1 capítulo queda
Hace click en leer más para leer el capítulo...Amor por Chantaje Capítulo 20
ESTABA a punto de salírsele
el corazón por la boca cuando el taxi llegó a la casa. Era la una de la mañana,
pero todas las luces estaban encendidas y el coche de Gastón estaba aparcado en
la puerta.
Había vuelto, no se había
quedado a pasar la noche con Lisa.
Rocío salió del coche con
una sensación de mareo a la que poco a poco había ido acostumbrándose en los
últimos días; al menos no la hacía vomitar.
—Eres un bebé muy bueno
—susurró mientras se pasaba la mano por el vientre—. Y tu papá y tu mamá te van
a querer muchísimo.
Mientras abría la puerta
pensaba si no habría sido una tontería volver allí. Gastón debía saber que Lisa
jamás podría sustituir su papel en la vida del pequeño; madre e hijo era un
conjunto inseparable. Era increíble la fuerza que le podía dar a una el saber
que había una vida creciendo en su interior.
Nada más llegar al pasillo
vio cómo se abría la puerta del despacho de Gastón y aparecía él. Tenía el
aspecto de alguien que acabara de recibir un tremendo golpe; era extraño verlo
así, a él, que jamás perdía el control. Llevaba la camisa desabrochada y
arrugada y tenía los ojos enrojecidos.
—Me imagino que no hace
falta que te pregunte a quién has ido a ver a Londres —le dijo ella lanzándole
una mirada llena de furia, a pesar de que había sentido cierta debilidad al
encontrarlo en ese estado.
Gastón la miraba como si
estuviera viendo un fantasma.
—Rochi, has vuelto.
¡Gracias a Dios!
Tenía la voz quebrada y
había algo extraño en su mirada a medida que se acercaba a ella, haciendo que
el corazón de Rocío empezara a latir mucho más rápido.
—Estoy cansada, Gastón —le
dijo dando un paso hacia atrás—. Me voy a la cama.
—Tenemos que
hablar—insistió él, pero recibió una negativa como respuesta. Rocío sabía que
si continuaba a su lado se vendría abajo y no tendría el valor de decirle todo
lo que quería.
—Ahora no, mañana.
Por mucho que deseara
obligarla a escucharlo no podía hacerlo porque Rocío parecía muy nerviosa y, a
partir de ese momento, siempre pondría sus necesidades por encima de cualquier
otra cosa.
—Muy bien —accedió
dulcemente—. Pero voy a cerrar todas las puertas de la casa y me voy a quedar
con las llaves —añadió con una mirada que demostraba que decía la verdad—. Así
que nada de huidas, prométemelo.
—Lo prometo —respondió
Rocío agotada antes de dar media vuelta rogando que él no la siguiera.
Cuando por fin cerró la
puerta de su antiguo dormitorio tuvo que admitir que estaba algo decepcionada
porque Gastón no hubiera ido tras ella para estrecharla entre sus brazos y… ¿y
qué? Tenía que afrontar la realidad de una vez por todas. «A ver si maduras,
Rochi. Él no te quiere, está enamorado de Lisa».
—¿Puedes contestar tú? —le
pidió Rocío cuando empezó a sonar el teléfono—. Yo estoy preparando el té.
Acababa de despertarse y,
al bajar a desayunar, se había encontrado con que Gastón ya estaba allí.
No dejó de mirarla mientras
se dirigía hacia el teléfono, no podía creer que estuviera allí. ¡La amaba
tanto! Pero… ¿qué habría pasado? ¿Por qué habría vuelto? Tan absorto estaba en
sus pensamientos que tardó varios segundos en asimilar lo que le estaban
diciendo al otro lado de la línea.
—No se preocupe, yo le daré
el mensaje a la señora Barrington —dijo justo antes de colgar.
Tenía los ojos clavados en
Rocío… Parecía no haberla visto nunca, en sus ojos había un destello que… no,
era imposible que Rocío estuviera viendo lo que estaba pensando…
—¿Qué ocurre?
