Capítulo 10
::Rochi::
ahora son exactamente
las 7:00 pm.
Hasta el momento no
hay mensaje. Ninguno. Espero
que Gaston se haya
arrepentido.
Mis ojos han creado
agujeros en todo lo de esta cocina excepto la
ubicación de mi
iPhone. Lo había conectado al cargador al lado de la mesa.
Toda la familia tiene
iPhones, y todos somos bastante territoriales sobre
nuestras áreas de
carga. El lugar en el antiguo aparador cereza es donde mi
papá, un profesor
universitario de geología
, usualmente lo
conecta cuando llega a casa del trabajo.
Esta noche lo había
distraído de su patrón habitual: entrar, dejar
caer el bolso de la
computadora portátil en la sala principal, vagar a la
cocina para dejar la
correspondencia, conectar el celular, y buscar a mamá
(o totopos). Yo estaba
al acecho en el aparador. Tomé la correspondencia
de sus manos, y lo
ataqué con un unas pocas preguntas alegres y
serias sobre rocas
sedimentarias.
BINGO.
Había sido incapaz de
resistirse. En cuestión de segundos lo tenía en
su oficina y en su
ordenador, buscando sitios web para mostrarme lo que
dijo que eran ―algunas
fotos estupendas‖. Pensé que las fotos estaban sólo
bien, pero mi papá es
tan lindo cuando está emocionado acerca de la
geología, nunca se lo
diría.
Durante la cena,
gracias a toda nuestra búsqueda, compartimos
nuestros
descubrimientos.
Me demoré sobre la
cena de mamá, una que había hecho
especialmente para
celebrar mi nuevo trabajo. Ahora mis padres y mi
hermana están sentados
a mí alrededor, esperando pacientemente a que
termine de cortar dos
tazas de frutillas para hacer un mantecado. Había
usado las palabras
―por favor‖ y ―tiempo en familia‖ en la misma oración
para pegarlos a sus
asientos y esperar mientras hago el postre.
Mientras espero que Gaston
me mande un mensaje en frente de todos
ellos.
7:03 p.m.
Mamá es una
nutricionista independiente para grandes hospitales,
7:04 p.m.
Ahora papá está
revisando sus correos.
Kika está indiferente.
Sonriendo con su sonrisa espaciosa y
soñadora y observando
las frutillas caer en el tazón. Pensando en crema
batida, estoy segura.
—Esperen ahí, chicos.
Ya casi termino. —Cuando estoy segura de
que nadie me está
mirando, le doy un vistazo al reloj de nuevo.
¡Todavía 7:04! ¡¿En
serio!? El minuto más largo de mi vida.
—No hay prisa. Esto es
divertido, ¿verdad cariño? —mamá le dice a
papá, su voz está
tensa.
Atrapo su mirada, y me
lanza otra sonrisa rígida.
Papá, ningún tonto,
cuando escuchó que la voz de mamá tenía ese
tono, bajó su celular
y estaba mandándole una mirada de dolor.
—No me voy hasta que
entregues la mercancía pegajosa —dice
Kika, no quitando ni
una vez su vista del tazón—. No te olvides, doble
crema batida en mi
plato. ―Su cabello rubio está
saliendo de las dos flojas
colas de caballo. Las
usa del mismo modo todos los días. Estiradas hacia el
frente para que
cuelguen sobre sus hombros.
A las 7:05, doy un
suspiro de alivio y dejo de cortar frutillas.
Gaston debe haber regresado
al trabajo. No puedo evitar sentirme un
poco decepcionada.
—Rochi, ¿necesitas
ayuda? No puedo sentarme aquí toda la noche.
Tengo trabajos que ver
—suplica papá.
Me doy cuenta de que
he estado parada congelada como un zombi.
Deben pensar que lo
perdí. Le doy una sonrisa agradecida (una que es
real).
—Sí. Claro. Creo que
el día finalmente ha terminado para mí. Estoy
cansada. Gracias.
—Apuesto a que lo
estás, campeona. Los finales son difíciles. Toma
asiento. —Me está
sonriendo con la misma extra orgullosa mirada con la
que él y mamá me
sofocaron desde que les dije que obtuve la pasantía.
