jueves, 15 de agosto de 2013

Una noche con el Jeque Capítulo 6



Capítulo 6

Rocío se levantó de la cama en la que había estado leyendo uno de los li¬bros de investigación que se había lle¬vado a Zuran para ver qué tal estaba Kiara.
Miró el reloj y vio que eran casi las ocho de la noche. Kiara estaba despierta, pero contenta y se dejó mirar encantada las perlitas blancas que em¬pezaban a asomar en sus encías.
Seguía estando un poco roja, pero parecía que el paracetamol le había parado el dolor.
Rocío se había retirado a «su habitación» a última hora de la tarde, desesperada por huir de la carga altamente sexual que había en el am¬biente del salón.
Se le había hecho imposible ver a Gastón sin imaginárselo como lo había visto por la mañana, desnudo y masculino.
Había salido al todoterreno para volver a me¬ter sus cosas y Rocío lo había ayudado. Había sacado también su material de pintura y se había alegrado mucho de encontrar sus libros pues, aparte de que le interesaba el tema, era la excusa perfecta para distanciarse de él.
Con el pretexto de que la niña tenía que dor¬mir la siesta, se había metido en su habitación y no había salido desde entonces. Para pintar al caballo del príncipe, que era al fin y al cabo para lo que había ido a Zuran, que¬ría estudiar la anatomía de aquellos maravillosos animales. Como Kate le había dicho, aquel pro¬yecto era importante, así que se puso a dibujar sin dilación.
Solo se interrumpió cuando Kiara comenzó a llorar reclamando su atención. Solo entonces se fijó en lo que había estado pintando y se quedó helada.
Era un cuerpo humano… Gastón… nadando, de pie… su cuerpo desnudo y firme, musculoso y fuerte.
Sintiéndose culpable, pasó la hoja y guardó el cuaderno a buen recaudo. Acto seguido fue por Kiara, la sentó en su carrito y la llevó a la cocina.
—Mira qué cena más rica —le dijo mientras se la preparaba.
En principio, había pensado volver a dársela en la habitación, pero finalmente decidió ir al sa¬lón. Al fin y al cabo, era hija de Gastón y segura¬mente ambos necesitaban recordar ese hecho a menudo. ¡Aunque por razones diferentes!
Gastón debía darse cuenta de lo que se estaba perdiendo no reconociendo a su hija.
Cuando Rocío entró en el salón, él estaba trabajando en el ordenador, así que Rochi se puso a dar de cenar a la niña, que comía con apetito y parecía haberse olvidado del dolor de dientes.
¬De repente, un sexto sentido le dijo que las estaba mirando y, al levantar la mirada, compro¬bó que así era. Gastón había dejado de trabajar y se había girado hacia Rochis.
—Tiene tu nariz —le dijo. A Rocío le tembló la mano. Marianela y Rochi te¬nían la misma nariz que su madre y era cierto que la niña también la había heredado aunque, según su madre, tenía las pestañas de su padre.
Rocío sintió que se estaba empezando a sonrojar. ¿Cómo podía aquel hombre comportar¬se de forma tan fría con su hija?
¡Gastón se comportaba con la niña tal y como su padre debía de haber hecho con Rochi! ¡Rocío sabía lo que significaba crecer a la sombra de un padre que no quiere a sus hijos y no quería que Kiara tuviera que sufrir lo mismo!
Gastón tenía que ver que aquella niña era su responsabilidad, por lo menos en parte. No podía permitir que se desentendiera. No lo pensaba por el dinero, sino por el aspecto emocional.
Kiara había terminado de cenar y había empe¬zado a bostezar. Rocío se aseguró de que estuviera bien cómoda en el cochecito, le dio un beso y se fue a la cocina a fregar.
Una vez a solas con la niña, Gastón la estudió detalladamente. Tenía la piel mucho más blanca que su primo y, aunque veía mucho parecido con su madre, no veía ninguno con su padre.
Kiara estaba completamente dormida ya, y se estremeció un poquito. Inmediatamente, Gastón se acercó y la tocó. Estaba caliente, pero él sabía que las noches en el desierto eran frías. ¿Necesi¬taría otra manta?
Rocío estaba en la cocina, así que fue a su habitación a buscarla. Al ir a agarrarla de la cuna, vio el cuaderno abierto y, unos dibujos muy fáciles de reconocer.
Frunció el ceño, lo agarró y lo miró detenida¬mente.
Tras fregar, Rocío volvió a su habitación con la intención de guardar las cosas de la niña, pero al encontrarse a Gastón allí se quedó parada en el umbral.
—¿Dónde está Kiara? —le preguntó inmediata¬mente.
—Completamente dormida —contestó—. Por cierto, me he estado fijando en que se parece mu¬cho a usted, pero nada a su supuesto padre…
Rocío ya había aguantado demasiado.
