martes, 11 de junio de 2013

Casi.... capitulo 10


Capítulo 10
::Rochi::
ahora son exactamente las 7:00 pm.
Hasta el momento no hay mensaje. Ninguno. Espero
que Gaston se haya arrepentido.
Mis ojos han creado agujeros en todo lo de esta cocina excepto la
ubicación de mi iPhone. Lo había conectado al cargador al lado de la mesa.
Toda la familia tiene iPhones, y todos somos bastante territoriales sobre
nuestras áreas de carga. El lugar en el antiguo aparador cereza es donde mi
papá, un profesor universitario de geología
, usualmente lo conecta cuando llega a casa del trabajo.
Esta noche lo había distraído de su patrón habitual: entrar, dejar
caer el bolso de la computadora portátil en la sala principal, vagar a la
cocina para dejar la correspondencia, conectar el celular, y buscar a mamá
(o totopos). Yo estaba al acecho en el aparador. Tomé la correspondencia
de sus manos, y lo ataqué con un unas pocas preguntas alegres y
serias sobre rocas sedimentarias.
BINGO.
Había sido incapaz de resistirse. En cuestión de segundos lo tenía en
su oficina y en su ordenador, buscando sitios web para mostrarme lo que
dijo que eran ―algunas fotos estupendas‖. Pensé que las fotos estaban sólo
bien, pero mi papá es tan lindo cuando está emocionado acerca de la
geología, nunca se lo diría.
Durante la cena, gracias a toda nuestra búsqueda, compartimos
nuestros descubrimientos.
Me demoré sobre la cena de mamá, una que había hecho
especialmente para celebrar mi nuevo trabajo. Ahora mis padres y mi
hermana están sentados a mí alrededor, esperando pacientemente a que
termine de cortar dos tazas de frutillas para hacer un mantecado. Había
usado las palabras ―por favor‖ y ―tiempo en familia‖ en la misma oración
para pegarlos a sus asientos y esperar mientras hago el postre.
Mientras espero que Gaston me mande un mensaje en frente de todos
ellos.
7:03 p.m.
Mamá es una nutricionista independiente para grandes hospitales,
7:04 p.m.
Ahora papá está revisando sus correos.
Kika está indiferente. Sonriendo con su sonrisa espaciosa y
soñadora y observando las frutillas caer en el tazón. Pensando en crema
batida, estoy segura.
—Esperen ahí, chicos. Ya casi termino. —Cuando estoy segura de
que nadie me está mirando, le doy un vistazo al reloj de nuevo.
¡Todavía 7:04! ¡¿En serio!? El minuto más largo de mi vida.
—No hay prisa. Esto es divertido, ¿verdad cariño? —mamá le dice a
papá, su voz está tensa.
Atrapo su mirada, y me lanza otra sonrisa rígida.
Papá, ningún tonto, cuando escuchó que la voz de mamá tenía ese
tono, bajó su celular y estaba mandándole una mirada de dolor.
—No me voy hasta que entregues la mercancía pegajosa —dice
Kika, no quitando ni una vez su vista del tazón—. No te olvides, doble
crema batida en mi plato. Su cabello rubio está saliendo de las dos flojas
colas de caballo. Las usa del mismo modo todos los días. Estiradas hacia el
frente para que cuelguen sobre sus hombros.
A las 7:05, doy un suspiro de alivio y dejo de cortar frutillas.
Gaston debe haber regresado al trabajo. No puedo evitar sentirme un
poco decepcionada.
—Rochi, ¿necesitas ayuda? No puedo sentarme aquí toda la noche.
Tengo trabajos que ver —suplica papá.
Me doy cuenta de que he estado parada congelada como un zombi.
Deben pensar que lo perdí. Le doy una sonrisa agradecida (una que es
real).
—Sí. Claro. Creo que el día finalmente ha terminado para mí. Estoy
cansada. Gracias.
—Apuesto a que lo estás, campeona. Los finales son difíciles. Toma
asiento. —Me está sonriendo con la misma extra orgullosa mirada con la
que él y mamá me sofocaron desde que les dije que obtuve la pasantía.