—Era de la consulta del
médico —anunció Gastón con gran seriedad—. Querían decirte que ya tienes cita
para la primera visita al tocólogo. ¡Estás embarazada y no me lo habías dicho!
Por primera vez en su vida
Rocío hizo algo que creía que solo ocurría en las novelas: se desmayó.
Cuando volvió en sí se
encontraba tumbada en el sofá del despacho y Gastón estaba sentado a su lado.
En los segundos que había
tardado en asimilar la noticia del embarazo de Rocío sus sentimientos habían
pasado de la alegría a la desesperación al darse cuenta del motivo por el que
había regresado la noche anterior. Rocío tenía los mismos valores morales de su
padre; nunca habría podido abandonarlo y quitarle el bebé que habían acordado
tener juntos.
El descubrimiento de que
estaba allí a su lado porque llevaba dentro un hijo suyo y no porque quisiera
estar con él le dejó un sabor amargo en la boca.
Rocío se estremeció al
percibir el pesar en los ojos de Gastón. ¿Habría cambiado de opinión? ¿Acaso ya
no quería a su bebé?
—Estás embarazada —susurró
él sin ninguna emoción que ella pudiera interpretar.
—Sí —contestó mientras le
suplicaba a Dios que la ayudara a aguantar el llanto, pero esa no era la
reacción que había esperado de él. ¿Qué esperaba, gritos de alegría o que la
tomara en brazos proclamando su júbilo? Claro que tampoco habría pasado nada
porque al menos hubiera esbozado una pequeña sonrisa, aunque solo fuera por el
niño, no por ella.
—¿Es por eso por lo que no
te marchaste?
—Sí —asintió al tiempo que
se ponía en pie; no pensaba mantener aquella conversación en una postura que la
colocaba en un nivel tan inferior a él. A partir de ese momento quería
asegurarse de que, cada vez que tuvieran un conflicto, ambos pudieran
enfrentarse de igual a igual—. Quería dejarte, Gastón. Tú… tienes una aventura…
con Lisa —hizo una pausa para templar los nervios—. Pero vi a una niña con su
padre y me di cuenta de que no podía hacerlo.
Se dio media vuelta, pero
no pudo evitar que él viera las lágrimas asomándose en sus ojos.
—Rochi.
Un estremecimiento la
sacudió al notar que le había agarrado las manos entre las suyas; estaba
acariciándole las muñecas y, muy a su pesar, Rocío estaba recibiendo una cálida
sensación.
—No sé de dónde has sacado
la idea de que yo pudiera tener algún tipo de relación con Lisa; te aseguro que
nada podría ser más imposible.
Encima se atrevía a
mentirle con esa desfachatez.
—¿De verdad? —le preguntó
mordazmente—. ¿Entonces a qué fuiste anoche a Londres?
—Me temo que eso no puedo
contártelo —no quería decirle nada hasta que todo estuviese atado y bien atado,
por si acaso algo salía mal—. Pero te prometo que no tiene nada que ver con
Lisa.
Rocío se separó de él con
desprecio.
—No te creo. El día de
nuestra boda Lisa me dijo que tú la querías; me provocó para que te lo
preguntara. Y últimamente se ha ocupado de confirmarme que vuestra relación
continuaba. No sé a cuál de los dos odio más; me imagino que a ti porque ella
nunca me gustó pero tú… tú…
Hizo una pausa y respiró
hondo. Ya no había razón para seguirle ocultando lo que había sentido por él
durante toda su vida. Después de todo, seguro que se había dado cuenta de lo
enamorada que había estado de él cuando era solo una adolescente.
Con repentina decisión, lo
miró fijamente a los ojos y habló con el corazón en la mano.
—Yo te adoraba, Gastón. Te
puse en un pedestal… Creía en ti y tú… —tuvo que parar con el fin de no dar
rienda suelta a sus emociones—. Aparte de perder a mis padres, nunca he sufrido
tanto como cuando me enteré de que me habías engañado, que no eras la persona
que yo creía.
