Capítulo 17
cuando me desperté por la mañana mi
cabeza estaba palpitando. Gemí. En
verdad no necesitaba un dolor de
cabeza encima de todo lo demás que iba a
ir mal hoy. Gaston todavía estaba
dormido así que salí de la cama, intentando no
despertarlo. Me dirigí a mi baño para
tomar una ducha. Aún estaba bajo la
regadera, intentando desesperadamente no llorar
mientras pensaba en la “nueva
familia” de mí padre. ¿Qué en la tierra iba a decirle a este chico
Johnny? Suspiré y
salí de la ducha, enrollándome con
una toalla.
En silencio, intenté convencerme a mí
misma que este chico Johnny probablemente
ni siquiera querría hablar conmigo
hoy y que me estaba preocupando por nada. No
era culpa del chico que mi padre se
casara con su madre y lo hicieran mudarse
aquí. Demonios, él probablemente
necesitaría un amigo ahora mismo porque
acabaría de dejar todo y todos los
que le importaban detrás.
Caminé hacia la cama, mirando a
Gaston. Parecía tan tranquilo que casi no quería
despertarlo. Me senté en el borde de
la cama y tomé su mano, sabiendo que
necesitábamos prepararnos para el
colegio.
—¿Gaston? —susurré. Se despertó al instante, lo
que no era inusual, a él
normalmente le costaba mucho
levantarse.
—Hola —se sentó y me miró tristemente.
Sonreí de modo tranquilizador; estaba
preocupado por mí, lo podía notar.
—Hola —contesté, entrando otra vez en la
cama y acostándolo conmigo—. Estoy
bien, deja de estresarte —prometí, suavizando las líneas
fruncidas de su frente.
Suspiro y sacudió su cabeza.
—Estoy aquí si quieres hablar. ¿Lo
sabes, verdad? —preguntó, mirándome
intensamente.
Él era simplemente demasiado adorable
algunas veces, de verdad no me lo
merecía.
—Lo sé, Gaston, pero estoy bien.
Solamente vamos a superarlo y ver lo que tiene que
decir este chico hoy —sugerí, encogiéndome de hombros.
Inclinó su cabeza y besó cada pulgada
de mi rostro, haciéndome reír, antes de que
se alejara hacia la ducha.
Cuando entramos en el aparcamiento
del instituto una hora más tarde, Mery se
acercó saltando hacia un lado del
coche con una sonrisa en su cara. Abrió mi
puerta.
—¡Estoy oficialmente enamorada! —me anunció, orgullosa.
Me reí.
—De verdad. Vale… felicidades —contesté sarcásticamente, poniendo
los ojos en
blanco.
Ella se rió.
—Lo digo en serio. Hay un chico nuevo
hoy, y él está ¡caliente! —Abanicó su cara
dramáticamente.
Me quedé pasmada; apostaba que era
él, mi nuevo hermanastro. Bueno eso era
perfecto, ahora Mery se iba a
enamorar de él y estaría obligada a pasar el rato con
él.
Genial, simple y jodidamente genial.
—¿Chico nuevo? —pregunté tranquilamente. Gaston me
acarició la espalda
gentilmente.
—¡Oh, diablos sí! Deberías verlo, es
delicioso, pero tú tienes a Gaston así que lo he
reservado —dijo sonriendo y saltando a mí lado—. Aún no sé su nombre, Caliente
, le queda bien sin embargo. —Ella movió sus cejas hacia mí, y no
pude
evitar reírme.
Nicolas envolvió su brazo alrededor
de sus hombros.
—Sabes, no estoy acostumbrado a que no
me quieras, Mery. No estoy seguro si me
gusta este nuevo comportamiento —le dijo, dándole su sonrisa coqueta.
Ella suspiró con aire soñador.
—Siempre te querré Nicolas, es
simplemente algo de carne fresca sobre la cual
babear. Creo que tendrás que trabajar
más duro por mi atención a partir de ahora
—bromeó, parpadeando hacia él mientras
se encogía entre sus brazos. Él
realmente parecía muy sorprendido y
un poco enfadado—. Así que necesito
descubrir todo sobre él. ¿Me
ayudaras? —preguntó, deslizando su brazo por el
mío.
Demonios no.
—Su nombre es Johnny —le dije, encogiéndome de hombros e
intentando ir por el
enfoque casual.
Ella se rió.
—Sí que eres psíquica, ¿no? Acabas de
llegar, ¿cómo sabes que se llama Johnny?
—preguntó, sacudiendo su cabeza
divertida.
—Es mi hermanastro.
Ella paró de caminar y me miró
sorprendida.
—Estás bromeando —jadeó con los ojos abiertos.
Sacudí mi cabeza.
