Capitulo 25
Gabo tenía muchas cosas buenas. Estaba en un
término medio en el buen sentido: era inteligente, pero no un empollón,
atlético, pero sin ser demasiado musculoso. Tenía una sonrisa bonita, aunque no
era la de Gaston; sus profundos ojos azules no tenían la expresividad de los de
Gaston y su cabello oscuro era áspero y rizado, en lugar de suave como la piel
del visón, que era como lo tenía Gaston. Gabo tampoco era fornido ni de
espíritu inquieto, como Gaston, pero, en otros aspectos se parecían, pues ambos
eran altos, físicamente seguros de sí mismos y muy masculinos.
En aquella época, yo me sentía especialmente
vulnerable a las atenciones masculinas. Todas las demás personas, en el pequeño
mundo de Welcome, parecían estar emparejadas. Incluso mi madre tenía más citas
que yo. Y allí estaba aquel chico, parecido a Gaston, pero sin su complejidad,
y estaba disponible.
Gabo y yo empezamos a vernos a menudo, de modo que
los demás chicos consideraron que formábamos una pareja y dejaron de pedirme
para salir. A mí me gustaba la seguridad que proporcionaba estar en pareja. Me
gustaba tener a alguien con quien encontrarme entre clase y clase, alguien con
quien comer, alguien que me llevara a tomar una pizza después del partido de
los viernes por la noche.
La primera vez que Gabo me besó, me decepcionó
descubrir que sus besos no tenían nada que ver con los de Gaston. Gabo acababa
de acompañarme a casa después de una cita y, antes de que yo bajara del coche,
se inclino hacia mí y presionó su boca contra la mía. Yo le devolví la presión
mientras intentaba experimentar algún tipo de sensación, pero no sentí ni calor
ni excitación, sólo la humedad de su boca y su lengua en el interior de la mía.
Mi cerebro se mantuvo al margen de lo que le ocurría a mi cuerpo. Yo me sentí
culpable e incómoda a causa de mi frialdad e intenté compensarla rodeando la
nuca de Gabo con mis brazos y besándolo con más intensidad.
A medida que íbamos saliendo, se produjeron más
besos, abrazos y tentativas exploratorias. De una forma gradual, dejé de
comparar a Gabo con Gaston. Entre nosotros no había una magia misteriosa ni una
conexión invisible de pensamientos y sensaciones. Gabo no era el tipo de chico
que pensara en profundidad y no tenía ningún interés en los lugares recónditos
de mi corazón.
Al principio, mi madre no aprobó que saliera con un
chico de último curso, pero cuando conoció a Gabo le encantó.
— Parece un buen chico — me comentó después de
conocerlo—. Estoy de acuerdo en que salgas con él, siempre que, por las noches,
vuelvas como máximo a las once y media.
— Gracias, mamá. — Yo me sentía agradecida por el
hecho de que me hubiera otorgado su permiso, pero una rebeldía interior me
impulsó a añadir—: Sólo es un año menor que Gaston, ¿sabes?
Ella comprendió mi velada insinuación.
— No es lo mismo.
Yo sabía a qué se refería.
Con diecinueve años, Gaston era más hombre de lo
que muchos serían en toda su vida. Al no contar con la presencia de un padre, Gaston
había asumido la responsabilidad de cuidar de su familia, mantenía a su madre y
a sus hermanas y trabajaba duro para garantizar su supervivencia.
Gabo, por su parte, era un chico mimado y protegido
y tenía plena confianza en que las cosas siempre le resultarían fáciles.
Si no hubiera conocido a Gaston antes, es posible
que Gabo me hubiera atraído más, pero ya era demasiado tarde para esto. Mis
emociones se habían amoldado a Gaston como el cuero mojado que se ha dejado
secar y endurecer al sol, por lo que cualquier intento de cambiarlo de forma lo
rompería.
Continuara...
*Mafe*

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