Capítulo 34
::Rochi::
no tengo idea de cómo
llego a la minivan de Lali para el
viaje a casa. Sólo
puedo flotar por el estacionamiento como
un globo de helio
agarrado suavemente a la mano de Gaston.
¡Mis labios y mejillas
arden mientras mi mente reproduce y repite a mí
besando a Gaston! ¡Gaston
besándome! Cada centímetro de mi piel está en
llamas. Juro que
todavía siento sus manos rozando mis mejillas, sus dedos
posados en la parte
posterior de mi cuello y pasando por mi cabello.
Besarse es
sorprendente… extraño… ¡hermoso! Todo lo que no
esperaba, pero es todo
lo que había soñado.
Mis mejillas arden de
nuevo. Sé que he estado en un constante
estado de ―sonrojo‖
desde que Peter y Lali nos interrumpieron, pero
parece que no puedo poder
detenerme.
No quiero detenerme.
—¿Cansada? —pregunta Gaston
mientras esperamos a que Lali
encuentre sus llaves y
abra la Van.
Por primera vez, no
siento la necesidad de mentir. —Sí. Mucho.
Él sonríe pero sus
ojos están oscuros, con problemas. Casi puedo ver
la tensión radiando de
su expresión.
—No te preocupes.
Estoy segura de que tu abuela está bien —digo,
esperando calmarlo.
Abro la puerta de la
Van. Le grito a Lali que está en el otro lado
del auto: —Lali,
préstale tú celular a Gaston para que llame a casa. Está
muy estresado.
—Sí… espera —dice
ella.
—No es eso —dice Gaston,
bajando su voz. Sus ojos brillan y se
nublan más—. Yo…
necesito terminar nuestra conversación. En verdad.
Tengo que saber que
estamos en la misma página.
Pongo un rápido y
atrevido beso en sus labios antes de subirme a la
Van.
—Lo estamos. Estoy
dentro. Tú ganas. Te daré una oportunidad.
Confiaré en ti —digo
por encima de mi hombro—. Simplemente primero
llama a tu abuela para
que puedas hablarme sin expresión extraña y de
total molestia en tu
rostro.
Paso los asientos con
cinturones dirigiéndome hacia la banca,
agarrando el orangután
gigante de color azul que Gaston puso antes en el
auto. Empujo la cosa
monstruosa en una especie de bola mientras Gaston
llega a la Van y toma
el asiento junto a mí.
—Amo mi nueva
almohada. Gracias de nuevo por ganarlo.
Sin una palabra él
aprieta el incómodo animal de felpa en su regazo.
—Esta vez, te abrochas
en el medio. Yo también soy tu almohada. Si no
puedes aceptar eso, el
mono sufrirá una muerte terrible.
Complacida, descanso
mi cabeza en el mono e inclino mi peso en
Gaston. Nunca había
estado tan consciente de cuan largas son sus piernas.
Huele a limas y cálido
como siempre. Pero esta vez tiene un olorcillo a
algodón de azúcar
saliendo de su camisa. Suspiro, sintiéndome
completamente a salvo
e increíblemente cómoda. Feliz, completamente…
de nuevo. Medio quiero
gritar.
OMG. Besé a Gaston Dalmau
y fue INCREÍBLE. ¡Y él es mi novio!
Lali enciende el auto
y se da vuelta para lanzarle su celular a
Gaston. Él lo atrapa
con una mano dejando la otra en mi cabello.
—Probablemente no
tenga señal hasta que nos acerquemos a
Denver —dice ella.
—Pensé que dijiste que
ella llamó al móvil de Peter. Si no hay
señal… ¿cómo entró la
llamada? —pregunta Gaston.
Peter dice con
entusiasmo: —Nos estábamos besando en la
atracción del cielo,
es el único lugar que tiene señal. Estábamos en el
punto de darse la
vuelta. La Abue arruinó mi movida de ―mano-pordebajo-
de-la-camisa‖.
—¡Peter! ¿No puedes
decirle que simplemente estábamos
disfrutando la vista?
—dice Lali—. Y en cuanto a tú movimiento,
estoy segura de que no
lo noté.
—Oh, estaba en pleno
auge. Estaba a punto de dejar que mis dedos
disfrutaran de la
vista del encaje en la tira de tus hombros y luego, iba a
revisar ese pequeño
lugar en el lado de tu cuello que le gusta tanto a mis
labios. Y luego iba a
buscar más encaje y probar un poco….
—¡Cállate! O estás a
punto de disfrutar este viaje a casa desde el
parachoques.
Peter se ríe,
totalmente desvergonzado. —¿Qué? Un chico puede
soñar.
—En cuanto te lo
guardes para ti. De otra manera, mi papá estará
feliz de ayudarte a
ajustar los sueños que respectan a mí y el encaje en mi
ropa interior en
cualquier momento.
