Capítulo 12
—¿Recuerdas cuando tu
padre estaba contando esa historia tan graciosa sobre tatuarse para ir
a un concierto? —le
preguntó Gaston a Rochi cuando salieron de la casa después de la cena—. ¿Y
cómo se horrorizaron
los padres de tu madre?
Rochi gimió.
—Ah, ya escuché mil
veces esa historia. Es una especie de anécdota de cabecera, que tiene
reservada para mis
amigos.
—Bueno, yo tengo un
tatuaje —confesó Gaston.
—¡Mentira! ¿De qué?
Gaston asintió.
—Es un oso. Seguro
que no te gustará. No dije nada durante la cena porque pensé que a tus
padres no les
agradaría; como si hubiera estado bien para tu padre, pero no para mí. De todas
maneras, supongo que
no interesa la opinión que tengan de mí.
—No, creo que no
—respondió Rochi—. En realidad, papá pensaría que eres mucho mejor de
lo que ya te cree, si
es posible. —Rochi se detuvo junto a una camioneta vieja y destartalada. —
¿Alguna vez vas a
venir con el mismo auto? Tengo la sensación de salir con un vendedor de
autos de segunda
mano. —En cuanto lo dijo, sintió que las mejillas le hervían. Suerte que ya era
de noche. —Supongo
que es un comentario tonto, porque ya no vendrás más por aquí.
“Y en realidad no
salimos. Nunca hemos salido como novios.”
Se sentía un poco
confundida respecto de la relación que tenían. ¿Todo habría sido una farsa,
o habría habido parte
de realidad? Ahora que la apuesta había terminado, ¿volverían a
encontrarse en alguna
reunión social?
—Bueno, te veré en la
escuela —dijo Gaston—. Como siempre.
—Sí.
—Bueno… cuídate. —Gaston
subió al vehículo y encendió el motor.
—Claro. Tú también
—le dijo ella—. No comas tantos brotes de soja.
Se quedó observando
las luces traseras de la camioneta, que se perdían por el camino hasta
que por fin dobló en
la esquina. Así eran las cosas. Gaston Dalmau acababa de borrarse de su vida.
Eso era lo que ella
quería, lo que había esperado desde la primera cita.
“¿Entonces por qué me
siento tan deprimida?”, se preguntaba.
Estaba a punto de
entrar en la casa, cuando reapareció la camioneta y Gaston tocó la bocina.
—¡Eh, Rochi! —gritó
mientras se detenía.
—¿Olvidaste algo?
—preguntó ella.
—Sí. Olvidé la
promesa del helado con frutas y baño de chocolate caliente. ¿Quieres
acompañarme a
Sandy’s?
Rochi esbozó una
sonrisa de oreja a oreja.
—Me encantaría. ¡Voy
por mi chaqueta!
—Cuando volviste a
buscarme esta noche, recordé cómo te fuiste en la camioneta de
remolque aquel día de
lluvia —le dijo Rochi diez minutos después, sentados a una mesa de
Sandy’s.
—Y esta noche, cuando
volví, te pusiste tan contenta como ese día, ¿verdad? —bromeó él,
mientras enterraba la
cuchara en su gigante copa de helado de menta granizado con baño de
chocolate calienta.
—No. En realidad
enloquecí de alegría. Aquella noche me salvaste de un desastre mayúsculo
con mis padres, y
hoy, de lavar la vajilla. Tienes un excelente sentido de la oportunidad. —Bebió
un sorbo de agua y lo
miró.
—¿En serio? Creí que
preferías hacer cualquier cosa menos salir conmigo.
—Al principio no nos
conocíamos —repuso ella—. Pero después de los tediosos encuentros
sociales por los que
hemos pasado, creo que estamos aptos para enfrentar lo que sea.
—¿Incluso tu gran
círculo de amigos? —preguntó Gaston, señalando en dirección a la puerta
con la cuchara.
