viernes, 17 de octubre de 2014

Mi Nombre es Valery Cap 72



Capitulo 72

Lo más sensato habría consistido en esperar a que Ramiro regresara a Tejas, pero en vista de que había tenido que soportar más de unos cuantos reveses a su orgullo y otro incluso mayor a su negocio, y todo por mi culpa, yo sabía que no era el momento de actuar con sensatez. Como decía Pedro, a veces se requieren gestos grandilocuentes.

Camino del aeropuerto, me detuve en la oficina de Gastón. Como era de esperar, la recepcionista era una mujer rubia y atractiva, con una voz sensual y unas piernas impresionantes. En cuanto llegué, me acompañó a la oficina de Gastón.

Gastón vestía un traje oscuro. Se lo veía avispado y seguro de sí mismo, un hombre que llegaría lejos.

Le conté la conversación que había mantenido con Pedro y lo que había averiguado acerca de su intento de hacer fracasar el contrato con Medina.

No entiendo cómo pudiste hacer algo así —declaré—. Nunca lo habría esperado de ti.
Él no parecía estar arrepentido.
Sólo son negocios, cariño. A veces tienes que ensuciarte un poco las manos.

Pensé contestarle que cierto tipo de suciedad no desaparecía jamás, pero yo sabía que algún día él lo descubriría por sí mismo.

Me utilizaste para hacer daño a Ramiro. Creíste que esto nos distanciaría y, como remate, 

Victory Petroleum te debería un favor. Harías cualquier cosa con tal de tener éxito, ¿no?

Haré lo que tenga que hacer —respondió él con expresión calmada—. Sería tonto si me disculpara por querer salir adelante.

Mi enojo desapareció y lo observé con compasión.

No tienes por qué disculparte, Gastón. Lo comprendo. Recuerdo todas las cosas que queríamos y necesitábamos y que no podíamos tener. Es sólo que..., lo nuestro no funcionaría.
¿Crees que no soy capaz de amarte, Valeria? —preguntó con voz suave.
Yo me mordí el labio y negué con la cabeza.
Creo que me amaste en cierta ocasión, pero ni siquiera entonces el amor que sentías por mí fue suficiente. ¿Quieres saber algo? Ramiro no me contó lo que habías hecho, aunque tuvo la oportunidad. Porque no pensaba permitir que nos distanciaras. Me perdonó sin que se lo pidiera, incluso sin contarme que lo había traicionado. Y eso es amor, Gastón.
¡Vamos, cariño! —Gastón me cogió la mano y besó el interior de mi muñeca, la delicada piel que cubría el pequeño entramado de venas azules—. La pérdida de un trato no significa nada para él. Ramiro lo tenía todo nada más nacer. Si hubiera estado en mi lugar, habría hecho lo mismo que yo.
No es cierto. —Me separé de él—. Ramiro no me habría utilizado a ningún precio.
Todo el mundo tiene un precio.

Nuestras miradas se encontraron y con aquella mirada parecimos mantener toda una conversación. Cada uno de nosotros vio lo que necesitaba saber.

Ahora tengo que despedirme, Gastón.

Él me contempló con comprensión y amargura. Los dos sabíamos que no había cabida para la amistad. No quedaría nada salvo un recuerdo de la juventud.

¡Mierda! —Gastón cogió mi cara entre sus manos. Besó mi frente, besó los párpados cerrados de mis ojos y se detuvo muy cerca de mi boca. Entonces me dio uno de aquellos abrazos sólidos y tranquilizadores que yo recordaba tan bien y, sin soltarme, me susurró al oído—: Sé feliz, cariño. Nadie se lo merece más que tú, pero recuerda... Me quedo con un trocito de tu corazón y, si algún día quieres que te lo devuelva, ya sabes dónde encontrarme.


Yo nunca antes había volado en un avión y mantuve los puños apretados durante todo el viaje hasta Raleigh Durham. Iba sentada en primera clase, al lado de un hombre trajeado y muy amable que me dio conversación durante el despegue y el aterrizaje y pidió que me sirvieran un whisky durante el vuelo. Cuando desembarcamos, me pidió mi número de teléfono y yo negué con la cabeza.

Lo siento. Estoy comprometida.

Esperaba que fuera cierto.
Había planeado tomar un taxi hasta mi siguiente parada, un pequeño aeropuerto situado a unos diez kilómetros de allí, pero cuando salí de la zona de recogida de equipajes vi que un chófer sostenía un letrero con la palabra «Gutierrez» escrita a mano. Yo me acerqué a él con indecisión.

¿Por casualidad está esperando a Valeria Gutierrez?
Sí, señora.
Pues soy yo.

Supuse que Pedro había contratado aquel servicio para mí, ya fuera por amabilidad o porque pensaba que yo no sería capaz de conseguir un taxi por mí misma. Los Ordoñez son absolutamente sobreprotectores.  Los multimillonarios tienen aviones con ducha, dormitorios privados, despachos con paredes forradas de madera y complementos lujosos, como posavasos recubiertos de oro.