Uno de ellos enciende
la música, ahogando el resto de su discusión-flirteo.
Suspiro. Disfrutando
el momento, la calidez del cuerpo de Gaston tan
cerca al mío y la piel
de gallina que sube y baja por mis brazos. La mano de
Gaston, con la que
había estado jugando con las puntas de mi cabello, ha
viajado a mi mejilla.
Se queda ahí por un momento y viaja a mis hombros
para que pueda frotar
mi cuello suavemente.
Me relajo
completamente. Se siente tan increíble.
* * *
Nada
pasó.
Salgamos
de aquí.
Eres una
chica afortunada… afortunada, afortunada chica.
—Hay alguien
aquí.
La voz del
hombre está muy lejos. Sofocación blanca es lo único que
veo. Mi
estómago da vueltas y se mueve con la náusea. Necesito encontrar
un poco de
aire que no esté recalentado. Todo comienza a dar vueltas.
Trato de
voltearme, porque creo que puedo vomitar pero parece que no
puedo
moverme muy lejos.
Confundida,
miro mi brazo. Está atrapado —atado— por encima de
mi cabeza.
En el otro lado hay de la cosa blanca que me está sofocando. Mi
mano me
duele y no me puedo mover.
Jalo mi
brazo tan fuerte como puedo.
Y recuerdo.
Recuerdo.
Ya había
tratado de jalar para liberar mi brazo cientos de veces. Mi
último
intento finalmente me ha cortado la muñeca. Ahora sangre está
manchando la
sábana que hay encima de mí. Mi sangre. En la sábana.
Eso es lo
que es lo blanco… una sábana. Una sábana…
Miro al
largo chorro de rojo que ha mojado. Está goteando una línea
por mi
brazo. Escucho la voz de nuevo.
—Parece
estar desmayada. Me pregunto qué demonios sucedió
aquí…
—Ayuda
—grazno. La parte posterior de mi garganta se siente
desgarrada…
como si hubiera sido golpeada con un soplete—. Por favor
me pueden
sacar. Desatarme. Por favor. Quiero salir.
Me miro y me
doy cuenta de que sólo estoy usando bragas. Sin
sostén. Mis
mejillas están mojadas como si hubiera llorado por mucho
tiempo.
Vergüenza, pánico y miedo absoluto solidifican el nudo en mi
garganta
hasta que me estoy ahogando.
El miedo me
tiene de nuevo tirando frenéticamente de mi brazo. No
me importa
que duela.
—Estoy por
aquí. ¿Hay alguien ahí? —grito de nuevo. ¿Por qué mis
piernas no
se mueven?
—Por favor…
Escucho
llaves, el choque de metal y una extraña y ruidosa estática
volviéndose
más fuerte. Luz golpea mi rostro como un golpe y me encojo
contra ella
mientras la sábana es quitada.
—¡Qué dem…!
—La voz del policía es tan fuerte que corta por el aire
como
cuchillos afilados.
—Ahora estás
a salvo —dice él. Siento la sábana regresando
rápidamente
para cubrir mi desnudez, pero mantiene mi rostro libre de la
tela.
Sólo deseo
que no lo hubiera hecho.
Deseo que hubiera
escondido mi rostro. Que lo hiciera para que no
pudiera
respirar de nuevo, porque ahora, creo que quiero morir. No quiero
hablarle. No
quiero estar aquí. ¡No quiero estar aquí!
—Jovencita,
¿puede decirme que sucedió? ¿Cuántos años tiene?
¿Sabe su nombre?
—La voz es amable, pero los flashes refractivos de la luz
brillando en
su chapa, sus esposas, la hebilla de su cinturón e incluso del
pequeño
broche que sostiene su pistola en el lugar, haciéndome difícil
para
encontrar su rostro cuando abro los ojos de nuevo.
El zumbido
de estática incrementa y emite pitidos. Me doy cuenta
de que es el
walkie-talkie del oficial, el cual está junto a mi oído. Se
arrodilla
junto a mí y brilla la luz justo en mis pupilas, luego en mi brazo
atado.
—Este es
O‘Connor. Requiero una oficial femenina tan pronto como
sea posible.
Arriba, habitación principal. Tengo lo que parece ser un 261 o
un 261A.
Más zumbido
alto, y luego una respuesta metálica: —Estacionando
afuera. —Es
la voz de una mujer—. ¿Puede esperar por dos minutos? Fin.
—Esperaremos.
Ambulancia requerida en la escena. Código 50.
Transporte
básico. Victima consciente y respirando. Esperando por una
actualización
de posibles heridas.
—Ambulancia
enviada. —Una tercera voz dice por la radio.
El oficial
se inclina más. Finalmente puedo registrar su rostro.
