Capítulo
3
me desperté a las seis en punto como
siempre para apagar mi alarma; la
silencié e
intenté, sin éxito, moverme lejos de Gaston. Tenía mi cabeza en
su pecho y
mi pierna encima de su entrepierna
Él tenía
su mano en mi
rodilla,
fijando mi pierna ahí, y su otro brazo envuelto tensamente alrededor de mi
cintura.
Cuando traté de moverlo, apretó su agarre, murmurando algo en sueño
sobre ya
no querer ir más a la universidad.
Moví mi
brazo y toqué su estómago.
—Seis en punto —murmuré,
tocándolo de nuevo cuando no abrió sus ojos.
Él gruñó y
apretó su agarre, moviéndome así que quedé completamente encima de
él. Jadeé
con la sensación,
era
extraño pero en verdad se sintió bien. ¿Qué demonios está mal conmigo? ¡Este
es Gaston
por amor de Dios! Traté de liberarme, pero eso sólo nos hizo rozarnos en
lugares en
los que preferiría no pensar en el amigo mujeriego de mi hermano, en
un
contacto mejor amigo. Mi cuerpo comenzó a cosquillear y no pude evitar que
un pequeño
gemido se me escapara de los labios. Oh Dios mío, ¡eso en verdad se
siente
bien!
—¿Gaston? —le susurré/grité.
Él abrió
sus ojos de golpe y me miró, impactado. Su expresión rápidamente cambió
a su
sonrisa de marca, la cual quería golpear fuera de su rostro.
—Bueno, buenos días, ángel. Wow, esto es una primera vez —ronroneó, alzando
sus cejas,
su sonrisa de asombro.
—¿Me soltarías por amor de Dios? —le susurré grité. Él alzó sus manos a modo de
rendición y rápidamente rodé de encima
de él.
—Son las seis —refunfuñé,
frunciendo el ceño.
Él se
volteó de lado para mirarme.
—Está bien. No estés enojada conmigo todo el día de hoy, por favor.
No sabía que
había
hecho eso, lo siento, Ángel, ¿está bien? —susurró, besando mi frente antes
de salir
rápidamente de la cama para ponerse su ropa.
—Está bien, lo que sea —murmuré,
posicionándome en su lugar cálido de la cama
donde
había estado acostado.
—Te veré después. —Me dirigió un
guiño antes de salir por mi ventana.
Dándome la
vuelta, enterré mi rostro en su almohada, todavía puedo olerlo y eso
me hace
sentir segura y calmada. Me hundí en un sueño pacifico por otra hora.
Después de
vestirme más pacíficamente que ayer, me concentré en mi iPod y
estaba
bailando felizmente cuando lo vi comiendo mi cereal de nuevo. ¡Cada jodido
día!
Suspiré y robé el cereal de sus manos.
—¡Demonios, Gaston, hay como cuatro cereales en las alacenas y sólo
comes el mío!
¿Por qué?
¿Lo haces solo para enojarme? —pregunté,
frunciendo el ceño, cuando
comencé a
masticar mi desayuno.
—Buenos días para ti también, Ángel —dijo educadamente, con una sonrisa de
diversión
en su rostro.
—Claro, hola. —Me dejé caer y
comí mi cereal mientras Nicolas entraba en la cocina.
—Hey, chicos, ¿están casi listos para irse? —preguntó Nicolas, lanzándonos a cada
uno una
caja de jugo como siempre.
Ambos
asentimos y nos dirigimos al auto de Gaston. Mientras me acercaba a la
escuela, Agus
me agarró y me llevó para una charla.
—¿Qué pasa? —pregunté,
preocupada.
Parecía un
poco desesperado; su cabello estaba desorganizado, como si hubiera
estado
jalándolo o pasando sus manos por él un montón, sus ojos estaban tensos
con
estrés.
