@alezzandra_CA
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Era
él o yo – continuó diciendo ésta con la voz helada y los ojos oscuros – y yo no
pensaba morir esa noche. Vomite todo lo que tenía en el estomago y al expulsar
todo me sentí un poco más estable –su voz volvió a perderse – me deshice del
cuerpo y jamás mire atrás. Gracias a eso hoy estoy casada con Pablo.
Gastón que se había vuelto una piedra y
estaba luchando contra toda esa información la miró como si la viera por
primera vez.
-
¿¿Qué
quieres decir?? ¿¿Qué tiene eso que ver??
Rocío se puso en pie y caminó hasta la
ventana. Faltaban pocas horas para el amanecer.
-
No
lo sé, no sé como el muy bastardo llegó hasta allá, no sé si se puso de acuerdo
con Ricardo o solo nos siguió, pero el muy cobarde, a las sombras siempre había
estado presente, siempre había estado observando. Lo vio todo.
Gastón rechino los dientes.
-
Después
que todo pasó, mientras yo luchaba contra mis demonios Pablo apareció en mi
puerta con un sobre de manila, me pidió matrimonio y me mostro las tres fotos donde
se ve claramente como mato a ese hombre. No tuve opción y antes de saberlo ya
me había convertido en la señora de Martínez.
-
¿¿Ese
bastardo te chantajeo?? – la voz de Gastón sonó camuflada por la ira contenida.
-
Aun
lo hace – respondió ella sin inmutarse.
-
Por
eso no te atreves a dejarlo. – no fue una pregunta.
-
Aja!!
– Rocío sonaba ida, perdida, con un toque de resignación – Ricardo era un
hombre admirado, respetado, y con esas fotos… Se ve claramente como lo apunto y
aprieto el gatillo. Jamás habría salido libre de un juicio.
Gastón asintió sabiendo que era
verdad.
-
Bien
– Rocío seguía dándole la espalda – ese es el cómo y el porqué. Mi lindo cuento
para dormir. Si te vas lo entenderé.
Él se limitó a observar sus hombros
rígidos y su mentón alzado. De repente ella suspiró y sus hombros cayeron.
-
A
veces me gustaría matar a Pablo también, total – rió sin humor – ya lo hice una
vez, ¿¿Qué le hace una raya mas al tigre??
Gastón caminó hasta ella en dos zancadas y la
hizo girarse.
-
No,
tú no eres una asesina. – dijo rotundamente.
Los ojos de ella relampaguearon.
-
Yo
mate a ese hombre.
-
Tú
te estabas defendiendo. - Tomó su rostro en sus manos – si no lo hubieras hecho
ahora estarías muerta. – él buscó su mirada y la hizo concentrarse en sus ojos –
ese hombre era una piltrafa, era un maldito infeliz que no merecía respirar tu
mismo aire.
Ella retiró la mirada y se alejó de él.
-
Aun
sueño con él, con ese momento exacto en el que me miró a los ojos y vi como la
vida se le iba. Yo le provoque eso. Yo robe una vida.
-
Y
salvaste muchas más – dijo él tras ella. – Rocío no puedes seguirte torturando.
-
¿¿Y
cómo hago eso?? – Rocío se giró con lagrimas en los ojos - ¿¿Cómo hago eso
cuando vivo con un hombre que me lo recuerda todos los días?? ¿¿Cómo lo olvido
si mi vida es una permanente mentira gracias a eso?? A veces… a veces solo desearía haber dejado que me
mate.
-
¡No!
– la voz de Gastón sonó rotunda y desesperada – No Rocío porque hoy no
estaríamos aquí de ser así, yo no te habría conocido de ser así y estaría
perdido y vacio.
-
¿¿Cómo
puedes?? – ella se llevó las manos al rostro - ¿¿Cómo puedes seguir aquí
después de saber la verdad??
Él negó con la cabeza y la miró.
-
No
me voy a ir.
-
¿¿Por
qué??
-
Porque
estoy loco, porque te amo, porque te prometí una vez nunca dejarte sola y estoy
dispuesto a cumplirlo.
-
¿¿Cómo
sabes que no te miento??
Gastón alzó una ceja.
-
¿¿Lo
haces??
-
¡Por
dios no! – exclamó ella.
- entonces voy a quedarme contigo te guste o no.
Rocío
lo miró un segundo eterno.
-
¿¿Y
Pablo?? Estoy casada y no voy a dejar de estarlo, por lo menos no en un futuro
inmediato.
-
Puedo
esperar
-
¿¿el
qué?? ¿¿Un milagro??
