miércoles, 12 de junio de 2013

El dia que lo conoci capitulo 12


Capítulo 12
—¿Recuerdas cuando tu padre estaba contando esa historia tan graciosa sobre tatuarse para ir
a un concierto? —le preguntó Gaston a Rochi cuando salieron de la casa después de la cena—. ¿Y
cómo se horrorizaron los padres de tu madre?
Rochi gimió.
—Ah, ya escuché mil veces esa historia. Es una especie de anécdota de cabecera, que tiene
reservada para mis amigos.
—Bueno, yo tengo un tatuaje —confesó Gaston.
—¡Mentira! ¿De qué?
Gaston asintió.
—Es un oso. Seguro que no te gustará. No dije nada durante la cena porque pensé que a tus
padres no les agradaría; como si hubiera estado bien para tu padre, pero no para mí. De todas
maneras, supongo que no interesa la opinión que tengan de mí.
—No, creo que no —respondió Rochi—. En realidad, papá pensaría que eres mucho mejor de
lo que ya te cree, si es posible. —Rochi se detuvo junto a una camioneta vieja y destartalada. —
¿Alguna vez vas a venir con el mismo auto? Tengo la sensación de salir con un vendedor de
autos de segunda mano. —En cuanto lo dijo, sintió que las mejillas le hervían. Suerte que ya era
de noche. —Supongo que es un comentario tonto, porque ya no vendrás más por aquí.
“Y en realidad no salimos. Nunca hemos salido como novios.”
Se sentía un poco confundida respecto de la relación que tenían. ¿Todo habría sido una farsa,
o habría habido parte de realidad? Ahora que la apuesta había terminado, ¿volverían a
encontrarse en alguna reunión social?
—Bueno, te veré en la escuela —dijo Gaston—. Como siempre.
—Sí.
—Bueno… cuídate. —Gaston subió al vehículo y encendió el motor.
—Claro. Tú también —le dijo ella—. No comas tantos brotes de soja.
Se quedó observando las luces traseras de la camioneta, que se perdían por el camino hasta
que por fin dobló en la esquina. Así eran las cosas. Gaston Dalmau acababa de borrarse de su vida.
Eso era lo que ella quería, lo que había esperado desde la primera cita.
“¿Entonces por qué me siento tan deprimida?”, se preguntaba.
Estaba a punto de entrar en la casa, cuando reapareció la camioneta y Gaston tocó la bocina.
—¡Eh, Rochi! —gritó mientras se detenía.
—¿Olvidaste algo? —preguntó ella.
—Sí. Olvidé la promesa del helado con frutas y baño de chocolate caliente. ¿Quieres
acompañarme a Sandy’s?
Rochi esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
—Me encantaría. ¡Voy por mi chaqueta!
—Cuando volviste a buscarme esta noche, recordé cómo te fuiste en la camioneta de
remolque aquel día de lluvia —le dijo Rochi diez minutos después, sentados a una mesa de
Sandy’s.
—Y esta noche, cuando volví, te pusiste tan contenta como ese día, ¿verdad? —bromeó él,
mientras enterraba la cuchara en su gigante copa de helado de menta granizado con baño de
chocolate calienta.
—No. En realidad enloquecí de alegría. Aquella noche me salvaste de un desastre mayúsculo
con mis padres, y hoy, de lavar la vajilla. Tienes un excelente sentido de la oportunidad. —Bebió
un sorbo de agua y lo miró.
—¿En serio? Creí que preferías hacer cualquier cosa menos salir conmigo.
—Al principio no nos conocíamos —repuso ella—. Pero después de los tediosos encuentros
sociales por los que hemos pasado, creo que estamos aptos para enfrentar lo que sea.
—¿Incluso tu gran círculo de amigos? —preguntó Gaston, señalando en dirección a la puerta
con la cuchara.
El grupo con el que Rochi solía salir se presentó en Sandy’s: Kika, Lali, algunos chicos del
equipo de fútbol americano, otros del equipo de fútbol tradicional, ¡y Nicolas!
Rochi se limpió la boca con la servilleta y deseó que la tierra se abriera allí mismo y la tragara
viva. No le daba vergüenza que la vieran con Gaston; simplemente no podía comprender por qué
Nicolas se topaba con ellos cada vez que estaban juntos. Definitivamente, ahora pensaría que algo
serio sucedía entre ambos y por supuesto eso la descalificaba para siempre. En las presentes
circunstancias, jamás tendría una oportunidad con él.
Dejó la servilleta en la mesa.
—Permíteme saludarlos. Enseguida vuelvo.
—No hay problema —dijo él, poniéndose de pie—. Te acompaño.
Rochi no sabía qué hacer. Se había divertido mucho con Gaston, de modo que no podía decirle
que se fuera. Pero cómo iba a explicarle que su sentido de la oportunidad ya no era óptimo…
¡sino horrendo! En ese momento se dirigía hacia Lali y Kika. Todos se habían dado cuenta de
que Gaston la acompañaba y Nicolas, el chico que supuestamente saldría con ella el sábado por la
noche, no dejaba de mirarla.
—Hola, chicos, ¿qué tal? Todos conocen a Gaston, ¿verdad? —dijo Rochi.
Gaston los saludó con la cabeza.
—¿Cómo va la empresa de comida? —le preguntó a Nicolas.
“¿Tenías que recordarle que también nos vio juntos en esa ocasión?”, quiso gritarle Rochi, pero
dirigió a Lali una mirada de pánico.
—Muy bien —respondió Nicolas.
—Yo me moriría si tuviera que usar ese uniforme. Esa camisa con voladitos… parecía una