—¿Cómo es usted capaz de negar la carne de su carne y la sangre de su sangre? —le espetó—. No me explico cómo una mujer puede desearlo y menos… 
La interrumpió sin tiempo a decir «Marianela». 
—¿Ah, no? ¿Y entonces me puede explicar qué es esto?
Rocío sintió que le faltaba el aire al ver que tema el cuaderno en la mano. Intentó arrebatárse¬lo con furia, pero Gastón era más alto y no se lo permitió. Más furiosa todavía, se abalanzó sobre él.
—¡Deme eso! ¡Esos dibujos son míos! —exclamó.
Al intentar agarrarlo, lo arañó sin querer en el ¬brazo y la reacción de Gastón la tomó completamente por sorpresa, pues tiró el cuaderno al sue¬lo y la tomó con ambas manos de la cintura.
—Pequeña… —se interrumpió antes de insultar¬la—. ¡Puede que otros hombres te dejen hacer y deshacer a tu antojo, pero no yo! —añadió zaran¬deándola.
Rocío miró a su alrededor inquieta y se dio cuenta de que tenía la cama detrás. Lo único que quería era que la soltara, pero en un abrir y cerrar de ojos estaba tumbada sobre la cama con Gastón encima.
Al mirarse en aquellos ojos grises como la lava volcánica, Rocío se dio cuenta de que es¬taba enfadado con Rochi. Sin embargo, había algo más y al darse cuenta de lo que era no pudo evi¬tar estremecerse de pies a cabeza.
¡La deseaba! Lo percibió en la repentina ten¬sión que se hizo entre ellos.
«El destino», pensó Gastón. La oportunidad perfecta para demostrarle a su primo que aquella mujer no era digna de su amor. Sin embargo, mientras se inclinaba para besarla, no lo hacía por su primo, sino llevado por una extraña fuerza más intensa de lo que jamás había experimenta¬do.
«Esto está mal, muy mal, es una traición», pensó Rocío mientras su cuerpo se debatía en¬tre el deseo y la angustia.
La boca de Gastón arrasó la suya con la misma fuerza que se había imaginado y que Rochi sentía dentro, de pies a cabeza. Sin poder negarse, le respondió con la misma intensidad. En algún momento, le había puesto las manos en los hom¬bros. ¿Debía apartarlo o empujarlo hacia Rochi?
Gastón le mordió el labio inferior con fuerza para que lo dejara entrar y Rocío lo hizo a pesar de que en su interior lloraba de rabia y de ver¬güenza por no poder controlar aquel deseo que había echado por tierra sus patéticas defensas.
No sabía por qué ni cómo, pero lo cierto era que sabía que aquel hombre y aquel momento eran algo que había estado esperando toda la vida. Incluso le estaba gustando la cruel intensi¬dad de su deseo y estaba respondiendo a él con la misma ferocidad.
Gastón observó anonadado cómo los ojos azul turquesa se habían oscurecido de pasión y se sin¬tió preso de ellos, de su brillo. ¿Cómo era posi¬ble que Rocío expresara así el deseo a través de su mirada? Un deseo que no tenía nada que envidiar al suyo propio. 
Al sentir su lengua dentro de la boca, Rocío le clavó las uñas en el brazo, pero aquella vez adrede.
Intentó negarse a sí misma lo que estaba sin¬tiendo y se apartó de Gastón, desesperada por salvarlos a ambos de una horrible traición, pero él ya había claudicado y no estaba dispuesto a dejarla escapar.
Se lo impidió reteniéndola con el peso de su cuerpo, la hizo derretirse de deseo e incluso ge¬mir suplicante mientras sus cuerpos se movían en la cama.
¬Era el ruido de dos cuerpos contra las sábanas acompañado del ritmo acelerado de dos respiraciones cada vez más entrecortadas que no deja¬ban lugar a dudas sobre sus intenciones.
Gastón deslizó sus labios por la barbilla de Rocío, que automáticamente arqueó el cuerpo de placer.
Solo habían sido unos besos y Rochi ya se sen¬tía poseída por él como si la hubiera acariciado de forma íntima. Estaba tan excitada, que no quería ni imaginarse lo que iba a ser de Rochi cuando llegaran a ese momento.
Al sentir su mano en un pecho, no pudo repri¬mir un grito de júbilo; Gastón gimió y se lanzó a desnudarla.
Mientras lo hacía, Rocío emitía pequeños ge¬midos de placer, pues soñaba con verse completamente desnuda y lista para él, pero cuando lo estu¬vo sintió pánico de repente. Al instante, se cubrió los pechos con las manos para protegerse, pero Gastón la agarró de las muñecas, le puso cada mano a un lado de la cabeza y se arrodilló sobre Rochi.
Rocío lo vio mirarle el pecho con deseo y sintió que se excitaba todavía más. En respuesta, sus pezones se endurecieron hasta causarle dolor y entonces, Gastón aprovechó para atraparlos en su boca.
Al sentir su lengua haciendo círculos primero alrededor de uno y, luego, del otro mientras Rochi no se podía ni mover pues la tenía firmemente agarrada se sintió llevada a otro nivel de placer que le humedeció la entrepierna.