Parece
preocupado. Es más viejo que mi padre. Sus ojos son amables.
Seguros.
Estoy
segura. Segura. Él dijo que estaba segura.
Todo lo que
he estado reteniendo, mi miedo y dolor, me sobrecoge y
comienzo a
llorar de nuevo.
—Mi brazo
—digo—. Voy a vomitar. Mi brazo y mano, duele tanto.
Por favor
ayúdeme a bajar mi brazo.
—Permanezca
calmada. ¿Sabes dónde estás? ¿Puedes decirme tu
nombre? —Sus
manos se mueven para cortar el nudo con mi cuchillo.
—Rochi. Soy
Rochi Igarzabal. Estoy en la casa de Peterson. En una fiesta.
—Es un nudo
de corbata —murmura, soltando mi muñeca—. Voy a
tener que
cortar el nudo con mi cuchillo. ¿Eso está bien? ¿Puedes quedarte
completamente
quieta?
Asiento. Él
saca un largo cuchillo de bolsillo negro y lo desliza por el
nudo. Mis
brazos caen a mi costado como si ya no fueran parte de mí.
Requiere
toda mi concentración ponerlos por debajo de la sábana. Está
tan
entumecido que sólo puedo registrar el peso de él presionado contra
mi pecho
desnudo.
—Eso se vio
mal.
Sostiene mi
mirada. Sus ojos escaneando mi rostro. Aparto la mirada
y veo mi
ropa amontonada en una pila cerca de sus pies y mi cabeza
comienza a
dar vueltas de nuevo.
—¿Estás
herida en alguna otra parte? ¿Has sido violada?
—Casi, creo.
Casi —susurro.
—¿Segura?
—Su voz se apaga—. ¿Asumo que no fuiste atada así por
tu propia
voluntad?
—No.
Lloro más
fuerte. Mi brazo lentamente se está despertando… sus
agujas y
alfileres. Miles de ellas, todas al mismo tiempo. Gimo.
Él olfatea
el brazo medio vacía junto a la cama. —Esto es vodka
puro.
¿Cuánto has bebido esta noche? ¿Recuerdas si tomaste alguna
píldora?
¿Fumaste algo?
—No. No.
Bebí esas limonadas abajo. Y no me sentí bien. Él, un
chico, me
dijo que si subía a aquí donde estaba más callado me sentiría
mejor. Me
dijo que eso era agua. Me hizo beberlo. Y luego no me pude
mover en
absoluto. —Estoy jadeando por aire mientras lloro—. Me hizo
beber tanto.
—Me ahogo—. Él… dijo.
Dijo que era
hermosa.
—¿Quién era?
Necesito un nombre. ¿Quién te trajo a aquí?
—No lo sé.
Pensé que él era agradable.
Me incliné y
vomité en el tapete. En los zapatos del oficial. En mi
arrugada
nueva camisa azul que está al revés que está amontonada en una
pila.
—¡Mierda!
—El oficial se mueve hacia atrás—. Está bien. Está bien.
Respire
lentamente. Estás bien. Creo que eres una chica muy afortunada.
Vas a
estar bien. Nada sucedió. Vas a estar muy bien.
Él
camina hacia el baño y regresa con una papelera pequeña y
plateada
forrada con una bolsa de color rosa y aromatizada y la pone
debajo
de mí. Vomito de nuevo, esta vez por encima del fajo de pañuelos
en el
fondo hasta que ya no queda nada más.
—Necesito
irme a casa… pero no puedo mover mis piernas.
—Está
bien… espera. Vamos a sacarte de aquí en ambulancia. Hay
una
posibilidad de que hayas sido drogada.
Miro,
y miro y miro a las algas marinas junto a la cama en un
tazón
de cristal. Me hago creer que si miro lo suficiente, puedo
despertarme
una segunda vez en la playa y nada de esta noche habrá sido
real.
Que esto sólo fue un sueño. La habitación gira de nuevo.
Un
sueño. Un sueño. Esto es solamente un sueño.
Me
digo esto una y otra vez hasta que mi voz coreando estas
palabras
es la única cosa que escucho. Las algas de mar son lo único que
veo.
Un
segundo oficial, una mujer, entra en la habitación.
Ella
se inclina junto a mí, bloqueando mi vista de las algas en el
tazón.
Más preguntas.
Hago
mi mejor esfuerzo intentando responder: ―Rochi
Igarzabal. Tengo
catorce.
No. No fume. Nada de agujas. Nada de píldoras. Vivo en Ridge
Road.
Número 55. No lo sé. Él me hizo beber algo. Tenía cabello castaño,
ojos
cafés… y era alto. Realmente alto y muy fuerte. Demasiado fuerte. Mi
mamá
se encuentra en el 443—8763.
El
primer oficial se acerca de nuevo, su rostro todavía con una
disculpa.