Ahora que tengo mi contrato con Gaston en su lugar me siento como
una niña buena por hacerlos sentir tan contentos por mí. Demonios, yo
estoy feliz por mí.
Me deslizo en mi silla, agradecida de estar sentada.
Bzz. Bzz. Boing-donka-donk.
La familia completa salta al mismo tiempo. Si no hubiera estado
vomitando en mi propia boca me hubiera reído. Mi papá deja caer el
cuchillo y está mirando la alarma de incendios de la cocina con una
expresión de desconcierto.
Menos de un segundo después, pasa de nuevo.
Bzz. Bzz. Boing-donka-donk.
—¿Qué es eso? —Mamá se propulsó de la silla y está mirando
alrededor de la cocina como un halcón, tratando de medir la fuente del
molesto sonido.
—Lo siento. Es mi celular —digo con un graznido.
—Bueno, nunca he escuchado ese sonido ruidoso salir de tu celular
antes —acusó mamá—. ¿Qué tiene mal?
Estoy por hacer una inmersión mayor por el celular pero Kika me
gana. Trato de cubrir el hecho de que salté disparada de la silla dejándome
caer de nuevo.
Kika está mirando la pantalla de mi iPhone mientras camina hacia la
mesa. Estoy esperando que lo que sea que esté visible en el monitor de mi
iPhone no vaya a arruinar mi historia.
El sonido se hace camino otra vez.
Bzz. Bzz. Boing-donka-donk.
Mi mamá hace una mueca.
—¿Puedes cambiarlo?¿Ahora?
—Sí. Claro. No sé de dónde salió eso —miento, sabiendo muy bien
que elegí ese tono por su increíble sonido y el efecto combinado del
zumbido.
La cabeza de papá desaparece detrás del mueble de la cocina y está
gimiendo: —¡Oh, las viejas rodillas grises no están hechas para esto! —
Salta de nuevo a la vista, sosteniendo el cuchillo perdido—. Mantecado de
frutilla a dos.
Bzz. Bzz. Boing-donka-donk.
—Quienquiera que te esté mandado mensajes seguro que tiene
mucho que decir. —Kika sonríe.
Quiero arrastrarme sobre la mesa para conseguir el teléfono de sus
manos, pero espero pacientemente a que ella lo traiga. Cuando lo hace,
Kika y yo miramos a la pantalla, juntas: Oye lnd, stas ahi?
Le lanzó una mirada a Kika.
—¿Qué significa eso? ¿Me dijo landa?
Kika se ríe y se sienta a mi lado.
—Léelo en voz alta. Tendrá más sentido.
—Oye lnd, stas ahi. ¿L…n…d?
—Lnd significa linda. Rochi, estás tan fuera de moda. —La sonrisa de
Kika se vuelve radiante—. ¡Esto tiene que ser de un chico! ¡Un chico que
cree que eres linda! OMG, ¿quién es? Ahora. Ahora. ¡Habla!
Quiero besar a mi hermana por divagar en mi nombre. Y por
hacerme sonrojar.
—Nunca antes has tenido mensajes de texto —dice mamá, su voz
está en guardia y preocupada. Sus ojos ya brillando mientras la
información hace que sus ruedas-de-mamá entren movimiento.
—Le envío mensajes a Rochi todo el tiempo —protesta Kika.
—Quiero decir mensajes de un chico —dice mamá—. ¿Lo es? ¿Un
chico? —tantea.
—¿Estoy pagando extra por mensajes de texto en todos nuestros
celulares? ¿Lo estoy? —Se mete papá, en absoluto entendiendo que
este mensaje significa un gran punto de inflexión en mi vida—. Los
mensajes de texto es sólo otra excusa para los chicos adolescentes para
anotar sin tener que hablar alguna vez a una chica.
—¡Papá! Eres tan viejo. ¿Qué quiere decir ―anotar‖ siquiera? —Kika
pone los ojos en blanco.
