miércoles, 23 de octubre de 2013

Casi capitulo 30

Capítulo 30
::Rochi::
, ¿quién está conduciendo, exactamente?
Mi mamá está inspirada. Ella había estado
arrancado las hojas muertas de las plantas de
interior e inventando conversaciones al azar de modo que pudiera rondar
la entrada principal mientras espero que la pandilla me recoja.
—Lali. Lali. Es una buena amiga. Está manejando
la nueva minivan Honda de su mamá. Tiene bolsas de aire por todos lados.
Estaremos perfectamente a salvo.
—¿Y a qué hora pretendes estar en casa?
—El lugar cierra a las 8 p.m., y son aproximadamente dos horas de
viaje. No me voy a pasar de mi toque de queda de las 11 p.m. Lo prometo.
Además tengo que despertarme temprano para ayudar con la barbacoa,
¿cierto? —Agrego eso para mantenerla enfocada en la idea de que ella iba a
conseguir lo que quería… mañana.
—Y
—Sí. Oh, no puedo esperar para conocer a tu novio. Simplemente no
puedo. Desearía que lo hubieses invitado esta mañana.
—Eso habría arruinado la sorpresa —bromeé.
Kika vaga por ahí de camino a la cocina. Ha escuchado mi última
línea para mamá. Ella resopla, una vez, en voz muy alta, y sigue caminando
mientras me lanza su mirada más mordaz.
Mamá niega con la cabeza y susurra: —Creo que tu hermana está un
poco celosa. Ella ha estado actuando muy parecido a una adolescente
hosca durante dos días.
—¡Escuché eso! —grita Kika—. ¡USTEDES DOS APESTAN! Si
quieres decir algo sobre mí, entonces dímelo en la cara. —Kika cierra de
golpe uno de los armarios.
Mamá me lanza una mirada de complicidad.
—¿Ves?
Hago una mueca y rompo la mirada de mamá. Gracias a Dios, una
minivan negra muy brillante se detiene en la entrada. Salgo disparada
hacia la puerta.
—Esa es… oh, genial —refunfuño. Lali ha pasado todo el
camino de la entrada hasta nuestro porche. Le había escrito un mensaje de
texto diciéndole específicamente que estacionara en la calle.
Adolescentes… es cierto… nunca escuchamos. Ni siquiera entre nosotros.
—¿Qué pasa? —Mamá me ha seguido hacia afuera en la puerta. Por
supuesto que lo ha hecho.
—Yo… nada. Espero que Lali sepa cómo retroceder sin golpear
tus flores. Eso es todo —disimulo.
Peter está sentado al frente saludándome como un niño de
siete años demasiado emocionado.
—¡Vamos, Igarzabal! ThunderLand abre en exactamente cincuenta y
ocho minutos. Montamos el Paseo Súper Splash primero. —Sonrío y
saludo en respuesta como si me estuviera muriendo de amor.
—¿Ese es él? —murmura mamá, sonriéndole a Peter—.
Parece muy lindo.
Respondo sólo la mitad de la pregunta.
—Peter es más lindo que lindo. Es su especialidad. ¡Adiós, mamá!
—Me lanzo escaleras abajo, sabiendo que trataría de seguirme. Salto a
través de la puerta lateral de la van en una de las butacas, pero la puerta
sigue haciendo una cosa de apertura automática electrónica cuando la
halo para cerrarla. ¿WTF?
—¡Conduce ya! Antes de que mi mamá bloquee la entrada —siseo,
sin importarme que la estúpida puerta siga abierta.
—Le dije que no se estacionara —dice Gaston, sonando tan estresado
como me siento yo. Le disparo una mirada. Él está repantingado en el
tercer asiento trasero parecido a un banco. Tengo cuidado de no dejar que
mi mirada se prolongue en su intensa mirada. Lali pulsa un botón en
el frente y la puerta se desliza cerrada.
—¡Nos vemos mañana, Peter! —Mi mamá está saludando en el
frente de la van como una idiota.
Peter, gracias a Dios, sólo sigue saludando en respuesta.