—Aparentemente, mi padre se volvió a
casar, y su mujer ya tenía un hijo. Si es él a
quien has visto, entonces tiene
diecisiete años y se llama Johnny —dije,
encogiéndome como si pensara que no
era gran cosa.
Ella gritó y entrelazó su brazo con
el mío con entusiasmo.
—¡Esto es asombroso! Me lo puedes
presentar, tendré ventaja sobre las zorras. —
Estaba sonriendo de oreja a oreja.
—No lo conozco, no puedo presentártelo
—contesté tranquilamente. No quería
que ella se enamorara de él; quería
mantener mi distancia con cualquier cosa
relacionada remotamente con mi padre.
—Tú eres tan malditamente codiciosa,
¡Rocio! De verdad, el chico más caliente es
tu novio, el segundo más caliente tu
hermano y el más cercano al tercer puesto ¿Tu
maldito hermanastro? —gritó, mirándome con una mueca
furiosa.
Estaba a punto de contestarle cuando Eugenia
y tres de sus pequeños clones se
acercaron, todas mirando a Gaston
hambrientamente. No pude evitar sonreír cuando
el brazo de Gaston se enrollo en mi
cintura.
—Hola Eugenia, ¿tienes mi dinero? —dije sonriendo.
Ella se burló de mí.
—Sí claro. Como si fuera posible, emo.
—Ella se giró hacia Gaston y le sonrió
de
forma seductora, haciendo que su
agarre fuera más fuerte sobre mi cintura. —No
dormiste con ella, ¿verdad, cariño? —ronroneó con confianza.
Escuché a Nicolas gemir detrás de mí.
—¡No puedo escuchar esto! Me voy a mi
casillero, Rochi. Si me necesitas llámame.
Tendré mi teléfono encendido —dijo mientras se iba rápidamente.
—Bueno, ¿cariño? —preguntó Eugenia poniendo su mano
sobre brazo de Gaston.
Él se rió y se encogió de hombro.
—Un caballero nunca lo cuenta —contestó besando un lado de mi
cabeza.
Me reí.
—Bueno eso no ayuda realmente con toda
la cosa de reclamar mi dinero, chico
amante —bromeé, poniendo mis ojos en blanco.
Él suspiro dramáticamente.
—Bien. Eugenia le debes a Ángel cuatro
mil dólares —dijo, mirándome con amor.
Ella golpeó su pie contra el suelo y
no pude evitar reír.
—¿Cómo diablos has podido hacerme esto
a mí? —casi le estaba gritando a
Gaston—. ¡Se suponía que tenías que estar
conmigo! ¡No puedes acostarte con
alguna pequeña puta! —La gente se estaba parando a mirar
ahora que su cara se
volvía más y más roja. Quizás había
olvidado respirar.
—Eugenia, salimos un par de veces —contestó Gaston, luciendo incómodo.
—¡No me importa cuántas veces
saliéramos! ¡Soy la capitana de las porristas! Se
supone que teníamos que estar juntos.
No con alguna pequeña —gritó ondeando su mano hacia mí con disgusto.
No puede evitar reírme, ¿pequeña
fenómeno de pelo marrón y ojos grises? ¿De
dónde diablos salió eso?
—Woow, Eugenia ten cuidado, tendremos
una manada de perros si tu voz se eleva
más —bromeé riéndome.
Ella se giró furiosa hacia mí.
—¡Tú, tú me has robado mí novio! Yo
era su novia secreta y tú dormiste con mi
chico —escupió apuntándome acusatoriamente.
Mery estalló en risas detrás de mí.
Oh no, ¡Ella no ha ido por ahí!
Me paré cerca de Eugenia,
advirtiéndola.
—Sí lo hice, y Dios fue bueno. Acepto
efectivo o un cheque con garantía bancaria,
lo que sea más fácil para ti. Oh, y Eugenia,
si vuelves a gritarme así otra vez te voy a
romper la cara ¿Me has entendido? —gruñí, furiosa.
Ella se estremeció apartándose
ligeramente; cogí el brazo de Gaston y lo arrastré
dentro del instituto, con Mery
saltando detrás de mí, partiéndose el culo de la risa.
—Debías haber abofeteado a esa perra.
Amaría ver eso —gorgoreó Mery
felizmente.
Candela y Agus se acercaron corriendo
en ese momento.
—¿Ganaste la apuesta? —exclamó Candela con los ojos muy
abiertos.
Woow ¡Las noticias viajan rápido en
este colegio!
Gaston sonrió y me besó, pasando sus
dedos por mi pelo.
