viernes, 18 de octubre de 2013

Lazos capitulo 27

Capitulo
Cuando entramos a mi habitación, apreté el interruptor de la luz. Lali caminó a
mi alrededor y dejó caer su bolso en el tocador, luego se plantó hacia mí con el
ceño fruncido. No había dicho nada en el viaje a casa. Me había visto obligada a
mantener una conversación con Pablo como si nada hubiera ocurrido mientras
ella se sentaba en silencio en la parte posterior. Al parecer, ahora estaba lista para
hablar.
—Esta noche lo hice por ti, no porque crea que lo que estás haciendo está bien o
mal, sino porque creo que necesitas activar una llamada a la no crucifixión.
Levanté las cejas ante su explicación.
—Pablo es un buen chico. Él y Gaston siempre han sido cercanos. Recuerdo como
eran como uña y carne cuando ustedes tres eran niños. Envidiaba tu amistad con
esos chicos, tenían algo especial. Algo único. No podría quedarme allí y dejar que
todo se derrumbase. Además de la mirada en el rostro de Gaston, me temo que
habría matado a Pablo con sus propias manos si decía algo equivocado.
Me hundí en la cama y puse la cabeza en mis manos. Esto era un desastre. Ella
tenía razón. Yo estaba arruinando una amistad de toda la vida.
—¿Qué hago? —pregunté, sabiendo que tampoco tenía la respuesta mágica.
Lali se sentó a mi lado y me palmeó la espalda.
Lo que me hizo sentir aún peor. Aquí estaba yo teniendo que romper con dos
chicos y ella había estado conmigo esta noche, porque su tramposo padre había ido
a hacerle frente a su detestable madre. En el magnífico esquema de las cosas sus
problemas eran mucho más grandes.
—Elige uno y deja que el otro se vaya.
Sonaba muy simple, pero era imposible, ¿No veía eso?
—No puedo. A quienquiera que elija, uno de ellos odiará al otro y posiblemente, a
mí. La elección de uno de ellos no va a resolver nada.
—Tienes razón. No lo hará. Necesitas dejar ir a ambos. Si los dejas ir a ambos,
entonces un día, todos tendrán la oportunidad de recuperar la amistad que se está
destruyendo.
Odiaba que sus palabras tuvieran sentido. Tenía que romper con Pablo y los tres
necesitábamos alejarnos. Mi pecho se oprimía ante la idea de alejarme de Gaston, de
no contar con sus brazos alrededor de mí y enterrar mi cara en su pecho. Pero no
podía contar con él. Tenerlo eventualmente significaría perderlo. Él nunca
aceptaría la pérdida de Pablo. Él podría vivir sin mí. Una lágrima ardiente rodó
de mi barbilla, extendí la mano y la limpié lejos. Yo había hecho todo este lío, lo
justo era arreglarlo.
—Tienes razón —susurré, mirando al frente—, pero desearía que no la tengas.
Un suave golpe en la puerta me recordó las demás cosas que pasaban en la casa
esta noche. Estiré la mano y apreté la de Lali antes de que la puerta se abriera y
entrara su madre. Su pelo era del mismo color que el de mi madre y mío, pero
hasta ahí llegaba la semejanza. Donde mi madre estaba delgada y menuda mi tía
era muy pesada, de huesos grandes y llevaba una mueca permanente. Ella nunca
parecía feliz, incluso antes de que se enterara que su marido la engañaba. No había
estado aquí cuando llegamos a casa. Mamá y papá también habían desaparecido. A
partir de los sonidos que llegaban de la sala parecía que todo el mundo estaba de
vuelta.
—Hola chicas, bueno, Lali mi amor vamos a hablar un poco, bien.
La mano de Lali apretó la mía antes de dejarla ir y ponerse de pie. Si mi tía dejara
que fuera con ella y la tomara de la mano a través de toda la conversación. Lali
había terminado siendo la amiga que tan desesperadamente necesitaba la semana
pasada. La puerta se cerró detrás de ellas y me eché hacia atrás en la cama, susurré
una pequeña oración por Lali. Dios sabe que lo necesita con una mamá como la
suya.
Estoy cansada de las despedidas. Lali y su madre estaban en nuestra puerta con
sus maletas en la mano. Mi tía se dirigía de vuelta a casa a limpiar a mi tío en lo
que sería un divorcio desagradable. Lali tendrá mucho drama y dolor por delante.