—Olvidé que el cumpleaños de Daky es mañana, ¡y no idea de que
darle! —chilló
desesperadamente,
pasando sus manos por su cabello fuertemente, confirmando
mis
sospechas sobre el estilo.
—Cálmate, todavía tienes tiempo. Ahora, ¿qué clase de cosas le
gustan? —
pregunté,
pensando en Daky y todo lo que sabía sobre ella.
—Quería darle algo que pudiera quedarse con él, pero no sé
qué… —Cerró sus
ojos,
obviamente entrando en pánico.
—Agus, cálmate. ¿Qué te parece unos lindos pendientes? ¿Le gustan
las piedras,
verdad?
También podrías darle un nuevo joyero o algo para ponerlas dentro —
sugerí.
Su rostro
se iluminó.
—¡Sí! Tiene un gusto por los joyeros antiguo en este momento. ¡Esa
es una idea
genial! Oh
Dios gracias, Rocio. ¡Te debo a lo grande! Voy a saltarme la mañana
para poder
conseguirla —dijo, sonriendo emocionadamente y corriendo, gritando
adiós por
su hombro.
Caminé de
regreso al colegio, y noté que no había casi nadie.
Mierda
santa, ¿llego tarde? Comencé a correr por el pasillo; pude ver a Gaston y un
par de sus
amigos caminando hacia mí.
—Disminuye la velocidad, Ángel, te caerás —gritó Gaston, sonriéndome mientras yo
medio
corría, medio caminaba hacia él.
Cuando lo
pasé, él sacó su pie para hacerme tropezar, pero antes de que golpeara
el suelo
envolvió sus brazos apretadamente alrededor de mi cintura, y me levantó.
—Caray, Ángel, sé que soy caliente, pero no necesitabas caer a mis
pies —bromeó,
haciendo
reír a todos sus amigos. Lo golpeé en el pecho fuertemente, mirándolo—.
Oh también
me gusta un poco rudo, Ángel, sabes eso —dijo, sonriendo
retorcidamente.
Todavía no
había soltado mi cintura, dio un paso hacia adelante y presionó su
cuerpo
contra el mío, sus manos se deslizaron hacia mi trasero.
—Mmm, genial —ronroneó en mi
oído.
Odiaba ser
tocada; traía recuerdos de mi padre. Jadeé, y antes de que siquiera
pudiera
pensar en lo que estaba haciendo, subí mi pierna y lo golpeé . Él gruñó y me
soltó rápidamente, doblándose por la mitad y agarrando su
ingle.
—¡Mantén tus jodidas manos fuera de mí! —grité, tratando de no llorar. Estaba
luchando
por respirar y mis manos estaban temblando.
Me di la
vuelta para alejarme corriendo pero me agarró por la mano y me empujó
hacia él
de nuevo.
—Ángel, sólo estaba bromeando, sabes que nunca te haría daño —gimió.
Su voz se
quebró un poco, sonaba como si tuviera dolor. Miró directamente a mis
ojos; pude
ver la honestidad en sus profundos ojos acuosos. Me dio un
abrazo y
puso sus labios en mi cuello, justo donde se unía con mis hombros y
respiró
profundamente por su nariz, enviando a su aliento caliente a bajar por mi
cuello.
Esto es lo que siempre hacía para calmarme, cuando lloraba en su hombro;
esta era
la única cosa que parecía funcionar. Podía sentir su corazón latiendo
rápidamente
contra mi pecho, así que me concentré en hacer juego con mi
respiración
y la suya. Respiré su olor hasta que me había calmado. Me moví hacia
atrás y él
sólo me estaba mirando, arrepentimiento en su rostro.
—Lo siento. No debería haber hecho eso, Ángel, no pensé —dijo en tono de
disculpa.
Asentí con
la cabeza y bufé, limpiándome la cara con la manga.
—Yo también lo siento. ¿Te duele? —le pregunté, haciendo una mueca ante la idea
de cuán
fuerte le había dado un rodillazo.
Se encogió
de hombros.