—¿Qué quiere decir ella con que nos vemos mañana?
—¡Un cuerno si lo sé! Ella está confundiendo constantemente los
días —disimulo.
Lali da marcha atrás con cuidado a la minivan hacia la calle.
—Rochi, no te abroches el cinturón ahí. Siéntate aquí atrás conmigo
—grita Gaston.
—Dios. Tan sometido. Cambia para allá… tus abrazables nalgas. Me
gusta poner plano mi asiento así no tengo que ver la falta de habilidades
de conducción de Lali en la autopista. —Peter reclina su asiento,
casi aplastándome. Cuando no me muevo, él mira hacia atrás con una
mirada inquisitiva. Incapaz de inventar una razón para no moverme,
serpenteo hacia atrás al banco lejano y me acomodo al lado de Gaston.
Peter saca su iPod y lo acopla en el enchufe que conecta con el
reproductor.
—¿Alguna petición allá atrás?
Trato de abrocharme el cinturón de seguridad, pero Gaston está
inclinado hacia adelante, aparentemente examinando mi rostro.
—Pon algo tranquilo. Relajante. Si Rochi está cansada, va a necesitar
una siesta. —Él levanta mi mano y abrocha mi cinturón en su lugar.
—Yo no estoy cansada. —Alejo mi mano para ajustar mi correa.
—Puedo decir por tu rostro que no dormiste anoche. No lo niegues.
—Tengo que darte las gracias a ti por eso.
—¡Ja! Debe haber sido esa carta de amooooor —empieza a hablar
Lali desde el asiento del conductor—. Y qué hay de tu rostro Gaston
Dalmau. ¡Puedo decir que tú tampoco dormiste mucho!
Le doy una furiosa mirada evaluativa a Gaston. Él se ve cansado.
—Es difícil dormir cuando tu novia no te responde el mensaje de
texto —dice en voz baja.
Yo susurro: —No voy a ser tu…
—Shhh. No empieces.
Mi mano se mueve a mi bolsillo.
—¡Espera! Lali, ¿puedes volver? Olvidé mi teléfono. —Un poco
presa del pánico, me imagino dónde había dejado el teléfono. Había tenido
la intención de conectarlo al cargador de la cocina durante el desayuno,
pero luego se me olvidó. Con un poco de suerte está camuflado entre el
desorden y las revistas sobre la mesa de cartas y nadie lo va a detectar. Si
lo hacen, mamá y Kika no será capaces de resistirse a meterse con él.
—¡Ni hablar! No regresaremos. Puedes usar uno de los nuestros si lo
necesitas —insiste Lali.
—Tipa. Probablemente sea lo mejor. El año pasado dejé caer mi
teléfono en el Río Lazy. El maldito se lo chupó —dice Peter.
—Amigo, ella no es una tipa —refunfuñó Gaston.
—¡Vaya! Alguien está de mal humor allá atrás. —Lali le hace
una mueca a Gaston por el espejo retrovisor. Y continúa: —Así es como van a
ser las cosas. Cualquiera que esté cansado es mejor que recupere el sueño.
No voy a tener gente cagándome después del almuerzo. Sólo tenemos a
ThunderLand una vez en verano. Así que ustedes dos llorones,
acurrúquense y duerman una siesta. Ustedes saben que quieren hacerlo.
La melodía del álbum de Pink Floyd ―El Lado Oscuro de la
Luna‖ llena la van.
—¿Qué tal esto para suavizar? —grita Peter.
—Me encanta ese álbum. —La voz de Lali se ha desvanecido,
ahora al frente—. Súbele el volumen, ¿quieres?
—Apuesto que no adoras este álbum tanto como yo te adoro a… T. I.
—Peter le sube el botón de volumen hasta que ya no puedo escuchar su
conversación.
Gaston arquea una ceja.
—Me vendría bien un poco de ojo cerrado, pero... si quieres que me
quede despierto, y vele por ti…
—Dios. No te atrevas a usar esa voz conmigo. No es justo.
—¿Qué?