Triste. Su voz se ha vuelto amigable, pero lo dice de nuevo: —
Ella
es una chica muy afortunada. Eres una muy, muy afortunada chica.
—Lo
eres querida —dice la mujer oficial. Cierro mis ojos—. Una
chica
muy afortunada.
He
terminado de hablar con ellos.
* * *
Afortunada. Afortunada.
Afortunada. Chica afortunada.
Simplemente que… no me
siento muy afortunada.
Los recuerdos me
inundan.
Mi buzo cuando le
bajan el cierre y me lo quitan.
—Está bastante
caliente aquí arriba para estar usando eso —dice él,
riéndose después de
que yo casi me ahogo con la bebida de sabor ácido
que forzó por mi
garganta. Sonríe como si pensara que él no pensara que
acaba de ser malvado.
Como si fuéramos
amigos.
Mis brazos duelen
donde él todavía me tiene agarrada. —Eso está
mejor. Toma un poco
más.
Vierte más en mi
garganta. Trato de no tragar. El frente de mi
camisa está empapado.
Toso y un poco más baja por mi garganta. Lo
empujo y trato de
ponerme de pie, para correr, para golpear pero en
cambio, caigo en la
alfombra con un estruendo.
Eso lo hace reír.
—Guau ahí. Eso es cierto. Dale un minuto para que
se acostumbre.
Extiende su mano hacia
mí y jala de la goma que sostiene mi cola de
caballo mientras estoy
ahí, tendida en la alfombra verde de los Peterson.
—Lindo —dice él,
pasando su mano por mi cabello y retirándolo de
mi rostro.
Trato de detenerlo
pero mi mano ahora está hecha de madera. Sólo
se mueve unos
centímetros y luego se detiene en mi cadera.
—Casi estás ahí. Te
traeré un poco de agua —dice.
Sonríe y me para,
depositándome en la cama tan fácilmente como si
fuera una muñeca de
trapo. Está silbando mientras camina dentro del
baño. Como si todo
estuviera normal. Me las arreglo para arrastrarme y
agarrarme al marco de
la cama. Mis ojos están en la puerta pero no puedo
moverme hacia ella. Regresa,
pero no con lo que prometió. Él mira en mis
ojos como si estuviera
buscando algo; pero ya no puedo registrar su rostro,
o como se ve él. Dónde
estoy…
Y posiblemente… quien
soy yo se desvanece en el zumbido que está
llenando mi cabeza.
Todo lo que puedo ver
es un borrón de ojos negros y una extraña
sonrisa confiada que
no me gusta en absoluto. Él sube mi camisa azul por
encima de mi cabeza,
luego, mi camisilla. Mi sujetador sigue después.
—No.
Mi voz es sólo un
susurro. Mis extremidades no se mueven.
Él me toca… y no soy
capaz de detenerlo… y ya no puedo ver su
rostro…
—Voy a hacerte sentir
muy bien. Y vas a hacerme sentir muy bien.
Va a ser divertido.
—No. No. No quiero
esto. Por favor —gimo, arreglándomelas para
alejar sus manos de mi
cuerpo cuando me siento, pero él fácilmente me
empuja hacia abajo de
nuevo.
—Shh… shhh.
Eso es todo lo que
dice mientras ata mis brazos a la cama. La única
disculpa que me hace
es que lamenta que se haya tomado tanto tiempo
eligiendo cuál corbata
del Señor Peterson usar.
Azul. Son corbatas
azules. Ambas.
Me quita mis jeans.
Dios, cuanto quiero
gritar porque sus manos son ásperas, raspando
contra mi piel
desnuda. Volteo mi rostro lejos del de él. Mis padres y el
Señor Peterson son
amigos. Esta es su cama. Esta es la fiesta de su hijo. Se
supone que debo estar
en una pijamada. ¡No aquí! Todo está en este lugar,
pero se supone que no
debo estar aquí. Nos escapamos… no se supone que
esté aquí. Y quiero
irme a casa.
Madera oscura,
chimenea oscura, muebles oscuros, ojos oscuros en
el chico que no deja
de tocarme.
Hay una pintura de
dunas movidas por el viento colgada en la pared
lejana. Y junto a la
cama, la cama del Señor y Sra. Peterson, hay algas de
mar pulidas y con las
puntas moradas que brillan, son translúcidas y
frágiles en un tazón
de cristal.
Junto a la cama. Junto
a la cama donde estoy siendo tocada y no me
puedo mover. Algas
marinas.
Sus manos trabajan
para bajar mi ropa interior. Se aleja de mí por un
segundo y pienso que
va a detenerse. Pero la luz brilla de la hebilla
plateada de su
cinturón y sé lo suficiente para comprender que sigue.
Trato de gritar de
nuevo. Moverme. Nada funciona.