A veces pensaba incluso que
había sido aún más duro que la muerte de sus padres porque al menos estaba
segura de que ellos la habían querido con toda su alma; pero con Gastón nunca
tuvo ese consuelo.
—¿De verdad crees que
podría haber traicionado la confianza de tu padre de esa manera?
—El amor puede hacemos
traicionar todo lo demás —aquello estaba despertando muchos recuerdos dolorosos
que prefería haber mantenido dormidos—. Lo que no consigo entender ni
perdonarte es que estuvieras dispuesto a casarte conmigo solo por la empresa,
estando enamorado de Lisa. Y que me mintieras de ese modo… Porque me mentiste,
¿verdad, Gastón?
—Sí —admitió él sin
atreverse a mirarla—. Te mentí, pero no en lo que tú piensas.
Oyó un grito ahogado y, al
darse la vuelta, no vio más que su sombra desapareciendo por el pasillo.
Era una completa imbécil,
de otro modo no se entendía que siguiera sufriendo tanto por él. Corrió
instintivamente hasta la rosaleda en busca de tranquilidad.
¿Cómo podía amar a un
hombre capaz de mentir con tal impunidad? Pero era así, lo amaba y nunca había
sido de otra manera.
«¡No!» No podía ser cierto,
aunque una punzada en el corazón le decía que sí, que todo aquello era real.
Gastón torció el gesto; no
sabía si ir en busca de Rocío y hacerla escuchar lo equivocada que estaba, pero
seguramente no lo escucharía. Pensar que la estaba obligando a quedarse con él
no hacía que se sintiera nada bien; no quería tenerla en su vida si ella no lo
deseaba; ni en su vida ni en su cama.
Sonó el teléfono y, al
contestar, Gastón se dio cuenta de que debía concentrarse en lo que le estaban
diciendo y dejar de pensar en Rocío aunque solo fuera un minuto.
Un coche que ella no
conocía se paró en la puerta de la casa; pero sonrió al ver que se trataba de
David Bryant, el abogado de Gastón.
—¿Qué tal está su mujer?
—le preguntó cuando él estuvo a su lado.
—Pues muy embarazada —dijo
riéndose—. Al menos ya no le queda mucho para dar a luz. Quiere que Gastón sea
el padrino del niño; es que vuestra historia le parece muy romántica. Espero
que no te moleste que se lo contara —añadió al ver que Rocío estaba muy seria—.
A mí me lo contó mi madre. Ella le tenía mucho cariño a Gastón y le encantó que
él fuera a pedirle consejo a mi tío después de la muerte del señor Atkins. Mi
tío sabía que tu padre le había hecho prometer a Gastón que no te diría lo que
sentía hasta que cumplieras los veintiún años. Pero claro, la muerte de tu
padre había cambiado mucho las cosas y necesitabas que alguien te ayudara. Por
lo visto mi padre le aconsejó a Gastón que se casara contigo para poder
protegerte —continuó la historia eludiendo mirarla—. Mi madre siempre creyó que
habías huido porque te había sobrepasado el miedo y los nervios de la boda…
pero para Gastón debió de ser muy duro perderte de aquel modo queriéndote como
te quería.
En su voz se podía percibir
un ligero tono de crítica hacia el comportamiento de Rocío.
—Al menos todo se ha arreglado
entre vosotros. Mi madre dice que estaba segura de que os reconciliaríais…
Bueno, ¿está Gastón en casa? —preguntó de pronto algo avergonzado, tenía la
sensación de haber hablado demasiado.
A Rocío le daba vueltas la
cabeza como una peonza; lo único que pudo hacer fue asentir y ver cómo se
alejaba David camino de la casa.

espero el ultimo capitulo
ResponderEliminarque hermoso capitulo espero el final con ansias
ResponderEliminarju!! le conto todo!!!:. espro que rochi ate cabos!!: y que gaston le diga que la ama de una vez por todas
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