Capitulo 69
Continuara...
Durante las dos semanas
siguientes, salí con Gastón unas cuantas veces: una comida, una
cena, un largo paseo... Por medio de las conversaciones, los
silencios y la intimidad recuperada, intenté reconciliar al adulto
en el que Gastón se había convertido con el muchacho que yo había
conocido y que tanto añoraba. Me inquietaba descubrir que no eran el
mismo.
Claro que yo tampoco era la misma.
Me parecía importante
averiguar qué parte de la atracción que sentía por él procedía
de aquel nuevo encuentro y qué parte del pasado. Si nos hubiéramos
conocido entonces, ¿habría sentido lo mismo por él?
No estaba segura,
aunque..., ¡santo cielo, era encantador! Tenía don de gentes,
siempre lo había tenido. Y me hacía sentir muy cómoda. Podíamos
hablar de cualquier cosa. Incluso de Ramiro.
—Cuéntame cómo
es él —me pidió Gastón en una ocasión mientras jugueteaba con
los dedos de mi mano—. ¿Que hay de verdad en todo lo que cuentan
de él?
Yo conocía la reputación
de Ramiro, de modo que me encogí de hombros y sonreí.
—Ramiro es... un
hombre muy capaz, pero puede resultar intimidante. El problema es que
siempre lo hace todo de una forma perfecta. La gente cree que es
invulnerable. Y es muy reservado. No resulta fácil intimar con un
hombre como él.
—Pues, por lo
visto, tú lo has conseguido.
Yo me encogí de hombros y
sonreí.
—Un poco. Justo
empezábamos a intimar, pero entonces...
Entonces apareció Gastón.
—¿Qué sabes de
su compañía? —preguntó él de una forma desinteresada—. No
entiendo cómo un hombre que ha nacido en Tejas y que tiene
conexiones con las grandes compañías petrolíferas se dedica a
tontear con las células de combustible y el biodiesel.
Yo sonreí.
—De modo que eso
es Ramiro para ti. —Le di un leve codazo y le expliqué lo que
sabía acerca de la tecnología que estaba desarrollando la compañía
de Ramiro—. Hay un importante acuerdo en marcha. Ramiro quiere
construir una planta de producción combinada en una destacada
refinería de Dallas. Mezclarán el biodiesel con el carburante y lo
distribuirán por todo Tejas. Por lo que sé, las negociaciones están
bastante adelantadas. —Y añadí con cierto orgullo—: Pedro opina
que sólo Ramiro puede conseguirlo.
—Debe de haber
tenido que superar unos cuantos obstáculos —comentó Gastón—.
En algunos círculos de Houston, con sólo oír la palabra
«biodiesel» te pegarían un tiro. ¿De qué refinería se trata?
—Medina.
—Sí, es una gran
compañía. Bueno, espero por su bien que el negocio salga adelante.
Gastón cogió mi mano y
cambió de tema con destreza.
Hacia finales de la
segunda semana, Gastón me llevó a un bar supermoderno que me
recordó a una nave espacial. Aquella noche no conseguía relajarme. Mientras Gastón y yo
intentábamos hablar por encima del estruendo de la música en vivo,
lo único que podía pensar era que echaba de menos a Ramiro. No lo
había visto desde hacía unos días y, con un sentimiento de
culpabilidad, pensé que le había pedido mucho, quizá demasiado, al
exigirle que esperara mientras yo averiguaba qué sentía por otro
hombre.
Gastón me acarició el
dorso de la mano con suavidad y declaró con una voz suave que
contrastaba con el ritmo entrecortado de la música:
—Valeria. —Yo
levanté la mirada hacia él. Sus ojos brillaban de una forma
sobrenatural en aquella luz artificial—. Vámonos, cariño. Creo
que ha llegado la hora de que aclaremos algunas cosas.
—¿Irnos adónde?
—pregunté con voz tenue.
—A mi piso.
Tenemos que hablar.
Yo titubeé, tragué
saliva y asentí con la cabeza. Gastón me había enseñado su piso
aquella misma tarde, pues yo había preferido quedar allí con él a
que me recogiera en River Oaks.
De camino a su piso no
hablamos mucho, pero él mantuvo su mano sobre la mía. El corazón
me latía como las alas de un colibrí. No estaba segura de qué iba
a suceder o de lo que yo quería que sucediera.
Llegamos al lujoso
edificio y Gastón me condujo hasta su piso, el cual era amplio y
confortable, con muebles tapizados en cuero y piel y elegantes
alfombras de estilo rústico. Unas lámparas con pie de hierro
forjado y pantalla de pergamino esparcían su tenue luz por el salón
principal.
—¿Quieres beber
algo? —preguntó Gastón.
Yo sacudí la cabeza,
entrelacé los dedos y me quedé cerca de la puerta.
—No, gracias, ya
he bebido bastante en el bar.
Gastón sonrió de una
forma burlona, se acercó a mí y me dio un beso en la sien.
—¿Estás
nerviosa, cariño? Soy yo, tu viejo amigo Gastón.-Yo exhalé un tembloroso
suspiro y me apoye en él.
—Sí, te recuerdo.
Él me rodeó con los
brazos y permanecimos abrazados durante largo tiempo, juntos,
respirando al unísono.