¬Rocío cerró los ojos y lo vio como lo había visto en el oasis, como lo quería volver a ver, mientras su cuerpo se movía al ritmo de su len¬gua y se preparaba para la embestida magnífica y final de su masculinidad.
Gastón sabía que estaba perdiendo el control porque aquella mujer le estaba haciendo sentirse poseído por el deseo. Con solo ver sus pechos y sus pezones erectos por él, se había decidido a poseerla hasta el final, a hacerla suya.
En cuanto le soltó las manos, se lanzó a des¬nudarlo con ansia. Con maestría, desabrochó bo¬tones y cremalleras y lo acarició como había querido hacer al verlo desnudo por primera vez.
Al sentir cómo estaba de impaciente por estar dentro de Rochi, Rocío jadeó de placer y dejó que la siguiera besando y que la abrazara. Al sen¬tir su cuerpo completamente desnudo contra el suyo y su erección fuerte y poderosa no pudo más.
Puso las piernas alrededor de la cintura, se abrió a él y gritó de placer al sentirlo avanzar dentro de su cuerpo con movimientos seguros y urgentes. Sus músculos internos lo recibieron con mo¬mentos eróticos. Rocío saboreó cada em¬bestida y lo sintió endurecerse y crecer todavía más dentro de Rochi mientras sus dos cuerpos se acoplaban a un mismo ritmo que había de llevar¬los al orgasmo total.
¬—¿Mi primo también te ha dado esto? ¿Te ha hecho sentir así? ¿Fue así de bueno cuando hicisteis a Kiara?
Rocío sintió que se quedaba sin aliento. 
—¿Te entregaste a él tan fácilmente como te has entregado a mí? ¿A nosotros y a cuántos más?
Con un grito desgarrador, se apartó de él. Su cerebro apenas podía procesar lo que acababa de oír y su cuerpo, arrancado de repente de algo tan placentero, parecía al borde de la muerte.
La sorpresa de su rechazo hizo que a Gastón se le encogiera el alma. Quería volverla a tomar en brazos y hacerla suya de nuevo. Quería oírle decir que ningún otro hombre la había hecho sentir como él jamás y sobre todo, quería darle su semilla más íntima para que dentro de Rochi floreciera un hijo.
Porque, en el fondo, eso era lo que quería, ha¬cerle un hijo para que no estuviera ligada a otro hombre ni a la hija de otro.
«No, no puede ser», se dijo, asustado, recor¬dándose que aquello lo había hecho, precisamen¬te, para demostrarle a su primo que aquella mu¬jer no era digna de él.
—¡Me acabas de demostrar lo que eres! —le espetó—. En cuanto Peter se entere de lo deseosa que estabas por entregarte a mí, se dará cuenta de lo acertado que estuve al aconsejarle que tuviera cuidado contigo.
¿Por eso había querido acostarse con Rochi? ¿Para ponerla en evidencia ante otro hombre?
¬En ese momento, Kiara comenzó a llorar en la otra habitación y Rocío se apresuró a ir a consolarla. La tomó en brazos y la apretó con fuerza como si aquello pudiera curarle la horrible herida que le acababan de infligir y que amenazaba con desangrarla de dolor.
Temblaba de pies a cabeza por lo que acababa de ocurrir. ¡Gastón no era el padre de Kiara! ¡Era su primo! Sin embargo, Gastón creía que Rochi era la madre de la niña y por eso había querido acos¬tarse con Rochi.
¡Lo había planeado de forma fría y calculado¬ra para demostrarle a su primo que era una mujerzuela que se acostaba con cualquiera!
El destino había sido benévolo con Rochi por¬que no le había permitido traicionar a su herma¬na y porque le acababa de mostrar qué tipo de hombre era Gastón en realidad.


3 comentarios:

  1. Wow que capitulo ! massssssssssssssssssss

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  2. A la pucha, que capitlooooo! Quiero mas :)

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  3. Les sugiero a las autoras (mejor dicho a las que publican los caps) que lean ustedes mismas los capitulos antes de publicarlos. siempre que queres en word cambiar un palabra con otra (en este caso los nombres de los personajes) y usas el "Replace All" SIEMPRE te vas encontrar con fallos!
    Por ejemplo si el nombre del personaje del libro este mal escrito, entonces no lo va reemplazar, o por ejemplo cuando el nmbre tambien es parte de una palabra real la va reemplazar igual (por ejemplo en su caso, cambiando el nombre Ella con Rochi, tambien esta la palabra "ELLAs" que al reemplazar las palabras sale Rochis).
    Solo lean el capitulo antes de publicarlo para verificar que todas las palabras esten en su lugar correspondiente, asi no le arruinan a las lectoras.
    Es un consejo.....

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