—¡Sabes cómo suenas cuando hablas así todo tranquilo! Todo bajo,
sexi y tipo estrella de rock, un perfecto lavado de cerebro. Lo haces a
propósito para meterte con mi cabeza.
Él se ríe.
—Sabes que eres la única que alguna vez ha soltado semejantes
ridiculeces. Pero me alegra que te guste mi voz. —Pone su brazo a mi
alrededor. Mi espalda está recta. No sé si puedo aguantar el que me toque
como si fuese normal. Pero tampoco sé si puedo aguantar que no lo haga—
. ¿No leíste ninguno de mis mensajes anoche? ¿Ninguno? —pregunta,
mirando profundamente en mis ojos.
—Lo juro. Apagué el teléfono. Luego la batería se agotó porque, sí,
dormí algo y olvidé lidiar con eso. Así que lo conecté en la cocina durante
el desayuno.
—¿Y? —Él levanta una ceja.
—Y porque no quería hablar contigo… o leer nada más escrito por ti.
Esa carta fue lo suficientemente difícil de manejar para mí.
—No estás haciendo esto muy fácil para mí. ¿Quieres leer lo que dije
en mi teléfono? ¿Ahora? —Ofrece él, tendiéndome su teléfono—. ¿O me
vas a hacer que te repita todo?
—No importa lo que me escribiste por mensajes de texto, no voy a
ceder. Estamos en un callejón sin salida. También te traje de regreso tu
cheque —digo. Pero mi resolución se está debilitando y soy incapaz de
resistirme a recostarme contra su brazo demasiado cómodo.
Él suspira, luciendo frustrado.
—Conserva el cheque. Por hoy. Simplemente intentemos pasar un
rato juntos sin el dinero colgando entre los dos. Seremos sólo nosotros.
Dos personas, en una cita, en un parque de diversiones. Un paso a la vez.
Aunque leíste toda la carta. ¿Cada palabra de ella?
—Sí. Cada palabra errónea. —Me pregunto si él puede saber con
sólo mirarme que la leí tres mil novecientas noventa veces.
—Y lo haces, ¿no? ¿Amarme aunque sea un poco? Porque lo diré otra
vez. Justo ahora, en tu cara. La verdad es que yo te amo, Rochi Igarzabal. Lo
gritaré si eso ayuda a mi caso. Pero tengo que expresar por lo menos ese
punto antes de que transcurra un minuto más.
Mi rostro se pone caliente cuando él continúa: —Responde. Por
favor. Es importante. Poniendo todo a un lado. ¿Qué hay en tu corazón…
qué sientes por mí?
Encuentro su mirada.
—He estado enamorada de ti desde la primera vez que me hablaste
de tu dormitorio de Star Wars. Y ahora te amo tanto que me aterra. ¿Está
bien?
—¡Sí! Estoy tan feliz justo ahora…
—No. No lo estés. Eso me hace sentir terrible, y no cambia nada. No
voy a salir contigo. No puedo. No puedo, y no lo haré.
—¿Pero saldrás conmigo hoy?
—Sí. Pero lo de hoy está en el contrato. Sólo es parte del trato.
—Eso es lo suficientemente bueno para mí.
—Hablo en serio. Cuando el día acabe… nosotros terminamos. Tiene
que ser de esa forma. —Aparto la mirada del dolor a punto de estallar en
sus ojos pero suavizo mi voz—. Esto es demasiado para mí. Sin importar lo
mucho que lo desee, e incluso si hay sentimientos reales entre nosotros
dos, no puedo desear esto. Sí, me he enamorado de ti este verano, pero
necesito desenamorarme y tú también.
—¿Por qué?
—Nos hemos enamorado de algo que no existe.
—Rochi… ¿eso es lo que en realidad crees?
El sonido de su respiración entrecortada hace pedazos el resto de mi
resolución.
—No. No sé lo que quiero decir. Simplemente pasemos por este día,
y ya veremos —digo.
Él aprieta su agarre en mis hombros y me aferro a él, absorbiendo su
calor.
—Gracias —dice, y de nuevo su voz envía escalofríos por mi

columna.

2 comentarios: