viernes, 18 de julio de 2014

Mi Nombre es Valery Cap 69




Capitulo 69

Durante las dos semanas siguientes, salí con Gastón unas cuantas veces: una comida, una cena, un largo paseo... Por medio de las conversaciones, los silencios y la intimidad recuperada, intenté reconciliar al adulto en el que Gastón se había convertido con el muchacho que yo había conocido y que tanto añoraba. Me inquietaba descubrir que no eran el mismo. 

Claro que yo tampoco era la misma.

Me parecía importante averiguar qué parte de la atracción que sentía por él procedía de aquel nuevo encuentro y qué parte del pasado. Si nos hubiéramos conocido entonces, ¿habría sentido lo mismo por él?

No estaba segura, aunque..., ¡santo cielo, era encantador! Tenía don de gentes, siempre lo había tenido. Y me hacía sentir muy cómoda. Podíamos hablar de cualquier cosa. Incluso de Ramiro.

Cuéntame cómo es él —me pidió Gastón en una ocasión mientras jugueteaba con los dedos de mi mano—. ¿Que hay de verdad en todo lo que cuentan de él?

Yo conocía la reputación de Ramiro, de modo que me encogí de hombros y sonreí.

Ramiro es... un hombre muy capaz, pero puede resultar intimidante. El problema es que siempre lo hace todo de una forma perfecta. La gente cree que es invulnerable. Y es muy reservado. No resulta fácil intimar con un hombre como él.
Pues, por lo visto, tú lo has conseguido.

Yo me encogí de hombros y sonreí.

Un poco. Justo empezábamos a intimar, pero entonces...

Entonces apareció Gastón.

¿Qué sabes de su compañía? —preguntó él de una forma desinteresada—. No entiendo cómo un hombre que ha nacido en Tejas y que tiene conexiones con las grandes compañías petrolíferas se dedica a tontear con las células de combustible y el biodiesel.

Yo sonreí.

De modo que eso es Ramiro para ti. —Le di un leve codazo y le expliqué lo que sabía acerca de la tecnología que estaba desarrollando la compañía de Ramiro—. Hay un importante acuerdo en marcha. Ramiro quiere construir una planta de producción combinada en una destacada refinería de Dallas. Mezclarán el biodiesel con el carburante y lo distribuirán por todo Tejas. Por lo que sé, las negociaciones están bastante adelantadas. —Y añadí con cierto orgullo—: Pedro opina que sólo Ramiro puede conseguirlo.

Debe de haber tenido que superar unos cuantos obstáculos —comentó Gastón—. En algunos círculos de Houston, con sólo oír la palabra «biodiesel» te pegarían un tiro. ¿De qué refinería se trata?
Medina.
Sí, es una gran compañía. Bueno, espero por su bien que el negocio salga adelante.

Gastón cogió mi mano y cambió de tema con destreza.


Hacia finales de la segunda semana, Gastón me llevó a un bar supermoderno que me recordó a una nave espacial. Aquella noche no conseguía relajarme. Mientras Gastón y yo intentábamos hablar por encima del estruendo de la música en vivo, lo único que podía pensar era que echaba de menos a Ramiro. No lo había visto desde hacía unos días y, con un sentimiento de culpabilidad, pensé que le había pedido mucho, quizá demasiado, al exigirle que esperara mientras yo averiguaba qué sentía por otro hombre.

Gastón me acarició el dorso de la mano con suavidad y declaró con una voz suave que contrastaba con el ritmo entrecortado de la música:

Valeria. —Yo levanté la mirada hacia él. Sus ojos brillaban de una forma sobrenatural en aquella luz artificial—. Vámonos, cariño. Creo que ha llegado la hora de que aclaremos algunas cosas.
¿Irnos adónde? —pregunté con voz tenue.
A mi piso. Tenemos que hablar.

Yo titubeé, tragué saliva y asentí con la cabeza. Gastón me había enseñado su piso aquella misma tarde, pues yo había preferido quedar allí con él a que me recogiera en River Oaks.

De camino a su piso no hablamos mucho, pero él mantuvo su mano sobre la mía. El corazón me latía como las alas de un colibrí. No estaba segura de qué iba a suceder o de lo que yo quería que sucediera.

Llegamos al lujoso edificio y Gastón me condujo hasta su piso, el cual era amplio y confortable, con muebles tapizados en cuero y piel y elegantes alfombras de estilo rústico. Unas lámparas con pie de hierro forjado y pantalla de pergamino esparcían su tenue luz por el salón principal.

¿Quieres beber algo? —preguntó Gastón.

Yo sacudí la cabeza, entrelacé los dedos y me quedé cerca de la puerta.

No, gracias, ya he bebido bastante en el bar.

Gastón sonrió de una forma burlona, se acercó a mí y me dio un beso en la sien.

¿Estás nerviosa, cariño? Soy yo, tu viejo amigo Gastón.-Yo exhalé un tembloroso suspiro y me apoye en él.
Sí, te recuerdo.

Él me rodeó con los brazos y permanecimos abrazados durante largo tiempo, juntos, respirando al unísono.

