Capitulo 24
Mi penúltimo año de instituto transcurrió con
rapidez. La actitud de mi madre había mejorado de una forma considerable
gracias a los antidepresivos que el doctor le había prescrito. Recuperó su
figura y su buen humor y el teléfono volvió a sonar con frecuencia. Eran raras
las ocasiones en las que mi madre traía a casa a sus citas y casi nunca pasaba
una noche fuera. Sin embargo, continuaron aquellas extrañas desapariciones en
las que estaba fuera un día entero y regresaba sin dar la menor explicación.
Después de estas escapadas, mi madre siempre estaba tranquila y extrañamente
relajada, como si acabara de volver de unos días de ayuno y oración. A mí no me
importaba que se fuera, pues parecía sentarle bien y yo podía cuidar de Aleli
sola.
Intenté depender de Gaston lo menos posible, porque
vernos nos producía más frustración e infelicidad que placer. Gaston había
decidido tratarme como si fuera su hermana menor y yo intenté cumplir con sus
expectativas, pero aquel fingimiento me resultaba incómodo y difícil.
Gaston estaba ocupado limpiando terrenos y
realizando otros trabajos manuales que endurecieron su cuerpo y su espíritu. El
pícaro brillo de sus ojos había dado paso a una mirada apagada y rebelde. La
falta de expectativas, el hecho de que los otros chicos de su edad fueran a la
universidad, mientras que él no parecía ir a ninguna parte, lo estaban
consumiendo. Los chicos que se encontraban en la situación de Gaston tenían
pocas alternativas después de terminar el colegio: o encontraban un empleo en
la industria petroquímica, en Sterling o Valero, o trabajaban de peones
camineros.
Cuando yo me graduara, mis opciones no serían mucho
mejores. Yo no tenía ninguna habilidad especial que me permitiera conseguir una
beca para una universidad y, hasta entonces, ni siquiera había trabajado
durante los veranos, de modo que no disponía de ningún tipo de experiencia que
pudiera hacer constar en mi currículo.
— Eres buena con los niños — señaló mi amiga Mery—.
Podrías trabajar en un parvulario o como ayudante de profesora en un colegio de
primaria.
— Sólo soy buena con Aleli — respondí yo—. No creo
que me gustara cuidar a los niños de otras personas.
Mery había analizado mis posibles
profesiones futuras y había decidido que tenía que estudiar estética.
— Te encanta maquillar y peinar — argumentó Mery.
En
esto tenía razón, pero estudiar estética resultaba caro y me pregunté cómo
reaccionaría mi madre si le pidiera miles de dólares para mi formación. También
me pregunté qué planes o ideas tenía ella para mi futuro, si es que tenía
alguno. Lo más probable era que no tuviera ningún plan, pues mi madre vivía al
momento, de modo que aparqué aquella idea y la guardé para cuando mi madre
estuviera bien predispuesta hacia el tema.
Llegó el invierno y empecé a salir con un chico
llamado Gabo Bishop, que era hijo del dueño de un concesionario
automovilístico. Gabo jugaba en el equipo de fútbol, de hecho ocupaba el puesto
de defensa que Gaston había dejado el año anterior, cuando se lesionó la
rodilla. Pero Gabo no pensaba utilizar el fútbol para continuar con sus
estudios, pues la situación financiera de su familia le permitiría acceder a
cualquier universidad que eligiera. Gabo era atractivo, moreno y de ojos azules
y físicamente se parecía tanto a Gaston que enseguida me sentí atraída por él.
Conocí a Gabo en una fiesta de Santa Claus justo
antes de Navidad. La fiesta formaba parte de la campaña anual que el
departamento de policía organizaba a fin de recolectar juguetes para las
familias pobres. Durante la mayor parte del mes de diciembre, se recogían y se
clasificaban los juguetes y el 21 de diciembre se envolvían durante una fiesta
que se celebraba en la comisaría local. Todo el mundo podía presentarse como
voluntario para colaborar. El entrenador de fútbol había ordenado a los
jugadores que participaran en lo que pudieran, ya fuera recolectando juguetes,
envolviéndolos durante la fiesta o entregándolos a los niños el día antes de
Navidad.
Yo asistí a la fiesta con mi amiga Moody y su
novio, Earl Jr., el hijo del carnicero. En la fiesta debía de haber, como
mínimo, cien personas y había montañas de juguetes colocadas alrededor de las
mesas. De fondo sonaba una música navideña. En un rincón había unos termos de
acero inoxidable llenos de café y cajas de galletas espolvoreadas con azúcar.
De pie en una hilera de personas que envolvían paquetes y con un gorro de Santa
Claus que alguien me había colocado en la cabeza, yo me sentía como un elfo de
Navidad.
Había tanta gente cortando papel
y rizando cinta de envolver que las tijeras que nos habían proporcionado
resultaban insuficientes. En cuanto alguien dejaba unas en la mesa, enseguida
otra persona se lanzaba a cogerlas. Yo esperaba con impaciencia mi oportunidad
junto a un montón de juguetes sin envolver y con un rollo de papel de rayas
rojas y blancas. Alguien dejó unas tijeras en la mesa y yo alargué el brazo
para cogerlas, pero otra persona se me adelantó y, sin querer, mis dedos
agarraron la mano masculina que había sido más rápida que yo. Levanté la mirada
y me encontré con unos sonrientes ojos azules.
— ¡Primero! — exclamó el chico y con la mano libre
apartó de mi rostro el extremo del gorro de Santa Claus.
Nos pasamos el resto de la noche juntos, hablando,
riendo y señalando los juguetes que creíamos que le gustarían al otro. Él
escogió una muñeca repollo con el pelo rizado para mí y yo elegí una nave de
combate de la Guerra de las Galaxias para él. Hacia el final de la noche, Gabo
me había pedido una cita.
Continuara...
*Mafe*

La quiero con gas!!!! espero que gas este celoso por la relación de rochi con este tal gabo. Jajajaj
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