-
Por
ti.
Ella
se acercó a él y se detuvo justo en frente, muy cerca, mirando esos ojos verdes
llenos de promesad.
-
¿¿Hasta
cuándo Gas??
-
Hasta
que me digas que no me amas más.
Rocío asintió mirándolo a los ojos.
-
Eso
no pasará. Nunca voy a dejar de amarte.
Un movimiento y ya no había distancia entre ellos, un
segundo y sus labios se batían en duelo desesperadamente, un suspiro, al
unisonó, dos almas torturaras, dos vidas encontradas, dos corazones latiendo,
dos almas volviéndose una, sellando un pacto, con sus cuerpos, con amor.
Levantándola en brazos Gastón, la llevó
hasta la chimenea. La boca de él se aplastó sobre la de ella con pasión. Rocío
no tuvo tiempo para pensar, para darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Las
manos de él la recorrían, la acariciaban, con avaricia, con adoración, con
deseo. El cuerpo de ella hormigueaba por allí donde las expertas manos de él
pasaban.
Rocío tuvo un segundo de pánico, el
único hombre con quien había tenido relaciones era Pablo, y todas fueron
forzadas, ella jamás había sentido la dulce sensación que estaba sintiendo en
ese momento, pero sabía lo que vendría después y el dolor que aquello siempre
le traía, no le importaba sentirlo con tal de estar con Gastón, pero esa
opresión en el pecho seguía creciendo.
-
Gas
– susurró con la voz amortiguada por sus besos.
Él se apartó y la miró con los ojos
llenos de adoración, un poco de sus temores desaparecieron.
-
Quiero
estar contigo, te deseo – miró hacia abajo sus manos en el musculoso cuerpo de
él – pero, por favor, se suave conmigo – lo miró a los ojos un segundo y luego
bajó la vista con vergüenza. – sé que siempre duele cuando, bueno, ya sabes,
pero por favor, intenta ser suave. – retorció sus manos – por favor – susurró
bajito.
Ella se atrevió a mirarlo cuando él
tardó en responder y retrocedió al ver la tormenta que se arremolinaba tras
esos hermosos ojos verdes.
-
¿¿Te
moleste?? Por favor olvida lo que dije, solo quiero estar contigo. – Rocío le
dio un beso cortó en los labios y no obtuvo respuesta. – Gas.
Gastón tomó una larga respiración y la
soltó lentamente.
Rocío se tensó y frunció un poco el
seño.
-
Gas,
sé que soy una torpe, pero por favor no
te moleste conmigo, por favor… - habló mirando su pecho rígido.
-
Rochi
– Gas la tomó por un brazo y alzó su mentón con suavidad – no estoy molesto
contigo, jamás lo estaría porque me dijeras cuando tienes alguna incomodidad. –
tensó la mandíbula – estoy a punto de matar a tu esposo por animal – acarició
su mejilla con delicadeza – cariño, jamás te trató con amabilidad ¿Cierto?
-
A
veces no dolía tanto como otras… - dijo ella agachando la mirada.
Gas cerró los ojos con fuerza y lanzó una maldición.
-
Gas,
no te aflijas – habló ella mirando su rostro torturado – está bien, sé que
duele pero no me importa si es contigo.
Él la miró con mil emociones y la beso
con cariño en la frente.
-
No
siempre duele Ro, no debe doler. Debes sentirse bien. Debe ser placentero – la
miró a sus confundidos ojos y besó suavemente sus labios – y que tú estés
dispuesta a complacerme aunque pienses que es doloroso… me hace sentir, no
digno de ti.
Ella lo abrazó.
-
Que
tonterías dices – lo besó en la mejilla y susurró – muéstrame lo que es el
amor.
Gastón la llevó hasta el cuarto y volvió a besarla, lentamente, con
maestría, decidido a mostrarle lo placentero que podía ser.
Se apartó un segundo y la vio bañada en,
solo, la luz de una lámpara en la mesa.
Su cabello rubio largó hasta su cintura
que daba la ilusión de una cascada de oro, su piel blanca y sonrosada, sus
curvas perfectas, sus labios rojos y deliciosos, sus ojos que lo miraba con
amor, con adoración. Ella era un ángel, su ángel.
-No tienes por qué hacerlo. – dijo acariciado su mejilla.
-Pero quiero. – respondió ella sin dudarlo.
