lunes, 4 de febrero de 2013

Amor por Chantaje Capítulo 20


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Amor por Chantaje Capítulo 20


ESTABA a punto de salírsele el corazón por la boca cuando el taxi llegó a la casa. Era la una de la mañana, pero todas las luces estaban encendidas y el coche de Gastón estaba aparcado en la puerta.
Había vuelto, no se había quedado a pasar la noche con Lisa.
Rocío salió del coche con una sensación de mareo a la que poco a poco había ido acostumbrándose en los últimos días; al menos no la hacía vomitar.
—Eres un bebé muy bueno —susurró mientras se pasaba la mano por el vientre—. Y tu papá y tu mamá te van a querer muchísimo.
Mientras abría la puerta pensaba si no habría sido una tontería volver allí. Gastón debía saber que Lisa jamás podría sustituir su papel en la vida del pequeño; madre e hijo era un conjunto inseparable. Era increíble la fuerza que le podía dar a una el saber que había una vida creciendo en su interior.
Nada más llegar al pasillo vio cómo se abría la puerta del despacho de Gastón y aparecía él. Tenía el aspecto de alguien que acabara de recibir un tremendo golpe; era extraño verlo así, a él, que jamás perdía el control. Llevaba la camisa desabrochada y arrugada y tenía los ojos enrojecidos.
—Me imagino que no hace falta que te pregunte a quién has ido a ver a Londres —le dijo ella lanzándole una mirada llena de furia, a pesar de que había sentido cierta debilidad al encontrarlo en ese estado.
Gastón la miraba como si estuviera viendo un fantasma.
—Rochi, has vuelto. ¡Gracias a Dios!
Tenía la voz quebrada y había algo extraño en su mirada a medida que se acercaba a ella, haciendo que el corazón de Rocío empezara a latir mucho más rápido.
—Estoy cansada, Gastón —le dijo dando un paso hacia atrás—. Me voy a la cama.
—Tenemos que hablar—insistió él, pero recibió una negativa como respuesta. Rocío sabía que si continuaba a su lado se vendría abajo y no tendría el valor de decirle todo lo que quería.
—Ahora no, mañana.
Por mucho que deseara obligarla a escucharlo no podía hacerlo porque Rocío parecía muy nerviosa y, a partir de ese momento, siempre pondría sus necesidades por encima de cualquier otra cosa.
—Muy bien —accedió dulcemente—. Pero voy a cerrar todas las puertas de la casa y me voy a quedar con las llaves —añadió con una mirada que demostraba que decía la verdad—. Así que nada de huidas, prométemelo.
—Lo prometo —respondió Rocío agotada antes de dar media vuelta rogando que él no la siguiera.
Cuando por fin cerró la puerta de su antiguo dormitorio tuvo que admitir que estaba algo decepcionada porque Gastón no hubiera ido tras ella para estrecharla entre sus brazos y… ¿y qué? Tenía que afrontar la realidad de una vez por todas. «A ver si maduras, Rochi. Él no te quiere, está enamorado de Lisa».
—¿Puedes contestar tú? —le pidió Rocío cuando empezó a sonar el teléfono—. Yo estoy preparando el té.
Acababa de despertarse y, al bajar a desayunar, se había encontrado con que Gastón ya estaba allí.
No dejó de mirarla mientras se dirigía hacia el teléfono, no podía creer que estuviera allí. ¡La amaba tanto! Pero… ¿qué habría pasado? ¿Por qué habría vuelto? Tan absorto estaba en sus pensamientos que tardó varios segundos en asimilar lo que le estaban diciendo al otro lado de la línea.
—No se preocupe, yo le daré el mensaje a la señora Barrington —dijo justo antes de colgar.
Tenía los ojos clavados en Rocío… Parecía no haberla visto nunca, en sus ojos había un destello que… no, era imposible que Rocío estuviera viendo lo que estaba pensando…
—¿Qué ocurre?
—Era de la consulta del médico —anunció Gastón con gran seriedad—. Querían decirte que ya tienes cita para la primera visita al tocólogo. ¡Estás embarazada y no me lo habías dicho!
Por primera vez en su vida Rocío hizo algo que creía que solo ocurría en las novelas: se desmayó.
Cuando volvió en sí se encontraba tumbada en el sofá del despacho y Gastón estaba sentado a su lado.
En los segundos que había tardado en asimilar la noticia del embarazo de Rocío sus sentimientos habían pasado de la alegría a la desesperación al darse cuenta del motivo por el que había regresado la noche anterior. Rocío tenía los mismos valores morales de su padre; nunca habría podido abandonarlo y quitarle el bebé que habían acordado tener juntos.
El descubrimiento de que estaba allí a su lado porque llevaba dentro un hijo suyo y no porque quisiera estar con él le dejó un sabor amargo en la boca.
Rocío se estremeció al percibir el pesar en los ojos de Gastón. ¿Habría cambiado de opinión? ¿Acaso ya no quería a su bebé?
—Estás embarazada —susurró él sin ninguna emoción que ella pudiera interpretar.
—Sí —contestó mientras le suplicaba a Dios que la ayudara a aguantar el llanto, pero esa no era la reacción que había esperado de él. ¿Qué esperaba, gritos de alegría o que la tomara en brazos proclamando su júbilo? Claro que tampoco habría pasado nada porque al menos hubiera esbozado una pequeña sonrisa, aunque solo fuera por el niño, no por ella.
—¿Es por eso por lo que no te marchaste?
—Sí —asintió al tiempo que se ponía en pie; no pensaba mantener aquella conversación en una postura que la colocaba en un nivel tan inferior a él. A partir de ese momento quería asegurarse de que, cada vez que tuvieran un conflicto, ambos pudieran enfrentarse de igual a igual—. Quería dejarte, Gastón. Tú… tienes una aventura… con Lisa —hizo una pausa para templar los nervios—. Pero vi a una niña con su padre y me di cuenta de que no podía hacerlo.