El grupo con el que Rochi
solía salir se presentó en Sandy’s: Kika, Lali, algunos chicos del
equipo de fútbol
americano, otros del equipo de fútbol tradicional, ¡y Nicolas!
Rochi se limpió la
boca con la servilleta y deseó que la tierra se abriera allí mismo y la tragara
viva. No le daba
vergüenza que la vieran con Gaston; simplemente no podía comprender por qué
Nicolas se topaba con
ellos cada vez que estaban juntos. Definitivamente, ahora pensaría que algo
serio sucedía entre
ambos y por supuesto eso la descalificaba para siempre. En las presentes
circunstancias, jamás
tendría una oportunidad con él.
Dejó la servilleta en
la mesa.
—Permíteme
saludarlos. Enseguida vuelvo.
—No hay problema
—dijo él, poniéndose de pie—. Te acompaño.
Rochi no sabía qué
hacer. Se había divertido mucho con Gaston, de modo que no podía decirle
que se fuera. Pero
cómo iba a explicarle que su sentido de la oportunidad ya no era óptimo…
¡sino horrendo! En
ese momento se dirigía hacia Lali y Kika. Todos se habían dado cuenta de
que Gaston la
acompañaba y Nicolas, el chico que supuestamente saldría con ella el sábado por
la
noche, no dejaba de
mirarla.
—Hola, chicos, ¿qué
tal? Todos conocen a Gaston, ¿verdad? —dijo Rochi.
Gaston los saludó con
la cabeza.
—¿Cómo va la empresa
de comida? —le preguntó a Nicolas.
“¿Tenías que
recordarle que también nos vio juntos en esa ocasión?”, quiso gritarle Rochi,
pero
dirigió a Lali una
mirada de pánico.
—Muy bien —respondió Nicolas.
—Yo me moriría si
tuviera que usar ese uniforme. Esa camisa con voladitos… parecía una
prenda como para mi
madre.
Nicolas lo miró con ganas
de comérselo crudo.
—Bueno, es mejor que
usar overoles grasientos y andar reptando debajo de los autos —dijo
con tono despectivo.
—¿Te parece?
—Bueno, no importa,
¿qué planes tienen para hoy? —preguntó Rochi, tratando de cambiar el
tema. No quería que Gaston
y Nicolas se pusieran a discutir. Su vida ya se presentaba bastante
difícil.
—¿No te gusta que yo
trabaje en un taller? ¿Qué pasa? ¿No tiene la categoría suficiente como
para ti?
—Me da igual
—contestó Nicolas, encogiéndose de hombros—. Si te agrada ser un mono
grasoso, es un
problema tuyo. Personalmente, prefiero…
—¿Andar haciendo
acrobacias con las bandejas en la mano y ofrecer sushi a los invitados? —lo
interrumpió Gaston—. Sí, qué tarea interesante.
—Chicos, chicos —los
calmó Rochi. ¿Por qué Gaston habría tenido que empezar con los
insultos? ¿Y qué le
importaba a Nicolas el trabajo de Gaston?
—Rochi, creo que se
nos está derritiendo el helado —le dijo Gaston—. ¿Quieres volver a la
mesa?
—En realidad, quiero
charlar con mis amigos —le contestó ella. De todos modos, ¿qué
derecho tenía a
llevarla a la rastra, como si ella fuera su mascota? ¿Sólo porque no se llevaba
bien con Nicolas?
—Rochi, ¿a qué hora
debo pasar a buscarte el sábado? ¿A las seis te parece bien? —preguntó
Nicolas.
Esta vez fue Gaston
quien quiso comérselo crudo.
—A las seis está
bien. Ya vuelvo, ¿de acuerdo? —Tironeó de la manga de Gaston y fue ella
quien lo arrastró por
todo el salón, hasta que llegaron a la mesa. —¿Qué demonios pasa contigo?—le
preguntó.