Un sonido y un azote
de puerta en una pared nos tiene a los dos
mirando hacia la
dirección del sonido.
Alguien está en la habitación.
—¡Necesitas detenerte, ahora mismo!
—¿Qué demonios? Amigo.
¡Sal!
—La policía se está
dirigiendo hacia aquí. Alguien se tropezó con la
alarma o algo así. Hay
tres patrullas afuera.
—¿En serio? Demonios.
Sal de aquí. Tengo tiempo.
—No. No. —Mi voz sale
a la superficie, liberada de las hojas secas
que estaba
reteniéndome como rehén—. Por favor, no —susurro mientras
mi mirada busca a la
persona conectada a la sombra en la puerta.
Su voz se quiebra
cuando él dice: —Detente. Amigo. Detente. Esto
te va a sacar del
equipo en todos los sentidos. Pensé que tenías a un
recluta viniendo a
verte la próxima semana. Sólo aléjate.
—Mírala. Puede valer
la pena. Estoy a punto de explotar. Ella ni
siquiera me está
peleando. Está tan jodida.
—Ese es el timbre de
la puerta.
—¡Joder! —Camina hacia
la ventana y finalmente puedo respirar
porque está lejos de
mí.
Siento un poco de
locomoción regresando a mis extremidades.
Quiero liberar mis
brazos. Para correr. Jalo contra las ataduras, pero el
ejercicio me agota. El
otro chico camina más cerca. Mortificada, porque
estoy desnuda, cierro
los ojos.
—Amigo. Está cortada
en los brazos. ¿Qué quieres decir con que no
está peleándote?
—Bueno… no se estaba
quejando. Tal vez le pediré que vaya conmigo
al baile de
graduación. Volverlo a hacer. ¿La conoces?
—Sí, la conozco. ¡Y te
recomiendo que te quedes jodidamente lejos
de la chica que acabas
de intentar violar! Tú idiota.
Un fuerte crujido
suena mientras una sábana es desdoblada y flota
por encima de mí.
Queda suspendida en el aire por lo que parece por
siempre, finalmente
drapeándose encima de mi desnudez.
—Eres valiente, para
ser un novato de 45 kilos. Vamos, cálmate.
Nada sucedió.
—Aléjate, bastardo.
—El chico nuevo pasea por alrededor de la
cama.
—Nada pasó… además
ella no recordará. Un chico que conozco me
dio drogas para su
bebida. Ni siquiera será capaz de recordar tu rostro o el
mío. Una lástima
desperdiciar todo para nada, sin embargo.
—¡Mierda! ¿Qué has
hecho?
Manos. Manos
diferentes. Temblando. Temblando de igual manera
como tiemblan las
mías. Jalan la corbata que sostiene mi brazo que duele
más, pero cuando no se
mueve, él se mueve alrededor de la cama para tirar
de la otra.
—¡Mierda! Estas
ataduras no están aflojando.
—No tenemos tiempo.
Simplemente salgamos de aquí.
—Espera. Vas a estar
bien —me susurra. Un nudo sale y mi mano
cae en la cama.
No puedo hacer nada
más que llorar mientras tira de mi otro brazo.
No estoy bien. NO.
BIEN. El chico nuevo se está poniendo molesto. Ahora
grita. No a mí. Tal
vez por mí. No lo sé.
—Ella está
prácticamente comatosa, no podemos simplemente
dejarla aquí, no así.
Puedes apostar tu trasero que si ella no recuerda, voy a
llenar los vacíos.
¡Vas a caer! Si crees que no voy a contar, estás loco.
—Lo que sea. Será tu
palabra contra la mía. No hice nada. Tal vez
puedo decir que tú le
hiciste todo esto. Trata de delatarme y aplastaré tu
trasero de perdedor,
estúpido y de primer año en todas las formas
posibles.
—Hazlo lo peor que
puedas y yo haré mi intento. Drogaste a una
chica e intentaste
violarla. ¿Eso ya ha sido registrado o has hecho esto
antes
maldito-idiota-loco?
—¿El Entrenador
Williams sabe que eres un llorón? Vámonos.
Vamos. Ya déjala. No
voy a ser atrapado en esta habitación. Ella estará
bien. Perdí la cabeza.
Y tal vez esto fue una mala idea. De cualquier
manera, nada sucedió,
¿verdad? No sé qué estaba pensando y no seguí el
plan. Simplemente,
vamos.
—Ayúdame a desatar su
otro brazo primero.
—Si no te vas ahora
conmigo, todo el equipo tendrá que sentarse en
los próximos tres
juegos. Y en las estatales. ¿Es por eso que viniste, a
advertirme? ¿Uno por
el equipo?
—No estoy aquí por ti.
—Él me habla entonces, su voz baja…
asustada… enojada—.
