miércoles, 9 de octubre de 2013

Mi Nombre Es Liberty Cap 48





Capitulo 48


La mujer era alta y guapa, de facciones delicadas y labios abultados . Pedro me había contado que Ramiro salía con una modelo y no tuve ninguna duda de que aquella mujer era la modelo. 

—Hola —saludé yo con una sonrisa forzada mientras ella me miraba de arriba abajo—. Me llamo Valeria Gutierrez y soy... una amiga de Pedro.

Ella me miró con desdén y ni siquiera se molestó en presentarse. Yo pensé en todos los años de hambre y privaciones por los que debía de haber pasado para conseguir aquella figura. 

Jack intervino de inmediato.
—¿De dónde eres, Valeria?
—Yo... —Lancé una mirada rápida a Aleli, quien examinaba el panel de los botones de la silla de ruedas de Pedro—. No pulses ninguna de esas teclas, Aleli.

Tuve una visión repentina en la que, como en una película de dibujos animados, ella accionaba un mecanismo que catapultaba a Pedro de la silla.

—No pensaba hacerlo —protestó mi hermana—, sólo estoy mirando.
Yo volví mi atención a Jack.
—Vivimos en Houston, cerca de la peluquería.
—¿Qué peluquería? —preguntó Jack con una sonrisa afable.
—Salón One, que es donde yo trabajo. —Se produjo un silencio corto pero incómodo, como si a nadie se le ocurriera nada que decir o preguntar acerca de mi trabajo en la peluquería y sentí el impulso de llenar el vacío con mis palabras—. Antes vivíamos en Welcome.
—Creo que he oído hablar de Welcome —comentó Jack—, aunque no recuerdo qué he oído decir o dónde.
—Es sólo una ciudad pequeña como tantas otras. Hay una cosa de cada —declaré yo.
—¿Qué quieres decir?
Yo me encogí de hombros.
—Hay una zapatería, un restaurante mexicano, una tintorería...

Aquellas personas estaban acostumbradas a mantener conversaciones con personas de su misma clase acerca de personas, lugares y cosas que yo desconocía y me sentí como un cero a la izquierda. De repente, me molestó que Pedro me hubiera colocado en aquella situación, entre personas que se reirían de mí en cuanto saliera de la habitación. Intenté mantener la boca cerrada, pero se produjo otro silencio incómodo y no pude evitar romperlo.

Volví a dirigirme a Ramiro.

—¿Trabajas con tu padre, no?

Intenté recordar lo que Pedro me había contado, que Ramiro participaba en la empresa familiar de inversiones y que, al mismo tiempo, había fundado su propia empresa, la cual se dedicaba al desarrollo de tecnologías alternativas para la producción de energía.

—Por lo visto tendré que viajar en su lugar durante un tiempo —contestó él—. Tenía programado dar una conferencia en Tokio la semana que viene, pero tendré que ir yo —declaró con frialdad y cortesía y sin el menor atisbo de una sonrisa en los labios.
—Cuando das una conferencia en lugar de Pedro, ¿dices exactamente lo que él habría dicho? —pregunté yo.
—No sostenemos siempre las mismas opiniones.
—Eso significa que no.
—Eso significa que no —corroboró él en voz baja.
Ramiro me miró con fijeza y yo experimenté en el estómago una sensación leve y agradable que me sorprendió. De repente, me sonrojé.

—¿Te gusta viajar? —le pregunté.
—La verdad es que ya estoy cansado de hacerlo. ¿Y a ti?
—No lo sé, nunca he salido del estado.

A mí no me parecía que fuera un comentario tan extraño, pero los tres me miraron como si tuviera dos cabezas.

—¿Pedro no te ha llevado a ningún lugar? —preguntó la mujer del sofá mientras jugueteaba con un mechón de su cabello—. ¿No quiere que te vean con él?

La modelo sonrió como si acabara de contar un chiste, aunque el tono de su voz habría sido suficiente para helar un desierto.