—Estoy bien, fue mi culpa —respondió,
inclinándose para mirarme a los ojos de
nuevo. Aparté
la vista rápidamente, sintiéndome incómoda. Tenía la sensación de
que cuando
Gaston me miraba a los ojos, podía ver el verdadero yo, el que trataba de
esconderse
de todo el mundo, la niña asustada a la que no le gusta que la gente la
toque,
porque me traía recuerdos de aquellos domingos y mi padre llevándome al
sofá,
guiándome a sentarme en su regazo.
Cuando la
gente me tocaba, incluso las chicas, mi corazón se iba a toda marcha y
siempre
comenzaba a sentirme enferma. Las únicas excepciones a esto son mi
madre,
Nicolas y Gaston. Esta era la razón exacta por la que no tenía citas. La idea
de
que
alguien me tocara o besara, hacía que mi piel se pusiera de gallina.
Aparté la
vista de él y me di cuenta que tenía una gran mancha húmeda en el
hombro en
el que había estado llorando. La limpié, frunciendo el ceño.
—He arruinado tu camisa.
—Tengo otras, Ángel, no te preocupes —contestó con una sonrisa fácil, que no era
la sonrisa
de satisfacción que le ha dado a otras personas, era una sonrisa sincera,
los que por
lo general sólo se consigue en la noche o cuando no había nadie
alrededor.
Miré a mi
alrededor y me di cuenta que estábamos solos en el pasillo, me quedé
sin
aliento en estado de shock.
—¿Dónde? —murmuré, mirando
arriba y abajo del pasillo desesperadamente.
—Ellos fueron a clase —respondió—. Vamos, no hay razón para ir al final, así que
vamos a ir
por un trago o algo así. —Me tomó de la
mano hacia el
estacionamiento,
hacia su coche
—Gaston, ¿qué? ¡No puedo faltar a clase! —grité, mirando a mi alrededor
rápidamente
para ver si alguien veía a dos estudiantes escapando fuera de la
escuela.
Se echó a
reír.
—Vamos, Ángel, una clase no te hará daño. Ya estás diez minutos
tarde de todos
modos. —Abrió la puerta del pasajero y me hizo señas para entrar.
Suspiré y
de mala gana me subí dentro. Realmente no me importaba pasar tiempo
con
Gaston, pero eso sólo dependía de cual Gaston estaría aquí conmigo, el de la
noche
o el del
día. El Gaston de la noche era considerado, cariñoso y atento. El Gaston del
día
era un coqueto,
un hijo de puta y un pelmazo. Sin embargo, el Gaston del día y de la
noche me
hacía sentir segura y protegida. Me volví a mirarlo mientras conducía,
tenía una
pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Qué te pasa? —le pregunté, un
poco preocupada de que esto fuera a
convertirse
en una especie de broma que iba a acabar mal para mí o
avergonzarme.
—¿Qué quieres decir? ¿No puedo estar contento de que estamos
pasando un
tiempo
juntos? —me preguntó, y me dio un guiño coqueto. Puse los ojos y gemí.
Genial,
una hora con el Gaston del día es mi peor pesadilla.
No estaba
prestando atención a dónde íbamos, así que me sorprendí cuando nos
detuvimos
en el estacionamiento de la pista de hielo. Él sonrió y se levantó, y yo le
seguí con
el ceño fruncido.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —le pregunté mientras me agarraba la mano y me
llevaba
dentro. Tal vez tenían un buen café en el interior o algo, que era la única
razón que
se me ocurrió para que me trajera aquí.
Hizo caso
omiso de mi pregunta.
—Hola, por favor, dos —dijo a la señora
detrás del mostrador, entregándole el
dinero. Di
un grito ahogado, ¿en realidad íbamos a patinar? Había estado
patinando
un par de veces en mi vida, pero era completamente mala en ello.
—¿Necesitas alquilar patines? —preguntó la señora con una sonrisa amigable,
mientras
sus ojos discretamente recorrían el cuerpo de Gaston.