Vas a estar bien. Estás bien. Rochi, lo siento tanto. No
puedo quitar este
nudo. No sé qué hacer.
Miro a sus ojos
verdes-dorados que están angustiados. —No lo hice.
Él me hizo…
—Rochi… lo sé. Lo sé.
Lo siento. Lo siento tanto.
—Dalmau. Si no sales
de aquí conmigo, entonces voy a meterte la
culpa de la escena a
ti.
—No me dejes aquí. Por
favor. No me dejes aquí sola —susurro.
Él suelta mi brazo y
da un paso hacia atrás. —Lo siento, pero yo…
yo… vas a estar bien.
La policía está fuera. Lo siento tanto…
Sus pasos se
desvanecen. La puerta se cierra. Y estoy sola.
Le ordeno a mi mano
libre a liberarse. Después de que un largo
tiempo pasa, soy capaz
de subirme mi ropa interior. Luego, tiro del brazo
que sigue atado a la
cama. Cuando no se afloja, miro y miro a las algas.
Me digo a mi misma,
una y otra vez, y otra vez de nuevo que todo
esto es un mal sueño.
Un sueño. Un sueño muy
malo.
* * *
Me despierto jadeando
por aire dentro de la mini van. Gritos
silenciosos llenan mi
cabeza.
Es todo lo que puedo
hacer para mantenerlos dentro.
Por ahora. Espera.
Espera.
Náusea inunda mi
cuerpo; pero me quedo muy quieta, luchando por
contenerme. La Van
está en silencio y mi piel está cubierta por una
delgada capa de sudor
frío. Gaston y Peter deben estar dormidos. Luces de
la calle pasan por la
ventana. El movimiento de detenerse-arrancardetenerse
me dice que salimos de
la avenida.
Recuerdo. Recuerdo.
Me doy cuenta de que
estamos en mi vecindario.
Casi en casa.
Casi violada.
Casi. Casi.
Me desabrocho el
cinturón y me meto en uno de los asientos.
Necesito estar tan
lejos de Gaston Dalmau como pueda. Mi cabeza gira doble
velocidad. Agarro la
manija y tiro fuerte, pero los seguros de seguridad la
mantienen cerrada.
—Lali. Detén la Van.
Necesito salir.
Escucho a Gaston
despertarse y moverse en el asiento junto a mí. —
¿Qué pasa, hermosa?
Esa estúpida palabra
desata el pánico. Me golpea como una bomba.
—No me digas así.
Nunca me digas así —grito—. Dije que
detuvieras el auto.
Necesito salir.
Lali me mira por el
retrovisor. —Pero, ya casi estamos en tu
casa… sólo espera…
—DETÉN LA VAN. AHORA.
NECESITO SALIR. ¡AHORA!
¡AHORA!
Gaston se sienta hacia
adelante. —Rochi. ¿Qué está mal? ¡Rochi! —Él pone
una mano en mi espalda
justo cuando Lali se mueve para
estacionarse.
Golpeo el botón que
abre la puerta. —NO ME TOQUES. NO ME
TOQUES. JAMÁS. JAMÁS.
Oh, Dios mío. OH, DIOS MIO.
Salgo disparada de la
van. Él me está siguiendo. Corro unos cuantos
metros por la acerca
antes de que la náusea me gane. Me doblo y vomito
en la calle.
Gaston, Lali y Peter
se encuentran conmigo. Gaston ya está
agachado junto a mí y
tratando de ponerme en sus brazos mientras otra
ronda de náusea me
ataca. Grito, lo golpeo y lo empujo lejos.
—No. No. ¡No me
toques! No dejen que me toque. Lali, por
favor. No dejen que me
toque. Por favor. ¡Nunca me vuelvas a tocar! Me
acuerdo. ¡Te recuerdo
a TI!
Gaston aleja sus
manos.
Vomito de nuevo. Puedo
escuchar la voz de Peter en un lugar
cercano.
—¿Qué está mal?
¿Demasiado dulce?
—Díselos. Díselos
—dijo ahogada.
Cuando Gaston no
responde, Peter susurra: —Amigo. Gaston. ¿Qué está
pasando? ¿De qué está
hablando?
Lali se sienta junto a
mí y pone su brazo suavemente alrededor
de mí. Pongo mis manos
encima de mi ojos, tratando de que deje de llorar
y que reúna un poco de
fuerza de Lali. Ella me ayuda a ponerme de
pie.
—¿Fue uno de esos
sueños que dices que tienes?
—No fue un sueño. Un
recuerdo. Me acuerdo.
Subo mi mentón tanto
como puedo y me hago mirar hacia Gaston.
Quiero observar su
expresión mientras digo esto.