—No me gusta ese tipo
—admitió Gaston.
—Bueno, a mí sí
—protestó ella—. ¡Y te agradecería que no que no insultaras a mis amigos!
—Él también fue muy
descortés conmigo. Rochi levantó las manos.
—¿Cuántos años
tienes? ¿Doce? ¿No puedes esforzarte por llevarte bien con las personas que
son diferentes a ti?
—No cuando son
altaneras y vulgares. Decididamente, no.
—Nicolas no es así.
—Sí, claro. —Gaston
meneó la cabeza. —¿Por qué no tratas de ver a la gente como es en
realidad?
—¡Lo que veo frente a
mí en estos momentos es un estúpido colosal que juzga a los demás sin
fundamentos! —exclamó
Rochi. Tomó su chaqueta de jean, que estaba sobre el asiento. —Mis
amigos me llevarán de
vuelta a casa. Gracias.
—Rochi, espera. No
fue mi intensión…
—Demasiado tarde.
Mira, todo ha sido muy divertido, pero aquí termina nuestro pacto, ¿de
acuerdo? Tu apuesta
ya ha quedado sin efecto y por lo tanto no tenemos necesidad de volver a
vernos. —Dio media
vuelta, cruzó todo el salón y se sentó a otra mesa, junto a Nicolas. Pocos
segundos después vio
que Gaston se marchaba del lugar.
El viernes, en medio
del almuerzo, Gaston vio a Rochi en la cafetería. Se sentía mal por su
proceder de la noche
anterior, aunque ¿era su culpa haber sentido celos de verla tan contenta
cuando apareció ese
monigote de Nicolas? De todos modos, quería disculparse. Odiaba concluir la
relación en malos
términos. Le había parecido que entre ellos hubo algo especial, cierto nexo
que nada tenía que
ver con la dichosa apuesta.
“Es evidente que te
equivocaste, amigo.”
Reunió todo su coraje
y se encaminó hacia la mesa de Rochi. Ella se puso de pie y empezó a
acortar la distancia.
“¡Fantástico!
¡Estamos en la misma sintonía!”, pensó, entusiasmado.
Le sonrió cuando se
le acercó.
—Hola, Rochi.
—Hola, Gaston. ¿Cómo
estás?
—Bien. Escucha. Tengo
que contarte algo muy curioso. No vas a creerlo.
—Magnífico. Pero en
este momento no puedo charlar.
—No tardaré más de un
segundo. Primero quería decirte que…
—Gaston, no puedo
concederte ni un solo segundo —respondió ella, irritada—. Debo ir a la
oficina del consejo
estudiantil y verificar una información sobre el baile de promoción. —Pasó a
su lado, salió y tomó
por el pasillo.
Gaston se quedó de
pie en medio de la cafetería por un segundo, mientras la gente lo pasaba
de largo, por un
costado y el otro. Rochi le había vuelto la espalda una vez más. Ahí estaba,
como
un tonto, dispuesto a
confesarle sus sentimientos, y ella sólo pensaba en estúpidas decoraciones
para el baile de
promoción.
“El baile de
promoción. Ni loco participaría en un baile auspiciado por la escuela, ni en la
decoración del
gimnasio, ni en la decoración del gimnasio, ni en la coronación de dos personas
como si fueran
miembros de la realeza.”
Sin duda Rochi
planeaba asistir con Nicolas. Bueno. Ojalá se divirtieran mucho pensando en su
superioridad en
comparación con el resto de los humanos.
“la primera impresión
que tuve de Rochi fue la correcta —pensó—. Es un ser superficial y
carente de
sentimientos.”
Según parecía, era
cierto lo que le había dicho la noche anterior. Quería borrar a Gaston de su
vida… para siempre.

Nooo... ¡con lo lindos que son! Ojalá Rochi no sea tan orgullosa y le dé una oportunidad a Gastón para poder hablar con ella :)
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