—Sí, un once y un cinco por favor —respondió, guiñándome un ojo. Fruncí el ceño
mientras
hablaba, preguntándome cómo demonios conocía mi talla de zapatos.
Le pasó
dos juegos de patines y él sonrió de nuevo, tomó mi mano y me arrastró a
los
bancos. Me di cuenta que la señora no dejaba de ver a Gaston mientras se alejó,
Me reí y
puse los ojos en ella, lo cual la hizo
ruborizarse
y mirar hacia otro lado.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Gaston,
mirándome extrañamente.
—Tienes otra admiradora —declaré,
asintiendo con la cabeza hacia la mujer—.
Simplemente
no puedes evitar ser tú mismo, ¿puedes? —bromeé con una pequeña
sonrisa.
—No te preocupes, no estoy interesado en ella —respondió, mirándome como si
quisiera
decirme algo.
—¿Preocupada? Gaston, yo no estaba preocupada. —Me burlé de eso, mientras
ponía los
ojos.
Nos
cambiamos a nuestros patines y nos dirigimos hacia el hielo. No había nadie
más allí,
probablemente debido a que era sólo justo después de las nueve de la
mañana.
—¿Por qué estamos haciendo esto? Sabes que no puedo patinar. —Hice una
mueca,
mirando el hielo, comenzando a entrar en pánico.
Él se rió
y tiró de mí hacia el hielo.
—Lo sé, lo recuerdo. No te preocupes, te ayudaré. —Gaston y mi hermano jugaban
hockey
sobre hielo para la escuela; Nicolas era el portero y Gaston el delantero.
Ambos
habían
estado patinando desde hace años, pero yo nunca había sido capaz de
hacerlo.
Me encantaba ver a la gente patinando y siempre deseé poder aprender,
pero
literalmente no podía ponerme de pie. Tomó mis dos manos mientras
resbalaba
y me deslizaba por todo el lugar. Él estaba patinando hacia atrás, frente a
mí.
—Estás doblando los tobillos ligeramente, Ángel. Trata de
mantenerlos de forma
recta, por
eso no tienes ningún control —dijo mirando mis
pies.
Me quedé
más recta y sentí que mis pies se deslizaban hacia afuera por debajo de
mí, al
instante, me agarró por la cintura y se inclinó hacia atrás de manera que
ambos
caímos y caí encima de él, su cuerpo rompiendo mi caída. Se rió debajo de
mí, me
empujó hasta las rodillas, así que yo estaba a caballo, luego me senté a su
lado. Yo
no podía ponerme de pie así que esperé a que se levantara primero.
—Está bien, intentemos el número dos. —Sonrió, tirando de mí a mis pies con
facilidad—. Párate derecha y mantén los pies quietos, te voy a tirar de todo
hasta
que puedas
conseguir el equilibrio. —Le dio una patada
en mis patines con
suavidad,
empujándolos para juntarlos a medida que se apoderaba de mis manos
con
fuerza.
Me las
arreglé para mantenerme en pie durante un tiempo antes de perder el
equilibrio.
Una vez más, me agarró por la cintura y se inclinó hacia atrás para que
cayera
encima de él.
—¿Por qué sigues haciendo eso? —le pregunté, empujándome a mí misma en una
posición
sentada de nuevo. Podía sentir el hielo comenzar a mojar la parte de atrás
de mis
jeans, haciéndome temblar.
—¿Haciendo qué? —preguntó,
mirándome con una expresión confusa.
—Cada vez que comienzo a resbalarme, te dejas caer haciéndome aterrizar
encima
de ti. Te
vas a lastimar —expliqué frunciendo el ceño.
Se encogió
de hombros.
—Mejor que sea yo que tú —murmuró en voz
baja, levantándome a mis pies otra
vez. Me le
quedé mirando, sorprendida. ¿Acababa de decir eso? Tal vez le oí mal—.