—Es verdad cariño. Ya nadie dice eso. —Mamá me está sonriendo
ahora.
Todos nos reímos. Mamá se gira a papá.
—Mandar mensajes de texto es una actividad adolescente normal.
Tenemos mensajes de texto ilimitados. Si no los tuviéramos estaríamos
quebrados sólo por el hábito de mandar mensajes de Kika. Rochi, cariño, no
necesitas limitarte. Manda todos los mensajes que quieras.
Me ahogo con otra carcajada y la escondo con un: —Genial. Gracias.
Es bueno saberlo.
Estoy tan feliz ahora mismo que todo lo que puedo hacer es sonreír.
¡Con unas pocas letras de una simple charla por mensajes, Gaston Dalmau
acaba de lanzarme hacia el reino que mi mamá llama actividad adolescente
normal! ¡Y no le he pagado un centavo todavía! Oh, pero lo haré.
¡Esta cosa del novio de mentira va a ser más increíble de lo que
pensaba!
Mamá se inclina para poder ver el mensaje. Me quedo quieta para
que pueda sumergirse en las letras l, n y d.
—Entonces, ¿quién es éste chico? —pregunta con las cejas aún
levantadas.
—Es el chico que obtuvo la pasantía pagada —les recuerdo—.
Intercambiamos números después de la entrevista. Nada importante. —
Me muerdo el labio y evito sus miradas por un segundo para que no
puedan perderse que esto ES, de hecho, ALGO IMPORTANTE.
—¿Te está llamando linda y lo acabas de conocer?
—¿No soy linda, papá? —lo desvío.
Papá frunciendo el ceño mientras coloca las frutillas que acaba de
azucarar en tartas pre-hechas para mantecado.
—Sabes lo que quiero decir. ¿Tienes algo que decirnos? ¿L, más n
más d significa que es serio?
—¡Por favor! —Finjo mi mejor jadeo—. Ni siquiera lo conozco. Es
algo... agradable. Tuvimos algunas conversaciones entre las entrevistas.
Supongo que podría ser considerado casi un... sí… un amigo. —Al menos
no tengo que seguir tratando de mantener un rubor en mejillas acaloradas.
—¡Un amigo! —Kika está burbujeando en una de esas risitas de
escuela media—. ¡Qué piensa que eres linda!
La mirada de mamá se ha vuelto especulativa. Esta es justo la
expresión que he estado esperando.
—¿Cuál es su nombre?
—Mamá. No necesitas saber el nombre de todos —me detengo. Mi
estómago se aprieta mientras trato de recordar el orden de lo que se
supone que tengo que decir a continuación.
Bzz. Bzz. Boing-donka-donk.
Gracias novio falso. Es hora de parar, ahora.
Saco el teléfono de la vista de todos.
—Lo siento. Arreglaré ese tono. —Toco en mi configuración—. Tal
vez no debería haberle dado mi número —murmuro, genuinamente
frustrada porque Gaston Dalmau me sacude incluso desde a distancia. Estoy
agradecida por la excusa de concentrarme en mi celular y no encontrarme
con la mirada de nadie mientras me recupero.
Por más que he practicado todos los escenarios posibles de este
momento en mi espejo, y por más que esté eufórica porque mi plan parece
estar funcionando, de repente tengo un miedo de muerte.
Odio lo lejos que estoy a punto de ir mintiéndole a mis padres. ¿Y
qué pasa con Kika? Ella está en mi equipo. Es la única persona a la que
nunca he mentido sobre nada. Nunca.
Me duele el corazón de sólo pensar en engañar a esa chica.
—Respóndele Rochi. ¿A quién le importa tu tono? ¡Probablemente
está esperando que le digas algo! —dice Kika.
Le lanzo otra mirada. Me sigue sonriendo tan brillantemente que
refuerza mi determinación.
Por primera vez en tres años Kika no parece estar preocupada por
mí. En realidad se ve orgullosa, admirada, emocionada. Me gusta que tan
hermosa, que tan normal, eso luzca en su rostro.