—Valeria —susurró
él—. En cierta ocasión te dije que tú siempre serías lo que más
querría en el mundo. ¿Lo recuerdas? -Yo asentí junto a su
hombro.
—Sí, la noche que
te fuiste.
—No volveré a
dejarte. —Sus labios rozaron el borde suave de mi oreja—. Todavía
me siento así, Valeria. Ya sé lo que te estoy pidiendo que dejes,
pero te juro que no te arrepentirás. Te daré todo lo que siempre
has querido.
Gastón deslizó las yemas
de los dedos por mi mandíbula, levantó mi barbilla y acercó su
boca a la mía.
Yo me tambaleé y me apoyé
en él. Su cuerpo estaba duro debido a los años de brutal trabajo
físico y sus brazos eran sólidos y fuertes. Los besos de Gastón
eran distintos a los de Ramiro, besaba de una forma más directa y
agresiva, sin la sutileza y el jugueteo de Ramiro. Separó mis labios
y exploró el interior de mi boca con lentitud. Yo le devolví el
beso con una mezcla de placer y culpabilidad. Su cálida mano se
deslizó hasta mi pecho, sus dedos acariciaron las redondas formas y
se detuvieron sobre el sensible extremo. Yo separé mi boca de la
suya con un gemido agitado.
—¡Gastón, no!
—conseguí exclamar mientras el deseo me pesaba, caliente, en el
estómago—. No puedo.
Sus labios buscaron la
temblorosa piel de mi cuello.
—¿Por qué no?
—Se lo he
prometido a Ramiro, bueno, los dos acordamos que no me acostaría
contigo. No hasta que...
—¿Qué? —Gastón
apartó la cabeza de mi cuello y entornó los ojos—. Tú no le
debes nada. Él no es tu dueño.
—No se trata de
eso, no tiene nada que ver con la propiedad, es sólo que...
—¡Y una mierda!
—No puedo romper
mi promesa —insistí yo—. Ramiro confía en mí.
Gastón no dijo nada, sólo
me miró de una forma peculiar. Algo en su silencio me hizo
estremecer. Gastón deslizó la mano entre su pelo, se dirigió a una
de las ventanas y contempló la ciudad que se extendía a sus pies.
—¿Estás segura?
—preguntó por fin.
—¿A qué te
refieres?
Él se volvió a mirarme,
se apoyó en la ventana y Cruzó los tobillos.
—Las dos últimas
veces que hemos salido, me he dado cuenta de que nos seguía un Crown
Victoria plateado. Memoricé la matrícula y llevé a cabo
averiguaciones. Pertenece a un tío que trabaja para una empresa de
vigilancia.
Yo sentí un escalofrío.
—¿Crees que
Ramiro me ha hecho seguir?
—Ahora mismo, el
coche está aparcado al final de la calle. —Gastón me indicó que
me acercara a él con un gesto—. Compruébalo tú misma.
Yo no me moví.
—Ramiro no haría
algo así.
—Valeria —declaró
Gastón en voz baja—, no lo conoces lo suficiente para estar segura
de lo que haría o dejaría de hacer.
Yo me froté los brazos
con las manos en un intento inútil por calentarme. Estaba demasiado
atónita para hablar.
—Sé que piensas
que los Ordoñez son amigos tuyos —oí que Gastón continuaba con
voz serena—, pero no lo son, Valeria. ¿Crees que te han hecho un
favor al acogeros a ti y a Aleli en su casa? No os han hecho ningún
maldito favor, pues te deben mucho más que eso.
—¿Por qué lo
dices?
Gastón Cruzó la
habitación hasta donde yo estaba, me cogió de los hombros y examinó
mis sorprendidos ojos.
—No lo sabes, ¿no?
Pensé que, como mínimo, lo sospecharías.
—¿De qué me
estás hablando?
Su expresión era sombría.
Gastón me llevó hasta el sofá, nos sentamos y él cogió mis
nerviosas manos entre las de él.
—Tu madre tuvo una
aventura con Pedro Ordoñez que duró unos cuantos años.
Yo intenté tragar, pero
la saliva no bajaba por mi garganta.
—No es verdad
—susurré.
—Tina me lo contó.
Puedes preguntárselo tú misma. Tu madre se lo explicó todo.
—¿Por qué Tina
no me lo contó a mí?
—Tenía miedo de
que, al saberlo, te pusieras en contacto con los Ordoñez y de que
ellos decidieran arrebatarte a Aleli. En ese caso, no podrías haber
hecho nada para impedírselo. Después, se enteró de que estabas
trabajando para Pedro y dedujo que él intentaba compensarte por todo
y Tina pensó que era mejor no intervenir.
—Lo que dices no
tiene sentido. ¿Por qué habrían querido arrebatarme a Aleli? ¿Qué
interés podría tener Pedro en...?
De repente lo comprendí
todo, empalidecí y me tapé la boca con dedos temblorosos.
Oí la voz de Gastón como
si procediera de muy lejos.
—Valeria... ¿quién
crees que es el padre de Aleli?
Continuara...
*Mafe*
@gastochi_a_mil
Estoy odiando a Gastón!!!... Prefiero a ramiro, espero no desepcionarme.. Jaja
ResponderEliminarAguante Gaston. Me encantan ellos dos pq se conocen desde siempre y pq él e sincero. Ojala tenga mi final feliz :)
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