—Mejor me voy. Te daré algún tiempo
para que cotillees sobre mí antes de clase
—dijo, sonriendo hacia mí coquetamente—. Te quiero, Ángel. —Me besó otra vez
gentilmente, antes de alejarse
rápidamente en dirección a su casillero.
Me quedé ahí, contándole a mis amigo
sobre como habíamos estado saliendo en
secreto, y sí había ganado la
apuesta. Tenía mis dudas de si iba a cobrar mí dinero,
sin embargo. Mery abrió su gran boca
para contarles
que el “Caliente chico nuevo”
era mi hermanastro. Y estuve
secretamente agradecida cuando la campana sonó
así podía escaparme a clase. No
quería seguir hablando sobre Johnny. Todavía no
había conocido al chico y ya era una
gran parte de mí vida.
Hice mí camino hasta la clase de
inglés, y tomé mi sitio normal, al lado de Mery.
Unos minutos después él entró. Supe
que era él sin ni siquiera mirarlo, lo podía
decir por la forma en la que Mery
agarró mi brazo demasiado fuerte. Levanté la
mirada y lo vi. Él, era totalmente
caliente; podía ver de lo que ella estaba hablando.
Él no era tan alto como Gaston o tan
musculoso. De hecho, era un poco desgarbado,
pero aprobaba totalmente. Usaba unos
vaqueros desgastados y una camiseta
negra con una sudadera negra encima.
Tenía los ojos marrones, su pelo castaño
era más largo que el de Gaston,
estaba desecho y un poco revuelto. Parecía un poco
tímido, con los hombros encorvados
como si estuviera nervioso. Definitivamente
podía ver el atractivo que tenía y
también como cada chica de la clase lo estaba
mirando con lujuria. Me reí; pobre
chico no sabía lo que le esperaba. Una vez
Eugenia pusiera sus garras en él
estaría acabado.
Mery me dio un codazo para que la mirara.
Vocalizo la palabra “caliente”
y se
abanicó el rostro, asintiendo con
entusiasmo y me hizo reír más fuerte. El chico
realmente estaba en algunos
problemas.
—Clase, este es el nuevo estudiante.
Johnny—dijo la Sra. Stewart, sonriendo
hacia él cálidamente. Se giró hacia
la clase y sonrió incómodo.
—¡Te lo dije! Verdaderamente caliente —susurró Mery.
Claro que era caliente, pero no tenía
nada que hacer con mi Gaston.
—Es lindo —confirmé, asintiendo de acuerdo.
—Johnny, dinos algo sobre ti —sugirió la Sra. Stewart.
Él se movió incómodo sobre sus pies,
mirando nervioso a la clase.
—Er….
Bueno, me acabo de mudar con mi madre y mi padrastro. Y
tengo un hermano pequeño. ¿Y me gusta
patinar? —dijo, haciendo que sonara
más como una pregunta.
—Vale, estoy segura de que serás muy
feliz aquí. ¿Qué te parece si te emparejo con
alguien de mi clase así te puede
mostrar tu próxima clase? —ofreció la Sra. Stewart.
Gruñí. No había forma de que ella me
eligiera, esa era la clase de cosas que
pasaban en las historias cursis. Me
hundí en mi silla, mirando mi libro, rezando por
un escape.
—¿Eugenia te ofreces voluntaria? —preguntó la Sra. Stewart. Levanté mi
cabeza y di
un suspiro de alivio. Mery maldijo
bajo su respiración y bajo su cabeza, obviamente
quería ser voluntaria, también.
Johnny hizo su camino a través de
clase para sentarse cerca de Eugenia, quien
estaba ocupada desabrochando otro
botón de su ya camisa de zorra. Él sonrió
hacia mí cuando pasó al lado de mi
escritorio.
—Hola, Rocio —dijo tranquilamente.
—Hola, Johnny —contesté un poco sorprendida.
¿Cómo demonios sabia mi nombre? Lo
observé sentando al lado de Eugenia, ella
inmediatamente empezó a flirtear con
él, mientras solo estaba asintiendo
cortésmente, pareciendo incómodo.
Mery me miró con los ojos abiertos.
—Pensé que no lo conocías —susurró, frunciéndome el ceño,
mirándome un poco
confusa.
Sacudí mi cabeza.
—No lo hago, ¿cómo demonios sabía
quién era yo? Nunca lo había visto antes —
contesté.
La profesora se aclaró la garganta.
—Bien entonces, si lo tenemos todo
claro. ¿Por qué no empezamos con la lección?
—preguntó sarcásticamente. tome mi
libro y me hundí furtivamente en mi asiento,
intentando no mirar en su dirección.