—¿Qué debería escribir? —pregunto, tratando de sonreírle de
vuelta y mantener mi voz tan emocionada como la de ella—. No soy buena
en mandar mensajes.
—Causa perdida. —Kika se ríe de nuevo—. Lee lo que dijo. —Kika
tira de mi brazo.
Ya he establecido que es seguro, así que lo leo: “¿xq stas tan
callada? t veo n la escuela mña. tngo q trbajar. en 1 doble. stoy tan
cansado cmo lucías hoy, ve a zzzz, Rochi Igarzabal.”
—¿Va a tu escuela? —pregunta papá.
Kika suspira y aplaude.
—OhDiosmío. Contéstale. Contéstale. —Está saltando en su
asiento.
—Lo haré más tarde. No puedo hacerlo con todos mirándome.
—Pero los mensajes se supone que tienen que responderse
inmediatamente —protesta Kika—. Te haré una lista con respuestas
fáciles, ¿está bien? Puedes estudiarla.
—Me gusta que haya notado que necesitas dormir. —Mamá sonríe
con complicidad—. Tal vez debas responderle algo rápido. No quieres que
piense que no te gusta, ¿verdad?
Me estremezco. Esta cosa de vinculación familiar ha ido demasiado
lejos.
—No voy a tener esta conversación con ninguno de ustedes. Mamá,
ni siquiera lo intentes. Ni siquiera sé si me gusta. Y... y... me están
poniendo nerviosa. Sólo son un par de mensajes, no una propuesta de
casamiento.
Papá se cierne sobre todas nosotras, pestañando hacia mí con cuatro
tartas de frutilla precariamente balanceadas en sus manos.
—No sé si me gusta esto en lo absoluto. ¿Ahora vas a estar
constantemente mirando tu teléfono como tu hermana? —pregunta papá.
Kika se sumerge en su tarta y se come la mitad de un mordisco.
—No estoy mirando mi teléfono ahora, ¿verdad? Vaya, papá. —Está
hablando con la boca llena, pero todavía se las arregla para lucir linda.
No puedo comer, así que me desplazo hacia arriba para ver el primer
mensaje que todos nos perdimos: Como prometí. Hola novia. Siento
estar tarde pero tu chico stá d servicio. stas ahí?
Jadeo y llevo el teléfono a mi pecho. ¡No es necesario leer eso en voz
alta! Mis mejillas empiezan a arder en una nueva serie de fuego.
—¿Ven? Ya estás abrazando tu teléfono y actuando raro —dice
papá, también hablando con la boca llena. No es en absoluto su mejor
look. Sacude la cabeza y me da una mirada triste—. Te voy a extrañar
cariño.
Antes de levantar la mirada me aseguro que la conversación
completa se ha ido. Eliminada. Ido.
Creo que mamá me ha estado observando de cerca todo el tiempo
porque, como yo, no ha tocado su postre.
—Vamos, estamos esperando algunos detalles.
Me pregunto si esto es lo que Gaston ve en mi expresión cuando me
llama implacable.
¿Quién diría que mamá y yo teníamos eso en común?
Agradecida que todavía puedo sentir mis mejillas en llamas, voy por
mi versión nerviosa y avergonzada de este escenario. Parece la más fácil
porque, resulta que estoy ambas ahora mismo.
Empujo mi plato y doblo los brazos sobre mi pecho, usando lo que
llamo la ―voz de terapia‖. Una voz que aprendí a usar de mis años con el
Doctor Brodie.
—Necesito que todos me hagan un favor —comienzo, y dejo salir un
largo y paciente, tiempo de comunicarse, suspiro.
Mamá sonríe. Sé por un hecho que ama conversaciones como ésta.
Kika y papá no.
Dejan de comer y me miran con cautela, como si estuviera a punto
de tener uno de mis episodios. Casi dejo escapar una sonrisa porque son
tan condenadamente divertidos. Ambos tienen sus tenedores en el aire y
crema batida pegada en sus labios.