Nerviosa, pero decidida Rocío le acarició la cara, los hombros,
alentándolo a tomarla en sus
brazos. Gastón permaneció inmóvil, perplejo, contemplándola como si fuera un sueño. Ella metió los dedos en aquel rincón tan caliente, entre la camisa y su suave y fuerte piel. Puso las manos
sobre la ancha caja de sus costillas y fue subiendo quitando, poco a poco, su camisa. Aunque sentía que
él buscaba su mirada, se concentró en su tarea y finalmente logró sacar toda la extensión de tela blanca por su cabeza y deslizó los dedos hasta la nuca de Gas, frotándola
suavemente.
La caricia de su dedo hizo que Gastón aspirara con fuerza y, de pronto, le tomó
las muñecas con sorprendente rapidez.
-Rocío -le advirtió, estremecido-, no empieces algo que luego no puedas
terminar.
Con las muñecas todavía sujetas, Rocío se inclinó sobre él. Puso los labios sobre los de Gastón en leves,
repetidos roces; tentándolo, ofreciéndose, hasta que él la sorprendió con un
sensual beso. Ella respondió a la presión y aceptó de buena gana la intromisión
de su lengua, que le exploraba la boca con creciente curiosidad.
Gastón le soltó los brazos y la acostó sobre el lecho, mientras le besaba los
labios, las mejillas y el
cuello. Rocío le rodeó con sus brazos, contemplando la silueta de su cabeza y sus
hombros encima de ella.
-No dejes de besarme -le pidió, ávida de
aquel sabor.
ÉL la tomó de la nuca. Cubrió con su boca la de ella en un beso profundo y sensual que aceleró los
latidos de Rocío y le hizo levantar las rodillas, como si deseara enroscarse en torno a
él.
No recordaba con precisión cuándo fue la
última vez que Pablo la había
forzado; solo sabía que había sido un acto rutinario, llevado a cabo sin una sola palabra ni caricia.
¡Qué diferente era ahora la forma en que la tocaba, con los dedos revoloteando sobre ella!
Gastón le quitó el pantalón
con movimientos simples y eficientes, y entonces se agachó sobre sus piernas y las
besó. Los arcos de sus pies, el tierno espacio interior de sus tobillos... Rocío permitió que le levantara y le doblara la
pierna y se le arqueó el cuerpo al sentir el suave mordisco de sus dientes
detrás de la rodilla.
-¿Te gusta esto? -preguntó él.
-Yo..., si... No lo sé.
Él apretó la cara contra la parte interior
de su muslo, hasta que ella sintió el escozor de la barba incipiente de Gastón presionar contra su suave carne.
-Dime qué te gusta -pidió él con voz
entrecortada-. O qué no te gusta. Dime todo lo que quieras.
- ¿¿Cómo es?? – Ella respiraba entrecortadamente - ¿¿Cómo es que duras
tanto??
Él se echó a reír de repente, mientras sus
manos seguían aferrando sus piernas.
-Quiero que dure cuanto sea posible. He
esperado tanto esta noche... Solo Dios sabe cuándo dispondré de otra.
El calor de su boca traspasó la tela de sus pantis cuando le besó el muslo.
Rocío se puso tensa, estiró las
piernas y sus rodillas golpearon contra la sólida muralla del pecho de Gastón cuando este fue ascendiendo sobre ella. La pequeña tela de encaje era un deslizante
velo nocturno entre ambos. El depositó innumerables besos sobre su pierna,
mientras sus manos le acariciaban las caderas y se deslizaban debajo de sus
nalgas.
La boca de Gastón fue hasta el borde del lugar prohibido y Ella reaccionó sin pensarlo, tratando de apartarle la cabeza. Gastón le tomó una mano, le besó los dedos
y volvió a inclinar la cabeza sobre su cuerpo encogido.
Rocío sintió su lengua a través de la seda, en una caricia húmeda y
voluptuosa entre sus muslos, exactamente donde la piel sensible quedaba al
descubierto.
-¿Probamos sin las pantis?-sugirió él con voz ronca y divertida.
-¡No! -exclamó ella.
Gastón rió ante su rápida reacción y se irguió hasta que ambos quedaron cara a
cara.
- Hay que quitarte la ropa –dijo con aire juguetón y sensual mientras
alzaba lentamente la camisa de la joven y se la quitaba por la cabeza.
-Primero, apaga la luz. – pidió ella viéndose solo en ropa interior.
-Quiero verte -replicó él. Besó la delicada
piel que había dejado al descubierto y hundió la cara entre su hombro y su
cuello-. Y quiero que tú me veas a mí.
Rocío lo observó con cautela.
-No -dijo en tono quejumbroso, pero él pudo
percibir la inseguridad en su voz.