Se dio media vuelta, pero no pudo evitar que él viera las lágrimas asomándose en sus ojos.
—Rochi.
Un estremecimiento la sacudió al notar que le había agarrado las manos entre las suyas; estaba acariciándole las muñecas y, muy a su pesar, Rocío estaba recibiendo una cálida sensación.
—No sé de dónde has sacado la idea de que yo pudiera tener algún tipo de relación con Lisa; te aseguro que nada podría ser más imposible.
Encima se atrevía a mentirle con esa desfachatez.
—¿De verdad? —le preguntó mordazmente—. ¿Entonces a qué fuiste anoche a Londres?
—Me temo que eso no puedo contártelo —no quería decirle nada hasta que todo estuviese atado y bien atado, por si acaso algo salía mal—. Pero te prometo que no tiene nada que ver con Lisa.
Rocío se separó de él con desprecio.
—No te creo. El día de nuestra boda Lisa me dijo que tú la querías; me provocó para que te lo preguntara. Y últimamente se ha ocupado de confirmarme que vuestra relación continuaba. No sé a cuál de los dos odio más; me imagino que a ti porque ella nunca me gustó pero tú… tú…
Hizo una pausa y respiró hondo. Ya no había razón para seguirle ocultando lo que había sentido por él durante toda su vida. Después de todo, seguro que se había dado cuenta de lo enamorada que había estado de él cuando era solo una adolescente.
Con repentina decisión, lo miró fijamente a los ojos y habló con el corazón en la mano.
—Yo te adoraba, Gastón. Te puse en un pedestal… Creía en ti y tú… —tuvo que parar con el fin de no dar rienda suelta a sus emociones—. Aparte de perder a mis padres, nunca he sufrido tanto como cuando me enteré de que me habías engañado, que no eras la persona que yo creía.
A veces pensaba incluso que había sido aún más duro que la muerte de sus padres porque al menos estaba segura de que ellos la habían querido con toda su alma; pero con Gastón nunca tuvo ese consuelo.
—¿De verdad crees que podría haber traicionado la confianza de tu padre de esa manera?
—El amor puede hacemos traicionar todo lo demás —aquello estaba despertando muchos recuerdos dolorosos que prefería haber mantenido dormidos—. Lo que no consigo entender ni perdonarte es que estuvieras dispuesto a casarte conmigo solo por la empresa, estando enamorado de Lisa. Y que me mintieras de ese modo… Porque me mentiste, ¿verdad, Gastón?
—Sí —admitió él sin atreverse a mirarla—. Te mentí, pero no en lo que tú piensas.
Oyó un grito ahogado y, al darse la vuelta, no vio más que su sombra desapareciendo por el pasillo.
Era una completa imbécil, de otro modo no se entendía que siguiera sufriendo tanto por él. Corrió instintivamente hasta la rosaleda en busca de tranquilidad.
¿Cómo podía amar a un hombre capaz de mentir con tal impunidad? Pero era así, lo amaba y nunca había sido de otra manera.
«¡No!» No podía ser cierto, aunque una punzada en el corazón le decía que sí, que todo aquello era real.
Gastón torció el gesto; no sabía si ir en busca de Rocío y hacerla escuchar lo equivocada que estaba, pero seguramente no lo escucharía. Pensar que la estaba obligando a quedarse con él no hacía que se sintiera nada bien; no quería tenerla en su vida si ella no lo deseaba; ni en su vida ni en su cama.
Sonó el teléfono y, al contestar, Gastón se dio cuenta de que debía concentrarse en lo que le estaban diciendo y dejar de pensar en Rocío aunque solo fuera un minuto.
Un coche que ella no conocía se paró en la puerta de la casa; pero sonrió al ver que se trataba de David Bryant, el abogado de Gastón.
—¿Qué tal está su mujer? —le preguntó cuando él estuvo a su lado.
—Pues muy embarazada —dijo riéndose—. Al menos ya no le queda mucho para dar a luz. Quiere que Gastón sea el padrino del niño; es que vuestra historia le parece muy romántica. Espero que no te moleste que se lo contara —añadió al ver que Rocío estaba muy seria—. A mí me lo contó mi madre. Ella le tenía mucho cariño a Gastón y le encantó que él fuera a pedirle consejo a mi tío después de la muerte del señor Atkins. Mi tío sabía que tu padre le había hecho prometer a Gastón que no te diría lo que sentía hasta que cumplieras los veintiún años. Pero claro, la muerte de tu padre había cambiado mucho las cosas y necesitabas que alguien te ayudara. Por lo visto mi padre le aconsejó a Gastón que se casara contigo para poder protegerte —continuó la historia eludiendo mirarla—. Mi madre siempre creyó que habías huido porque te había sobrepasado el miedo y los nervios de la boda… pero para Gastón debió de ser muy duro perderte de aquel modo queriéndote como te quería.
En su voz se podía percibir un ligero tono de crítica hacia el comportamiento de Rocío.
—Al menos todo se ha arreglado entre vosotros. Mi madre dice que estaba segura de que os reconciliaríais… Bueno, ¿está Gastón en casa? —preguntó de pronto algo avergonzado, tenía la sensación de haber hablado demasiado.
A Rocío le daba vueltas la cabeza como una peonza; lo único que pudo hacer fue asentir y ver cómo se alejaba David camino de la casa.

3 comentarios:

  1. espero el ultimo capitulo

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  2. que hermoso capitulo espero el final con ansias

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  3. ju!! le conto todo!!!:. espro que rochi ate cabos!!: y que gaston le diga que la ama de una vez por todas

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