—Primer año, estaba en
una fiesta y un chico de último año, jugador
de hockey de último
año casi me violó. Me llevó arriba después de decirme
hermosa. Forzó un
montón de vodka en mi garganta. Luego trató de
violarme. Y Gaston
estuvo allí.
Gaston da un paso
hacia atrás.
—Y tú lo viste. Y tú
sabías —gimoteo, deshaciéndome de nuevo—.
Por qué. ¿Por qué no
me dijiste? ¿Por qué has sabido cada segundo de la
peor noche de mi vida,
y sólo me entero hoy? ¿POR QUÉ? Dios. Sabías
esto hace años.
Miro salvajemente a Peter
y Lali. —¿Ustedes también sabían?
Lali, cuando te conté
sobre esto el otro día, ¿ya sabías?
—No. No sabía. Lo juro
—dice Lali, dirigiendo una mirada de
cuestionamiento a Gaston
y siento un poco de alivio en que Lali no esté
mintiendo.
Peter me está mirando
como si estuviera a punto de tener que usar
una chaqueta de locos.
Es bastante obvio que esta es la primera vez que
también ha oído esto.
—Rochi… —Su voz está
temblando—. Les prometí a tus padres que
no diría. Y luego,
estaba asustado de que fuera a perder. Por favor, déjame
explicarlo. Lo
intenté.
El mundo de debajo de
mis pies se cae mientras registro sus
palabras.
—¿Mis padres? ¿Mis
padres sabían esto, A TI? ¡¡¿MIS PADRES TE
CONOCEN?!!
—El Entrenador
Williams también —responde él.
—De ninguna manera
—murmura Peter.
—¿También sabes el
nombre del chico que me hizo todo esto? —
Gaston asiente.
—No hay duda de por
qué no querías conocer a mis padres.
¿Estabas tratando de
volverme loca? ¿Todo esto fue una clase de broma
enfermiza?
—No. ¡Dios no! Rochi,
no pienses eso. Dijiste que ibas a contratar a
otro chico que fuera
tu novio si yo no aceptaba. No podía dejar que
hicieras eso. Si
hubieras salido en público con esa ridícula lista, pensé que,
porque sabía sobre ti
podría mantenerte a salvo de más chismes. Y quería
remediar lo que te
pasó.
—¿Querías remediar por
lo que sucedió? ¡Tú imbécil! Nunca puedes
remediar eso.
Peter ladra una risa y
cruza sus brazos. —Sabía que algo pasaba. ¿Ni
siquiera eres su novio
real? ¿Ella te contrató? Amigo… esto es jodidamente
épico.
—¡Cállate, Peter!
—grita Gaston, caminando cerca de mí—. Rochi,
pensé que podía ayudarte.
Y, al principio quería el trabajo y el dinero. Pero
entonces, resultaste
ser increíble. Era divertido… y… nunca supe que me
había enamorado. Pero
quería mucho ser tu amigo. Todavía quiero.
Deseo que tuviera una
clase de píldora de inmunidad que pudiera
tomar contra su
persuasión, ahora una voz malvada y rostro perfecto.
Malditos sus ojos
verdes.
Temblores del sueño
comienzan a tomar posesión de mí. Saco el
sobre que contiene su
cheque y se lo lanzo a sus pies.
—¿Pensaste que podrías
ayudarme? —pregunto, lentamente, en
absoluto tratando de
ocultar los desesperados temblores y lágrimas en mi
voz. Dejemos que todos
los escuchen. No es como si pudiera caer más bajo
de lo que ya han
visto—. Oh, me ayudaste muy bien. He estado
escuchando tu voz en
mis pesadillos todo el verano. ¡Y gritando en mi
cama en la noche por
eso! ¿No lo entiendes? Pensé que me estaba
volviendo loca.
Realmente loca.
—No lo sé. ¿Por qué no
me dijiste? ¿Dijiste algo?
—¡Porque no es tu
jodida incumbencia! O al menos pensé que no lo
era. Pero tal vez lo
ES. ¡Apestas! Y no te amo. Lo retiro todo. ¡Ni siquiera te
conozco!
—Rochi… si hubiera
sabido…
—¿Qué? ¿Hubieras
inventado mejores mentiras?
Miré a las ramas con
sombras por encima de mí y me tragué un grito
de angustia. Reúno mis
pensamientos y cuerpo tembloroso y tomo fuerza
de la absoluta furia.
—¿Cómo pudiste escribir esa hermosa carta? —
Lágrimas están cayendo
libremente por mis mejillas—. ¿Cómo pudiste
besarme así? Cuando lo
sabías todo el tiempo. —Mi voz se quiebra—.
Sabías que nunca
podíamos estar juntos. Todo el tiempo has estado
mintiendo.
—Nunca mentí.
Simplemente no supe cómo decirte la verdad sin
perderte. Sin herirte.