Le rogué que se quedara aquí con nosotros, podría dejar que sus padres se
enfrentarán sin ella a su alrededor, pero dijo que su madre la necesitaba en estos
momentos. En cierto modo la entiendo, pero luego me pregunto si yo estando en
sus zapatos sería tan amable. Ella era realmente la mejor persona. Yo era la niña
egoísta.
—Voy a echarte de menos —dije, deseando que mi voz no sonara tan triste.
Es extraño cómo se puede pensar que alguien está arruinando tu vida para que
después termine siendo tu amiga. Estaba tan molesta por tener que compartir mi
espacio y escuchar a mi tía que no me había dado cuenta de que tenía una amiga
delante de mi nariz cuando más la necesitaba. Todavía la necesitaba.
—Te voy a extrañar también. Quiero ser informada sobre tu... vida —dijo ella con
una pequeña elevación en las cejas.
Asentí con la cabeza y me incliné para abrazarla.
—Gracias— le susurré al oído.
—De nada —susurró.
—Estoy tan contenta de que las niñas se hayan unido de nuevo después de todos
estos años. Vamos a tener que volver a visitarnos pronto. Después de pasar por el
divorcio y todo eso. Tal vez pueda usar mi dinero extra para llevarlas a ustedes
dos en un crucero. ¿No sería divertido? —dijo mi tía.
Necesité de toda mi fuerza de voluntad para no retroceder con su propuesta, no
había manera de que vaya en un viaje con esa loca y mucho menos un barco donde
era imposible escapar de ella.
La sonrisa en el rostro de Lali me fuerza a devolverle la sonrisa. Ella sabía bien
que no había manera de que fuera a un viaje con su mamá.
—Muy bien, todos estaremos en contacto —dijo mi tía y se volvió para dirigirse
hacia su auto Lincoln Town.
Me quedé mirando como mi papá le ayudó a cargar su equipaje en el maletero y
mi madre abrazó y habló con su hermana. Lali me saludó desde el asiento del
pasajero. Mi habitación se quedará en silencio y será toda mía otra vez... pero ya no
sonaba atractivo.
Hay algunas cosas que no esperas ver y Gaston Dalmau paseando en la iglesia un
domingo por la mañana es uno de ellos. Acabar mi solo no había sido fácil, mis
ojos querían comérselo, sentado solo en el último banco en sus jeans y con una
cómoda camiseta azul marino extendida en su amplio pecho.
Pablo no había notado a su primo ya que estaba en la segunda fila en la parte
delantera. Yo había estado sentada en esa fila desde que era una niña. Mis padres
me esperaban, ya sea en el primer o segundo banco. Yo no podía volver a
utilizarla. Pablo nunca se quejó. Cada domingo, él estaba ahí esperándome a que
terminara de cantar en el coro.
Mi mirada se desvió de nuevo a Gaston, aunque sabía que era una mala idea. Él era
responsable de hacer que me olvide de las palabras. Una lenta sonrisa de
estimulación tocó sus labios, la iglesia de repente se sintió a un centenar de grados.
Mi rostro se sonrojó y arranqué mis ojos de él y su deliciosa boca. De alguna
manera me las arreglé para terminar las palabras de How Great Thou Art sin echarla
a perder. El coro comenzó a salir por las puertas laterales del escenario,
normalmente hacía mi camino a la banca; hoy, sin embargo, necesitaba un respiro.
Me quedé detrás de Mary Hill y dejé escapar un suspiro de alivio cuando entré en
el cálido sol.
—¿Te vas? —preguntó Jason pegando su cara llena de granos en la puerta
frunciéndome el ceño.
Su papá era el pastor asociado entonces él sentía que nuestra pobre relación le
daba el derecho de cuestionar mis acciones. En vez de insultarlo, tomé una
respiración profunda, luego, forcé una sonrisa y miré hacia él.
—No, me duele la cabeza. Necesitaba tomar un descanso tranquilo.
Él sonrió abiertamente mostrando de esa manera, demasiada encía y su dentadura
torcida. Su padre realmente necesita enviar al chico a un ortodoncista y un
dermatólogo.
—Bueno, voy a dejar la puerta abierta así luego no tienes que caminar todo el
camino alrededor del edificio para volver a entrar.
Asentí con la cabeza y dije un obligatorio:
—Gracias.
La puerta se cerró detrás de él en silencio y sabía que tenía poco tiempo para que la
gente comenzara a notar mi falta en la segunda fila.
—¿Te escondes aquí por mí?
La voz de Gaston me sobresaltó provocándome un grito. Sus piernas largas se
comieron la hierba cuando cerró la distancia entre nosotros. No podía dejar de
comérmelo con los ojos. Era simplemente injusto que alguien se viera tan bien en
un par de Levis.