Estás
mejorando, duraste por lo menos un minuto más que la última vez —bromeó
con su
sonrisa patentada.
OK, eso se
parece más al Gaston que conozco, debí haberlo escuchado mal después
de todo.
—Ja, ja. Bueno, un minuto está bien para mí. Sabes que no puedo
hacer esto —me
quejé,
cayendo de nuevo al instante. Se las arregló para sostenerme sólo agarrando
mis
caderas, presionando nuestros cuerpos y levantándome del hielo de manera de
que
pudiera colocar mis pies de nuevo desde el principio. Sentí a mi corazón
empezar a
latir más rápido, pero no era por el temor habitual de que alguien me
estuviese
tocando, era algo más que no podía entender. Me sonrojé y miré hacia
otro lado
mientras él me puso de nuevo sobre mis pies.
—¿Por qué te sonrojas? —preguntó,
frunciendo el ceño, pero mirando divertido a
la vez.
—No me sonrojo. Hace frío, eso es todo. Mi trasero está congelado,
creo. —Me di
la vuelta
para mostrarle mis pantalones mojados, frotando mi trasero para tratar de
alejar un
poco el frío. Le oí tomar una respiración profunda y dejar escapar un
suspiro.
Miré hacia atrás para ver que estaba frunciendo el ceño con los ojos
cerrados,
lucía como si estuviera herido o algo.
—¿Estás bien? —le pregunté,
todavía frotándome el trasero. Él asintió con la
cabeza y
se quitó la camisa, allí parado en sus jeans de corte bajo y su camiseta
apretada
que dejaba ver los músculos que tenía debajo. Colocó su camisa bajo mi
cintura y
la ató con un nudo en el frente.
—¿Qué estás haciendo?, te vas a resfriar —lo regañé mientras trataba de desatar el
nudo que
había hecho.
—No te preocupes, estaré bien. La próxima vez traeré un suéter de
repuesto para
tu muy
delicado trasero —respondió, agarrando mis manos y
empezando a tirar de
mí otra
vez.
¿La
próxima vez? ¿Qué quiere decir con la
próxima vez? No es que no esté pasando
un buen
rato, pero estar aquí con Gaston, era extraño, se sentía raro. Bueno, eso no
era
estrictamente cierto ya que en realidad se sentía bien, por lo que se sentía
raro.
—¡Eso es! Lo estás logrando —susurró —lo que por
supuesto me hizo perder el
equilibrio
de nuevo. Me presioné contra él por tercera vez, riendo histéricamente.
OK, esto
era realmente divertido y no hacía daño. Usualmente, cuando venía a
patinar
con Nicolas y se cansaba de atraparme, simplemente me dejaba caer sobre mi
trasero
todo el tiempo. En unos treinta minutos estaba por lo general tan
magullada
y adolorida que me daba por vencida.
—Ves, ahora te estás divirtiendo. —Gaston se rió, sacudiendo los cristales de hielo de
su espalda
y sosteniéndome otra vez. Nos las arreglamos para patinar tres vueltas
enteras a
la pista antes de volverme a caer. Realmente estaba mejorando.
Después de
lo que pareció una eternidad, la pista estaba empezando a estar más
llena y mi
estómago comenzó a gruñir. Ya me estaba cayendo cada vez menos,
pero
seguía agarrando sus manos con un apretón mortal.
—¿Qué hora es? —pregunté
casualmente cuando nos detuvimos al lado de la
pista. El
primer período sin duda debía estar casi terminado.
Sacó su
móvil del bolsillo y aspiró el aire a través de sus dientes blancos nacarados,
produciendo
un sonido sibilante. OK, eso no sonó bien, tal vez nos perdimos
también
el segundo período…
—Eh, ángel, la escuela terminará en más o menos una hora —dijo haciendo una
mueca.