Tan pronto como sonó la campana salté
de mi silla y prácticamente corrí hacia la
puerta, sin querer otra oportunidad
para encontrármelo. Rezaba en silencio una y
otra vez sobre mí cabeza que él no
estuviera en otra de mis clases. Gracias a Dios,
el resto de la mañana pasó sin más
encuentros con mi nuevo hermanastro.
La gente estaba hablando mucho
conmigo hoy, preguntándome si Gaston y yo
éramos pareja, querían saber cuánto
tiempo habíamos estado juntos. Bla, bla, bla,
era lo mismo una y otra vez y yo ya
estaba aburrida.
—Hola Ángel —ronroneó Gaston, cogiéndome por
detrás cuando estaba parada en
la cola del almuerzo con Mery y Agus.
—Hola —sonreí, sintiéndome instantáneamente
feliz, ahora que él estaba cerca de
mí.
—¿Cómo va tu día? —preguntó, besándome el cuello,
haciendo que me
estremeciera.
Suspiré.
—Bueno, he estado respondiendo las
mismas preguntas una y otra vez. Es tan
malo que estoy pensando en tatuarme a través de la frente “Sí, estoy
saliendo con
Gaston. Sí, gané la apuesta.
Sí, él es un buen
novio. No, mi hermano no enloqueció.”
Así no tendré que repetirme todo el
tiempo —bromeé encogiéndome de hombros.
Él rió y me sujetó más fuerte—. A parte de la repetición, tuve
clase con mi
hermanastro. Él me conocía, oh sí, y
va ahora mismo con esa zorra de Eugenia, quien
por cierto, luce como si me quisiera
matar. Así que mí día no está yendo muy bien,
novio —dije, asintiendo discretamente hacia
Johnny.
—¿Él sabía quién eras? —Gaston preguntó, girándome
ligeramente así me escondería
de la vista de Johnny.
—Sí. Él me saludó cuando pasó por mi
lado —contesté, frunciendo, aun no
entendía como me reconoció.
Gaston se rió y me miró como si
hubiera dicho algo estúpido.
—Él probablemente no sabía quién eras,
Ángel, seguramente pensó que eras
caliente. No lo puedo culpar —ronroneó, sonriendo mientras su mano
se movía
hacia mi trasero.
Puse mis ojos en blanco.
—Gaston él pasó a mi lado y dijo hola, Rocio
así que creo que
sabía quién era —
contesté sarcásticamente.
Él frunció y miró sobre su hombro
antes de reírse con maldad.
—Él no se ve muy cómodo con Eugenia.
—Bueno, ¿quién demonios se encuentra
cómodo cerca de Eugenia? Oh, sí, tú no te
veías muy estresado cuando ibas con
ella a todas partes —me burlé, sonriendo
hacia él.
Él levantó su nariz, fingiendo un
temblor.
—No me recuerdes mi estilo de vida
antes de ti, Ángel. Voy a tener pesadillas —
dijo con una mueca de horror,
haciéndome reír.
tome un par de sándwiches y bebidas.
Gaston insistió en pagar y llevar la bandeja
como siempre. Me dirigí hacia su mesa
y me senté a su lado. Nicolas ya estaba allí con
alguno de los miembros del equipo,
mis amigos se sentaron, también, tomando los
últimos asientos. Desgarré la
envoltura de mi sándwich y estaba a punto de
morderlo cuando una sombra cayó sobre
mí.
—Hola —dijo Johnny sonriendo, estaba
ligeramente ruborizado.
Tragué, sintiendo que mi estómago se
hundía un poco.
—Er…
hola.
—¿Te importa si me siento contigo? —me preguntó mirándome de manera
esperanzadora.
Vi a Nicolas tensarse desde la
esquina de mi ojo. Miré alrededor de la mesa completa.
—Um….
—me callé, mordiéndome el labio.
—No importa, no te preocupes. Sólo
pensé que debería presentarme. —Se encogió
de hombros, ruborizándose con más
fuerza, cambiando de un pie a otro
incómodamente.
Mery me pateó por debajo de la mesa.
—¡Ay! ¿Por qué demonios fue eso? —pregunté, frotándome la pierna. Me
miró
ferozmente. Sabía exactamente por qué
era, tenía que pedirle que se sentara con
nosotros por ella o no escucharía el
final de esto esta tarde. ¡Oh Dios, mátame
ahora!—. Está bien, Johnny. Agarra una
silla, puedes sentarte en el extremo de aquí
—sugerí, moviendo mi bandeja para que
él pudiera poner su plato y su bebida.
Él sonrió y se relajó.
—Gracias, Rocio —dijo, sonriendo agradecidamente
mientras se alejaba para
agarrar una silla a un par de mesas
de distancia.
Volteé hacia Mery, frunciendo el
ceño.
—¡Eso dolió endemoniadamente, Mery! En
serio, ¡no es tan ardiente! —le dije en un
susurro gritado.