Los Ordoñez, sin embargo, eran conscientes de los costes de mantenimiento y, en relación con los criterios de Tejas, eran moderados. Esta afirmación podría considerarse una broma en vista de la Gulfstream, una avioneta de lujo para vuelos de largo recorrido con el interior de caoba y suelo de moqueta de lana suave. También disponía de asientos reclinables de piel, un televisor de plasma y un sofá separado por una cortina que se desplegaba transformándose en una cama de matrimonio.

Subí a la avioneta y me presenté al piloto y al copiloto. Mientras ellos permanecían en la cabina de mando, yo me serví un refresco y esperé con nerviosismo a Ramiro.
Ensayé un discurso con cientos de variaciones mientras buscaba las palabras adecuadas para hacer comprender a Ramiro cómo me sentía.

Oí que alguien subía a la avioneta, mi pulso se volvió loco y el discurso se desvaneció de mi mente.

Al principio, Ramiro no me vio. Su aspecto era sombrío y cansado. Dejó caer un maletín negro en el asiento más cercano y se frotó la nuca, como si la tuviera en tensión.

¡Hola! —saludé con voz suave.-Él volvió la cabeza y, al verme, empalideció.
¡Valeria ¿Qué haces aquí?

Sentí una oleada sobrecogedora de amor hacia él, más amor del que podía contener y que irradiaba de mí como el calor de una hoguera. ¡Dios, qué guapo era! Yo busqué las palabras adecuadas.

Me he... decidido por París.-Se produjo un largo silencio.
París.
Sí, ¿recuerdas que me preguntaste si...? En fin, que ayer me puse en contacto con el piloto y le dije que quería darte una sorpresa.
Pues lo has conseguido.
Lo ha organizado todo para que podamos ir desde aquí. Ahora mismo. Si quieres. —Esbocé una sonrisa esperanzada—. Tengo tu pasaporte.

Ramiro se quitó la chaqueta y se tomó su tiempo. Me tranquilizó ver que le temblaban un poco las manos mientras dejaba la chaqueta en el respaldo de uno de los asientos.

¿Así que ya estás preparada para viajar a algún lugar conmigo?
Estoy preparada para viajar a cualquier lugar contigo —declaré con voz grave a causa de la emoción.

Él me miró con sus ojos grises y brillantes, y yo contuve el aliento mientras una lenta sonrisa curvaba sus labios. Ramiro se aflojó la corbata y avanzó hacia mí.

Espera —balbuceé yo—. Tengo que contarte algo.

Él se detuvo.

¿Sí?
Pedro me ha contado lo del trato con Medina. Fue culpa mía. Yo se lo conté a Gastón, pero no tenía ni idea de que él... Lo siento. —Mi voz se quebró—. Lo siento mucho.

Ramiro llegó a mi lado en dos zancadas.

Está bien. ¡No, maldita sea, no llores!
Yo nunca haría nada que pudiera perjudicarte...
Ya lo sé. Tranquila, tranquila...

Ramiro me acercó a él y secó mis lágrimas con sus dedos.

Fui tan estúpida... No me di cuenta. ¿Por qué no me dijiste nada?
No quería que te preocuparas. Y sabía que no era culpa tuya. Debí haberme asegurado de que eras consciente de que se trataba de algo confidencial.
Yo me quedé atónita al percibir la confianza que sentía hacia mí.
¿Cómo puedes estar tan seguro de que no lo hice a propósito?
Él cogió mi cara entre sus manos y sonrió mientras contemplaba mis ojos llorosos.
Porque te conozco, Valeria Gutierrez. No llores, cariño, me matas.
Te compensaré por esto, te prometo que...
Calla —declaró Ramiro con ternura y me besó con tanta pasión que las rodillas me temblaron.

Yo le rodeé el cuello con los brazos y me olvidé de la razón de mis lágrimas. Me olvidé de todo salvo de él. Ramiro me besó una y otra vez, con más y más profundidad, hasta que los dos nos tambaleamos en el pasillo y él tuvo que apoyar una mano en uno de los asientos para evitar que cayéramos al suelo. ¡Y la avioneta ni siquiera se movía! Sentí su aliento caliente y acelerado en mí mejilla cuando separó de mí su cabeza y murmuró:

¿Y qué hay del otro tío?

Mis ojos se entrecerraron cuando noté que la base de su mano rozaba mi pecho.

Él es el pasado y tú el futuro —conseguí afirmar.
Te aseguro que sí.

Me dio otro beso profundo e incivilizado, lleno de fuego y ternura, con el que me prometía más de lo que yo podía asimilar. En lo único que yo podía pensar era en que una vida no sería suficiente para pasarla con aquel hombre. Ramiro separó su boca de la mía, se rió y declaró:

Nunca más podrás escaparte de mí, Valeria.

«Lo sé», quería responder yo, pero antes de que pudiera hablar, Ramiro volvió a besarme y no se detuvo hasta pasado un buen rato.

Te quiero.

No recuerdo quién lo dijo primero, sólo que ambos lo dijimos muchas veces durante el vuelo de siete horas y veinticinco minutos a través del Atlántico. Y por lo que vi, Ramiro tenía unas cuantas ideas interesantes acerca de cómo pasar el tiempo a mil quinientos metros de altitud.
Tan solo diré que volar resulta mucho más soportable cuando uno dispone de distracciones.


Continuara...
*Mafe*

@fernanda_O_G



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