—¿QUÉ? —dije casi gritando, lo que le hizo
dar un respingo que a la vez me hizo
perder el
equilibrio. El me agarró y me deslizó a la baranda plástica de la pista para
mantenerme
de pie, su cuerpo presionado contra el mío, su cara a centímetros de
la mía. Mi
corazón comenzó a acelerarse de nuevo. Él no se movió. Simplemente se
quedó allí
mirándome, fijo en mis ojos hasta que comencé a sentirme un poco
mareada.
De repente me di cuenta de que no estaba respirando, así que tomé aire
en un
respiro irregular, el cual parecía sacarlo de allí.
Se retiró,
pero dejó sus manos en mi cintura, sosteniéndome.
—Será mejor que nos vayamos. Si tu hermano se entera de que he
estado contigo
durante
todo el día, me va a cortar las pelotas —dijo con fingido horror,
haciéndome
reír.
En lugar
de sostener mis manos para ayudarme a llegar al lado, continuó
sosteniéndome
por la cintura, patinando en reversa mientras me arrastraba. En
realidad
no sabía qué hacer con mis manos, así que las coloqué sobre sus
hombros.
Cuando comencé a caerme de nuevo, se agachó y me recogió en sus
brazos,
manteniendo uno de sus firmes antebrazos bajo mi trasero y forzando mis
muslos
alrededor de su cintura con la otra mano como si yo no pesara
absolutamente
nada. Se volteó en el lugar y patinó hacia delante, rápido. En
realidad,
daba un poco de miedo. Sostuve mi aliento y lancé mis brazos alrededor
de su
cuello, presionando mi cuerpo contra el suyo tan fuerte como pude,
probablemente
ahogándolo y sacándole la vida de golpe, pero no se quejó. En
lugar de
salir por la puerta como esperaba que hiciera, patinó alrededor de toda la
pista de
nuevo, para luego caminar fuera del hielo y bajarme en una banca.
¿Qué
demonios fue eso?
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté,
sintiéndome un poco incómoda de haber
tenido
todo mi cuerpo envolviendo el suyo. Sin embargo, no sé por qué me sentía
incómoda
al respecto, dado que el envolvía el suyo contra el mío cada noche.
—¿Hacer qué, Ángel? —preguntó, mirando
confundido.
Señalé el
hielo.
—Patinar una vuelta más. ¿Por qué no simplemente tomaste la salida?
Patinaste
pasándola —expliqué, frunciendo el ceño, pero al mismo tiempo sonriendo,
¡éste
chico es
realmente raro!
Parecía un
poco incómodo, pero luego reacomodó su expresión a su habitual
sonrisa de “hago derretir a las chicas”.
—Me retrasaste todo el tiempo; simplemente quería una vuelta en la
que pudiera
patinar de
frente, eso era todo. —Se encogió de
hombros.
Bien,
ahora me siento un poco culpable de no haberle permitido divertirse por
haberme tenido
que cuidar todo el tiempo.
—Gaston, ve y patina un poco. Me quedaré sentada aquí, está bien.
Tu también
debes
tener un poco de diversión —le sugerí,
regalándole una sonrisa.
Él sonrió.
—Tuve mucha diversión. —Su expresión
parecía completamente honesta, se
levantó
rápidamente y fue por nuestros zapatos.
En el
camino de regreso a la escuela pasó por el auto servicio de McDonalds.
—Hola, ¿puedo ayudarle? —preguntó el
altavoz.
—Eh, sí, quiero un combo de Big Mac con coca-cola y uno de cuarto
de libra con
queso con
malteada de fresa. ¿Todavía hacen esas cosas de queso fundido? —
preguntó
Gaston.
—Sí lo hacemos —crujió el
altavoz.
Él sonrió.
—Genial, un paquete de eso también, por favor. —Sólo lo miré, un poco atónita,
acababa de
ordenar mi comida y sabía exactamente lo que quería. Se volvió hacia
mí y
frunció el ceño—. ¿Por qué me miras de esa forma? ¿Me
equivoqué? —
preguntó,
mirando ligeramente preocupado y bajando la ventanilla de nuevo listo
para
cambiar la orden.