—Sí lo es. —Asintió con entusiasmo, riendo y
terminé riendo con ella. Maldita chica
cachonda.
Johnny se sentó en el extremo de la
mesa.
—Así que, esto es raro, ¿eh? —afirmó, sonriendo tímidamente.
Reí incómodamente.
—Vaya, eso es un eufemismo y medio. Si
piensas que es raro, prueba con
desconcertante y embarazoso —bromeé, haciéndolo reír.
—No soy tan malo —se quejó, fingiendo dolor.
Decidí simplemente salir de ahí y
preguntar lo que me había estado molestando
toda la mañana.
—¿Cómo sabes quién soy? —pregunté en voz baja.
Él sonrió.
—Joaquín me mostró una foto tuya. Sin
embargo no he visto una de tu hermano,
así que no tengo idea de quién es —explicó, encogiéndose de hombros.
¿Mi papá tenía una foto mía? En
realidad no estaba muy segura de cómo sentirme
al respecto. ¿Por qué demonios
tendría una foto mía, y no una de Nicolas? Ni siquiera
quería pensar demasiado en esa
pregunta en caso de que se me ocurriera una
respuesta que no me gustara.
Apunté a Nicolas.
—Él está justo ahí. Nicolas, Johnny.
Johnny, Nicolas —dije, ondeando una mano entre
ellos en presentación.
—Eh, ¿cómo te va? —gruñó Nicolas, su rostro era severo y
para nada amigable.
Johnny se retorció
un poco en su asiento… Nicolas podía ser bastante intimidante si
quería serlo.
—Sí, bien gracias. Es bueno conocerte —respondió nerviosamente.
Mery me pateó de nuevo bajo la mesa
en el lugar exacto de la vez anterior,
haciéndome contraerme de dolor. La
miré ferozmente en advertencia; ella
obviamente quería que la presentara
también.
—Johnny, estos son mis amigos, Agus, Candela
y Mery. Este es mi novio, Gaston —
afirmé, presentando a cada uno de los
que estaban en nuestro extremo de la mesa.
Johnny sonrió cálidamente.
—Oigan, lo siento, soy malo con los
nombres. Probablemente los olvide en media
hora —admitió, haciendo una mueca
ligeramente.
Mery encendió su modo coqueteo,
lanzando su cabello sobre el hombro, sonriendo
seductoramente.
—Yo también soy mala con los nombres.
Tenemos algo en común —ronroneó,
examinándolo lentamente. Él se echó a
reír, luciendo incómodo. No parecía que
estuviese acostumbrado en absoluto a
la atención de las féminas.
—Entonces, ¿a qué escuela ibas antes
de esta? —pregunté, tratando de ayudarlo
un poco.
Me sonrió agradecidamente.
—En realidad iba a una escuela para
chicos—respondió, encogiéndose
de hombros. OK, eso explica el
sonrojo y el estar incómodo. Casi podía ver el
cerebro de Mery funcionando con la
idea de enseñarle nuevos trucos y entrenarlo.
No pude evitarlo pero sentí lástima
por el pobre chico.
—¿Una escuela para chicos? Bueno eso
no es divertido. —Mery sonrió, comiendo
una papa frita, obviamente tratando
de lucir sexy.
Gaston estalló en carcajadas a mi
lado.
—Mery, deja al pobre chico en paz, es
su primer día —se burló.
Nicolas miró a Mery con una expresión
ligeramente molesta en su rostro. De repente
me di cuenta de lo que estaba
sucediendo. ¡Nicolas estaba totalmente flechado por
Mery!
—Vi eso, Nicolas —declaré, sonriéndole con complicidad.
Él se estremeció y trató de
parecer inocente. Sip, ¡totalmente
celoso!—. Entonces, ¿qué clases tienes esta
tarde? —pregunté, volteando de nuevo hacia
Johnny, tratando de mantener la
conversación.
Me sentía un poco mal por él;
obviamente estaba como pez fuera del agua aquí.
Sacó su horario y me lo tendió. Le di un vistazo y casi
me ahogo con mi sándwich…
tenía todas y cada una de las clases
de la tarde conmigo
—Tengo las mismas —dije en voz baja, tendiéndoselo de vuelta.
Gaston frotó su
mano en mi pierna tiernamente y me
incliné hacia él en busca de apoyo. Johnny
parecía un buen chico pero no lo
quería cerca de mí todo el tiempo.
Probablemente podría lidiar con la
conversación ocasional, pero ¿y si iba a casa y
mi padre le preguntaba por mí? Él
sabría demasiadas cosas sobre mí para mi gusto.