prenda como para mi madre.
Nicolas lo miró con ganas de comérselo crudo.
—Bueno, es mejor que usar overoles grasientos y andar reptando debajo de los autos —dijo
con tono despectivo.
—¿Te parece?
—Bueno, no importa, ¿qué planes tienen para hoy? —preguntó Rochi, tratando de cambiar el
tema. No quería que Gaston y Nicolas se pusieran a discutir. Su vida ya se presentaba bastante
difícil.
—¿No te gusta que yo trabaje en un taller? ¿Qué pasa? ¿No tiene la categoría suficiente como
para ti?
—Me da igual —contestó Nicolas, encogiéndose de hombros—. Si te agrada ser un mono
grasoso, es un problema tuyo. Personalmente, prefiero…
—¿Andar haciendo acrobacias con las bandejas en la mano y ofrecer sushi a los invitados? —lo interrumpió Gaston—. Sí, qué tarea interesante.
—Chicos, chicos —los calmó Rochi. ¿Por qué Gaston habría tenido que empezar con los
insultos? ¿Y qué le importaba a Nicolas el trabajo de Gaston?
—Rochi, creo que se nos está derritiendo el helado —le dijo Gaston—. ¿Quieres volver a la
mesa?
—En realidad, quiero charlar con mis amigos —le contestó ella. De todos modos, ¿qué
derecho tenía a llevarla a la rastra, como si ella fuera su mascota? ¿Sólo porque no se llevaba
bien con Nicolas?
—Rochi, ¿a qué hora debo pasar a buscarte el sábado? ¿A las seis te parece bien? —preguntó
Nicolas.
Esta vez fue Gaston quien quiso comérselo crudo.
—A las seis está bien. Ya vuelvo, ¿de acuerdo? —Tironeó de la manga de Gaston y fue ella
quien lo arrastró por todo el salón, hasta que llegaron a la mesa. —¿Qué demonios pasa contigo?—le preguntó.
—No me gusta ese tipo —admitió Gaston.
—Bueno, a mí sí —protestó ella—. ¡Y te agradecería que no que no insultaras a mis amigos!
—Él también fue muy descortés conmigo. Rochi levantó las manos.
—¿Cuántos años tienes? ¿Doce? ¿No puedes esforzarte por llevarte bien con las personas que
son diferentes a ti?
—No cuando son altaneras y vulgares. Decididamente, no.
—Nicolas no es así.
—Sí, claro. —Gaston meneó la cabeza. —¿Por qué no tratas de ver a la gente como es en
realidad?
—¡Lo que veo frente a mí en estos momentos es un estúpido colosal que juzga a los demás sin
fundamentos! —exclamó Rochi. Tomó su chaqueta de jean, que estaba sobre el asiento. —Mis
amigos me llevarán de vuelta a casa. Gracias.
—Rochi, espera. No fue mi intensión…
—Demasiado tarde. Mira, todo ha sido muy divertido, pero aquí termina nuestro pacto, ¿de
acuerdo? Tu apuesta ya ha quedado sin efecto y por lo tanto no tenemos necesidad de volver a
vernos. —Dio media vuelta, cruzó todo el salón y se sentó a otra mesa, junto a Nicolas. Pocos
segundos después vio que Gaston se marchaba del lugar.
El viernes, en medio del almuerzo, Gaston vio a Rochi en la cafetería. Se sentía mal por su
proceder de la noche anterior, aunque ¿era su culpa haber sentido celos de verla tan contenta
cuando apareció ese monigote de Nicolas? De todos modos, quería disculparse. Odiaba concluir la
relación en malos términos. Le había parecido que entre ellos hubo algo especial, cierto nexo
que nada tenía que ver con la dichosa apuesta.
“Es evidente que te equivocaste, amigo.”
Reunió todo su coraje y se encaminó hacia la mesa de Rochi. Ella se puso de pie y empezó a
acortar la distancia.
“¡Fantástico! ¡Estamos en la misma sintonía!”, pensó, entusiasmado.
Le sonrió cuando se le acercó.
—Hola, Rochi.
—Hola, Gaston. ¿Cómo estás?
—Bien. Escucha. Tengo que contarte algo muy curioso. No vas a creerlo.
—Magnífico. Pero en este momento no puedo charlar.
—No tardaré más de un segundo. Primero quería decirte que…
—Gaston, no puedo concederte ni un solo segundo —respondió ella, irritada—. Debo ir a la
oficina del consejo estudiantil y verificar una información sobre el baile de promoción. —Pasó a
su lado, salió y tomó por el pasillo.
Gaston se quedó de pie en medio de la cafetería por un segundo, mientras la gente lo pasaba
de largo, por un costado y el otro. Rochi le había vuelto la espalda una vez más. Ahí estaba, como
un tonto, dispuesto a confesarle sus sentimientos, y ella sólo pensaba en estúpidas decoraciones
para el baile de promoción.
“El baile de promoción. Ni loco participaría en un baile auspiciado por la escuela, ni en la
decoración del gimnasio, ni en la decoración del gimnasio, ni en la coronación de dos personas
como si fueran miembros de la realeza.”
Sin duda Rochi planeaba asistir con Nicolas. Bueno. Ojalá se divirtieran mucho pensando en su
superioridad en comparación con el resto de los humanos.
“la primera impresión que tuve de Rochi fue la correcta —pensó—. Es un ser superficial y
carente de sentimientos.”
Según parecía, era cierto lo que le había dicho la noche anterior. Quería borrar a Gaston de su
vida… para siempre.

1 comentario:

  1. Nooo... ¡con lo lindos que son! Ojalá Rochi no sea tan orgullosa y le dé una oportunidad a Gastón para poder hablar con ella :)

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