Capitulo
Cuando entramos a mi habitación, apreté el interruptor de la luz. Lali
caminó a
mi alrededor y dejó caer su bolso en el tocador, luego se plantó
hacia mí con el
ceño fruncido. No había dicho nada en el viaje a casa. Me había
visto obligada a
mantener una conversación con Pablo como si nada hubiera ocurrido
mientras
ella se sentaba en silencio en la parte posterior. Al parecer,
ahora estaba lista para
hablar.
—Esta noche lo hice por ti, no porque crea que lo que estás
haciendo está bien o
mal, sino porque creo que necesitas activar una llamada a la no
crucifixión.
Levanté las cejas ante su explicación.
—Pablo es un buen chico. Él y Gaston siempre han sido cercanos.
Recuerdo como
eran como uña y carne cuando ustedes tres eran niños. Envidiaba tu
amistad con
esos chicos, tenían algo especial. Algo único. No podría quedarme
allí y dejar que
todo se derrumbase. Además de la mirada en el rostro de Gaston, me
temo que
habría matado a Pablo con sus propias manos si decía algo
equivocado.
Me hundí en la cama y puse la cabeza en mis manos. Esto era un
desastre. Ella
tenía razón. Yo estaba arruinando una amistad de toda la vida.
—¿Qué hago? —pregunté, sabiendo que tampoco tenía la respuesta
mágica.
Lali se sentó a mi lado y me palmeó la espalda.
Lo que me hizo sentir aún peor. Aquí estaba yo teniendo que romper
con dos
chicos y ella había estado conmigo esta noche, porque su tramposo
padre había ido
a hacerle frente a su detestable madre. En el magnífico esquema de
las cosas sus
problemas eran mucho más grandes.
—Elige uno y deja que el otro se vaya.
Sonaba muy simple, pero era imposible, ¿No veía eso?
—No puedo. A quienquiera que elija, uno de ellos odiará al otro y
posiblemente, a
mí. La elección de uno de ellos no va a resolver nada.
—Tienes razón. No lo hará. Necesitas dejar ir a ambos. Si los
dejas ir a ambos,
entonces un día, todos tendrán la oportunidad de recuperar la
amistad que se está
destruyendo.
Odiaba que sus palabras tuvieran sentido. Tenía que romper con Pablo
y los tres
necesitábamos alejarnos. Mi pecho se oprimía ante la idea de
alejarme de Gaston, de
no contar con sus brazos alrededor de mí y enterrar mi cara en su
pecho. Pero no
podía contar con él. Tenerlo eventualmente significaría perderlo.
Él nunca
aceptaría la pérdida de Pablo. Él podría vivir sin mí. Una lágrima
ardiente rodó
de mi barbilla, extendí la mano y la limpié lejos. Yo había hecho
todo este lío, lo
justo era arreglarlo.
—Tienes razón —susurré, mirando al frente—, pero desearía que no
la tengas.
Un suave golpe en la puerta me recordó las demás cosas que pasaban
en la casa
esta noche. Estiré la mano y apreté la de Lali antes de que la
puerta se abriera y
entrara su madre. Su pelo era del mismo color que el de mi madre y
mío, pero
hasta ahí llegaba la semejanza. Donde mi madre estaba delgada y
menuda mi tía
era muy pesada, de huesos grandes y llevaba una mueca permanente.
Ella nunca
parecía feliz, incluso antes de que se enterara que su marido la
engañaba. No había
estado aquí cuando llegamos a casa. Mamá y papá también habían
desaparecido. A
partir de los sonidos que llegaban de la sala parecía que todo el
mundo estaba de
vuelta.
—Hola chicas, bueno, Lali mi amor vamos a hablar un poco, bien.
La mano de Lali apretó la mía antes de dejarla ir y ponerse de
pie. Si mi tía dejara
que fuera con ella y la tomara de la mano a través de toda la
conversación. Lali
había terminado siendo la amiga que tan desesperadamente
necesitaba la semana
pasada. La puerta se cerró detrás de ellas y me eché hacia atrás
en la cama, susurré
una pequeña oración por Lali. Dios sabe que lo necesita con una
mamá como la
suya.
Estoy cansada de las despedidas. Lali y su madre estaban en
nuestra puerta con
sus maletas en la mano. Mi tía se dirigía de vuelta a casa a
limpiar a mi tío en lo
que sería un divorcio desagradable. Lali tendrá mucho drama y
dolor por delante.
Le rogué que se quedara aquí con nosotros, podría dejar que sus
padres se
enfrentarán sin ella a su alrededor, pero dijo que su madre la
necesitaba en estos
momentos. En cierto modo la entiendo, pero luego me pregunto si yo
estando en
sus zapatos sería tan amable. Ella era realmente la mejor persona.