Ahora que tengo mi
contrato con Gaston en su lugar me siento como
una niña buena por
hacerlos sentir tan contentos por mí. Demonios, yo
estoy feliz por mí.
Me deslizo en mi
silla, agradecida de estar sentada.
Bzz.
Bzz. Boing-donka-donk.
La familia completa
salta al mismo tiempo. Si no hubiera estado
vomitando en mi propia
boca me hubiera reído. Mi papá deja caer el
cuchillo y está
mirando la alarma de incendios de la cocina con una
expresión de
desconcierto.
Menos de un segundo
después, pasa de nuevo.
Bzz.
Bzz. Boing-donka-donk.
—¿Qué es eso? —Mamá se
propulsó de la silla y está mirando
alrededor de la cocina
como un halcón, tratando de medir la fuente del
molesto sonido.
—Lo siento. Es mi
celular —digo con un graznido.
—Bueno, nunca he
escuchado ese sonido ruidoso salir de tu celular
antes —acusó mamá—.
¿Qué tiene mal?
Estoy por hacer una
inmersión mayor por el celular pero Kika me
gana. Trato de cubrir
el hecho de que salté disparada de la silla dejándome
caer de nuevo.
Kika está mirando la
pantalla de mi iPhone mientras camina hacia la
mesa. Estoy esperando
que lo que sea que esté visible en el monitor de mi
iPhone no vaya a
arruinar mi historia.
El sonido se hace
camino otra vez.
Bzz.
Bzz. Boing-donka-donk.
Mi mamá hace una
mueca.
—¿Puedes
cambiarlo?¿Ahora?
—Sí. Claro. No sé de
dónde salió eso —miento, sabiendo muy bien
que elegí ese tono por
su increíble sonido y el efecto combinado del
zumbido.
La cabeza de papá
desaparece detrás del mueble de la cocina y está
gimiendo: —¡Oh, las
viejas rodillas grises no están hechas para esto! —
Salta de nuevo a la
vista, sosteniendo el cuchillo perdido—. Mantecado de
frutilla a dos.
Bzz.
Bzz. Boing-donka-donk.
—Quienquiera que te esté
mandado mensajes seguro que tiene
mucho que decir. —Kika
sonríe.
Quiero arrastrarme
sobre la mesa para conseguir el teléfono de sus
manos, pero espero
pacientemente a que ella lo traiga. Cuando lo hace,
Kika y yo miramos a la
pantalla, juntas: Oye lnd, stas ahi?
Le lanzó una mirada a
Kika.
—¿Qué significa eso?
¿Me dijo landa?
Kika se ríe y se
sienta a mi lado.
—Léelo en voz alta.
Tendrá más sentido.
—Oye lnd, stas ahi.
¿L…n…d?
—Lnd significa linda.
Rochi, estás tan fuera de moda. —La sonrisa de
Kika se vuelve
radiante—. ¡Esto tiene que ser de un chico! ¡Un chico que
cree que eres linda!
OMG, ¿quién es? Ahora. Ahora. ¡Habla!
Quiero besar a mi
hermana por divagar en mi nombre. Y por
hacerme sonrojar.
—Nunca antes has
tenido mensajes de texto —dice mamá, su voz
está en guardia y
preocupada. Sus ojos ya brillando mientras la
información hace que
sus ruedas-de-mamá entren movimiento.
—Le envío mensajes a
Rochi todo el tiempo —protesta Kika.
—Quiero decir mensajes
de un chico —dice mamá—. ¿Lo es? ¿Un
chico? —tantea.
—¿Estoy pagando extra
por mensajes de texto en todos nuestros
celulares? ¿Lo estoy?
—Se mete papá, en absoluto entendiendo que
este mensaje significa
un gran punto de inflexión en mi vida—. Los
mensajes de texto es
sólo otra excusa para los chicos adolescentes para
anotar sin tener que
hablar alguna vez a una chica.
—¡Papá! Eres tan
viejo. ¿Qué quiere decir ―anotar‖ siquiera? —Kika
pone los ojos en
blanco.