Negué con
la cabeza mirándolo con asombro.
—¿Cómo sabes lo que quiero?
Él
simplemente se rió y me miró como si hubiese dicho algo estúpido.
—Siempre pides lo mismo Ángel y adoras esas asquerosas cosas de
queso pero no
las tienen todo el tiempo, así que… —se encogió de hombros y rodó el auto hasta
la
siguiente ventana.
Bien,
ahora está empezando a asustarme. ¿Primero, supo mi talla de zapatos y
ahora
conoce lo que como en el McDonalds? Quiero decir, sé que probablemente
he venido
aquí con él y Nicolas mil veces, pero ni siquiera Nicolas sabe lo que ordeno y
es mi
hermano, por amor de Dios. Gaston se rió de nuevo y estacionó el auto en un
espacio
para que pudiéramos comer.
Estaba
hablando abiertamente sobre un concierto al que quería ir y de una película
que vio la
semana pasada sobre zombies que según dijo, me habrían matado del
susto.
Estaba sorprendida de cuán fácil era hablar con él; nunca había pasado tanto
tiempo con
él por mi cuenta antes. Usualmente estaba con Nicolas o con una banda
de chicos,
o tenía alguna sanguijuela adherida a su cuerpo, o estábamos
durmiendo.
Era en realidad muy agradable y divertido. No podía dejar de
preguntarme
por qué escondía su asombrosa personalidad detrás de la fachada de
prostituto,
con una actitud masculina de cerdo chauvinista; debería ser así más a
menudo.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Ángel? —preguntó, mirándome con seriedad.
Asentí con
la cabeza y terminé el resto de mi malteada—. ¿No confías en mí?
¿Cómo
pudiste pensar que iba a hacerte daño más temprano en la escuela? He
tenido
muchas oportunidades de tocarte o forzarte a algo más durante los últimos
ocho años,
¿no? ¿Por qué crees que te haría daño? —preguntó, luciendo muy
triste.
Tomé una
respiración profunda.
—Fue solo que me tomó por sorpresa, eso es todo; confío en ti,
Gaston, de verdad.
Sé que no
me harías daño, sólo que es difícil para mí, no me gusta que la gente me
toque. —Fruncí el ceño al no querer hablar de esto. Nunca nadie me había
presionado
por detalles acerca de cómo hacía con mi padre. He rechazado ir a la
terapia
desde que se fue, mi mamá y Nicolas han tratado de hablar de eso pero yo
simplemente
no quería que nadie lo supiera. Estaba avergonzada de eso y de lo
que él
acostumbraba a hacerme. Nadie nunca me había forzado a hablar de ello y
yo los
amaba aún más por ello.
Gaston
tomó mi mano.
—Sé que no, pero nunca te lastimaría. Necesito que lo sepas —dijo trazando
círculos
en la palma de mi mano. Todavía lucía realmente herido y molesto y quería
hacerlo
sentir mejor, pero no sabía cómo.
Lo único
que podía hacer era decirle la verdad.
—Gaston, cuando alguien me toca, mi corazón se acelera y comienzo a
sentirme
mareada y
enferma. Es algo sobre lo que no tengo control. Las únicas personas con
las que no
me pasa, es con mi mamá, con Nicolas y contigo. Lamento si te molesto,
pero no
puedo evitarlo. Confío en ti, de verdad.
Esto
parecía hacerlo sentir mejor y su rostro se iluminó.
—OK, está bien. Regresemos antes de que tu hermano tenga a los
perros de
ataque
listos para rasgarme la garganta —sugirió, riendo
entre dientes. Me
acomodé en
mi asiento mientras él manejaba de regreso a la escuela. Entramos al
estacionamiento
de la escuela cinco minutos antes de la campana de salida.