Valeria —susurró él—. En cierta ocasión te dije que tú siempre serías lo que más querría en el mundo. ¿Lo recuerdas? -Yo asentí junto a su hombro.
Sí, la noche que te fuiste.
No volveré a dejarte. —Sus labios rozaron el borde suave de mi oreja—. Todavía me siento así, Valeria. Ya sé lo que te estoy pidiendo que dejes, pero te juro que no te arrepentirás. Te daré todo lo que siempre has querido.

Gastón deslizó las yemas de los dedos por mi mandíbula, levantó mi barbilla y acercó su boca a la mía.

Yo me tambaleé y me apoyé en él. Su cuerpo estaba duro debido a los años de brutal trabajo físico y sus brazos eran sólidos y fuertes. Los besos de Gastón eran distintos a los de Ramiro, besaba de una forma más directa y agresiva, sin la sutileza y el jugueteo de Ramiro. Separó mis labios y exploró el interior de mi boca con lentitud. Yo le devolví el beso con una mezcla de placer y culpabilidad. Su cálida mano se deslizó hasta mi pecho, sus dedos acariciaron las redondas formas y se detuvieron sobre el sensible extremo. Yo separé mi boca de la suya con un gemido agitado.

¡Gastón, no! —conseguí exclamar mientras el deseo me pesaba, caliente, en el estómago—. No puedo.
Sus labios buscaron la temblorosa piel de mi cuello.
¿Por qué no?
Se lo he prometido a Ramiro, bueno, los dos acordamos que no me acostaría contigo. No hasta que...
¿Qué? —Gastón apartó la cabeza de mi cuello y entornó los ojos—. Tú no le debes nada. Él no es tu dueño.
No se trata de eso, no tiene nada que ver con la propiedad, es sólo que...
¡Y una mierda!
No puedo romper mi promesa —insistí yo—. Ramiro confía en mí.

Gastón no dijo nada, sólo me miró de una forma peculiar. Algo en su silencio me hizo estremecer. Gastón deslizó la mano entre su pelo, se dirigió a una de las ventanas y contempló la ciudad que se extendía a sus pies.

¿Estás segura? —preguntó por fin.
¿A qué te refieres?

Él se volvió a mirarme, se apoyó en la ventana y Cruzó los tobillos.

Las dos últimas veces que hemos salido, me he dado cuenta de que nos seguía un Crown Victoria plateado. Memoricé la matrícula y llevé a cabo averiguaciones. Pertenece a un tío que trabaja para una empresa de vigilancia.

Yo sentí un escalofrío.

¿Crees que Ramiro me ha hecho seguir?
Ahora mismo, el coche está aparcado al final de la calle. —Gastón me indicó que me acercara a él con un gesto—. Compruébalo tú misma.
Yo no me moví.
Ramiro no haría algo así.
Valeria —declaró Gastón en voz baja—, no lo conoces lo suficiente para estar segura de lo que haría o dejaría de hacer.

Yo me froté los brazos con las manos en un intento inútil por calentarme. Estaba demasiado atónita para hablar.

Sé que piensas que los Ordoñez son amigos tuyos —oí que Gastón continuaba con voz serena—, pero no lo son, Valeria. ¿Crees que te han hecho un favor al acogeros a ti y a Aleli en su casa? No os han hecho ningún maldito favor, pues te deben mucho más que eso.
¿Por qué lo dices?

Gastón Cruzó la habitación hasta donde yo estaba, me cogió de los hombros y examinó mis sorprendidos ojos.

No lo sabes, ¿no? Pensé que, como mínimo, lo sospecharías.
¿De qué me estás hablando?

Su expresión era sombría. Gastón me llevó hasta el sofá, nos sentamos y él cogió mis nerviosas manos entre las de él.

Tu madre tuvo una aventura con Pedro Ordoñez que duró unos cuantos años.


Yo intenté tragar, pero la saliva no bajaba por mi garganta.

No es verdad —susurré.
Tina me lo contó. Puedes preguntárselo tú misma. Tu madre se lo explicó todo.
¿Por qué Tina no me lo contó a mí?
Tenía miedo de que, al saberlo, te pusieras en contacto con los Ordoñez y de que ellos decidieran arrebatarte a Aleli. En ese caso, no podrías haber hecho nada para impedírselo. Después, se enteró de que estabas trabajando para Pedro y dedujo que él intentaba compensarte por todo y Tina pensó que era mejor no intervenir.
Lo que dices no tiene sentido. ¿Por qué habrían querido arrebatarme a Aleli? ¿Qué interés podría tener Pedro en...?

De repente lo comprendí todo, empalidecí y me tapé la boca con dedos temblorosos.
Oí la voz de Gastón como si procediera de muy lejos.


Valeria... ¿quién crees que es el padre de Aleli?


Continuara...
*Mafe*
@gastochi_a_mil

2 comentarios:

  1. Estoy odiando a Gastón!!!... Prefiero a ramiro, espero no desepcionarme.. Jaja

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  2. Aguante Gaston. Me encantan ellos dos pq se conocen desde siempre y pq él e sincero. Ojala tenga mi final feliz :)

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