capitulo
El estacionamiento de la escuela estaba casi vacío. Sólo quedaban
algunos autos
estacionados. Reconocí la camioneta de Pablo y la de Gaston. Ambos
debían seguir
en la práctica. Me podría haber ido hace una hora a casa. Pablo
estaba en la sala
de pesas y no había respondido mi último mensaje. Ir a casa no era
algo que
pudiera manejar en este momento. Mi tía Caroline y su hija Lali
llegaron anoche a
casa y se quedarán por tiempo indeterminado. El tío Nolan fue
descubierto
haciendo cosas que no debía con su secretaria, arriba de la
copiadora; y la tía
Caroline dejó su casa. Nosotros éramos el —único lugar en que
podía pensar— y eso no nos hacia los ganadores de la lotería.
Tener a Lali invadiendo mi espacio
personal ya era más que frustrante. Ella era tan educada y fina.
Quería gritar o
posiblemente estropearle en cabello y abofetearla un poco para que
mostrara
alguna emoción.
Pablo está siempre ocupado con el fútbol y Gaston
está actuando como si yo no existiera. En ocasiones como estas,
cuando me sentía
tan sola era cuando corría con mi abue para que ella volviera todo
a la normalidad.
La vida es tan injusta.
—¿Qué tiene de malo tu auto?
La voz de Gaston me sobresaltó. Di media vuelta y lo vi a unos
pies de mí con su
casco y hombreras en una mano y con la camiseta que debería tener
puesta, en la
otra. Dios mío, porque tenía que caminar sin camiseta. Recorrió su
mirada de mi
carro a mi cara. Arrastre mis pies nerviosamente. No habíamos
estado solos en
dieciséis, no diecisiete días.
—Has estado aquí parada viendo tu carro por cinco minutos. Supongo
que algo te
está molestando.
Las lágrimas me pican los ojos. Estar tan cerca de él y tenerlo
mirándome y
hablándome directamente era maravilloso e increíblemente doloroso.
—¿Qué pasa Rochi?
Tragarme el nudo de la garganta no ayudó. Me mordí el labio
inferior y me encogí
de hombros. Él se quedó callado por un momento. Podía ver la
indecisión en su
cara. Finalmente tomo mi mochila y toco mi cintura.
—Ven conmigo. Tú hablas y yo escucho.
No discutí. Quería esto. Lo necesitaba. Deje que me guiara a su
camioneta y abriera
la puerta del copiloto para que pudiera entrar. Primero no
hablamos. Yo trabajaba
en mantener mis emociones bajo control mientras que él llevaba su
camioneta por
un camino conocido que conducía a nuestro lugar en la bahía.
—¿Me quieres decir que es lo que te enojó? —preguntó él.
Me miró por un segundo, pero rápidamente regresó su mirada de
nuevo a la
carretera. No estaba segura de cómo contestar su pregunta. Muchas
cosas estaban
mal. Yo estaba con Pablo, actuando como una persona que no era.
Alguien que
me di cuenta que ni siquiera me agrada. La escuela había empezado
y allí estaba
Gaston todos los días, en los pasillos, en la cafetería, en mi
salón. Podía verlo pero no
tocarlo. Eso me estaba matando. Después, claro, allí estaba mi tía
y Lali
tomando el último refugio que tenia. Mi casa. Mi habitación.
—Vamos Rochi, dime que pasa.
—Mi tío engañó a mi tía y ahora ella y mi prima se mudaron a mi
casa. Lali está
todo el tiempo en mi habitación. No tengo privacidad. Mi tía se la
pasa llorando y
contando la historia de cómo encontró a mi tío. No hay donde
esconderse. Sólo
quiero salir corriendo al bosque y gritar.
Una risita a mi lado me debería haber molestado, tenerlo riéndose
de mi
predicamento, pero echaba tanto de menos ese sonido, que me hizo
sonreír.
—La familia puede ser un desastre —dijo, de forma sombría. Me
pregunto si se
estaba refiriendo a Pablo. ¿Le importaba que yo estuviera con Pablo?
No lo
podía saber. Quería creer que estaba escondiendo sus sentimientos
de mí pero me
parecía muy poco probable. Él se reía y coqueteaba con cualquier
cara bonita de la
escuela como siempre lo ha hecho.
—Así que te encontré parada, a unos metros de distancia de tu
carro, viéndolo
como si tuviera dientes y te fuera a morder, porque no querías ir
a casa.
Estaba pensando admitir que lo extrañaba, que luchaba contra la
urgencia diaria
de subirme a mi carro y manejar hasta el bar al que me había
llevado a jugar billar,
esperando verlo allí.
Palmeó el lugar a su lado y yo me deslicé junto a él sin dudarlo.
Su mano encontró
la mía y la apretó. Por primera vez desde que Pablo regreso me
sentí completa.
Estar con Gaston me hacía creer que todo estaría bien. Que los
problemas que nos
mantenían separados no siempre importarían y todo saldría bien.
Llegamos a nuestro pedazo de tierra con vistas a la bahía. Todo se
veía
diferente con la luz del sol. Él soltó mi mano y empezaba a
alejarme cuando su
brazo de deslizó detrás de mí para atraerme. Suspiré y recargué mi
cabeza en el
hueco de su brazo. Ninguno de los dos habló. Sólo nos sentamos
allí a ver como se
ponía el sol en el agua.
Mis ojos se empezaron a cerrar y sonreí al pensar como todo era
más fácil con él
allí.
—Rochi. —El aliento de Gaston cosquilleo mi oído.