—Estamos escuchando. Continúa —mamá insta suavemente.
Dirijo toda mi atención hacia ella. Ella es la que más tengo que
convencer. Si lo hago bien los otros seguirán su ejemplo.
—Necesito que todos me escuchen en esto. No interrumpan, ¿está
bien?
Todos asienten.
Parpadeo hacia el iPhone en mi mano y comienzo mi actuación: —
Éste es sólo un chico. Un amigo. Bueno, tal vez un amigo, como dije,
todavía no lo sé. Y, está bien... creo que me gusta, como un amigo, por
supuesto. —Levanto mi mano en caso de que alguno trate de
interrumpir—. Y, él cree que soy... genial o posiblemente también una
amiga. O... algo lo suficientemente bueno para querer mandarme mensajes,
de todos modos. ¿Está bien?
—Claro —dice Kika.
—Está bien —dice papá.
Ellos comienzan a comer de nuevo sus tartas con frutillas y crema
batida. Me vuelvo a mamá y parpadeo, esperando su respuesta porque sé
que ella va entrometerse. Simplemente no puede detenerse.
—Oh, cariño, creemos que esto es genial. Por supuesto, él es sólo un
chico y no es gran cosa. Solo queremos saber…
—Mamá. Para. Solo detente… —he levantado mi voz, y ahora
extiendo mis manos como un director de orquesta.
Kika y papá hacen una pausa de nuevo, esta vez con los tenedores
llenos de tarta a medio camino de sus bocas abiertas. Esto fue hecho tan
sincronizado que podría jurar que habían estudiado sus guiones de
antemano.
Tomo una larga, torturada respiración y luego voy a mi monólogo:
—Tal vez no estoy siendo clara. Estoy pidiéndoles que retrocedan y
déjenme entrar en esta amistad, sea lo que sea con este chico por mi
cuenta. Y también déjenme ocuparme de esta nueva pasantía. Significado,
todo lo que necesitan por favor es quedarse afuera. No me ataquen con un
montón de preguntas. Sé que me quieren, pero si el propósito de este
verano es para demostrar que voy a ser capaz de hacer esto en la
universidad, deben dejarme intentarlo sin analizar cada uno de mis
movimientos. O mensajes. Estoy pidiendo un poco de simple respeto. Por
favor, no me hagan más preguntas, no me espíen ni invadan mi
privacidad.
—Bueno, no vas a tener un verano de rebelión
adolescente, jovencita. — Mamá se volvió toda roja. Poniéndose
enardecida como de costumbre—. Pero estoy preparada para esta
refutación.
Espera…espera
Mamá se cruza de brazos y entra en el modo de abogada estilo
argumentativo.
—¡Vamos a tener que saber algunas cosas de lo que estás haciendo!
Pedir nombres es de esperar.
Le doy la vuelta a su cambio y suavizo mi voz en un acuerdo
absoluto.
—Ya lo sé, mamá. Y tienes razón. Lo siento si estoy siendo sensible.
Te diré su nombre. Pero… déjame decirte su nombre. No me esfuerces.
Quiero que esto sea… natural, ¿de acuerdo? Dame un poco de tiempo. Te lo
diré cuando sea correcto. Ustedes chicos están tan acostumbrados a estar
mucho sobre mí. Me siento asfixiada, ¿saben?
Mi corazón está acelerado y creo que la cena está a punto de
terminar, pero me las arreglo para mantener una suplicante mirada sincera
intacta.
Mamá se desploma.
—Seguro, cariño, por supuesto pero a nosotros nos preocupa…
La interrumpo de nuevo. Esta vez tomo la voz de razonamiento
práctico.
—Mamá. Voy a ir a trabajar y volver a casa. Si todo va bien, y con tu
permiso, podría empezar a salir con algunos amigos nuevos. Pero ni
siquiera he hecho esos amigos todavía. Esto no se trata sobre mí yendo a
fiestas o algo por el estilo. Lo prometo. Esto se trata de mí siendo capaz
de…
—Pero —empieza mamá de nuevo.