No podía soportar cualquiera de esas dos opciones.
—¡No tenías derecho a
hacer lo que hiciste! No tenías derecho —
grito, difícilmente
reconociendo mi voz.
Una luz en un porche
cerca adonde aparcamos se enciende. Mi
corazón se encoge al
tamaño de una canica.
—Dios. Me acabaste de
perder. Y me heriste. Más allá de lo que
crees.
—Yo… —Deja escapar una
profunda respiración.
—Déjame ayudarte a ir
a la Van. Todos iremos a tu casa y lo
hablaremos —ofrece Lali.
—Rochi, por favor, Lali
tiene razón —comienza Peter—.
Nosotros… ustedes
chicos pueden arreglar esto.
—No. No. Esto está tan
terminado. Todo este verano. La pasantía,
todo, TERMINADO. Le
enviaré mis disculpas al Señor Foley. No regresaré
al trabajo. Tampoco
necesito sus cartas de recomendación. ¿Imagina que
pensaría de mí un
monitor de habitaciones? Gritando en los pasillos cada
noche no es un buen
plan para el éxito académico.
Me las arreglo para
reírme un poco entonces, ya no queriendo
parecer en una
completa devastación. Me enfoco en lo que espero que
parezca como una burla
sin importancia.
—Lali, Peter, los dos
deberían estar de igual manera enojados
con Gaston, y yo.
Hemos estado jugando con ustedes todo el verano, más de
lo que saben.
—¿Qué? —Frunce el ceño
Peter.
—En caso de que Gaston
decida retenerles información a ustedes
como lo hizo conmigo,
creo que deberían saber que añadimos a los dos a
nuestro contrato. Eran
el paquete añadido. Como un paquete de amigos.
Probablemente él les
deba dinero por su tiempo. Háganlo que les pague.
Ambos hicieron un
magnífico trabajo.
Les sonrío, y forzó a
mi tono a bajarse. —Oh, y antes de que me
tachen de completa
lunática y se crean el acto de corazón roto de Dalmau,
deberían saber algo
más sobre su mejor amigo.
Camino directamente
hacia Gaston. Esta vez mi mirada en sus ojos no
vacila. —Diles. Diles
lo que hiciste en tu fiesta.
—Por favor. No hagas
esto. No después de lo que nos dijimos la otra
noche. Vamos, Rochi.
No conoces toda la historia.
—Oh, creo que sí. Y,
si nos apegamos a la verdad, entonces puedes
corregirme si me
equivoco —digo.
Mi voz, quebrándose.
Me paro aún más cerca
para que pueda ver su rostro bajo la luz antes
de que continúe: —Dime
que no eras tú en la pesadilla que acabo de tener.
Di que no estuviste
allí —susurro, dejando que mi memoria memorice
cada línea del rostro
de Gaston. su
mentón dividido y esos
terribles labios mentirosos.
Presiono. —Dime que no
te rogué que te quedas conmigo en esa
habitación. Que no me
cubriste con una sábana blanca como si fuera una
especie de cadáver. Si
puedes decir que esa persona no fuiste TÚ, entonces
podemos continuar esta
conversación —jadeo, trabajando en controlar mi
voz y la siguiente
oleada de lágrimas se acumula en todo mi cuerpo.
Nunca alejo la mirada
de la mirada de Gaston, deseando con todo mi
corazón que negara lo
que he acusado. Pero sé la verdad. Conozco esos
ojos verdes-dorados y
cada maldita pinta dorada dentro de cada uno. Las
he visto por tanto
tiempo en mis pesadillas.
El Doctor Brodie dijo
que sabría cuando mis recuerdos fuera verdad.
Y lo sé.
Ahogo un sollozo.
Un tornado de
emociones cruza su rostro. —Es lo que sucedió. Era
yo. Y lo siento.
Lali jadea. Gaston
parece estar temblando tan fuertemente como
yo. Extiende sus manos
como si quisiera que yo las tomara
—Rochi… por favor.
Tenemos tanto...
Pongo mis manos en mis
oídos. —Detente. ¡Simplemente detente!
¿No lo ves? ¡Te he
odiado por tres años! Cada vez que he tenido una
pesadilla, tú has
estado ahí. ¡En mi cabeza! Te he odiado por tanto, y por
años. Y ahora,
¿después de este verano?
Mis pies casi fallan
mientras la inmensidad de todo el verano con él
se vuelve claro. —Oh
Dios mío. Esa carta. Totalmente sabías que te
odiaría. ¿Cómo
pensaste que posiblemente no lo haría?
—Tenía esperanza. —Él
deja caer sus manos y aparta la mirada.
Les doy la espalda a
todos para que no vean cuán fuertemente estoy
llorando.
Y corro.

La puta madreeee!!! que horror :'(
ResponderEliminar