—Es verdad cariño. Ya
nadie dice eso. —Mamá me está sonriendo
ahora.
Todos nos reímos. Mamá
se gira a papá.
—Mandar mensajes de
texto es una actividad adolescente normal.
Tenemos mensajes de
texto ilimitados. Si no los tuviéramos estaríamos
quebrados sólo por el
hábito de mandar mensajes de Kika. Rochi, cariño, no
necesitas limitarte.
Manda todos los mensajes que quieras.
Me ahogo con otra
carcajada y la escondo con un: —Genial. Gracias.
Es bueno saberlo.
Estoy tan feliz ahora
mismo que todo lo que puedo hacer es sonreír.
¡Con unas pocas letras
de una simple charla por mensajes, Gaston Dalmau
acaba de lanzarme
hacia el reino que mi mamá llama actividad adolescente
normal! ¡Y no le he
pagado un centavo todavía! Oh, pero lo haré.
¡Esta cosa del novio
de mentira va a ser más increíble de lo que
pensaba!
Mamá se inclina para
poder ver el mensaje. Me quedo quieta para
que pueda sumergirse
en las letras l, n y d.
—Entonces, ¿quién es
éste chico? —pregunta con las cejas aún
levantadas.
—Es el chico que
obtuvo la pasantía pagada —les recuerdo—.
Intercambiamos números
después de la entrevista. Nada importante. —
Me muerdo el labio y
evito sus miradas por un segundo para que no
puedan perderse que
esto ES, de hecho, ALGO IMPORTANTE.
—¿Te está llamando
linda y lo acabas de conocer?
—¿No soy linda, papá?
—lo desvío.
Papá frunciendo el
ceño mientras coloca las frutillas que acaba de
azucarar en tartas
pre-hechas para mantecado.
—Sabes lo que quiero
decir. ¿Tienes algo que decirnos? ¿L, más n
más d significa que es
serio?
—¡Por favor! —Finjo mi
mejor jadeo—. Ni siquiera lo conozco. Es
algo... agradable.
Tuvimos algunas conversaciones entre las entrevistas.
Supongo que podría ser
considerado casi un... sí… un amigo. —Al menos
no tengo que seguir
tratando de mantener un rubor en mejillas acaloradas.
—¡Un amigo! —Kika está
burbujeando en una de esas risitas de
escuela media—. ¡Qué
piensa que eres linda!
La mirada de mamá se
ha vuelto especulativa. Esta es justo la
expresión que he
estado esperando.
—¿Cuál es su nombre?
—Mamá. No necesitas
saber el nombre de todos —me detengo. Mi
estómago se aprieta
mientras trato de recordar el orden de lo que se
supone que tengo que
decir a continuación.
Bzz.
Bzz. Boing-donka-donk.
Gracias novio falso.
Es hora de parar, ahora.
Saco el teléfono de la
vista de todos.
—Lo siento. Arreglaré
ese tono. —Toco en mi configuración—. Tal
vez no debería haberle
dado mi número —murmuro, genuinamente
frustrada porque Gaston
Dalmau me sacude incluso desde a distancia. Estoy
agradecida por la
excusa de concentrarme en mi celular y no encontrarme
con la mirada de nadie
mientras me recupero.
Por más que he practicado
todos los escenarios posibles de este
momento en mi espejo,
y por más que esté eufórica porque mi plan parece
estar funcionando, de
repente tengo un miedo de muerte.
Odio lo lejos que
estoy a punto de ir mintiéndole a mis padres. ¿Y
qué pasa con Kika?
Ella está en mi equipo. Es la única persona a la que
nunca he mentido sobre
nada. Nunca.
Me duele el corazón de
sólo pensar en engañar a esa chica.
—Respóndele Rochi. ¿A
quién le importa tu tono? ¡Probablemente
está esperando que le
digas algo! —dice Kika.
Le lanzo otra mirada.
Me sigue sonriendo tan brillantemente que
refuerza mi
determinación.
Por primera vez en
tres años Kika no parece estar preocupada por
mí. En realidad se ve
orgullosa, admirada, emocionada. Me gusta que tan
hermosa, que tan normal,
eso luzca en su rostro.