—¿Sí? ¡Impresionante! ¿Crees que
podrías enseñarme el camino y esas cosas? —
preguntó esperanzadamente. Asentí
lentamente, no podía decir exactamente no.
Eugenia se acercó pavoneándose; ahora
sólo tenía dos botones abrochados en su
camisa.
—Hola, Johnny. ¿Quieres venir y
sentarte conmigo? —preguntó, enroscando su
cabello alrededor de un dedo.
—Eugenia, te faltan unos cuantos
botones ahí, cariño —dije inocentemente.
Me miró ferozmente.
—Se supone que luce así, fenómeno Emo —espetó repugnantemente.
—En realidad, sí creo que tienes
razón. Vi que esa camisa la usaba exactamente así
una prostituta en una esquina ayer
por la noche —respondí, sonriendo
amablemente.
—¿Pasas el rato en las esquinas de las
calles? —preguntó ella, sonriendo,
obviamente pensando que había ganado.
—Cuando me encuentro con tu mamá lo
hago. —Me encogí de hombros.
Gaston y Johnny estallaron en
carcajadas.
—Perra —murmuró ella mientras salía echando
pestes. Mery y Candela chocaron los
cinco en alto, soltando risitas
tontas como chicas locas bajo los efectos de las
drogas.
—Eres graciosa —dijo Johnny, sonriéndome.
—Sí, creo que tal vez sólo arruiné tus
posibilidades de que tengas sexo hoy. Sin embargo
te dará otra oportunidad mañana así
que no te preocupes —me burlé mientras
empezaba a comer de nuevo.
Él volteó la nariz hacia arriba.
—Ella ha estado volviéndome loco toda
la mañana; está quejándose sobre una
chica que le robó a su novio. ¿Qué
clase de sujeto saldría con alguien como ella de
todos modos? Debe ser total idiota —se burló, encogiéndose de hombros.
La mesa entera, excepto por Gaston,
se echó a reír.
—Er, ese idiota sería yo. Pero
nosotros no estábamos saliendo —declaró Gaston,
sacudiendo la cabeza.
Johnny se sonrojó como loco.
—Oh lo siento —murmuró, encogiéndose ligeramente de
dolor.
Envolví el brazo alrededor de Gaston.
—No te preocupes, chico amante, tu
gusto ha mejorado desde entonces —dije en
un arrullo, halándolo más cerca de
mí.
—Ángel, mi gusto siempre ha sido el
mismo. La fruta prohibida. —Se inclinó
rápidamente, mordiendo mi cuello,
haciéndome reír tontamente. Nicolas se aclaró la
garganta y Gaston se alejó con un
suspiro y puso los ojos en blanco.
Dejé que Mery hablara con Johnny por
el resto del almuerzo, añadiendo preguntas
o respuestas ocasionales cuando
necesitaba hacerlo. En realidad era un chico
agradable. Habría sido más sencillo
si fuese un cretino, entonces de esa forma yo
habría sido capaz de apartarlo y no
sentirme como un pedazo de mierda después.
Le mostré sus clases y se sentaba
junto a mí cuando podía. Cuando el timbre sonó
para el final del día suspiré de
alivio.
—¿Entonces te diriges directamente a
casa? —preguntó Johnny, sonriendo,
mientras caminábamos hacia mi casillero.
Sacudí la cabeza.
—No. Tengo que esperar que Nicolas y
Gaston terminen su práctica.
—Sí, ¿qué juega Nicolas? —preguntó curiosamente.
—Hockey sobre hielo.
—Genial. Sabes, podría darte un
aventón si quieres —ofreció—. Mi mamá y
joaquin me compraron un auto
impresionante por mi cumpleaños —añadió,
sonriendo de oreja a oreja. Sentí mi
corazón hundirse ante el sonido de su nombre
de nuevo, la forma en que lo usaba en
una conversación casual me asustaba a
muerte.
—Um, gracias por la oferta, pero los
voy a esperar. Por lo general es Gaston el que
viene después porque Nicolas se va a
trabajar —dije rápidamente.
—¿Dónde trabaja Nicolas? —preguntó, apoyándose contra los
casilleros.
—En el gimnasio Benny. —Metí los libros en mi bolso con
demasiada fuerza
doblando todas las páginas, porque me
estaba poniendo incómoda.
—Parece que no le caigo bien a Nicolas
—murmuró Johnny, luciendo un poco
triste.
Sonreí tranquilizadoramente.
—No te conoce. Es sólo que esto es
raro para nosotros, eso es todo. No hemos
visto a nuestro padre en tres años,
entonces de repente se aparece aquí y ¡bang!,
tenemos otro hermano y un
hermanastro. A Nicolas no le gusta el cambio —expliqué,
tratando de rodear el problema un
poco.