—Ramiro es un hombre hogareño —me explicó Jack—, pero al resto de los Ordoñez nos encanta conocer mundo.
—Sin embargo, a Ramiro le gusta París —comentó la mujer mientras lanzaba a Ramiro una mirada de complicidad—. Allí es donde nos conocimos. Yo estaba posando para la portada de Vogue.
Yo intenté parecer impresionada.
—Lo siento, pero no he oído tu nombre.
—Daniela.
—Daniela... —repetí mientras esperaba que me dijera el apellido.
—Sólo Daniela.


Después de tomar unas bebidas cenamos en un comedor de forma ovalada . Mi hermana se sentó a la izquierda de Pedro y yo me senté a su lado. Le recordé, en un susurro, que pusiera la servilleta sobre su regazo y que no dejara el vaso demasiado cerca del borde de la mesa. Ella se portó de maravilla y se acordó de pedir las cosas por favor y de dar las gracias.

Sólo experimenté un momento de preocupación cuando llegaron los segundos platos y no pude identificar de qué se trataba. Mi hermana no era maniática respecto a la comida, pero tampoco podía decirse que tuviera un paladar aventurero.

—¿Qué es esto? —me susurró Aleli mientras contemplaba con recelo el surtido de lonchas y bolas que había en su plato.
—Es carne —respondí con la boca de medio lado.
—¿Qué tipo de carne? —insistió ella mientras pinchaba una de las bolas de carne con las púas del tenedor.
—No lo sé, sólo cómetela.
Pero Pedro ya se había dado cuenta de la expresión ceñuda de Aleli.
—¿Qué ocurre? —preguntó él.
Aleli señaló el plato con el tenedor.
—No voy a comer algo que no sé lo que es.

Pedro, Julia y Jack rompieron a reír mientras Ramiro nos observaba de una forma inexpresiva. Daniela, mientras tanto, le estaba explicando al ama de llaves que quería que se llevaran su plato de vuelta a la cocina y pesaran su comida con meticulosidad. No quería más de setenta y cinco gramos de carne.
—Esa es una buena norma —le contestó Pedro a Aleli y le dijo que acercara su plato al de él—. Se trata de una parrillada de carne. Mira, estas tiras pequeñas son de venado. Esto de aquí es alce, las albóndigas son de ciervo y la salchicha es de pavo salvaje. —Pedro me lanzó una mirada y añadió—: Nada de emú. —Y me guiñó un ojo.
—Es como comerse un episodio entero de Mundo salvaje —comenté yo divertida ante la visión de Pedro intentando convencer a una niña de ocho años para que hiciera algo que no deseaba.
—A mí no me gusta el alce —declaró Aleli.
—No puedes estar segura hasta que lo hayas probado. Vamos, toma un bocado.

Aleli, obediente, comió un poco de aquella carne y también vegetales y patatas asadas. Después nos pasaron unos cestos con panecillos y rebanadas de pan de maíz y, para mi consternación, Aleli se puso a hurgar en uno de los cestos.

—Cariño, no hagas eso —susurré yo—. Coge el trozo de arriba.
—Quiero el pan normal —se quejó ella.
Yo lancé a Pedro una mirada de disculpa.
—Lo siento, yo normalmente preparo el pan de maíz en una sartén.
—¡Vaya! —Pedro sonrió en dirección a Jack—. Así es como lo preparaba tu madre, ¿no?
—Sí —respondió Jack con una sonrisa nostálgica—. Yo solía trocearlo y echarlo en un vaso de leche cuando todavía estaba caliente. ¡Aquello era comer bien!
—Valeria hace el mejor pan de maíz del mundo —declaró Aleli con entusiasmo—. Tienes que pedirle que te lo prepare alguna vez, tío Pedro.

Por el rabillo del ojo vi que Ramiro se ponía tenso al oír la palabra «tío».

—Así lo haré —contestó Pedro mientras me miraba con una sonrisa cariñosa.

Continuara...

*Mafe*

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