—Déjala terminar —dice papá suavemente. Puedo decir que por su
suave mirada triste en sus ojos marrones él está totalmente de mi lado. Eso
me hace sentir como la peor hija del mundo.
Debido a que no hay lados que tomar. Es sólo yo, mintiendo a todos
los que amo.
Mintiendo.
Mintiendo.
Mis ojos arden pero tengo que terminar mi discurso: —Si este chico
se convierte en algo importante, les diré. Hasta entonces, necesito tener
algo que sea mío. Todo mío. Y este verano, esta pasantía e incluso el
nombre de este chico parece ser tan especial en estos momentos.
Giro el tenedor en mis dedos. Incapaz de mirarlos más, aplasto la
crema batida en las fresas mientras continúo: —Tal vez porque me dieron
el trabajo e hice este amigo por mi cuenta, ¿saben? ¿Menos el consejo
semanal del Doctor Brodie? Todo se siente…
Hice una pausa para el efecto. Luego, hago una sonrisa muy muy
feliz antes de mirar hacia arriba y decir las últimas líneas: —No lo sé…
todo siente tan normal.
Agrego en un encogimiento de hombros: —¿Estoy teniendo algún
sentido?
Levanto la vista, inclino la cabeza hacia a un lado, arrugo la frente,
suena la música y aparecen los créditos. Oh. Y recuerdo respirar.
—Cariño, ¡esto es estupendo! —Mamá está prácticamente efusiva.
Las aguas se han tranquilizado.
Kika sonríe y pasa segundos mirando la crema batida sin parpadear
para señalar que ella no se dio cuenta de que estoy actuando realmente
extraña.
La sonrisa de papá se ensancha a medida de que él y mamá
comparten una mirada.
—Sí. Tiene sentido, Rochi. Te daremos el espacio que necesites. Y
estamos muy contentos por ti dice papá.
No puedo contestar. He llegado al punto donde si tomo mucho aire
en la parte posterior de mi garganta, el llanto es lo que va a pasar. Recojo
un motón de fresas y crema batida y me los meto en la boca. Sabe a rocas y
aserrín, pero mastico con gusto.
Debido a que está alejando las ganas de llorar.
Y porque todavía están mirándome.
—Mffmf. Bien. Gracias. —Mastico más.
—Hazme saber si me necesitas… o cualquier cosa. Estamos acá para
ti, —agrega papá.
Asiento con la cabeza. La expresión de mamá se inunda de alegría
materna, aprobación y absoluta esperanza para mí. Mi corazón se oprime
con remordimiento. Lanzo una mirada al techo, esperando que Dios, o un
rayo o algo enorme me golpee.
Incapaz de tener más de esto, es todo lo que puedo hacer para no
saltar de mi silla. En lugar, dejo mi tenedor y me pongo de pie lentamente.
—Bien. Bueno… genial. Y sí. Los últimos finales son mañana. Voy a
estudiar, después le voy a mandar mensajes a mi… amigo… y voy a dormir.
Estoy exhausta.
—Bueno, ve. Nosotros nos encargaremos de limpiar —dice mamá
sonriendo tan ampliamente como Kika.
Tengo esa extraña sensación de que si les pido que me den un auto
nuevo ahora mismo o monos gemelos de mascotas, creo que lo harían. Al
salir de la cocina, busco una pisca de consuelo en el hecho de que dos de
las tres de mis últimas líneas que les dije a mis padres son verdaderas:
1. Los finales son mañana, y después de veinticuatro horas de estar
despierta, estoy tan cansada que no hay manera de que sea capaz de
evitar dormir esta noche, sin importar lo mucho que pelee en contra.
Eventualmente, mi cuerpo me traicionará, así que…
2. Sí, por desgracia, me voy a dormir.
En cuanto al número:
3. ¿Mandar mensajes de texto a mi nuevo amigo, empleado o lo que sea
que podría ser para mí?
Eso, por supuesto, no va a suceder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario