Capítulo 9
—¿Un friso?
El príncipe frunció el ceño y
miró a Rocío.
Habían pasado tres días desde
el desayuno y dos desde que había visitado el enclave de las nuevas cuadras.
Después de lo que había pasado
con Gastón, había sentido la tentación de hacer el equipaje e irse a su casa,
pero se había negado a hacerlo.
No era culpa suya que aquel hombre hubiera malinterpretado todo. Además, el
proyecto que el príncipe le había propuesto le interesaba mucho desde el punto
de vista artístico.
¡Por no hablar de lo que
habría dicho Kate si se hubiera ido!
Así que, en lugar de
preocuparse por Gastón, había pasado los dos últimos días trabajando frenéticamente
en la idea que había tenido para las cuadras.
—El pasillo semicircular que
conduce a las cuadras sería perfecto para un proyecto así —le aconsejó—. Podría
pintar a los caballos de diferentes formas, cada uno en su cuadra, o en línea.
—He estado hablando con sus
entrenadores y me han dicho que cada uno tiene su carácter, así que si los
pintara juntos quedaría muy vistoso. Me han contado que a Salomón le gusta ser
siempre el primero, que Saladino nunca sale de su cuadra a menos que hayan
sacado también al gato con quien la comparte, que Shazare no aguanta a los
caballos con calcetines blancos y que…
El príncipe la interrumpió con
su risa.
—Ya veo que se ha documentado
usted bien —apuntó—. Sí, me gusta su sugerencia, pero va a ser un proyecto de
mucha envergadura.
Rocío se encogió de hombros.
—Sí, pero me permitirá pintar
a los animales a tamaño natural.
—Tendrá que terminarlo antes de que se inauguren oficialmente las cuadras.
—¿Cuándo será eso?
—En unos cinco meses —contestó el príncipe.
Rocío hizo sus cálculos
mentalmente y suspiró aliviada. Sí, tenía tiempo de terminar el trabajo en
aquel tiempo.
—Yo tardaré un mes o dos en
tenerlo todo —se comprometió Rocío—. Siempre y cuando, usted me dé el visto
bueno, por supuesto.
—Deme dos días para decidirme.
No es que no me guste la idea, pero aquí la imagen es muy importante y, si por
lo que fuera no termináramos a tiempo, quedaría mal ante mis aliados y ante mis
rivales. No dudo en absoluto de su trabajo ni de su competencia, eso que quede
claro.
Rocío sabía que necesitaba un
par de días para investigar si solía entregar sus encargos a tiempo y no le
molestó que lo hiciera. Tampoco tenía nada que esconder pues era extremadamente
profesional y siempre acababa a tiempo sus trabajos.
La enfermera que el
príncipe había contratado para que cuidara a Kiara mientras Rocío trabajaba le
sonrió al entrar.
—Es una niña muy buena —le
comentó.
Una vez en su bungalow del
Beach Club, Rocío intentó llamar a Marianela para contarle los progresos de su
hija y para informarle sobre su proyecto, pero no pudo hablar con Rochi, así
que le dejó un mensaje en el contestador.
Si el príncipe decidía
concederle el proyecto, iba a ganar suficiente dinero como para que su hermana
no tuviera que trabajar lejos de casa.
Sabía que Marianela quería ser
independiente, pero había que tener en cuenta las necesidades de Kiara y,
además…
Se dio cuenta de que iba a
echar enormemente de menos a su sobrina cuando llegara el momento de
devolvérsela a su madre.
Su decisión de no casarse le
iba a costar perderse la maravilla de la maternidad.
Un poco nerviosa, Rocío se
alisó la falda. Había llegado al palacio hacía media hora para ver al príncipe,
quien le tenía que comentar su decisión de seguir adelante o no con la idea
del friso.
Una tímida enfermera se había
llevado a Kiara. Rocío miró nerviosa el reloj. La niña no había dormido bien la
noche anterior y su tía sospechaba que había sido porque le estaba saliendo
otro diente.
—Señorita Igarzabal, Su Alteza
la está esperando.
—Ah, Rocío…
—Alteza —contestó Rochi
mientras el príncipe le hacía un ademán para que se sentara en uno de los
preciosos divanes de la sala de audiencias.
