No soy idiota.
Ahuyentándome es la única manera en la que puedes
conseguir este
trabajo, y creo que lo sabes. —Paseo hasta el sofá morado,
coloco el bolso sobre
la mesa de café de cristal ovalada y tomo asiento
como si fuera dueña
del lugar—. Decente, pero fallido intento. No vas a
obtener una segunda
oportunidad.
—Tú fuiste la que hizo
el truco de aparcar-y-esconderse, no yo —
dice, con todos los
indicios de su anterior tartamudeo, ahora borrados—.
En caso de que no te
dieras cuenta, el lugar donde elegiste aparcar está
oculto por
contenedores de basura. Sincérate en eso, porque parecía que
estabas jugando tu
propio juego ahí.
Estoy empezando a
sospechar que este chico es tan bueno
escondiendo sus
verdaderos sentimientos como lo soy yo. Sé que lo tenía
sudando apenas unos
segundos antes, pero ahora lo ha vuelto contra mí.
No voy a admitir que
llego temprano a todo para que pueda tomar una
siesta primero, por lo
que digo una verdad a medias. —Aparco en la
sombra para pasar el
rato. Detrás de los contenedores de basura es el
único lugar con sombra
en todo el aparcamiento. Por lo que sé, aparcar en
la sombra no es un
juego, o un crimen. Pero acechar y atacar a personas
inocentes son delitos
graves.
—¡Dios! Me di cuenta
de tu coche, y me di cuenta de ti en él…
roncando. También me
di cuenta de que no te ibas a despertar. Tienes
suerte de que me tomé
la molestia de darte una pequeña asistencia. Me
debes una. Podrías
haberte perdido la entrevista entera.
Me cambio a modo
pelea-completa. —Oh, te debo una, ¿verdad?
Para tu información.
No estaba dormida, tu imbécil. Estaba descansando.
Escuchando mi iPod.
Gracias a ti, tengo moratones en mis rodillas y un
bulto en mi frente. Si
estás buscando algún tipo de
retribución por lo que
hiciste… bueno, has causado más daño que una
manada de búfalos. ¡Me
debes una… como cirugía plástica o algo así! —
Señalé el bulto.
—Lo siento, ¿vale? No
pretendía asustarte. —Acecha hacia mí tan
rápido que no tengo
tiempo de seguir o leer su expresión… como si
pudiera.
Se agacha abajo y
mueve mi flequillo a un lado para examinar el
bulto. Estoy mirando
la forma en que sus pantalones de entrevista beige se
han apretado sobre sus
muslos… la forma en que su camiseta se extiende
sobre sus bíceps.
Entonces, dejo de respirar por completo.
Cuando miro arriba,
sólo leo preocupación sincera y disculpa en su
expresión. Sin estar
segura de que hacer con un chico así de cerca de mí,
decido seguir
aguantando la respiración hasta que cuente las motas de oro
en cada uno de sus
iris… cinco por dos son diez en total. Poco a poco,
corro el riesgo de una
respiración lenta por la nariz. Y luego otra.
—Está bastante mal…
necesita hielo —dice, sacudiéndome de vuelta
al planeta pasando su
pulgar suavemente sobre el bulto. Jadeo, tratando
de ocultar la piel de
gallina que está subiendo por la parte trasera de mi
cuello—. Lo siento.
¿Es realmente doloroso?
—Sí… no. No lo sé. Un
poco. —Parpadeo, molesta por mi elección
épica de palabras
monosilábicas.
—Veo un montón de
golpes en la cabeza con los chicos que entreno
en la pista. Este se
ve bien, pero si te sientes con nauseas es posible que
tengas que ir a
urgencias.
—Ni una oportunidad…
pero una vez más… buen intento en
deshacerte de mí.
Él sonríe mientras sus
ojos escudriñan toda mi cara. —Eres graciosa.
¿Alguien alguna vez te
ha dicho eso?
Siento un extraño
aleteo en la base de mi garganta y muy dentro en
mi pecho.
Dios. Esto tiene que ser
más mariposas. Mariposas terribles. Mi
pecho se aprieta,
retorciéndose como si fuera a explosionar. Trabajo para
tragar. De repente
estoy asustada de que insectos con alas de arcoíris
estén a punto de salir
de mi boca y le golpeen en la nariz.
—No pretendía
asustarte en el aparcamiento. Lo juro. —Continua,
ajeno al hecho de que
estoy perdiendo la cabeza. Sus ojos perforan más
profundamente en los
míos—. Lo siento. De verdad, lo siento. He metido
la pata. Rochi… te
juro que pensé que necesitabas que te despertara.
Creo que de alguna
manera amo y odio la forma en la que acaba
de decir mi nombre.
Como si me conociera. Como si fuéramos amigos
cuando somos todo lo
contrario.
Trago saliva y miro a
su barbilla chuleta porque estoy aterrada de
mirar a otro sitio. Mi
terapeuta me dijo que si alguna vez me sorprendía
por alguien —un chico— acercándose a mí —tocándome— que cualquier
cosa podría suceder.
Cualquier cosa como:
yo… volviéndome loca.
Pero no lo hice. ¡Y no
lo voy a hacer!