—¿Qué debería
escribir? —pregunto, tratando de sonreírle de
vuelta y mantener mi
voz tan emocionada como la de ella—. No soy buena
en mandar mensajes.
—Causa perdida. —Kika
se ríe de nuevo—. Lee lo que dijo. —Kika
tira de mi brazo.
Ya he establecido que
es seguro, así que lo leo: “¿xq stas tan
callada? t veo n la escuela mña. tngo q
trbajar. en 1 doble. stoy tan
cansado cmo lucías hoy, ve a zzzz, Rochi
Igarzabal.”
—¿Va a tu escuela?
—pregunta papá.
Kika suspira y
aplaude.
—OhDiosmío.
Contéstale. Contéstale. —Está saltando en su
asiento.
—Lo haré más tarde. No
puedo hacerlo con todos mirándome.
—Pero los mensajes se
supone que tienen que responderse
inmediatamente
—protesta Kika—. Te haré una lista con respuestas
fáciles, ¿está bien?
Puedes estudiarla.
—Me gusta que haya
notado que necesitas dormir. —Mamá sonríe
con complicidad—. Tal
vez debas responderle algo rápido. No quieres que
piense que no te
gusta, ¿verdad?
Me estremezco. Esta
cosa de vinculación familiar ha ido demasiado
lejos.
—No voy a tener esta
conversación con ninguno de ustedes. Mamá,
ni siquiera lo
intentes. Ni siquiera sé si me gusta. Y... y... me están
poniendo nerviosa.
Sólo son un par de mensajes, no una propuesta de
casamiento.
Papá se cierne sobre
todas nosotras, pestañando hacia mí con cuatro
tartas de frutilla
precariamente balanceadas en sus manos.
—No sé si me gusta
esto en lo absoluto. ¿Ahora vas a estar
constantemente mirando
tu teléfono como tu hermana? —pregunta papá.
Kika se sumerge en su
tarta y se come la mitad de un mordisco.
—No estoy mirando mi
teléfono ahora, ¿verdad? Vaya, papá. —Está
hablando con la boca
llena, pero todavía se las arregla para lucir linda.
No puedo comer, así
que me desplazo hacia arriba para ver el primer
mensaje que todos nos
perdimos: Como prometí.
Hola novia. Siento
estar tarde
pero tu chico stá d servicio. stas ahí?
Jadeo y llevo el
teléfono a mi pecho. ¡No es necesario leer eso en voz
alta! Mis mejillas
empiezan a arder en una nueva serie de fuego.
—¿Ven? Ya estás
abrazando tu teléfono y actuando raro —dice
papá, también hablando
con la boca llena. No es en absoluto su mejor
look. Sacude la cabeza
y me da una mirada triste—. Te voy a extrañar
cariño.
Antes de levantar la
mirada me aseguro que la conversación
completa se ha ido.
Eliminada. Ido.
Creo que mamá me ha
estado observando de cerca todo el tiempo
porque, como yo, no ha
tocado su postre.
—Vamos, estamos
esperando algunos detalles.
Me pregunto si esto es
lo que Gaston ve en mi expresión cuando me
llama implacable.
¿Quién diría que mamá
y yo teníamos eso en común?
Agradecida que todavía
puedo sentir mis mejillas en llamas, voy por
mi versión nerviosa y
avergonzada de este escenario. Parece la más fácil
porque, resulta que
estoy ambas ahora mismo.
Empujo mi plato y
doblo los brazos sobre mi pecho, usando lo que
llamo la ―voz de
terapia‖. Una voz que aprendí a usar de mis años con el
Doctor Brodie.
—Necesito que todos me
hagan un favor —comienzo, y dejo salir un
largo y paciente,
tiempo de comunicarse, suspiro.
Mamá sonríe. Sé por un
hecho que ama conversaciones como ésta.
Kika y papá no.
Dejan de comer y me
miran con cautela, como si estuviera a punto
de tener uno de mis
episodios. Casi dejo escapar una sonrisa porque son
tan condenadamente
divertidos. Ambos tienen sus tenedores en el aire y
crema batida pegada en
sus labios.
—Estamos escuchando.