—Eh, Ángel, probablemente lo mejor sea no contarle nada de lo de
hoy a tu
hermano.
No se supone que pase tiempo contigo —dijo encogiéndose
de
hombros.
No se
supone que pase tiempo conmigo. ¿Qué significa eso?
—¿Por qué no? —pregunté
confundida.
Me miró a
los ojos de nuevo, haciendo que mi corazón se acelerara un poco.
—Nicolas lo dijo. Y
toma en cuenta de que soy un “desagradable prostituto” como tú
tantas
veces has dicho. Aparentemente, solo quiero tocar tu muy agradable trasero
—dijo con una sonrisa—. Lo cual estaría
más que feliz de hacer, si tú lo quieres. Ya
sabes,
como pago por la clase de patinaje —bromeó,
guiñándome un ojo.
Di un
grito ahogado. Acababa de pasar todo el día con este chico pasándola muy
bien y él
podía arruinarlo todo en una loca frase.
—Realmente eres un cerdo a veces, ¿sabías? —gruñí saliendo del coche y azotando
la puerta.
Pisé fuerte en dirección al edificio de matemáticas donde debía estar,
para por
lo menos aparentar que había estado allí si caminaba en la dirección
correcta.
Vi a
Nicolas a caminar hacia el coche, así que le di unos minutos antes de hacer mi
camino y
meterme en la parte de atrás como si nada hubiera sucedido.
—Oye, Rochi, ¿tuviste un buen día? —preguntó Nicolas cuando entré en el coche.
—En realidad sí lo hice, todo el día excepto justo al final cuando
alguien lanzó un
golpe
hacia mí —le respondí con un encogimiento de hombros. Nicolas
inmediatamente
le dio a Gaston una palmada en la parte posterior de la cabeza.
—¡Ay, mierda, ¿Por qué fue eso? —preguntó Gaston, frotándose la cabeza.
—Por golpear a mi hermanita. —Nicolas se encogió de hombros.
—¿Cómo sabes que fui yo? —se quejó Gaston.
Me reí mientras Gaston me lanzaba una
mirada
sucia y saqué mi iPod.
—Rochi, viéndose como es viernes... —dijo Nicolas, apagándose.
Gemí,
sabiendo al instante de qué se trataba. Su tradición semanal.
—¡No! ¡Ninguna fiesta! Vamos, Nicolas, ¿en serio? ¿Tiene que ser en
nuestra casa
todas las
semanas? ¡Ni siquiera hay juego esta noche! Se supone que es una fiesta
para después del juego. Quiero decir,
¿nadie más puede hacerla por una semana
para que
no tenga que limpiar todo después de que se larguen tus idiotas amigos
borrachos?
—pregunté, mirando a Gaston de nuevo.
—¡Oye no me metas en esto; siempre ayudo a limpiar! —exclamó Gaston a la
defensiva.
Suspiré,
sintiéndome derrotada. Mi hermano hacía una fiesta en nuestra casa todos
los
viernes por la noche porque no teníamos supervisión paterna, así que era más
fácil
hacerla en nuestra casa. No sé por qué me molestaba en quejarme al respecto,
sucedía
independientemente de si me gustara o no. Subí el volumen de mi iPod
para
ahogar la voz de los chicos hablando sobre con quién se iban a enredar y miré
por la
ventana. Pude ver a Gaston tratando de hacer contacto visual conmigo por el
espejo
pero no le hice caso y fingí que me perdía por completo en la canción.

que lindo capitulo no tengo ganas de saber que pasa en es fiesta gracias por subir :)
ResponderEliminarQue buen capitulo! Me gusta el Gastón sensible y sincero!! Espero el próximo!!!
ResponderEliminarEs muy linda la historia! Quiero mas.
ResponderEliminarme encanto mas!!
ResponderEliminarMe encanto, sube el otro ya por favor! Quiero saber como sigue!!!
ResponderEliminarBesos :)