Yo era la niña
egoísta.
—Voy a echarte de menos —dije, deseando que mi voz no sonara tan
triste.
Es extraño cómo se puede pensar que alguien está arruinando tu
vida para que
después termine siendo tu amiga. Estaba tan molesta por tener que
compartir mi
espacio y escuchar a mi tía que no me había dado cuenta de que
tenía una amiga
delante de mi nariz cuando más la necesitaba. Todavía la
necesitaba.
—Te voy a extrañar también. Quiero ser informada sobre tu... vida
—dijo ella con
una pequeña elevación en las cejas.
Asentí con la cabeza y me incliné para abrazarla.
—Gracias— le susurré al oído.
—De nada —susurró.
—Estoy tan contenta de que las niñas se hayan unido de nuevo
después de todos
estos años. Vamos a tener que volver a visitarnos pronto. Después
de pasar por el
divorcio y todo eso. Tal vez pueda usar mi dinero extra para
llevarlas a ustedes
dos en un crucero. ¿No sería divertido? —dijo mi tía.
Necesité de toda mi fuerza de voluntad para no retroceder con su
propuesta, no
había manera de que vaya en un viaje con esa loca y mucho menos un
barco donde
era imposible escapar de ella.
La sonrisa en el rostro de Lali me fuerza a devolverle la sonrisa.
Ella sabía bien
que no había manera de que fuera a un viaje con su mamá.
—Muy bien, todos estaremos en contacto —dijo mi tía y se volvió
para dirigirse
hacia su auto Lincoln Town.
Me quedé mirando como mi papá le ayudó a cargar su equipaje en el
maletero y
mi madre abrazó y habló con su hermana. Lali me saludó desde el
asiento del
pasajero. Mi habitación se quedará en silencio y será toda mía
otra vez... pero ya no
sonaba atractivo.
Hay algunas cosas que no esperas ver y Gaston Dalmau paseando en
la iglesia un
domingo por la mañana es uno de ellos. Acabar mi solo no había
sido fácil, mis
ojos querían comérselo, sentado solo en el último banco en sus
jeans y con una
cómoda camiseta azul marino extendida en su amplio pecho.
Pablo no había notado a su primo ya que estaba en la segunda fila
en la parte
delantera. Yo había estado sentada en esa fila desde que era una
niña. Mis padres
me esperaban, ya sea en el primer o segundo banco. Yo no podía
volver a
utilizarla. Pablo nunca se quejó. Cada domingo, él estaba ahí
esperándome a que
terminara de cantar en el coro.
Mi mirada se desvió de nuevo a Gaston, aunque sabía que era una
mala idea. Él era
responsable de hacer que me olvide de las palabras. Una lenta
sonrisa de
estimulación tocó sus labios, la iglesia de repente se sintió a un
centenar de grados.
Mi rostro se sonrojó y arranqué mis ojos de él y su deliciosa
boca. De alguna
manera me las arreglé para terminar las palabras de How Great Thou Art sin echarla
a perder. El coro comenzó a salir por las puertas laterales del
escenario,
normalmente hacía mi camino a la banca; hoy, sin embargo, necesitaba
un respiro.
Me quedé detrás de Mary Hill y dejé escapar un suspiro de alivio
cuando entré en
el cálido sol.
—¿Te vas? —preguntó Jason pegando su cara llena de granos en la
puerta
frunciéndome el ceño.
Su papá era el pastor asociado entonces él sentía que nuestra
pobre relación le
daba el derecho de cuestionar mis acciones. En vez de insultarlo,
tomé una
respiración profunda, luego, forcé una sonrisa y miré hacia él.
—No, me duele la cabeza. Necesitaba tomar un descanso tranquilo.
Él sonrió abiertamente mostrando de esa manera, demasiada encía y
su dentadura
torcida. Su padre realmente necesita enviar al chico a un
ortodoncista y un
dermatólogo.
—Bueno, voy a dejar la puerta abierta así luego no tienes que
caminar todo el
camino alrededor del edificio para volver a entrar.
Asentí con la cabeza y dije un obligatorio:
—Gracias.
La puerta se cerró detrás de él en silencio y sabía que tenía poco
tiempo para que la
gente comenzara a notar mi falta en la segunda fila.
—¿Te escondes aquí por mí?
La voz de Gaston me sobresaltó provocándome un grito. Sus piernas
largas se
comieron la hierba cuando cerró la distancia entre nosotros. No
podía dejar de
comérmelo con los ojos. Era simplemente injusto que alguien se
viera tan bien en
un par de Levis.