Continúa —mamá insta suavemente.
Dirijo toda mi
atención hacia ella. Ella es la que más tengo que
convencer. Si lo hago
bien los otros seguirán su ejemplo.
—Necesito que todos me
escuchen en esto. No interrumpan, ¿está
bien?
Todos asienten.
Parpadeo hacia el
iPhone en mi mano y comienzo mi actuación: —
Éste es sólo un chico.
Un amigo. Bueno, tal vez un amigo, como dije,
todavía no lo sé. Y,
está bien... creo que me gusta, como un amigo, por
supuesto. —Levanto mi
mano en caso de que alguno trate de
interrumpir—. Y, él
cree que soy... genial o posiblemente también una
amiga. O... algo lo
suficientemente bueno para querer mandarme mensajes,
de todos modos. ¿Está
bien?
—Claro —dice Kika.
—Está bien —dice papá.
Ellos comienzan a
comer de nuevo sus tartas con frutillas y crema
batida. Me vuelvo a
mamá y parpadeo, esperando su respuesta porque sé
que ella va
entrometerse. Simplemente no puede detenerse.
—Oh, cariño, creemos
que esto es genial. Por supuesto, él es sólo un
chico y no es gran
cosa. Solo queremos saber…
—Mamá. Para. Solo
detente… —he levantado mi voz, y ahora
extiendo mis manos
como un director de orquesta.
Kika y papá hacen una
pausa de nuevo, esta vez con los tenedores
llenos de tarta a
medio camino de sus bocas abiertas. Esto fue hecho tan
sincronizado que
podría jurar que habían estudiado sus guiones de
antemano.
Tomo una larga,
torturada respiración y luego voy a mi monólogo:
—Tal vez no estoy
siendo clara. Estoy pidiéndoles que retrocedan y
déjenme entrar en esta
amistad, sea lo que sea con este chico por mi
cuenta. Y también
déjenme ocuparme de esta nueva pasantía. Significado,
todo lo que necesitan
por favor es quedarse afuera. No me ataquen con un
montón de preguntas.
Sé que me quieren, pero si el propósito de este
verano es para
demostrar que voy a ser capaz de hacer esto en la
universidad, deben
dejarme intentarlo sin analizar cada uno de mis
movimientos. O
mensajes. Estoy pidiendo un poco de simple respeto. Por
favor, no me hagan más
preguntas, no me espíen ni invadan mi
privacidad.
—Bueno, no vas a tener
un verano de rebelión
adolescente,
jovencita. — Mamá se volvió toda roja. Poniéndose
enardecida como de
costumbre—. Pero estoy preparada para esta
refutación.
Espera…espera
Mamá se cruza de
brazos y entra en el modo de abogada estilo
argumentativo.
—¡Vamos a tener que
saber algunas cosas de lo que estás haciendo!
Pedir nombres es de
esperar.
Le doy la vuelta a su
cambio y suavizo mi voz en un acuerdo
absoluto.
—Ya lo sé, mamá. Y
tienes razón. Lo siento si estoy siendo sensible.
Te diré su nombre.
Pero… déjame decirte su nombre. No me esfuerces.
Quiero que esto sea…
natural, ¿de acuerdo? Dame un poco de tiempo. Te lo
diré cuando sea
correcto. Ustedes chicos están tan acostumbrados a estar
mucho sobre mí. Me
siento asfixiada, ¿saben?
Mi corazón está
acelerado y creo que la cena está a punto de
terminar, pero me las
arreglo para mantener una suplicante mirada sincera
intacta.
Mamá se desploma.
—Seguro, cariño, por
supuesto pero a nosotros nos preocupa…
La interrumpo de
nuevo. Esta vez tomo la voz de razonamiento
práctico.
—Mamá. Voy a ir a
trabajar y volver a casa. Si todo va bien, y con tu
permiso, podría
empezar a salir con algunos amigos nuevos. Pero ni
siquiera he hecho esos
amigos todavía. Esto no se trata sobre mí yendo a
fiestas o algo por el
estilo. Lo prometo. Esto se trata de mí siendo capaz
de…
—Pero —empieza mamá de
nuevo.