Él asintió, luciendo pensativo.
—Sí, supongo que es difícil. Entonces,
¿crees que podría esperar contigo hasta que
su práctica termine y nosotros
podamos llegar a conocernos el uno al otro un poco
más? Quiero decir, no quiero que esto
siga siendo incómodo para ninguno de
nosotros, estoy aquí ahora así que
creo que tenemos que hacerlo lo mejor posible
—preguntó, mirándome
esperanzadoramente.
¡Sagrados cubos de mierda! No sabía
qué decir, así que no dije nada, asentí y cerré
mi casillero.
—¿Quieres que nos sentemos afuera en
el frente? Por lo general me siento bajo el
árbol y espero —dije mientras salíamos del edificio.
—Suena bien —acordó, siguiéndome con una pequeña
sonrisa.
Caminé hacia el gran roble donde
usualmente me sentaba y hacía mi tarea y me
senté apoyándome contra éste. Él se
dejó caer frente a mí, agarrando un par de
hojas de hierba, jugando con ellas
nerviosamente. Había una pequeña margarita al
lado de mi pie, así que la recogí y
la metí en la parte trasera de mi cola de caballo
porque me recordaba a la que Gaston
había recogido para mí antes de la práctica de
baile después de esa primera noche en
que nos besamos.
Estaba tan incómoda que me retorcía
en el lugar, tratando de pensar en algo que
decir.
—Así que, tu hermano menor, Matt…
Bueno, supongo que ahora también es mi
hermano, de todas formas lo que iba a
decir es, ¿cómo es él? —pregunté
curiosamente.
Él sonrió.
—Es lindo. Es un dolor en el trasero,
especialmente cuando llora en la noche, pero
es lindo. Tengo una foto si quieres
verla —ofreció, sacando su billetera y
tendiéndomela.
Sonreí e impacientemente la abrí,
queriendo ver al pequeño bebé. Mi aliento
quedó atrapado en mi garganta cuando
vi la foto, no era sólo el bebé, era una foto
familiar. Miré a mi padre; él estaba
sonriendo orgullosamente con un brazo
alrededor de su nueva esposa y el
otro alrededor de Johnny quien estaba
sosteniendo a un niñito rubio. Mi
padre parecía más viejo, su cabello había
cambiado y se había vuelto un poco
más grisáceo, pero sus ojos eran lo que más
me llamó la atención. Recordaba esos
ojos siendo duros y fríos y siempre furiosos,
pero estaba diferente aquí, sonriente
y cálido, lucía amable y bondadoso.
—Lindo, ¿eh? —dijo Johnny.
Aparté mis ojos de mi padre y miré al
pequeño bebé; era lindo, regordete, cabello
rubio, ojos marrones y una gran
sonrisa. Miré a la señora en la fotografía; ella tenía
cabello marrón y ojos grises igual
que mi mamá y yo. Se veía agradable.
—¿Esta es tu mamá? —pregunté, señalándola.
Él sonrió y asintió.
—Sí. Su nombre es Ruby —dijo, recuperando su billetera cuando
terminé.
No podría sacar de mi cabeza la
imagen de mi padre sonriendo. ¿Él había
cambiado? Inspeccioné a Johnny,
parecía feliz, sin raspones o cortes, ni cojera
delatora ni mueca de dolor ni nada.
—Así que, ¿te la llevas bien con él? —pregunté con curiosidad, observando
su
rostro por su reacción.
—¿Con Matt? Sí él está bien. Será
mejor cuando sea más grande y pueda hacer
más cosas —respondió, encogiéndose de hombros.
Tragué.
—No, me refiero a mi padre —aclaré, tratando de no retroceder
ante la idea de él.
Johnny se encogió de hombros y
asintió, pero no dijo nada—. Debe ser difícil tener
a un tipo viniendo después de años de
ser sólo tú y tu mamá —declaré, tratando
de empujar por una respuesta.
¿Mi padre estaba lastimándolo a él
también, o tal vez al bebé, o a su mamá?
Inmediatamente estuve agradecida de
que no hubiera otra chica viviendo con él. El
abuso físico era malo; Nicolas se
llevó la peor parte de eso, pero el abuso sexual, eso
dejaba cicatrices mentales que sabía
que todavía no habían terminado. Los
recuerdos de esos domingos
destellaron en mi mente y me mordí el interior de la
mejilla para evitar llorar.
Él asintió y miró al suelo.
—Fue un poco difícil, pero ellos han
estado juntos por más de dos años ahora, así
que… —Su voz se desvaneció, y se encogió de
hombros. Abrí la boca para empujar
el asunto más allá pero él me
interrumpió—. Así que, ¿por cuánto tiempo han
estado juntos Gaston y tú? —preguntó, arrancando un poco más de
hierba y
rodándola en sus manos para hacer una
bola.