—Que no respondas quiere decir que sí —dijo, con una sonrisa en su rostro
mientras caminaba deteniéndose a sólo unos centímetros de mí.
Él sabía que yo sentía lujuria y le gustó.
Decidida a recuperar algo de dignidad enderecé mi postura y me pasé el cabello
hacia atrás sobre lo hombros mientras lo miraba.
—Siempre vengo aquí a tomar aire antes de ir a sentarme a una hora de
predicación —mentí.
Gaston se echó a reír y extendió la mano para trazar una línea desde mi oreja a mis
labios.
—¿Por qué no te creo? —preguntó.
Su voz se había profundizado mientras estudiaba mi boca. Todo lo que logré fue
un encogimiento de hombros. Su pulgar estaba rozando delicadamente por encima
de mi labio inferior como si estuviera pidiendo entrar y me sentí perdida.
Estábamos de pie justo delante de la iglesia donde cualquiera podía salir y
encontrarnos, pero en todo lo que podía pensar era en presionar mis labios contra
los suyos. Gaston se estaba convirtiendo en una necesidad y nada de tal revelación
podría ser considerado positivo.
—Gaston, ¿qué estás haciendo? —Mi voz salió ronca.
—Sí, Gaston, me gustaría saber lo mismo —dijo una voz que no le pertenecía.
Varias cosas ocurrieron al mismo tiempo. El pulgar de Gaston detuvo su caricia, pero
no dejó caer su mano, podía sentir su cuerpo en tensión por el sonido de la voz de
Pablo. Lo que debería haber hecho y lo que hice estaban en dos diferentes
estratosferas. Porque alejarme y poner distancia entre Gaston y yo sería lo más lógico
e inteligente para hacer; tender la mano y agarrar su brazo y sostenerlo fue mi
reacción inmediata.
—¿Alguno de ustedes va a hablar o sólo seguirán embobados el uno con el otro?
El borde duro en la voz de Pablo me despertó del trance en el que había estado y
solté la mano de Gaston y di varios pasos hacia atrás. Si Pablo esperaba mantener
su calma entonces, teníamos que poner un poco de espacio entre nosotros. Los ojos
de Gaston agujeraban dentro de mí. Silenciosamente me suplicaba, casi podía oír sus
pensamientos. Luego volvió su rostro hacia su primo. Este era el enfrentamiento
que había esperado que nunca sucediera.
—¿Qué es exactamente lo que estás insinuando Pablo? —preguntó Gaston en un
tono mortalmente calmado que yo sabía, nunca había usado con él.
—Oh, No lo sé, tal vez el hecho de que vine a buscar a mi novia y la encontré
siendo acariciada por ti.
Gaston dio un paso adelante y un gruñido bajo retumbó en su pecho. Corrí y le
agarré del brazo con ambas manos, esto probablemente no ayudaba al genio de
Pablo, pero impidió que le golpearan el rostro. Ambos chicos estaban en forma,
. No podía dejarlo hacer algo que nunca se
perdonaría.
Pablo me miró fijamente. Sólo podía imaginar lo que pasaba por su mente. Lo
triste era, que sabía que ni siquiera se acercaba a la verdad, nunca se imaginaría
que había perdido mi virginidad con Gaston en la caja de una camioneta.
—¿Quieres decirme lo que está pasando Rochi? —Había dolor en su voz.
Odiaba saber que las palabras que tenía que decirle no borrarían esto pero sí
empeorarían la situación. Empujé a Gaston detrás de mí cuando me puse delante de
él.
—Ve a casa Gaston. Pablo y yo tenemos que hablar y no quiero que estés aquí.
Volverme a ver su reacción era tentador, pero no lo hice. En lugar de eso mantuve
mis ojos en Pablo orando en silencio que Gaston me escuchara y se fuera. Ya era
hora de terminar esto y salvar su amistad antes de que fuera demasiado tarde.
—No quiero dejarte sola —respondió con acero en sus palabras.
—Gaston por favor. No estás ayudando a las cosas. Sólo vete.
Pablo no me quitaba los ojos de encima. Él estaba tratando tan duro de leer entre
líneas. Yo tendría que decirle algunas verdades. Pero sólo lo suficiente para
impedir que destruyan su relación.
El crujido de la hierba seca bajo las botas de Gaston me dijo que había concedido mi
deseo y se dirigía a su camioneta. Había ganado esa batalla. Ahora, la más grande

me estaba mirando a la cara y no tenía ni idea de lo que iba a decir.

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