—Déjala terminar —dice
papá suavemente. Puedo decir que por su
suave mirada triste en
sus ojos marrones él está totalmente de mi lado. Eso
me hace sentir como la
peor hija del mundo.
Debido a que no hay
lados que tomar. Es sólo yo, mintiendo a todos
los que amo.
Mintiendo.
Mintiendo.
Mis ojos arden pero
tengo que terminar mi discurso: —Si este chico
se convierte en algo
importante, les diré. Hasta entonces, necesito tener
algo que sea mío. Todo
mío. Y este verano, esta pasantía e incluso el
nombre de este chico
parece ser tan especial en estos momentos.
Giro el tenedor en mis
dedos. Incapaz de mirarlos más, aplasto la
crema batida en las
fresas mientras continúo: —Tal vez porque me dieron
el trabajo e hice este
amigo por mi cuenta, ¿saben? ¿Menos el consejo
semanal del Doctor
Brodie? Todo se siente…
Hice una pausa para el
efecto. Luego, hago una sonrisa muy muy
feliz antes de mirar
hacia arriba y decir las últimas líneas: —No lo sé…
todo siente tan
normal.
Agrego en un
encogimiento de hombros: —¿Estoy teniendo algún
sentido?
Levanto la vista,
inclino la cabeza hacia a un lado, arrugo la frente,
suena la música y
aparecen los créditos. Oh. Y recuerdo respirar.
—Cariño, ¡esto es
estupendo! —Mamá está prácticamente efusiva.
Las aguas se han
tranquilizado.
Kika sonríe y pasa
segundos mirando la crema batida sin parpadear
para señalar que ella
no se dio cuenta de que estoy actuando realmente
extraña.
La sonrisa de papá se
ensancha a medida de que él y mamá
comparten una mirada.
—Sí. Tiene sentido,
Rochi. Te daremos el espacio que necesites. Y
estamos muy contentos
por ti ―dice papá.
No puedo contestar. He
llegado al punto donde si tomo mucho aire
en la parte posterior
de mi garganta, el llanto es lo que va a pasar. Recojo
un motón de fresas y
crema batida y me los meto en la boca. Sabe a rocas y
aserrín, pero mastico
con gusto.
Debido a que está
alejando las ganas de llorar.
Y porque todavía están
mirándome.
—Mffmf. Bien. Gracias.
—Mastico más.
—Hazme saber si me
necesitas… o cualquier cosa. Estamos acá para
ti, —agrega papá.
Asiento con la cabeza.
La expresión de mamá se inunda de alegría
materna, aprobación y
absoluta esperanza para mí. Mi corazón se oprime
con remordimiento.
Lanzo una mirada al techo, esperando que Dios, o un
rayo o algo enorme me
golpee.
Incapaz de tener más
de esto, es todo lo que puedo hacer para no
saltar de mi silla. En
lugar, dejo mi tenedor y me pongo de pie lentamente.
—Bien. Bueno… genial.
Y sí. Los últimos finales son mañana. Voy a
estudiar, después le
voy a mandar mensajes a mi… amigo… y voy a dormir.
Estoy exhausta.
—Bueno, ve. Nosotros
nos encargaremos de limpiar —dice mamá
sonriendo tan
ampliamente como Kika.
Tengo esa extraña
sensación de que si les pido que me den un auto
nuevo ahora mismo o
monos gemelos de mascotas, creo que lo harían. Al
salir de la cocina,
busco una pisca de consuelo en el hecho de que dos de
las tres de mis últimas
líneas que les dije a mis padres son verdaderas:
1. Los finales son
mañana, y después de veinticuatro horas de estar
despierta, estoy tan
cansada que no hay manera de que sea capaz de
evitar dormir esta
noche, sin importar lo mucho que pelee en contra.
Eventualmente, mi
cuerpo me traicionará, así que…
2. Sí, por desgracia,
me voy a dormir.
En cuanto al número:
3. ¿Mandar mensajes de
texto a mi nuevo amigo, empleado o lo que sea
que podría ser para
mí?
Eso, por supuesto, no
va a suceder.

No hay comentarios:
Publicar un comentario