Por extraño que este
momento sea, estoy intrigada por las
posibilidades de lo
que esto podría significar. ¡Gaston Dalmau sosteniendo mi
flequillo mientras yo
memorizaba las filas de su barbilla chuleta en mi lista
de cosas-que-me-habían-sorprendido-demasiado! Realmente no tengo
esa
lista. Pero cuando
llegue a casa, voy a hacer una.
No tengo ningún deseo
de arañar sus ojos, o llorar o —bueno— de
hacer algo que mi
terapeuta dijo que podría hacer.
La única necesidad a
la que me estoy resistiendo en este momento es
la de mirar fijamente
a sus labios —y eso está más allá de extraño. Me
obligo a mirarlo a los
ojos de nuevo, decidida a probar esta sensación —o
falta de sensación— un
poco más.
Cuando nada pasa
después de otro largo examen de sus preciosos
ojos —sin contar el
aumento de mi ritmo cardiaco y la mirada de medio
pánico cruzando su
cara (¿y quién puede culparlo por eso? Estoy actuando
como un bicho raro con
todas esas miradas), tengo que sofocar una
sonrisa y torcer mi
expresión en lo que espero que me traiga de vuelta a mi
máscara-molesta-sólida-como-una-roca.
Deja caer mi flequillo
y se sienta de vuelta en sus talones. —
¿Disculpas aceptadas?
—Mmmh. —Y un pequeño
asentimiento es todo lo que puedo
manejar porque no
quiero dejar saber que estoy llena de emoción. Estoy
mucho más curada de lo
que pensaba. Eso, o Gaston y yo éramos de alguna
manera las
personificaciones humanas de las fuerzas positivas y negativas.
¡Como si somos Ying y
Yang, o aceite y vinagre! Tal vez nos cancelamos el
uno al otro por
defecto. Es bastante obvio que él no reacciona a mí como
debería. Y, sin contar
la sensación de mariposas que parece bastante fácil
de ocultar, yo no
reacciono a él de una forma loca en absoluto. ¡Cómete
eso, Doctor Brodie, y
hola progreso!
Señalo a su mochila
para quitar su atención de mí y volverla a la
entrevista. —Enséñame
que productos has traído para impresionar al
Señor Foley. Tú has
visto los míos. Es lo justo.
Él toma el bolso en su
regazo y lo aferra firmemente mientras se
levanta y se dirige de
nuevo al escritorio de la recepcionista. —No es mi
culpa que se te
cayeran tus cosas. No puedo —no quiero— enseñarte lo
que hay en esta bolsa.
Lo siento.
—Siempre lo sientes,
¿verdad? Lo siento. Lo siento. Lo siento —
bromeo, reuniéndome
con su mirada.
Lo que sea que haya
dicho ha hecho que la cara de Gaston se volviera
de color rojo
brillante. Rápidamente se da la vuelta.
Esto es una cosa buena
porque después de todo este proceso
concentrado, estoy
siendo golpeada por una mayor ola de mareo. Entierro
mis manos en el sofá
para mantenerme estable y tratar de evaluar si la
sensación sigue siendo
la cosa mariposa —o si está viniendo directamente
de mí, yo misma y mi
yo en mal estado.
Sólo me toma un
segundo darme cuenta de que es lo último. Me he
vuelto tan mareada,
que me siento como si me fuera a desmayar. Los Red
Bulls se han
desvanecido y va a pasar un rato antes de que pueda tomar
una siesta. El
agotamiento y la niebla que viene con él se instala,
añadiéndose a mi
aturdimiento.
Gaston Dalmau como mi
oponente es reemplazado por la necesidad de
ganar contra un
villano mayor: el ansia infinita de mi cuerpo de dormir.
Un bajo golpeteo crece
dentro de mi cabeza. Genial. Colapsar con una
audiencia nunca es
bueno.
—Te ves un poco
pálida. —Él suena muy lejos como si estuviera
hablando a través del
agua.
—Un pequeño dolor de
cabeza, gracias a ti y el bulto —bromeo,
frotándome las sienes
y tratando de respirar profundamente. No quiero
que se dé cuenta de
que estoy en un punto débil así que me esfuerzo para
que la conversación
siga—. Tienes razón, sin embargo… no es culpa tuya
que se me cayeran mis
cosas… es mía. Sólo culpa mía.
Le oigo caminando al
otro lado de la habitación. Exploro el techo,
encontrar el
ventilador de aire acondicionado y ponerme a toda prisa
debajo antes de que
pueda regresar. El aire frío siempre ayuda. Después de
unos momentos me estoy
congelando, pero puedo procesar de nuevo.
Pellizco mis costados
tan duro como puedo, una táctica que funcionará
durante un rato. Por
desgracia, incluso bajo una ráfaga helada, los sofás
tienen una manera de
llegar a ser demasiado cómodos cuando me siento
así. El demonio del
sueño quiere un depósito. No hay manera de que
pueda vencerlo por más
tiempo. Cierro mis ojos y rezo porque pueda
pensar en un plan.
Rezo más fuerte para
que el Señor Foley se dé prisa.

No hay comentarios:
Publicar un comentario