Sonreí ante el pensamiento de Gaston.
—Una semana y media.
—Él es amigo de tu hermano, ¿cierto? —preguntó.
—Sí. Lo he conocido desde que tenía
cuatro años —confirmé, amando hablar de
Gaston. Incluso estaba extrañándolo
en realidad. Me quedé acostumbrada a verlo
todo el día el fin de semana así que
era difícil volver a verlo sólo durante el
almuerzo—. Así que, cuéntame más acerca de ti —sugerí, acostándome sobre mi
vientre y apoyando mi cabeza en mis
manos, mirándolo.
Él se acostó también y habló sobre su
vida, lo que le gustaba y lo que no. Era un
patinador aficionado y entraba en
competiciones y otras cosas los fines de semana,
hacía acrobacias y piruetas.
Extrañaba a sus amigos. Nunca ha tenido una novia. Su
comida favorita era el pollo al
curry. Acababa de comenzar a decirle la mía cuando
divisé a Gaston trotando hacia mí a
través del estacionamiento, tan apuesto que era
casi doloroso mirarlo. Me puse de pie
de un salto y sonreí cuando él envolvió sus
brazos alrededor de mí, levantándome
y estrellando sus labios contra los míos. Le
devolví el beso hambrientamente.
Él se apartó después de unos
segundos.
—Necesito tener algo de tiempo a solas
contigo —susurró mientras me besaba de
nuevo, más tierno esta vez.
Sonreí.
—¿Qué, justo ahora? ¿No puedes esperar
hasta que lleguemos a casa? —bromeé.
Él sacudió la cabeza.
—No, pero puedo esperar hasta el
estacionamiento en la parte de atrás del
gimnasio después de que dejemos a
Nicolas —sugirió, sonriendo perversamente.
—En tus sueños, Gaston —dije, riendo y poniendo los ojos en
blanco.
—Probablemente —acordó mientras me bajaba,
sosteniéndome cerca de su lado,
riendo ante mi expresión horrorizada.
Johnny se empujó hacia arriba y estaba allí
parado torpemente—. Gracias por cuidar de mi chica por
mí —dijo Gaston, sonriendo
amigablemente.
—Sí, no hay problema —murmuró nerviosamente Johnny, silviaeando
su zasilviao
contra la hierba. Nicolas caminó
hacia nosotros, mirando entre Johnny y yo con una
expresión confundida—. Bueno, supongo que los veré mañana
chicos. Gracias por
dejarme pasar el tiempo contigo, Rocio
—dijo Johnny, sonriendo.
—Sí, fue divertido. Oye, vamos a ver
ese auto tuyo antes de que te vayas —sugerí,
asintiendo hacia atrás al
estacionamiento. Él sonrió orgullosamente.
—¿Qué auto tienes? —preguntó Nicolas curiosamente y
comenzamos a caminar.
Sabía que eso atraparía el interés de
Nicolas. Sonreí y tiré de Gaston un poco hacia atrás,
dejando que Nicolas y Johnny fueran
al frente, dándoles un pequeño momento. Nicolas
necesitaba ver por sí mismo que
Johnny estaba bien antes de que dejara de
fruncirle el ceño. Para el momento en
que los alcanzamos, Nicolas estaba sentado
detrás del volante de un BMW Z4 azul
medianoche, frotando sus manos por el
tablero cariñosamente.
—Oh mierda, este es un bonito auto —ronroneó Gaston, deslizando la mano
por el
techo con los ojos ensanchados.
Agarró mi mano y me acercó a él—. Cuando sea
un jugador de hockey multimillonario,
te compraré uno de estos —declaró,
enredando su mano en mi cabello,
mirándome a los ojos y haciéndome sentir
ligeramente ingrávida.
Me presioné contra él y mordí
ligeramente su barbilla.
—Prefiero tener un Ferrari —bromeé.
Él suspiró dramáticamente.
—Vaya, OK, espero firmar con un buen
equipo si vas a ser así de exigente —
respondió, mientras me besaba,
haciéndome anhelar que deslizara sus manos por
mi cuerpo.
Después de otros diez minutos de
babear sobre el auto de Johnny finalmente
salimos y fuimos a dejar a Nicolas en
el trabajo. Salté al asiento delantero y sostuve la
mano de Gaston durante todo el camino
a casa, emocionada por un momento de
intimidad. No es que fuese a ser
fácil con mi mamá en casa durante la semana,
pero estoy segura de que nos las
arreglaremos. Incluso sólo abrazarse en el sofá
sonaba como el cielo justo ahora.

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