Casi inmediatamente, apareció
un criado que le ofreció café y unos deliciosos pastelillos de almendra, miel
y pasas.
—Es para mí un gran placer decirle que he decidido contratarla para que
haga el friso —anunció el príncipe—. Cuanto antes pueda tenerlo terminado,
mejor, porque tenemos que hacer un montón de cosas más antes de la
inauguración.
Tras tomarse el café Rocío se
apresuró a tapar la taza pues el criado se acercó, dispuesto a volverle a
servir.
—Sin embargo —dijo el príncipe con el ceño fruncido—, hay un asunto que me
preocupa.
Rocío supuso que todavía no
estaba completamente seguro de que fuera capaz de tener el trabajo terminado a
tiempo, pero en lugar de confirmar sus sospechas el príncipe se levantó y tomó
un periódico.
—Este es el periódico más
famoso de aquí —le dijo—. Su columna de cotilleo es muy conocida y todo el
mundo la lee —añadió abriéndolo—. Hoy hablan del desayuno benéfico del otro día
y, como verá, hay una foto bastante íntima de usted con el jeque Gastón Algir.
Rocío sintió que el corazón le
latía aceleradamente mientras estudiaba con manos temblorosas la fotografía
que el príncipe le mostraba.
No tardó mucho en darse cuenta
de que la habían hecho cuando Gastón y Rochi estaban discutiendo, pero
parecía que estaban a punto de besarse, pues estaban muy cerca y con los labios
abiertos.
A pesar de que no se había tomado ningún pastelillo, Rocío sintió náuseas.
Para colmo, el artículo que acompañaba a la imagen decía así:
¿Quién era la joven con
la que el jeque Gastón estaba hablando tan íntimamente? El jeque, conocido por
sus férreos principios morales y su entrega a su tribu Dalmau, fue sorprendido
en el desayuno benéfico del príncipe hablando en dos ocasiones diferentes con
la misma mujer. ¿Será que el jeque ha
elegido, por fin, a alguien con quien compartir su vida? ¿Y qué me dicen
del bebé que acompañaba a la mujer? ¿Qué conexión tendrá con el jeque?
—En este país, una mujer sola
con un niño causa revuelo y escándalo. Es obvio que la persona que ha escrito
el artículo cree que Gastón y usted son los padres de Kiara —le informó el príncipe
muy serio.
—Pero eso no es cierto,
Alteza. Kiara es mi sobrina —protestó Rocío.
—Y yo, por supuesto, la creo,
pero va a tener usted que hacer un anuncio oficial sobre este asunto. Por eso,
ya he indicado a mi secretario que se ponga en contacto con el periódico para
dejarles claro que Kiara es hija de su hermana y que usted ha venido a Zuran
para trabajar para mí. Espero que, así, el tema quede claro y zanjado.
Rocío frunció el ceño
cuando por tercera vez en varias horas su hermana no contestó el móvil y saltó
el contestador.
¿Por qué Marianela no le
devolvía las llamadas? Dado el tiempo que iba a tardar en terminar el friso, en
lugar de regresar a Inglaterra como estaba previsto, Kiara y Rochi se iban a
quedar en Zuran para que pudiera empezar el trabajo inmediatamente.
El príncipe le había dicho que
iba a contar con un apartamento y un coche y Rocío había decidido salir de
compras para adquirir todo lo que su sobrina y Rochi iban a necesitar para la estancia.
A Kiara le había terminado de salir el diente, ya no le dolía nada y estaba
tan contenta como de costumbre.
Llamaron a la puerta y Rocío
fue a abrir esperando que fueran un miembro del personal de Beach Club, pero
para su consternación se encontró con Gastón.
Sin esperar a que le invitara a pasar entró y cerró la puerta de un
portazo.
—A ver si me puedes explicar
esto —le dijo con sarcasmo arrojando el periódico que el príncipe le había
mostrado a Rochi.
—No te tengo que explicar nada —contestó Rocío con toda la calma de la que
fue capaz.
—Aquí dice que no eres la madre de Kiara.

Que le dirá Rochi ahora!!!!
ResponderEliminarEstá buena...Espero el proximo besos
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