-Dulce amor mío -susurró él contra su hombro- ¿¿No sabes lo hermosa que eres?? ¿¿No te das
cuenta de lo mucho que te deseo?? Confía en mí.
Rocío permaneció sin protestar cuando Gastón desabrochó su
sostén de encaje y la tela cayó por sus brazos, dejándola expuesta y vulnerable
bajo la suave luz de la lámpara.
ÉL la observó como quien ve lo más apreciado y hermoso del mundo y ella
se sonrojó ante su mirada. Gastón la atrajo hacia sí
y la desnuda piel de Rocío fue aplastada por el cuerpo semi-vestido de su esposo.
-Te deseó más
que nada en mi vida – dijo él roncamente.
Antes de que ella pudiera decir algo, él la empujó suavemente hacia abajo y se
tendió sobre ella. Paseó la mirada
sobre su cuerpo, absorbiendo codiciosamente cada palmo de lo que veía. La besó, con su
pecho musculoso sobre ella y sosteniendo todo su peso sobre los codos y los
muslos.
¡Eran tantas las cosas que Rocío nunca se había atrevido a investigar!
Vacilante, tocó aquel torso, tan duro y suave bajo sus manos: los botones
pardos de sus pechos, la tensa extensión de su cintura.
Gastón se deslizó sobre su torso y jugueteó con sus senos, tomándolos entre
sus manos, rodeando las puntas con los dedos. Su boca se abrió sobre uno de los
montículos henchidos y atrapó el pezón, apretándolo entre sus dientes.
Rocío soltó un gemido, subyugada por la visión de la cabeza de Gastón sobre su pecho, mientras él seguía acariciando y besando, primero un seno, después el otro... Se sintió extraña... Algo se estaba liberando en su
interior, donde cedía toda defensa. Las manos de él se movieron sobre su vientre y Rocío abrió las piernas para incitar su caricia, cualquier cosa que
él quisiera hacerle.
Al percibir su súbito abandono, Gastón paseó su boca por todas partes, besándole
la cintura, el vientre, los muslos... reverenciándola, como si se tratara de algo muy valioso.
Gastón introdujo la rodilla entre sus muslos, que ella separó de inmediato,
entregándose a él con todo lo que quedaba de su ser. Cuando él soltó el cierre de su pantalón, Rocío sintió una presión
brutal y pesada contra su
suave cuerpo. Se preparó para lo que venía, esperando el dolor.
Él la miró a los ojos y entró en ella lentamente, empujando tan despacio contra
la carne flexible que no sintió molestia alguna, tan solo la sensación de ser deliciosamente colmada. Su cuerpo aceptó
la enorme intrusión y, con cada
embestida, una nueva sensación la llenó, hasta que al fin Rocío, atónita, soltó un
gemido de placer.
Totalmente dentro de ella, Gastón se detuvo y hundió el rostro en la fragante curva de los hombros de Rocío. Ella sintió cómo
se sacudía aquel enorme cuerpo y cómo luchaba por contener una eternidad de
pasión reprimida.
-Está bien -murmuró ella, acariciándole la
espalda. Levantó las caderas para estimularlo y él jadeó tras el leve
movimiento.
-No, Rocío -gimió con voz espesa-. No, espera... Por Dios, este momento es... Te amo.
Ella le acarició la cabeza, donde enredó los dedos en su espesa cabellera. El
corazón le latía, enloquecido, contra el pecho; su visión era borrosa y todas sus sensaciones se concentraron en el punto donde sus cuerpos se unían.
-
También te amo
-
Ella volvió a empujar hacia arriba, y él la celebró, la consumió, la abrumó. Gastón se introdujera aún
más en su cuerpo, y aquella sedosa ondulación fue la perdición de ambos hasta que el serpenteante placer fue excesivo y se contrajeron en espasmos
interminables, gruñendo por la
fuerza de su desahogo, con el cuerpo estremecido de placer.
Un movimiento y ya no había distancia entre ellos, un
segundo y sus cuerpos se batían en duelo desesperadamente, un suspiro, al
unisonó, dos almas torturaras, dos vidas encontradas, dos corazones latiendo,
dos almas volviéndose una, sellando un pacto, con sus cuerpos, con amor.

que BUEN CAPITULO!
ResponderEliminarWOWWWW !!! ME ENCANTO QUIERO MAS M,AS PLISS
ResponderEliminarhey soy nadia me encanto el capi a sido increible
ResponderEliminarawwwwwwwwwwwwwww me encanto
ResponderEliminarPor fin!! hermoso capitulo.
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