—Que no respondas quiere decir que sí —dijo, con una sonrisa en su
rostro
mientras caminaba deteniéndose a sólo unos centímetros de mí.
Él sabía que yo sentía lujuria y le gustó.
Decidida a recuperar algo de dignidad enderecé mi postura y me
pasé el cabello
hacia atrás sobre lo hombros mientras lo miraba.
—Siempre vengo aquí a tomar aire antes de ir a sentarme a una hora
de
predicación —mentí.
Gaston se echó a reír y extendió la mano para trazar una línea
desde mi oreja a mis
labios.
—¿Por qué no te creo? —preguntó.
Su voz se había profundizado mientras estudiaba mi boca. Todo lo
que logré fue
un encogimiento de hombros. Su pulgar estaba rozando delicadamente
por encima
de mi labio inferior como si estuviera pidiendo entrar y me sentí
perdida.
Estábamos de pie justo delante de la iglesia donde cualquiera
podía salir y
encontrarnos, pero en todo lo que podía pensar era en presionar
mis labios contra
los suyos. Gaston se estaba convirtiendo en una necesidad y nada
de tal revelación
podría ser considerado positivo.
—Gaston, ¿qué estás haciendo? —Mi voz salió ronca.
—Sí, Gaston, me gustaría saber lo mismo —dijo una voz que no le
pertenecía.
Varias cosas ocurrieron al mismo tiempo. El pulgar de Gaston
detuvo su caricia, pero
no dejó caer su mano, podía sentir su cuerpo en tensión por el
sonido de la voz de
Pablo. Lo que debería haber hecho y lo que hice estaban en dos
diferentes
estratosferas. Porque alejarme y poner distancia entre Gaston y yo
sería lo más lógico
e inteligente para hacer; tender la mano y agarrar su brazo y
sostenerlo fue mi
reacción inmediata.
—¿Alguno de ustedes va a hablar o sólo seguirán embobados el uno
con el otro?
El borde duro en la voz de Pablo me despertó del trance en el que
había estado y
solté la mano de Gaston y di varios pasos hacia atrás. Si Pablo
esperaba mantener
su calma entonces, teníamos que poner un poco de espacio entre
nosotros. Los ojos
de Gaston agujeraban dentro de mí. Silenciosamente me suplicaba,
casi podía oír sus
pensamientos. Luego volvió su rostro hacia su primo. Este era el
enfrentamiento
que había esperado que nunca sucediera.
—¿Qué es exactamente lo que estás insinuando Pablo? —preguntó Gaston
en un
tono mortalmente calmado que yo sabía, nunca había usado con él.
—Oh, No lo sé, tal vez el hecho de que vine a buscar a mi novia y
la encontré
siendo acariciada por ti.
Gaston dio un paso adelante y un gruñido bajo retumbó en su pecho.
Corrí y le
agarré del brazo con ambas manos, esto probablemente no ayudaba al
genio de
Pablo, pero impidió que le golpearan el rostro. Ambos chicos
estaban en forma,
. No podía dejarlo hacer algo que nunca se
perdonaría.
Pablo me miró fijamente. Sólo podía imaginar lo que pasaba por su
mente. Lo
triste era, que sabía que ni siquiera se acercaba a la verdad,
nunca se imaginaría
que había perdido mi virginidad con Gaston en la caja de una
camioneta.
—¿Quieres decirme lo que está pasando Rochi? —Había dolor en su
voz.
Odiaba saber que las palabras que tenía que decirle no borrarían
esto pero sí
empeorarían la situación. Empujé a Gaston detrás de mí cuando me
puse delante de
él.
—Ve a casa Gaston. Pablo y yo tenemos que hablar y no quiero que
estés aquí.
Volverme a ver su reacción era tentador, pero no lo hice. En lugar
de eso mantuve
mis ojos en Pablo orando en silencio que Gaston me escuchara y se
fuera. Ya era
hora de terminar esto y salvar su amistad antes de que fuera
demasiado tarde.
—No quiero dejarte sola —respondió con acero en sus palabras.
—Gaston por favor. No estás ayudando a las cosas. Sólo vete.
Pablo no me quitaba los ojos de encima. Él estaba tratando tan
duro de leer entre
líneas. Yo tendría que decirle algunas verdades. Pero sólo lo
suficiente para
impedir que destruyan su relación.
El crujido de la hierba seca bajo las botas de Gaston me dijo que
había concedido mi
deseo y se dirigía a su camioneta. Había ganado esa batalla.
Ahora, la más grande
me estaba mirando a la cara y no tenía ni idea de lo que iba a
decir.

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