Abrí mis ojos y me llevó un momento darme cuanta dónde estaba.
Tallándome los
ojos, lentamente me senté.
—Me dormí —dije.
Gaston se rio.
—Sí, lo hiciste.
—Lo siento, no era mi intención.
Gaston tomó un mechón de mi cabello para ponerlo detrás de mi
oreja y me sonrió
con esa sonrisa de lado que siempre hacía que mi corazón
revoloteara.
—No lo sientas, no puedo pensar haber tenido un mejor momento
desde… bueno
desde…
¿A que se refería con eso? ¿Desde cuándo? ¿Desde este verano
cuando sólo éramos
nosotros? ¿Antes de que él me dejara irme de su tráiler sin
discutir?
—Necesito recuperarte. Pablo te mandó un mensaje y te llamó varias
veces. La
última vez que te marcó pensé que ya era hora de despertarte. A
pesar de que
disfrute tenerte dormida sobre mi.
Mi corazón retumbó contra mi pecho. Escucharlo decirme cosas así
me daba
esperanzas. Esperanza para qué, no lo se. Fui yo la que decidió
que eso no valía la
pena. Él me paso mi celular.
—Contéstale, esto va a ser difícil de explicar así como está.
Leí los dos mensajes que preguntaban dónde estaba. Se veía
preocupado en su
último mensaje. Mi carro estacionado en la escuela lo preocupaba.
El celular de Gaston sonó, lo miro y frunció el seño.
—Es Pablo.
Tomé su teléfono.
—Déjame contestar a mí. Se lo explicaré de todos modos. Además no
hicimos nada
malo.
—Hola.
—Rochi, ¿donde estas? ¿Por qué contestas el teléfono de Gaston? He
estado tratando
de llamarte.
—Lo siento, lo sé, estaba a punto de llamarte, estaba dormida. Gaston
me encontró
en el estacionamiento. No quise ir a casa y encarar todo el drama.
Él se ofreció a
escucharme y termine por quedarme dormida. Me dejó dormir. Pero me
está
llevando a mi carro ahora.
Pablo se quedó mudo por un momento. Mire a Gaston quien me estaba
observando
como si fuera un león que presentía el peligro y estuviera
preparado para saltar.
—De acuerdo, iré a esperarte a tu carro —finalmente respondió.
No estaba segura de lo que Pablo estaba pensando por el tono de su
voz. Casi
siempre podía adivinar su humor por teléfono.
—Entonces te veré en un ratito —dije y le devolví el teléfono a Gaston.
Él lo cerró y asintió en dirección al lado del copiloto de su
camioneta.
—Si el nos va a estar esperando, creo que es mejor que te subas.
No estoy seguro
de que será muy comprensivo.
Gaston encendió la camioneta y se dirigió al pueblo. De mala gana
me deslice hasta
el otro extremo de la camioneta. Lejos de su calor.
—Gaston…gracias. Lo necesitaba. Te… necesitaba.
Dejó escapar un profundo suspiro y agito la cabeza.
—Decirme cosas como esas, hacen esto más duro para mí. Siempre
estaré aquí para
ti. Pero no me digas que me necesitas.
—Pero no lo puedo evitar, te necesito.
—Demonios Rochi, no puedo escuchar eso, no puedo pensar en eso.
Puedo manejar
negarme lo que necesito. Lo que quiero. Pero no te lo puedo negar
a ti.
—Tú quieres mucho a Pablo. Él es como tu hermano. ¿Podrías herirlo
de esa
manera? ¿Podrías perderlo por una chica? No sé si pueda dejarte
que lo hagas. Un
día me vas a reclamar por interponerme entre ustedes dos. Nunca
serías capaz de
amarme. Siempre sería un recordatorio de cómo perdiste a Pablo.
Recargué mi cabeza en el respaldo y cerré los ojos. Había tantas
razones por las
que nunca tendría a Gaston. Y cada vez que mencionaba una, hacía
una herida más
en mi corazón.
—Tienes razón —dijo con un ronco susurro.
Escuchar que él estaba de acuerdo era como si enterrara una espada
en mi pecho.
Retuve un sollozo y giré mi cabeza al lado contrario.
Ninguno de los dos habló otra vez.
Cuando se estacionó a un lado de mi carro, Pablo estaba al lado
del pasajero de la
camioneta de Gaston, inmediatamente abriendo la puerta y
alcanzándome.
—Lo siento nena. He estado tan concentrado en el fútbol que te he
ignorado.
Acabas de perder a tu abuela y tus parientes han invadido tu casa.
Me atrajo a sus brazos y yo dejé que me abrazara. En esos momentos
mi pecho
dolía tanto que necesitaba a alguien que me mantuviera unida.
Incluso si ese
alguien no era Gaston.
—Gracias Gaston, tú estuviste allí para ella cuando yo no estaba.
Te debo una —dijo
Pablo, por arriba de mi cabeza.
No miré a Gaston. Mantuve mi cara enterrada en el pecho de Pablo.
—De nada —respondió él.
Pablo cerró la puerta de la camioneta y escuché como las llantas
pasaban por la
grava. El sonido de Gaston dejándome aquí con Pablo.
—Vuelve a casa conmigo. Estoy haciendo una parrillada con mi papá
esta noche y
mis padres estarán encantados de tenerte allí —dijo Pablo,
alejándome para
mirarme a la cara.
No podía decir que no. No quería decir que no. Ir a casa
significaba más Lali y
más tía.
—Claro.

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